ÍndiceNavegación

índex català   marzo - abril  2003  n° 35

RESEÑAS

35

Soldados de Salamina, de Javier Cercas
Capital de la gloria, de Juan Eduardo Zúñiga
El corazón del haiku, de Vicente Haya Segovia
El libro de la revelación, de Rupert Thomson
La materia del deseo, de Edmundo Paz Soldán
La historia salva a la novela

Soldados SalaminaJavier Cercas, Soldados de Salamina; Barcelona, Tusquets Editores, 2002.

Añadir algo que no se haya dicho ya sobre la novela de Javier Cercas Soldados de Salamina (2001) puede resultar más que difícil. Aportaré, por tanto, un aspecto que no conozco que se haya comentado: la aplicación de las técnicas de la microhistoria a la novela, e insistiré en algunas de sus virtudes narrativas.

Recientemente, con unos amigos, entre los que había un experto en el análisis de los mecanismos del best-séller, hicimos un recorrido por los lugares en los que se desarrolla la acción de la novela: Cornellà de Terri, Palol de Rebardit y, sobre todo, el extraño y surrealista santuario de Collel, que sirvió de cárcel al escritor e ideólogo falangista Rafael Sánchez Mazas hasta que fue medio fusilado en los últimos días de la guerra civil española. Como escritor, este propagandista de Falange le merece a Javier Cercas la tibia opinión de "bueno" –que le lleva a un repasillo por su obra– y la valoración más severa de que con sus soflamas contribuyó a enardecer el clima y promover la guerra civil. Sin embargo, la novela no parece estar interesada por la anécdota, que, por otra parte, está presente en la tradición oral de muchos pueblos: un hombre se salva de la muerte es un motivo folklórico tradicional. La novela parece estar preocupada por lo que se ha dado en llamar el "relato real" y está organizada en tres partes, cada una de las cuales posee su propia dinámica y su propio vigor narrativo: "Los amigos del bosque", "Soldados de Salamina" y "Cita en Stockton". He de confesar mi inicial prevención al leer esa captatio benevolentiae de la primera página, que es en sí misma una crónica de sucesos o un abreviado telediario truculento: el padre del narrador había abandonado este mundo, su mujer "le había abandonado" y, en el colmo de la desgracia, "había abandonado" su "carrera de escritor". ¡Demasiados abandonos! No obstante, nada más seguir leyendo se comprueba que, como en los cuentos tradicionales, el número tres es una evocación de carácter maravilloso, pues el narrador también recibe tres cartas tras el artículo sobre Antonio Machado, tiene tres novias y tres son los "amigos del bosque" que ayudan a sobrevivir a Rafael Sánchez Mazas.

En 1979 y 1980 tuvo lugar una memorable polémica entre L. Stone y E. Hobsbawn sobre la importancia de la "historia narrativa" frente a la "historia científica", que había tenido plena validez hasta entonces. La polémica coincide con la aparición de los primeros textos de microhistoria, entre ellos El queso y los gusanos (1976), de Carlo Ginzburg. Al parecer, la microhistoria y la "historia narrativa" venían a salvar a la "científica" de sus limitaciones, y a partir de aquel momento, en un terreno práctico, unos autores cayeron del lado de la historia-historia y otros se deslizaron hacia el lado de la novela. S. Shama, por ejemplo, con Patriots and liberators (1977) inició un proceso que evoluciona hasta Certezas absolutas (1991), traducido al castellano por A. Escohotado (1993), su primera obra de historia y ficción. Ya en nuestro país, Jaime Contreras entra en la microhistoria con un profundo análisis, brillantemente narrado, titulado Sotos contra Riquelmes (1992). El mérito de Javier Cercas con Soldados de Salamina consiste en haber puesto en el congelador –y espero que para años– el falso debate sobre la muerte de la novela, debate más comercial que intelectual, que resucita todos los años allá por el Día del Libro.

