1. ¿Quién es J.C.O.?
2. Una comedia humana
3. Vargas Llosa y Onetti
por Claudia Apablaza y Ernesto Escobar Ulloa
Video de Canal-L
Centenario de Juan Carlos Onetti
Nora Catelli, Edgardo Dobri y Andrés Ehrenhaus
Relatos
“6 de marzo
Hace una quincena o un mes que mi mujer de ahora eligió vivir en otro país. No hubo reproches ni quejas. Ella es dueña de su estomago y de su vagina. Cómo no comprenderla si ambos compartimos, casi exclusivamente, el hambre. Nos consolábamos a veces con comidas a las que buenos amigos nos invitaban, chismes, discusiones sobre Sartre, el estructuralismo y esa broma que las derechas quieren universal, saben pagar bien a sus creyentes y la bautizan postmodernismo. Participábamos, reíamos y adornábamos con nuestras risas las frases ingeniosas. Aquellas cenas a las que no podíamos aportar ni un solo peso ofrecían a un posible observador, tal vez a uno de los comensales que pagaban su parte de la cuenta, un aspecto admirable. Porque merecía admiración la astucia con que ella y yo, sin dejar de reír despreocupados, robábamos pancitos que cabían en la cartera de ella o en alguno de mis bolsillos. Así nos asegurábamos un desayuno seco para cuando despertáramos mañana en la cama de la pensión. Se fueron acumulando los días casi miserables para triunfar convenciéndola de que yo había nacido para fracasado irremisible.”
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http://www.onetti.net/es/novelas/cuando_ya_no_importe?page=0%2C1
La última novela de Onetti tiene la forma de un diario y este es un punto crucial a la hora de interpretarla. Digamos para empezar que la voz narrativa de una novela cuyo autor es el autor de un diario plantea un problema aún mayor que el que plantearía si la forma fuera la de una autobiografía o una memoria. Se trata pues de una farsa declarada. Hay una intersección incongruente de la voz homodiégetica, propia de la novela cuyo protagonista cuenta su vida en primera persona (personaje y autor distintos) por un lado, y por otro, de la voz autodiegética, propia del diario, donde el protagonista que cuenta su vida coincide con el nombre del autor en la tapa, son una misma persona y la ficción está excluida.
No hay duda pues de que el diario que empezamos a leer es una mentira de principio a fin. Cabe señalar que el diario es un género de nula tradición en las letras latinoamericanas, y que en buena medida cobra interés cuando revela los entresijos de la vida de un personaje trascendental en la historia de una nación, o de un pueblo, o cuando deja constancia de una época, de un momento clave. Forman parte de colecciones bizarras los diarios de rufianes, vagabundos o gente ordinaria, sin embargo no habría otro lugar que éste en un anaquel para el diario del personaje onettiano, Carr, que además, hallándose en la ficción latinoamericana de mayor envergadura como es Santa María, incluso dentro de ella se trataría de un personaje sin trayectoria, sin una génesis que nos permita seguir su pista. De ella tampoco se dice mucho, salvo del acontecimiento que desata la escritura del diario (que no su motivación): su mujer, “dueña de su vagina”, lo ha abandonado, tendrá que vérselas nuevamente con una vida llena de miserias en un lugar que no sea Monte, donde pervivirá tal vez el ominoso recuerdo de ese amor frustrado que lo obligó a huir.
¿A quién le importa pues el diario de Carr? ¿Qué otro lector podría tener además de él? ¿Un personaje que escribe para leerse a sí mismo dentro de un pueblo ficticio?
El autor uruguayo se vio ante la posibilidad de que esta fuera su última novela y eligió escribirla así, con la enorme libertad formal que ofrecen los diarios y la carga de revelación que deben contraer. Los géneros biográficos están obligados a descubrir lo que por distintas razones (mayormente morales) fue preciso ocultar en la vida pública. De este modo Onetti teje una trampa literaria. Si el lector acusioso de su obra esperaba toparse con los secretos inconfensables de algunos de los personajes de Santa María (de los que ya conoce varios) o de escarbar en la vida privada del infame Carr, pronto empezará a verse sarandeado por los saltos en el tiempo -lícitos en el formato del diario- y conducido de un lado a otro como si estuviera borracho, encóntradose muy a su pesar con inexactitudes y hechos inconexos, donde la carencia de una cierta cronología acaba por convetir la historia en un burdo remedo ya ni siquiera de la realidad, sino de la ficción.
Lo que Onetti hizo al titularla Cuando ya no importe (los rumores afirman que se lo sugirió Carmen Balcells -a quien está dedicado- en lugar de La casona) fue rematar el carácter ficticio de todo cuanto escribió anteriormente referente a Santa María. Lo remató con la franqueza algo mezquina de un personaje desmemoriado e inconstante que sin motivación aparente nos entrega el día a día –a saltos- de un pueblo donde se construye una presa pero cuya actividad lucrativa principal es el contrabando. El lector anhela husmear en la vida privada de Carr pero Carr le entrega lo que le da la gana, y si le place, lo pierde, juega con él, de manera que, sienta una sospecha sobre la veracidad de lo que se atrevió a anotar. Santa María se independiza de todo cuanto pudo decirse de ella “cuando ya no importe”, adquiere una soberanía que la vuelve propiedad exclusiva de quiénes la habitan, un mundo emancipado del mundo real, de los seres de carne y hueso que solo pueden asomarsele a través de los libros, de una biblioteca redactada por aquel autor uruguayo que este año cumpliría su centenario.
Lo que Onetti tal vez nos quiso decir con Cuando ya no importe fue que Santa María ya le preexistía incluso a él, y que aunque mucho podamos conocer de ella, nunca llegaremos a saberlo todo, porque así es la ficción, recompone y ordena la realidad, remedándola, fragmentándola, deshaciéndola, pero al mimso tiempo imitándola en su inabarcable amplitud.
Se reafirmará la visión onettiana del mundo, nihilista, fatídica (“La medicina no es más que un medio para ir postergando la muerte”), el rasgo de podredumbre hacia el que se inclina la conducta humana (“luego la imbecilidad se concentró e hizo terrible explosión dentro de la iglesia”) donde la mentira es como una herramienta de trabajo (“Recogerán con fatiga para esperar el fatigoso chalaneo con los compradores que se habrán descolgado desde las ciudades para estafar y mentir promesas”) al igual que la discriminación, el racismo, la explotación, el autoritarismo y la corrupción (“La indiada ahora no quiere más el pago con billetes de banco cada día.”/ “Hace unos meses ejercía en un país sudamericano donde se turnan civiles y militares para robar y hacer creer que están gobernando.”). Se reconstruirá como un perro que se muerde la cola, machacando los conceptos y la filosofía de Onetti respecto del hombre, en todo lo que tiene de miserable e intrascendente.
Una obra que se recomienda para terminar de dibujar el círculo que retrataría el universo del escritor uruguayo de cuerpo entero, como lo que fue, una comedia humana.
© Ernesto Escobar Ulloa 2009
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