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índex català     septiembre - octubre  n° 50

La cirugía estética aplicada a la sociedad
Por Begoña Matilla


Globalia busca en la historia las fuentes filosóficas y culturales para proyectarlas intuitivamente en l’avenir. Siguiendo las pautas de un Isaac Asimov o de un George Orwell, utiliza la ciencia ficción no como un vehículo para describir el futuro sino como un medio para reflexionar sobre los grandes temas que nos ocupan hoy en día. Begoña Matilla, psicóloga clínica y psicoanalista, analiza el alcance literario y psicosocial de Globalia, de Jean Christophe Rufin, el último éxito comercial en las librerías españolas.

 

El autor, médico de profesión, ha trabajado en Cruz Roja, ha sido vicepresidente de Médicos sin Fronteras y actualmente es presidente de Acción Humanitaria. Es autor de varios ensayos, entre otros, El imperio de los nuevos bárbaros y La dictadura neoliberal, por el que obtuvo el premio Jean-Jacques Rousseau. Ha escrito también novelas, dos de ellas galardonadas con el Prix Goncourt. Globalia es el título de su última novela, que, como él mismo confiesa al final del texto, es un intento por superar la "esquizofrenia" existente entre sus novelas y sus ensayos políticos. Y, sin duda, lo logra.

Escrita con formato de novela de ciencia-ficción, Globalia es, en realidad, una crítica política del mundo occidental, que demuestra a su vez la gran hondura de conocimientos del autor en materia de psicología profunda, tanto individual como colectiva. En  un universo globalizado y proyectado sobre un futuro no muy lejano,  la historia se ha construido al estilo de Un mundo feliz, de Huxley, sobre la que encontramos muchísimas referencias; hay también alusiones y guiños a la novela de Huxley, pero  el texto de Rufin resulta tanto más siniestro  por la gran proximidad con el mundo actual; con agudeza y sorda ironía el autor expone los anversos y reversos de toda empresa social, y  la historia que nos narra registra varios giros y quiebros que logran  sorprender al lector en el cierre final.

Globalia, así se llama el universo globalizado, organizado a través de una democracia perfecta, tan perfecta que hasta el derecho a declararse marginal está recogido en su Constitución; todos los que lo deseen pueden acogerse a ese estatuto. Es una democracia atenta a todo discurso que pueda considerase racista; por consiguiente,  hasta los obesos deben ser respetados en sus deseos de comer sin límites, razón por la cual se han abolido todos los programas de salud pública existentes, considerados antidemocráticos. En la misma línea, en ese mundo perfecto no existe diferencia entre el trabajo o el ocio, se puede elegir entre ambos y los dos disfrutan de subsidios del Estado.

En lo que respecta a las instituciones básicas de la sociedad —el matrimonio y la familia ?D la construcci¨®n de Rufin es divertidaEl matrimonio se considera una limitacisn de la libertad, inconcebible en el seno de una democracia perfecta; sslo puede contraerse despu?s de muchas verificaciones y papeleos que demuestren que acto tan extra?o se realiza de un modo totalmente libre. El divorcio, por el contrario, se otorga automaticamente, y acompa?ado siempre de una gran fiesta. La maternidad tampoco esta bien vista, pues, como es sabido, resta todo tipo de libertades a las madres; por ello, ante los embarazos, se intenta disuadir a las mujeres de llevar adelante el proyecto y se propicia el aborto.

Globalia es tambi?n un mundo en el que la clonacisn humana esta a la orden del d?a: as? se alarga la vida y se posibilitan los trasplantes de todo tipo de srganos, de modo tal que son las personas mayores, muy mayores, en realidad, las que dominan ese universo, razsn por la cual la natalidad ya no es del todo necesaria y casi no existen jsvenes. La ausencia de jsvenes conlleva un beneficio sobrea?adido: una gran estabilidad social reina en el seno de ese mundo, en la medida en que ya no son las nuevas generaciones las que marcan las pautas con las tendencias revolucionarias y antisistema propias de otras ?pocas.