En palabras de Giovanni Levi, "el principio unificador de toda investigación microhistórica es la creencia de que la observación microscópica revelará factores anteriormente no observados". Así mismo, añade G. Levi, uno de los objetivos de esa microhistoria pretende acceder al conocimiento del pasado mediante "indicios, signos y síntomas". Javier Cercas aproxima su mirada al microscopio para narrar una anécdota protagonizada por un personaje relevante, Sánchez Mazas –pero uno más ante la muerte– y por otros individuos perfectamente desconocidos: los hermanos Figueras, Angelats y Maria Ferré en el entorno boscoso del lago de Banyoles y otros lugares de la provincia de Girona. Pero lo que ese acercamiento revela es la categoría del perdón, el valor del gesto de ese «¡Por aquí no hay nadie!», que es el indicio, el signo y la imagen misma de la compasión. Sin embargo, Cercas, en una nueva vuelta de tuerca, convierte a los "amigos del bosque" en unos republicanos que han desertado del ejército. Parece aquí que una tercera España, que no es ni la republicana implicada en la guerra ni la sublevada contra el orden democrático, se abriera paso en la novela. Salvando las distancias, recuerda la película El pianista, de Polanski, que nos ofrece otra versión distinta –y menos sionista– del holocausto, protagonizada por alguien que sobrevive a la muerte con la complicidad incluso del principal de sus captores: un militar del ejército alemán.

En microhistoria también, el punto de vista del investigador se convierte en parte intrínseca del relato, que describe el proceso de investigar; de este modo, el lector entra en una especie de diálogo y cree participar en el proceso de construcción de la obra. Este procedimiento lo borda Cercas sobre todo en la primera parte, al relatar su entrevista en 1994 con Sánchez Ferlosio y la posterior búsqueda de información. En un giro sobre lo verosímil del "relato real", sucede algo parecido en la tercera parte, "Cita en Stockton", en la que utiliza al escritor Roberto Bolaño como fuente de información –y de lo más sospechosa– para localizar al republicano Miralles, un auténtico luchador por la libertad y la supuesta persona que perdona la vida al falangista medio fusilado.

El ejercicio de lenguaje de la segunda parte, inspirado en el castellano de la soflama y la retórica de la tribuna parlamentaria, merece un análisis más extenso del que podemos dedicarle aquí. Soldados de Salamina es, para concluir, una novela que algunos denominarían posmoderna, pero que, a mi entender, está estructurada de forma muy inteligente a partir de mecanismos ya empleados por esa corriente de la historiografía contemporánea que es la microhistoria, aunque consolida y consagra un método narrativo y coloca la novela en castellano en un lugar de no retorno muy importante. Javier Pérez Escohotado

________________________________

Capital de la gloria.Capital de la gloria, de Juan Eduardo Zúñiga. Alfaguara, Madrid, 2003.

Las diez historias que conforman Capital de la Gloria -título tomado de un poema de Rafael Alberti- vuelven sobre un episodio que ha marcado no sólo la obra de Juan Eduardo Zúñiga sino que constituye un momento capital en la reciente historia de España, la Guerra Civil. En esta ocasión, el autor recorre de nuevo senderos por los que ya anduvo al comienzo de su producción literaria -caracterizada dentro de lo que podríamos llamar socialrealismo- si bien en esta parte del trayecto se observa una mayor sensibilidad personal y una mayor belleza literaria. Afortunadamente, esta combinación que aúna belleza y profundidad de contenidos no parece un hecho aislado dentro de la última narrativa española, y así se observa una mayor atención y reinvindicación de la memoria histórica de aquella contienda cainita, injustamente desatendida durante la transición. El autor cierra con este libro la trilogía que iniciara en su día Largo noviembre de Madrid y más tarde prosiguiera con La tierra será un paraíso, mostrando el deterioro espiritual de la población civil que trata de escapar del Madrid republicano cuando la derrota forma parte de sus conciencias y en este contexto trágico son llevados al límite de la soledad en el plano personal.

Estos diez relatos muestran diversos episodios, inspirados en personajes muy humanos -en su mayor parte femeninos- planeando sobre todos ellos el amor que les confiere una dignidad que no es sino patética lucha contra el olvido, contra la muerte. El escenario físico -mostrado con una gran carga afectiva- permite que en él exista lo trágico y lo bello y de esta manera, el choque de ambos que salpica de fatalidad el sentido de los relatos. Pero es, en definititva, el amor el que tiene la capacidad de superar la fatalidad, por encima incluso de la guerra. Es la necesidad que precede a todo y la que redime cada pena, algo que da sentido al dolor de las existencias.

