CRÍTICAS LITERARIAS

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diciembre 1997

The Story of My Disappearance ("La historia de mi desaparición")

por PaulWatkins
Faber and Faber

A pesar de que The Story of My Disappearance ("La historia de mi desaparición") es la sexta novela de Paul Watkins, a éste todavía se le considera un autor nuevo en Estados Unidos. Quizás es un autor difícil de clasificar y por eso ha sido relegado a la trastienda de la ficción comercial. La confusión sobre el lugar que le corresponde deriva del hecho de que no parece tener ninguno; a quien más se acerca en estilo -y a quien más frecuentemente se cita- es a Ernest Hemingway, ya de por sí un autor nada fácil de catalogar. Desafortunadamente, el precio que hay que pagar al ser comparado con alguien tan único y tan culturalmente arraigado como Hemingway es que el trabajo de uno queda ahogado bajo su sombra. Watkins merece una atención -una atención no catalogadora- que de momento no recibe.

Uno no puede pedir mejor introducción a la obra de Paul Watkins que The Story of My Disappearance. Como sus demás novelas, Disappearance trata sobre las desigualdades que se crean casi mecánicamente en las pequeñas ciudades de clase obrera. No puedo pensar en ningún otro autor vivo que sea capaz de detallar con tanta destreza las aspiraciones y las frustraciones de la clase obrera estadounidense. Su estilo es tan profuso que sólo puede ser producto de un trabajo muy duro, es decir, económico en lenguaje y en gesto. Él es el Sinclair Lewis del final de la guerra fría.

Disappearance tiene lugar en un pequeño pueblo de pescadores de Nueva Inglaterra. Es el escenario al que yo con tanto entusiasmo esperaba que Watkins regresara después de que me quedé hipnotizado por Calm at Sunset, Calm at Dawn ("En calma al atardecer, en calma al amanecer"). La diferencia está en que The Story of My Desappearance lanza la red en aguas más profundas y a diversos géneros para recoger sus muchos temas. El libro es tan rico y denso que sólo después de haberlo leído de un tirón los diversos aspectos van saliendo a flote y se van aclarando en la conciencia de uno, como los restos de un naufragio después de un tifón. Es tan rico que me fue difícil, incluso, resumir el argumento, ya que, dicho de manera simple, The Story of My Disappearance es una novela de pescadores, una novela de guerra, una historia de amor, una novela de misterio, una novela de identidades encubiertas, descubiertas y ensambladas a partir de pedacitos. Todo ello en menos de 200 páginas.

A pesar de su brevedad, Disappearance contiene suficiente material para varias novelas. Un autor menos intenso, menos meticuloso -aunque quizás más comercial- hubiera escrito con facilidad una serie a partir de dicho material. Pero la mayor atracción de esta novela reside en que es apreciable desde todos los ángulos, como una joya. Watkins se apropia de los suficientes elementos de las novelas de suspense en The Story of My Desappearance como para merecer la atención de los aficionados al género (tiene un submarino, la guerra Afgano-Rusa, e incluso un hombre gordo con el equipaje lleno de dinero.) Me atrevo a decir que incluso para aquéllos que a veces topamos con los cascos oxidados de las novelas de Tom Clancy, y escuchamos por si hay señales de vida en su interior, podemos encontrar en Watkins algo inusitado y maravilloso. Una especie de Patriot Games for the Rest of Us ("Juegos patrióticos para el resto de nosotros"): una novela que no te explicará qué tipo de rifle prefieren las tropas Afganas, pero que te hará creer que hay gente en el otro extremo de la radio rusa.

Quizás ésta sea la razón por la cual Watkins ha tenido tanto éxito con esta pequeña novela: porque mientras hace referencias a Estados Unidos -y a un mundo- cuyo cinismo es tan profundo que tan sólo es verosímil en el género tenebroso y tal vez pasado de moda de la novela de espionaje, ha dotado a los personajes de tanto bagaje que es inevitable desear que pronto se desprendan de él y aparezcan renacidos. Es la versión abreviada de una novela de espionaje ruso que parece una Bildungsroman americana.

Hay que decir que Watkins escribe también sobre la violencia: sobre gente para la cual la violencia no se encuentra solamente en las fotografías de los periódicos. Es posible que eso tenga algo que ver con su poca presencia en el mercado editorial norteamericano. Es curioso, de todas maneras, que no se encuentre en nuestro centro de atención, porque Paul Watkins habla del mismo tipo de violencia de John Steinbeck; sí, del mismo tipo que Ernest Hemingway. Es un tipo de violencia que taladra como un teléfono insistente a los personajes durante toda su vida, imposible de evitar. Es más, es una violencia moral, una violencia como la del Antiguo Testamento, una violencia que tiene mucho de la escuela de pensamiento del "ojo por ojo", tan frecuente en los juicios televisados de Estados Unidos.

Es tanto lo que acontece en esta novela, y en el conjunto de su obra, que únicamente se puede asegurar una cosa: Paul Watkins no es de este mundo. No pertenece a nuestro tiempo y, desde luego, no pertenece a Estados Unidos. Digo esto siendo plenamente consciente de lo mucho que lo necesitamos; Watkins debería estar en otro lugar, un lugar donde Internet no existiera, donde los teléfonos móviles, la NBA y los coches de lujo no existieran. En un lugar tan sólo alcanzable por el inquebrantable compromiso y la admiración asombrada de unos pocos escogidos. Debería vivir entre quienes respetaran el trabajo duro y el pensamiento riguroso. Debería vivir, por decir algo, en el mar, en un pequeño bote de madera. O en los Estados Unidos de hace unos setenta años. Debería permitírsele una máquina de escribir portátil y poco más ya que, francamente, Paul Watkins no necesita las simples y tristes distracciones que nos satisfacen a la mayoría hoy en día. Su necesidad consiste en que le dejen solo. La única necesidad de Paul Watkins consiste en seguir escribiendo libros.


© 1997 The Barcelona Review
Traduccío: Isabel Wulf