En este universo ordenado, protegido y libre, los psicslogos son profesionales muy solicitados; si hay accidentes, deben ocuparse, en tiempo real, de los posibles traumas de los accidentados y, al mismo tiempo, de las dificultades de los m?dicos que los atienden. Todos en Globalia son libres, y todos son, por tanto, responsables de sus actos; en consecuencia, la punicisn no existe y, en su lugar, ante cualquier posible infraccisn o falta, los jueces determinan, invariablemente, psicoterapia.

En Globalia se han construido enormes c?pulas de cristal, a fin de salvar las dificultades derivadas del agujero de la capa de ozono, y sus habitantes siempre disfrutan del buen tiempo y del aire acondicionado. Construido despu?s de cruentas guerras civiles, en este universo todos los habitantes pasan por un programa de olvido de las tendencias nacionalistas con vistas a favorecer la paz en el nuevo Orden establecido. Por esa misma razsn, no se ha abolido la memoria histsrica. Para  mantener la cohesisn social, se mantiene a la poblacisn en una especie de sopor mediatico: rige el universo de las pantallas y de las imagenes. Los libros y la escritura han desaparecido, y el papel se considera un objeto antiecolsgico.

Lo interesante en esta novela, mas alla de la historia, son sus resonancias freudianas, lo sepa o no el autor. La utop?a que se dibuja en
Globalia proyecta una sociedad perfecta que se apoya en la superación, precisamente, de las tres fuentes de malestar y de  angustia que Freud consideraba, en El malestar en la cultura, verdaderos límites para la consecución de la felicidad. Las fuerzas indomables de la naturaleza, la caducidad del propio cuerpo y las relaciones con los otros fueron  los tres ejemplos de los que se sirvió Freud para ilustrar, en su magnífico y más que nunca actual ensayo,  que el malestar  humano es estructural, por más que intentemos huir de él.

Freud, como cualquier pensador que haya centrado su obra en torno a la verdad sobre la naturaleza humana, que haya tratado de "rasgar el telón de las preinterpretaciones"  que organizan nuestro universo simbólico y en el cual dormitamos -como plantea Kundera en El telón, su último ensayo, tiende a ser, con el tiempo, acallado. El famoso y casi siempre mal interpretado concepto freudiano de la castración  simbólica, no alude sino a ese límite, imposible de franquear para el ser humano; toda la obra freudiana y posteriormente lacaniana, no es más que un intento de argumentar la lógica de ese concepto y de dar cuenta de los graves efectos nocivos que se generan al no incluir esa verdad en el pensamiento humano, ya sea en el plano personal, racional, social, político o científico; en suma, de la civilización.

Ni Rufin en su novela ni Freud en sus investigaciones se detienen  en ese punto de verdad de la naturaleza humana; en cambio, no se les escapa que el destino de las pulsiones agresivas propias de la especie humana, supone otro límite de toda empresa civilizadora y, en cierto sentido, esconde en su seno una auténtica paradoja. Toda civilización se sustenta en la coacción de las tendencias agresivas,  necesaria  para  su  existencia, y también en una negación del conflicto pulsional existente, tanto en el alma del ser humano como en la de sus construcciones. Para Freud, toda civilización y cultura que se sustenten únicamente en la coacción y en la negación de las tendencias mortíferas del ser humano, rehuyen en realidad la solución de ese conflicto; su destino no podrá ser otro que un eterno retorno, de modo tal que toda empresa civilizadora lleva consigo el germen de su propia destrucción.

En su novela, Rufin nos presenta una sociedad que ha superado las fuentes del sufrimiento humano gracias a sus avances científicos y técnicos: con la enorme cúpula de cristal ha logrado protegerse  de todos los problemas derivados de los embates de la naturaleza desbocada, y ha erradicado la caducidad del propio cuerpo gracias a la clonación y la cirugía estética. En cuanto a las relaciones con los otros, ha hecho desaparecer la familia tradicional como fuente de malestar, y reducido las problemáticas derivadas de las diferencias generacionales. Globalia logra reducir también todas las tensiones sociales al orquestar una democracia perfecta que liberaliza al máximo las costumbres y democratiza todos los deseos y tendencias. La estructura social de Globalia ha eliminado también la tendencia a la construcción de utopías en la vida colectiva y todos los rasgos ideales capaces de organizar a las masas desatando sus negros reversos, propios de la lógica de la estructuración de toda vida colectiva, tal como Freud transmitió a su vez en Psicología de las masas y análisis del yo.