La obra de Juan Eduardo Zúñiga -verdadero superviviente de la frustación colectiva que supuso la Guerra Civil- está asentada sobre una base que él mismo ha consolidado con el devenir de los años, con una voluntad artística titánica e impasible a las adversidades que ha debido afrontar, tanto de público como de crítica. Guarda en su interior su pureza frente a cualquier manipulación que la amenace. Tal vez de ello procede una estética no siempre accesible para el gran público, pero que acaba de ser reconocida antes o después. Es el hermetismo -entendido como estética didáctica- el que encierra alguna de las claves de la obra del autor. La pelea entre el bien y el mal desarrollada en un entorno hostil a la fuerzas del bien y que concibe la esperanza de salvación propia y de la humanidad, es la esencia con la que se presenta su gran carga de elaboración simbólica. Ya en El anillo de Pushkin, Zúñiga define la obra literaria como un mensaje en clave dirigido al público, que "pone íntima luz en senderos subterráneos o en el gran camino real por donde avanza la cabalgata colectiva". La lucha entre la luz y las tinieblas como forma de revelación -y la contemplación del espectáculo de la vida como farsa en movimiento- constituyen los rasgos esenciales de su producción artística dentro de ese hermetismo clásico literario. Si este hermetismo fue trágico en su primera etapa -Largo noviembre en Madrid y La tierra será un paraíso- al coincidir con la destrucción del espacio originario -el Madrid apocalíptico de la Guerra Civil- y el consiguiente final del idilio, más tarde adquiere tintes mágicos, al coincidir catástrofe y revelación.

En un tercer momento creador, coincidente con la publicación de Flores de plomo y Capital de la Gloria , presenta una cierta síntesis entre las dos etapas anteriores. Así, el escenario madrileño no sólo es un lugar de destrucción sino el de un tiempo extraordinario donde son posibles las metamorfosis milagrosas. En "Los mensajes perdidos" un reloj de pulsera adquiere una dimensión mítica dentro del realismo del relato. El encargo de un agonizante brigadista para hacer llegar este reloj a otro miliciano acaba por iluminar a sus portadores como partícipes de un espíritu extraordinario de igualdad dentro de "una cadena invisible de ideas que unen". En el conjunto de relatos -expresados con una calidad muy fina en lo literario dentro de un contexto físico, afectivo y psicológico- la metamorfosis más posible es la del amor que se superpone a la guerra, "todo pasaría menos el amor vehemente, el que embriaga con sus caricias y se salva del fatal desgaste".

Los relatos "Rosa de Madrid" y "Ruinas, el trayecto: Guerda Taro" contienen una belleza poética y una recreación del espacio realmente magistrales -espacio en el que se ha instalado la derrota y la soledad de los seres que lo habitan. Estas evocaciones de gran carga emotiva están protagonizadas por unos personajes cuya memoria preserva la dignidad que el anonimato aniquilaría: "Pasarán los años y olvidaremos todo, y lo que hemos vivido nos parecerá un sueño, y será un tiempo del que no convendrá acordarse". Esta evocación, principal fuerza para luchar contra el olvido, esconde oculta en el interior la belleza lírica del relato y una de nuestras mayores fuentes de conocimiento: la experiencia. Pero es esta una memoria exenta de rencor, cubierta de una pátina en la que no caben sentimientos vengativos. Porque los recuerdos crean un puente sobre el vacío del futuro, es por lo que Juan Eduardo Zúñiga se sirve de los mismos para avanzar en el presente y superar el pasado. De esta forma, los estériles sacrificios humanos que son mostrados en los relatos de Capital de la gloria adquieren una dignidad absoluta y una razón para mirar al futuro con una mayor confianza, conocimiento y comprensión. El olvido nunca debería ser una propuesta aunque algunas mentalidades aviesas crean que la memoria puede ser peligrosa.

Capital de la gloria es un conjunto de relatos necesarios no sólo en su condición de testimonio histórico imprescindible, sino por estar además presentado con una técnica exquisita de quien debe ser considerado como uno de los maestros del relato breve de la narrativa actual; dotado de una finísima técnica que, por desgracia, ha pasado por un relativo e imperdonable anonimato durante demasiados años. Sirva esta ocasión para deleitarnos con el elevado efecto poético de estos relatos a la vez que recordamos la lección histórica de lo que fue el final de una época. Todavía estamos a tiempo de recordar porque, como dice Juan Eduardo Zúñiga, "el recuerdo nos mantiene con vida". CARLOS VELA.

