La visita
por Edmundo Paz Soldán
El timbre sonó con delicadeza, como si la
persona que lo hubiera tocado estuviera pidiendo disculpas por la interrupción. Gustavo
se levantó de su asiento y se acercó a la puerta. Carolina le había pedido que no
abriera sin preguntar de quién se trataba, New York está llena de locos, pero
Gustavo no hizo caso al pedido. Un hombre de cuarenta y cinco a cincuenta años, moreno y
de patillas, los ojos verdes y pequeños y un sobretodo gris, incongruente en la calurosa
tarde de primavera, lo miró y le preguntó si podía pasar. Gustavo le dio paso, sin
tiempo siquiera a sorprenderse por la pregunta.
El hombre caminó por el piso
alfombrado del estudio. Sus ojos escudriñaban las paredes cubiertas de pósters del MOMA
-Magritte y Kandinsky-, la cama suspendida del techo en un rincón, la escalera que
colgaba de ésta. Se detuvo junto a la mesa y miró a la azulada pantalla de la iMac, los
gráficos de la bolsa de valores que Gustavo analizaba para invertir en internet. Una
canción de Creed en MP3 salía de los parlantes de la computadora.
Gustavo se preguntó si el hombre
tenía algo que ver con el edificio. ¿Venía a medir el estudio para ver en cuánto
subía el alquiler? ¿Y si el sobretodo escondía un revólver? Un asalto a mano armada,
los titulares del New York Post estaban llenos de robos y violaciones a incautos
que dejaban pasar a extraños a sus departamentos. Tosió. Debía haberle hecho caso a
Carolina.
-Excuse me, but, could you tell
me
-Nice accent. Where are you from?
-Bolivia.
Se acercó a la mesa y bajó el
volumen. Alzó la manzana que estaba comiendo. Era verde, como le gustaban a Carolina. Le
dio un mordisco. Prefería las rojas.
-Hablo español. Un poquito -dijo el
hombre, con un acento pronunciado-. Vivo un año en Costa Rica. Conozco Perú. Bolivia es
como Perú, isn't it?
-Su hermana menor.
-Macchu Picchu, really. Muy hermoso.
Los incas. Great civilization. Voy con mi esposa, long time ago. Prometemos volver, nunca
volvemos.
-Suele ocurrir.
El hombre se acercó a la puerta
corrediza de vidrio, que daba hacia un mínimo balcón. Un hueco entre los edificios que
rodeaban el departamento permitía el ingreso de una luz diáfana, de primera mañana.
-Antes no hay balcón -continuó el
hombre-. Gracias por dejarme pasar. Thanks, really. Yo vivo aquí fourteen years ago. Con
mi mujer Louise y Anna Louise, mi hija de tres años. Quiero ver como está el
apartamento. Ahora yo vivo en Wyoming. Primera vez que vuelvo a Manhattan.
-Ha debido cambiar mucho -dijo Gustavo,
mirando de reojo su reloj. Cada minuto contaba en internet trading. Se construían
fortunas y caían imperios a cada segundo de la marcha bursátil. Oracle, ¿habría
subido? Unos puntos más, y vendería sus escasas acciones y ganaría algunos dólares. Y
Carolina llegaría pronto del hospital, debía apagar la iMac, a ella no le gustaba que
invirtiera en la bolsa, ¿quién te metió en la cabeza eso de querer hacerte rico de
la noche a la mañana? Este país, respondía él. ¿Y qué quieres que haga, con
tanto tiempo libre? Pronto ella terminaría su beca, volverían a Río Fugitivo, a
otro ritmo, a otras ideas en la cabeza.
-Todo cambia mucho -dijo el hombre.
Tenía la vista fija en la puerta corrediza-. Mi mujer
she killed herself last year.
-Lo siento -Gustavo se sintió algo
tonto pronunciando esas palabras. Pero, ¿qué más decir? Se preocupó. ¿Había venido
el hombre a arrojarse por el balcón? Dejó la manzana sobre la mesa-.
-Está bien, está bien
Hace
catorce años, no hay balcón aquí. Sólo la puerta corrediza. Ella va una tarde al
supermercado. Yo me quedo in charge de Anna Louise. Beautiful blond hair, like her mother.
Green eyes, like me. ¿Usted tiene hijos?
-No.
-¿Quiere tenerlos?
-Por supuesto. Un hombrecito me
encantaría.
-They say they're great. But there's
nothing like a baby girl. You won't be a dad until you have a daughter.
Gustavo se preguntó por qué.
-Esa tarde trabajo, como usted. Todos
trabajan mucho en New York. Anna Louise juega. Puedo verla, sonríe, está feliz, y
escucho su voz, daddy, daddy long legs, she calls me. Esa tarde, el aire está
pesado. Muy pesado. Abro un poco la puerta. That door.
Gustavo se fijó en la puerta
corrediza.
-Vuelvo a trabajar -dijo el hombre-, y
olvido cerrarla.
El tono era neutro, desapasionado.
Gustavo se había preguntado muchas veces por los anteriores moradores del departamento.