Sin embargo, los habitantes de ese mundo perfecto enferman sin remedio al perder toda dimensión de deseo, al perder la relación con un ideal y un proyecto y también los verdaderos lazos sociales; su vida carece por entero de sentido. Los habitantes de Globalia lo tienen todo y, sin embargo, pierden todo. Esa es la paradoja de intentar esquivar y superar, sin resolver, la castración simbólica que nos es estructural y propia. No obstante, la sutileza de Rufin logra ir más allá al captar y transmitir nítidamente la verdadera operación psíquica  que enferma a los seres humanos, es decir, aquella que produce un  viraje de las tendencias agresivas hacia sí mismos y que les hace caer en actitudes masoquistas, tiñéndoles el alma de un tono depresivo. Es esa enfermedad, entonces, la que pone en peligro el proyecto de sociedad perfecta. En su universo de ficción, Rufin resuelve la problemática haciendo experimentar a los dirigentes de Globalia la necesidad de construir un "Enemigo Exterior" al que temer y odiar.  Esta es la brillante solución para poner en evidencia la doble faz de las sociedades occidentales contemporáneas, que empujan cada vez más a los sujetos contra  las redes de los efectos nocivos de la propia civilización, siguiendo los pasos de la denuncia freudiana en cuanto a lo que comporta de satisfacción mortífera el propio establecimiento de la cultura, su inequívoca dimensión "maldita", que entra en oposición con la dimensión del deseo y de los procesos sublimatorios que le son propios.

En la construcción de su universo utópico, se le ha colado a Rufin, además del novelista y el ensayista que lleva dentro, la mirada clínica, capaz de desvelar la lógica de las enfermedades, no sólo del cuerpo, sino también del alma y de la sociedad. ¿O no son acaso las enfermedades de los globalianos las mismas que asolan a los habitantes de nuestro mundo desarrollado del siglo XXI? Según la Organización Mundial de la Salud, hay alerta de epidemia de depresión y sentimientos autodestructivos en los países desarrollados durante las primeras décadas del nuevo milenio. No olvidemos tampoco nuestra segunda gran enfermedad colectiva: el auge de la figura del enemigo exterior, que crece enloquecidamente como un tumor aberrante bajo la imagen del terrorista, imagen sujeta a la paradoja perversa de que sería una criatura creada desde el ombligo mismo de nuestra civilización, la misma contra la cual se supone que atenta.

Globalia

Globalia

Christophe Rufin
Traducción de Javier Calzada
Anagrama, Barcelona 2005

© Begoña Matilla 2005

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Carné:

Begoña Matilla: Psicóloga especialista en psicología clínica y psicoanalista. Profesora asociada EAE- Universitat Politécnica de Catalunya. Investigadora del Centro Psicoánalisis & Sociedad (sobre las actividades de este centro véase tbr 37, "Zulema Moret en Barcelona"). Es también miembro de la Escuela Internacional de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano. En la actualidad centra su labor profesional en la práctica privada, la docencia y la investigación.

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septiembre - octubre  n° 50

Narrativa

Rafael E. Saumell: Mi padre, que es una persona importante
Hernán Ortiz: Hay una bomba en el cielo
Hernán Ortiz: Aura en mi nariz
Enrique Vásquez Valladares: ¡Cómo te quiero, manito…!
José Luis Torres Vitolas: El retrato
Gabriela Izcovich: Larga duración
David Vergara: Glenda y Martina

Ensayo

La cirugía estética aplicada a la sociedad por Begoña Matilla

Notas de actualidad

VI Encuentro Internacional de Mujeres en
el Arte México-Italia 2006

XVII Concurso Navideño de Literatura en Euskera

Reseñas

Leyendo, escribiendo Julien Gracq
Cuentos sanfermineros Patxi Irurzun
El vano ayer Isaac Rosa
Mujeres difíciles, hombres benditos Fernando Ampuero

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