______________________

Una mera nada inolvidablemente significativa

HaikusVicente Haya Segovia, El corazón del haiku; Madrid, Mandala Ediciones, Colección Alquitara, 2002.

Este libro no es un manual para escribir haikus; eso sería casi imposible por lo que se desprende del texto. En esa escritura todo lo artificioso y mental están de más, y de ahí el fracaso de tantos poetas occidentales en sus intentos, el último, que yo recuerde, el de Mario Benedetti. Pero hubo otros mucho más acertados. El maestro J. José Tablada, mexicano, y sus paisanos José Rubén Romero u Octavio Paz, pero también Enrique Díaz Canedo, Ernestina de Champourcín, Antonio Machado, Jorge Luis Borges, Luis Cernuda y Emilio Prados se atrevieron con resultados en muchos casos excelentes. Hubo poetas ingleses y franceses, y ahora mismo hay una exquisita comunidad que adora el haiku y navega por las redes para aclararnos cualquier cosa que deseemos saber. Uno de los especialistas es el autor de este libro, resultado de su tesis doctoral, una verdadera autoridad en el tema: Vicente Haya Segovia.

Para entender el haiku el autor propone averiguar antes el significado de lo sagrado en la mente tradicional japonesa. Lo sagrado no se explica, se percibe, se atrapa. Lo grandioso del haiku está en que es un instrumento que captará tanto más de la realidad cuanto más contenga de lo sagrado que late en la misma realidad. Llegando a la esencia misma de la poesía, el poeta sabe que nunca podrá plasmar esa profundidad que se abisma. Silencio y emoción se contraponen a palabra y concepto. La relevancia de los dos primeros toma cuerpo en el haiku.

Complejo en su sencillez, es una estrofa de 5-7-5 sílabas japonesas, sin rima, un total de 17 sílabas que prescinde de la puntuación y las mayúsculas y debe contener KIGO, la palabra de referencia a la estación del año en que tiene lugar el poema. Pero eso no es suficiente. Uno de sus estudiosos dijo que era "una mera nada inolvidablemente significativa", o bien "una impresión natural que se hace poesía y no tiene por qué tener un sentido profundo". Explicado de una manera más comprensible sería todo aquello de lo que puede hacerse una fotografía. El propio Andrei Tarkovski dijo: "Con sólo tres puntos de observación, los poetas japoneses fueron capaces de expresar su relación con la realidad. No la observaron simplemente, sino que sin prisas y sin vanidades buscaron su sentido eterno." Sin embargo, hay algo importante que puede parecernos extraño, y es que el yo, lo que llamamos autoría, no es nada significativa. Se trata de la visión del mundo de un pueblo y no de unos intelectuales, y por lo tanto está integrada en la sensibilidad colectiva. Otra particularidad es que no hay plagio en imitar los haikus célebres, porque no son de nadie. Curiosidades de este tipo hacen que esta manera de componer nos lo ponga bien difícil.

Nosotros solemos mirarnos el ombligo para refrendar lo particular estampando la firma (la larga sombra del ego). Desde luego no es éste –al menos el haiku verdadero– género para los seres vanidosos,.

Ahora veamos la clasificación que nos propone Vicente Haya: de tono intimista, feísta, para ser pensado, descriptivo, erótico, cómico, de lo sagrado... claro que también hay muchos de difícil clasificación. Pero ahora sepamos también el origen. Hay una definición en este ensayo, relacionada con la autoría del haiku, que me gusta mucho: los versos casi siempre salen de un "poeta accidental", y, por supuesto, tienen más posibilidad de capturar lo sagrado justamente porque, mientras menos fuerza tenga la individualidad, mayor acceso tendrá eso que se grita dentro del corazón. Aun así, claro que hay maestros. El primero fue Onitsura (1660-1738), que a juicio de los entendidos compuso el primero. Bashô (1644-1694) fue el creador que dio al haiku su verdadera dignidad, otorgándole profundidad y dimensión trascendente:

Montaña fría
En lo profundo de mi alma
a luna se refleja en el agua.

Otros fueron: Buzón (1715-1783), Taigi (1709-1771), Ryôkan (1758-1831), Issa (1761-1827), Shiki (1867-1902) y Santôka (1882-1940).