El tubo cilíndrico en las paredes, a la altura de la cintura, le había hecho pensar que
una anterior inquilina pudo haber sido una bailarina de ballet (¿pósters de Degas en las
paredes?). ¿Qué historias encerraba ese recinto? A veces, en las noches, se oían
crujidos de los muebles, y Carolina inventaba, entre risas, un relato de un crimen
cometido años atrás en ese departamento, de un alma intranquila que vagaba en pena por
los cuartos y pasillos del piso nueve. A Gustavo no le parecía nada cómico, y le tapaba
la boca para callarla. Carolina era así, se reía de lo trágico. Sería una buena
doctora, en la sala de operaciones no se inmutaría al ver a un paciente desangrarse y
expirar en sus brazos. ¿Qué hubiera dicho de la historia del hombre?
-Bajo corriendo. One floor, two floors,
three floors
The elevator, I didn't even thing about taking it, I don't know why.
Pienso que puedo llegar más rápido corriendo. Pero no quiero llegar. Veo desde la puerta
mucha gente que se acerca. Me acerco. I can't stop. No puedo. Sigo caminando. Me alejo de
la gente, desaparezco. Camino por Manhattan toda la tarde. Entro al subway. Línea 2, from
beginning to end, back and forth. No puedo volver, no quiero volver. No quiero ver a mi
hija en la calle.
Gustavo sintió deseos de abrir la
puerta corrediza, asomarse al balcón, ver a la gente y los taxis cruzando la calle
Setenta, quizás los rescoldos incorpóreos de una escena ocurrida catorce años atrás.
No lo haría: el vértigo le atenazaría el cuello, como aquella vez en Río Fugitivo,
besándose con Carolina en la azotea de un edificio abandonado, el pretil que estaba tan
cerca, y, borrachos, la apuesta de sacar por el borde la mitad del cuerpo y mantener la
mirada hacia abajo durante cinco minutos. No había durado ni treinta segundos. Una vez
más, Carolina había ganado.
-Mi esposa en shock, con doctores. To
make a long story short, regresamos a Wyoming, para el funeral. No podemos volver a New
York. Juicio al edificio. Los abogados prometen que ganamos, pero perdemos. Oh well. Who
cares? Nada es lo mismo. Vivo con guilt
¿cómo se dice?
-Culpa.
-Vivo con culpa todos los días. Muchas
veces pienso que no sobrevivo, ése es the last day. However, aquí estoy. Es mi
responsabilidad. Pero Louise no puede. She retreats into her own world. Writes poems to
her daughter. Every day. Keeps the ashes in a box, by her bed. Su hija, dice. No nuestra
hija, nunca más. Nunca más. And then, one night. Valiums, muchos valiums.
Gustavo se quedó callado. Quiso que
llegara Carolina. Ella siempre tenía las palabras adecuadas para cada ocasión. Percibió
una gran mancha roja en el cuello del hombre. Debía ser una marca de nacimiento.
-Debe de ser muy duro para usted -dijo.
-No duermo bien. Juego billar en las
tardes, solo. Vivo en diferentes hoteles. Holiday Inn, Best Western
Veo televisión
toda la noche. Black and white movies, mostly. El domingo pasado, veo Paths of Glory.
-Gran película. La escena del
fusilamiento es increíble. Kubrick es un genio.
-Indeed.
El hombre volvió a agradecerle a
Gustavo la gentileza. Se alisó las patillas. Su mirada se perdió por un rato más en la
puerta corrediza. Deambuló por el estudio, se acercó a la escalera y se ensució las
manos con polvo. Quiso volver hacia el balcón, pero se detuvo a medio camino. Luego, se
despidió y se fue.
Gustavo se sentó frente a la iMac.
Subió el volumen de la música. Lo bajó. Oracle había ganado unos puntos. Vendió las
acciones y apagó la computadora. Se quedó sentado mirando la pantalla apagada. No
quería darse la vuelta y mirar hacia la puerta corrediza. Quería darle la espalda a la
ciudad hasta que la noche lo sorprendiera.
Carolina le hablaría de bebés esa
noche. Ese era su tema últimamente. Quería que apenas volvieran a Río Fugitivo se
dedicaran en serio a buscar un hijo. ¿Te imaginas, un hijo nuestro? ¿Con tu sonrisa y
mi mirada? El reloj biológico, ¿cómo evadirlo?
Pero, ¿cuál era el problema? No
debía preocuparse. Un accidente como ese le ocurría a uno en un
¿millón? Más,
mucho más. El cálculo de probabilidades, tan útil para el daytrading, debía
servirle ahora.
En la pantalla apagada de la iMac, un
hombre le daba la espalda a Gustavo en la habitación de un hotel, y miraba en su
televisor una película en blanco y negro. Gustavo se concentró en la pantalla del
televisor, y pudo ver, aliviado, que la película era Paths of Glory. Se concentró
en el hombre y quiso ver su rostro, asegurarse de que tenía patillas y ojos verdes, de
que había una marca de nacimiento en el cuello.
Se desesperó: no podía verle el
rostro.
Carolina lo descubrió con la cara
pegada a la iMac, tratando, acaso, de ingresar a esa habitación de hotel, de ver de
frente lo que sólo podía ver de espaldas.
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