El objetivo del autor es poner de manifiesto la dimensión espiritual del haiku frente a los que la niegan, y cuestionar a los que defienden para el mismo una espiritualidad de tipo zen. Vicente Haya reivindica para el género su auténtica esencia japonesa, que deriva de esa expresión de lo sagrado. Desde luego, todas las explicaciones que intentan aproximarnos a lo sagrado están elegidas con muy buen tino, concepto de difícil expresión escrita, relacionado con lo religioso –y, sin embargo, no es eso– y con lo estético, pero tampoco lo es. Lo sagrado, como la luz, sólo se puede percibir, y para ello se deben tener los sentidos muy afinados.

"Todo lo que ha ido despertando la Naturaleza al japonés en alguna de sus épocas llega al haiku; el pavor primitivo por lo terrible y la fascinación por lo extraordinariamente bello, la perplejidad de lo misterioso y el anonadamiento ante lo físicamente enorme, la religiosa impresión por lo que se mueve y la concepción del mundo como pura hierofanía." Subraya el autor que antes de la introducción del budismo en Japón ya había una corriente poética de la que bebe el haiku: Manyo-shu es su nombre., la «colección de las diez mil hojas», la más antigua antología poética imperial japonesa:

Cuando te esperaba
Sufriendo de amor
En mi morada,
Movió las persianas
El viento de otoño.

Veamos ahora un haiku posterior a esta composición, del maestro Ransetu (siglo xviii):

El viento de otoño
Mueve la persiana de bambú
Y mi corazón.

Me ha parecido muy curioso el descubrimiento de estas sensaciones nacidas de una leve impresión que acaba colándose por el sentimiento y transmite algo de lo bello con el instante más fugaz. Se comprende que la percepción del presente está relacionada también con lo real que puede no acontecer. Es tan sutil y tan fugaz que sólo nos queda un polen de frase, porque el haiku no es comprensión de ninguna verdad (por otra parte, una se puede preguntar qué es exactamente la verdad). Es simplemente percepción pura de los sentidos, pero fugaz, insinuante, arrebatadora en algunos casos. Veamos qué hermoso es este haiku y cuánto recoge hoy la poesía contemporánea. ¿Lo habíamos leído los poetas que miramos lo urbano como una realidad también poética?:

Termina un día de primavera
El crepúsculo está suspendido
En un charco de agua.

Recomiendo la lectura de este libro –que, por cierto también es un objeto bello: la editorial Mandala cuida sus ediciones con esmero artesanal–; lo recomiendo porque puede hacerte regresar a un lugar donde habías estado sin saberlo. No sé si me explico. Se trata de ser consciente de que cualquier acto, gesto, visión, experiencia a la que no otorgamos una cualidad trascendente, se imponga con delicadeza en nuestro ser, porque quizá, demasiado sumergidos en el yo, como decía al principio, no podemos percibir el chasquido del viento ni el matiz del paisaje mismo que tenemos tras la ventana cada instante que pasa. El haiku hace que la fotografía emerja sola. Sin nadie dentro. Y me permití escribir uno mientras leía este libro en un tren que se dirigía de Barcelona a Vitoria una hermosa tarde de enero ya clavada en mi memoria gracias a la ventanilla y a la conciencia de que lo que miraba era mero devenir transmutado en naturaleza.:

La lejanía cerca
Pasa desapercibida
A través del cristal.

© de la reseña y el último haiku: Concha García.

_______________________________

El libro de la revelación, de Rupert Thomson. Traducción de Mª Eugenia Ciocchini. Ediciones B, Barcelona, 2003.

A Rupert Thomson no le ha hecho falta aparecer en la selecta lista anual de grandes narradores de la revista literaria británica "Granta" para convertirse en autor de culto consolidado en Gran Bretaña. Aunque, eso sí, su formación en Cambridge lo avala con ese toque de enfant terrible y escandaloso entre la intelectualidad inglesa. Tras el éxito de Soft, Ediciones B presenta en España a este autor con la última de sus novelas, El libro de la revelación, que viene ampliamente aclamada por la prensa inglesa: "anticonvencional, cautivadora, singular" (Daily Telegraph); "excepcional y perfecta" (Guardian). Y no sólo eso, pues la crítica ve en Thomson la virtud especial de ficcionar temas distantes en una particular cosmología: la del abismo de la conmoción íntima, las pasiones y los traumas narrada con tintes de suspense e intriga más típica del thriller. Quizá el talento de Thomson sea ver en el trasfondo perturbador humano un estilo osado – muy a la última, entre atrevido, sexual y reflexivo- que ahonda, tras la intriga, en lo íntimo más inexpresable. En este sentido, El libro de la revelación da buena muestra del potencial de un autor inédito en español hasta la fecha; y su novela, de su visión ante la experiencia de un secuestro sexual.

Ésta es la historia de alguien que lo pierde todo de un plumazo: la de un exitoso bailarín inglés que vive en Amsterdam enamorado de su novia y con la sensación de no querer cambiar ni un solo detalle de su vida, "aunque me hubieran ofrecido riquezas inimaginables", confiesa ante el lector. Sin embargo, en un "momento corriente de un día corriente", sale a comprar tabaco para su novia, y por el camino es golpeado por tres desconocidas en una de las calles de "su camino de costumbre". Lo único que alcanza oír antes de caer inconsciente son unas inquietantes palabras en boca de mujer: "Eres nuestro. Nos perteneces". Al despertar encerrado en una habitación blanca totalmente aséptica, los acontecimientos se aceleran: ha sido secuestrado durante dieciocho días por tres mujeres que lo someten a todo tipo de vejaciones sexuales. Que nadie espere aquí la sensualidad de la orgía de Eyes Wide Shut, porque Rupert Thomson elimina toda poesía para ahondar en el sufrimiento masculino ante el secuestro y la violación. Las esposas, los grilletes y la colchoneta pertenecen "a la misma familia de objetos", en una realidad que "él no ha elegido". Bajo el metódico castigo de sus secuestradoras, percibe –en una conciencia asombrosa- la secuencia de humillaciones con la extraña sensación de estar trabajando en "un espectáculo cuya duración desconoce".

A los dieciocho días, es liberado sin más. La pesadilla ha terminado, cual enigma, y lo difícil será volver a su vida cotidiana; Rupert Thomson lo sabe y consigue precipitar el ritmo de la acción para contrastarlo con la intimidad postraumática, en un logrado efecto de intriga que se mantiene hasta el final de la novela. De pronto, el protagonista se siente intruso entre sus cosas: sin palabras para explicarse, se resigna a aceptar la interpretación de los hechos de su novia, que lo abandona por haberse marchado con otra; tampoco la danza puede salvarlo, incapaz de mover su maltrecho cuerpo con armonía. Tras cierto periodo de soledad en la casa de campo de su amiga coreógrafa Isabel, la única que no pregunta, se nos confiesa "incapaz de crear un vínculo entre la vida que había llevado antes y la que llevaría a partir de ese momento". Sólo su cuerpo –estigmado por los tatuajes, piercings y señales de su secuestro- prueba su silenciosa "versión de la historia", y a la vez se siente liberado de la "egolatría y la vanidad" propias del mundo de la danza. En el abismo de una libertad sin forma, "absoluta y sin precedentes" y, sin embargo, "vacía", cercana a la muerte, el joven necesita descifrar las enigmáticas coordenadas de su secuestro: viaja durante tres años por todo el mundo buscando los estigmas y las señales de los cuerpos desnudos de las tres secuestradoras, que es lo único que recuerda con claridad. Los cuerpos de sus amantes (con las que se acuesta vaciado de sí mismo, con "un cuerpo con el que ya no puede expresarse") se superponen hasta borrar las señales que busca, y, con ellas, muere el objetivo del largo viaje. De vuelta a Amsterdam, rotos todos sus lazos afectivos del pasado, prueba vivir en una "existencia ni fuera ni dentro de nada", para acabar construyendo una nueva vida reconciliada con su cuerpo: prepara un ballet con su amiga coreógrafa que será una "versión cifrada de su propia historia", y, por casualidad, conoce a Brigitte, la primera mujer que le interesa sin que le "recuerde a alguien".

Pese a todo, "nada es lo que piensas". Con estas palabras, a modo de presagio a lo largo de la novela, Rupert Thomson se desmarca del thriller psicológico para convertir su novela en una "obra que intriga intelectualmente" (Independent). Con un gesto elegante, despista a un lector que ya veía la trama resuelta: "Nada es lo que piensas. […] Había usado las mismas palabras antes, y aunque entonces habían sido tan veraces como ahora, recordé lo poco convincentes e inverosímiles que habían sonado. Llenas de culpabilidad". Y, a fin de cuentas, por ahí anda el final que le espera a su héroe: cuando cree superado su trauma, una noche agrede a una mujer que le recuerda a una de sus secuestradoras. En los interrogatorios con la policía, sólo puede repetir que "no es lo que piensan".

También se dirige al lector, a quien el autor relega sabiamente la interpretación de ese enigma final, y apunta con sutileza una dimensión más reflexiva en la intriga. Con razón, se ha esforzado durante toda la novela en construir un personaje cotidiano, que podría ser cualquiera, abierto de pronto al lenguaje de las revelaciones –como el propio título apunta-. Y puede que sea ésa la originalidad de Rupert Thomson, y la clave de su exitosa rebeldía, la de intrigar con una confesión atrevida e incompleta de un trauma, con el que, más que identificarse, el lector recoge una extraña sensación de realidad. La elección del trauma sexual viene a confirmar una vez más la tendencia literaria de última generación según la cual el tabú del sexo debe ser desenmascarado con un lenguaje creativo y osado. En este sentido, Thomson parece justificar el contenido sexual de la novela con el seguimiento intrigante, que siempre parece menos morboso, de la psicología post-traumática de su héroe. En realidad, habrá también que reconocerle varios pasajes de prosa poética, y algunos de psicodelia, éstos últimos dedicados a un héroe delirante; más la finura de algunos comentarios cáusticos a la inglesa.

Marta Rossich

_ ___________________________Paz

DEL PASADO VIENEN LAS TORMENTAS

La Materia del DeseoLa materia del deseo, Edmundo Paz Soldán. Alfaguara, Madrid, 2003.

Cuando las tinieblas del pasado se convierten en materia de deseo y nuestra inteligencia se obceca en despejarlas, uno debe tener en cuenta que dicha pretensión no solo entraña el riesgo de evadirse del presente sino de quedarse entrampado en los nubarrones de una tormenta sin fin. Hasta qué punto le ocurre esto al protagonista de La materia del deseo de Edmundo Paz Soldán, -talentoso novelista boliviano que Newsweek incluyera entre los tres escritores jóvenes más importantes de América Latina current day-; hasta qué punto se extravía Pedro en las horas pretéritas que parecen cabalgar junto a la actualidad de la que ha huido como un cobarde. Esta excelente novela tiene por acierto llevar semejante trama al reciente pasado político de Bolivia y trazar un paralelismo entre el país-personaje y su protagonista: conocer la verdad supondría, para ambos, el hallazgo de su identidad.

Otros resolvieron que lo mejor era olvidar, acogiéndose al criterio indecente que abraza la impunidad antes que la justicia, pretextando que remover el pasado, -abran comillas- sólo fracturaría a la sociedad; criterio que impregna desgraciadamente toda transición en América Latina, caso de Videla en Argentina, Pinochet en Chile y Hugo Banzer -aquí Montenegro- en Bolivia, por nombrar los más estrechamente relacionados con esta obra, los impulsores de la siniestra Operación Cóndor (ah, y caso de Franco en España, que para eso es también la Madre Patria, ¿o iba a serlo solo para la lengua y la religión?).

Muy pronto el lector sospecha, como con las buenas novelas policiacas, que las claves pueden estar ocultas en algún lugar, y se precipita a una lectura trepidante que convierte en sospechoso cualquier posible escondite: quizá las claves se hallen en Berkeley, la novela póstuma del padre de Pedro ("Papá había abrumado el texto de sentidos ocultos que solo salían a la superficie –si salían- después de múltiples lecturas") o quizá las claves se hallen en los crucigramas de tío David ("colocaría un mensaje secreto desparramado entre varias definiciones, por ejemplo, si una definición decía ciudad de Francia, y otra pedía uno de los colores del espectro y otra población española bombardeada en la guerra civil, el mensaje era Picasso, por Las señoritas de Avignon, el periodo azul y el Guernica) o tal vez las claves se escondan en las memorias hagiográficas de un narcotraficante con delirios de grandeza bolivariana -paranoia típica de los dictadores y bribonzuelos del continente-, o tal vez se hallen en el video Dónde vayas te seguiré, la canción del grupo de rock de moda, Berkeley, que aparentemente es una canción de amor pero en realidad es una "versión surrealista de lo ocurrido en la calle Unzueta", hecho histórico donde confluyen las vidas del protagonista y su país, núcleo de la novela: ¿Qué ocurrió realmente? ¿Quién perpetró el atentado? ¿Hubo soplón o no hubo soplón? ¿Y si lo hubo, qué motivos tuvo? ¿Y si todo no son más que rumores de un pueblo que ha pasado página? ¿Y si todo acaba finalmente como al principio, con las mismas interrogantes?

Una y otra vez esta disyuntiva nos asalta a medida que la historia avanza y se encamina hacia su desenlace; a medida que nos dejamos envolver por ese bacán de esquina pasado por la universidad en inglés que nos persuade con su autoridad de licenciado en ciencias políticas, profesor universitario y analista de prestigio, que reconoce inviable la división del continente en "los típicos compartimentos estancos", -Cono Sur, región andina, Caribe-, y advierte claros denominadores comunes: "Todo era posible en nuestro continente, profuso en dictadores que se inventaban como demócratas, en líderes corruptos que se la daban de maestros de la ética, en políticos populistas que sabían manejar autos de carrera y jugar al fútbol con sus guardaespaldas, pero que no tenían idea de lo que se necesitaba para gobernar un país".

La historia narra también una pasión amorosa extrema, -Ashley- y otra no menos confusa –Carolina-, pasiones que se viven y describen pasando por alto las fronteras que trazan los convencionalismos –novi@, amig@, amante-, materializando así las dificultades a las que tiene que hacer frente la nueva generación en su lucha por romper definitivamente o continuar con el machismo, la monogamia, la fidelidad y otros dogmatismos. Compatibles, pues, se vuelven los problemas cruciales de América Latina, y en especial de Bolivia, y los problemas afectivos personales, retratados ambos con un estilo algo informal y a la vez exacto, que aporta a la novela un realismo vivido, en el sentido que da el DRAE de esta palabra: "Dícese de lo que en obras literarias parece producto de la inmediata experiencia del autor". En la misma dirección no es de menor ayuda esa suerte de lengua en formación, que por primera vez, a mí en particular, me demuestra su versión culta: el spanglish: "Podría dedicarme full time al internet trading. Creo que soy buena para eso. Esta mañana vi que de futures in Nasdaq estaban up y todas mis acciones estaban up menos una, que es mi favorita, Nortel, que estaba even. Así, compré con margen 200 acciones de Nortel y salí. Cuando volví, el gran Nasdaq seguía up, y mi querido NT esta up 5%, así que lo vendí for a quick profit. Me sentí muy inteligente porque I had guessed it right".

Una novela magnífica cuya lectura es un placer, recomendable por su sinceridad y didactismo; ideal para adentrarse en un país y un continente que hace mucho tiempo dejó de ser simplemente exótico y cuya realidad está cargada de tormentas que vienen del pasado. E. E. U.

© The Barcelona Review

Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.

navegación:    

  marzo -abril 2003  número 35 

Narrativa

Alexandru Ecovoiu:
AlexLos tres niños Mozart
AlexLa mujer solar

Robert-Juan Cantavella:
Alex
Los cuatro ladrillos
AlexPrimero es capaz de comunicarse con el espíritu de los pianos

Ensayo

Visita de David Lodge a Barcelona, por Sara Martín Alegre
Ficciones de la crueldad social, por Eloy Fernández Porta

Poesía

Más poetas de de Barcelona:
Javier Pérez Escohotado: Papel japón.

Notas de actualidad

Número especial de Rosa Cúbica
Número 100 de la revista Lateral

Reseñas

Soldados de Salamina, de Javier Cercas
Capital de la gloria, de Juan Eduardo Zúñiga
El corazón del haiku, de Vicente Haya Segovia
El libro de la revelación, de Rupert Thomson
La materia del deseo, de Edmundo Paz Soldán

Secciones fijas

-Reseñas
-Breves críticas (en inglés)
-Ediciones anteriores
-Envío de textos
-Audio
-Enlaces (Links)

www.BarcelonaReview.com  índice | inglés | catalan | francés | audio | e-m@il