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índex     mayo- junio 2002  n° 30

RESEÑAS  30
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     Michel Faber: Bajo la piel

     Almudena Grandes: Los aires difíciles

     Javier Tomeo: Cuentos perversos

     Philippe Delerm:
La quinta estación

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Bajo la piel todos somos iguales

portada_bajo_la_piel.jpg (4344 bytes)Michel Faber, Bajo la piel,
traducción de Txaro Montoro y Cecilia Ceriani; Barcelona, Anagrama, 2002.

Isserley es cazadora. Sus presas son autostopistas, individuos que responden al género masculino, meras piezas que cumplen ciertos requisitos: "una buena musculatura", unos pectorales abultados bajo la camiseta. Como buena cazadora, Isserley avanza con una cautela casi exagerada por la estrecha y peligrosa carretera que recorre las Highlands, sin llamar la atención, para no levantar la liebre. Acecha a sus víctimas, confirma que realmente son de interés y se apodera de ellas sin contemplaciones. La única debilidad de la cazadora es la seducción que sobre ella ejerce la belleza del paisaje y que en algún momento podría distraerla de la magnética cinta de asfalto al costado de la cual recoge a sus presas.

Bajo la piel, obra escrita en inglés por el autor de origen holandés Michel Faber (ver en Ediciones anteriores, la entrevista publicada en el nº 29 y los relatos Peces y Tiene que llover un poco), se inicia con una engañosa presentación del personaje principal y de su profesión. Engañosa porque no todo es lo que parece, como bien se cita en la novela, y es tarea del lector ir desentrañando la verdad de la ficción a medida que va mordiendo los anzuelos que Faber le lanza. El escritor siembra pistas: alguna palabra de significado incomprensible, alguna observación inquietante, alguna indicación que anuncia la inminencia de un desastre, para lograr que la intriga vaya in crescendo y la atención del lector no decaiga.

La historia de Isserley, contada por un narrador omnisciente, despierta sin duda la curiosidad del lector. La protagonista, de dieciocho años, posee un físico extraño, en el que su feminidad se define con un busto exagerado, sensual y que ella utiliza como carnada. Contrasta este rasgo con la delgadez de sus envejecidas manos, sus piernas demasiado cortas, su rostro extraño y medio oculto por el cabello ralo y siempre alborotado. Isserley vive en una casa destartalada, con una cama como único mueble, y separada de una gran mansión habitada por hombres. Padece dolores en la columna, lo que la obliga a hacer ejercicios matinales para aflojar las rígidas articulaciones. Sus hábitos de limpieza y los horarios de sus comidas son peculiares. Es soberbia, tiene un carácter duro, recrudecido por su experiencia como superviviente, con prejuicios de clase y de género. Una personalidad estrangulada por las rejas de una aplastante, aunque aparentemente liberadora, soledad y por la conciencia de su diferencia: "Y ella no era igual a nadie."

A partir de la conciencia de la diferencia, Faber desarrolla su tesis sobre la vida, el sufrimiento, el amor, la muerte y la inmortalidad. Con una escritura poco experimental, aunque enriquecedora por los diversos registros que emplea, la invención de vocablos, al modo de Jim Crace en Y amanece la muerte, el lirismo de algunas descripciones y cierta frescura juvenil pese a la edad del autor, el lector se zambulle en las transformaciones anímicas que se operan en una protagonista dinámica, cargada de espiritualidad y al mismo tiempo sojuzgada por su cuerpo. Sin embargo, la ironía del escritor permite al lector distanciarse en algunas ocasiones del argumento y respirar aliviado. A esa marginación se opone otro concepto para equilibrar la balanza, el de piedad. Del mismo modo que el de supervivencia parece oponerse al de inmortalidad. A fin de cuentas, todos somos iguales bajo la piel, necesitamos las mismas cosas y anhelamos los mismos sueños profundos y simples.

A la mente del lector acuden algunas imágenes de La isla del doctor Moreau, La mosca, Blade Runner, El planeta de los simios e incluso La metamorfosis. En cualquier caso todos estos títulos son buenos referentes para una novela de agradable lectura, ágil, que no deja lugar para el aburrimiento y que describe una sociedad despiadada y mercantil como la nuestra, en la que a veces hasta resulta difícil identificar nuestros propios sentimientos. Andrés Font

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Más seres de carne y hueso

portada GrandesAlmudena Grandes, Los aires difíciles; Barcelona, Tusquets, 2002

No es de extrañar que diga Almudena Grandes que la novela de sofá no sólo no ha muerto, sino que sigue muy viva (El País, jueves, 7 de febrero de 2002), porque eso es precisamente lo que demuestra con ésta, su quinta novela, a la que ni le sobran ni le faltan páginas, pese a las ganas de seguir leyendo cuando llegamos a la última, pese a la curiosidad de seguir descubriendo qué ocurre en las vidas de esa peculiar familia que llegan a formar los seis personajes principales.

A través de la ventana de la casa que acaba de adquirir, Sara Gómez contempla la llegada de sus nuevos vecinos: Juan Olmedo es un médico traumatólogo que se traslada a vivir de Madrid a un pueblo de la costa gaditana con su hermano Alfonso, disminuido psíquico, y su sobrina Tamara, de diez años, huyendo de una serie de trágicos sucesos que la autora nos va desvelando poco a poco, con una parsimonia a veces incluso exasperante para el lector. Maribel, cuyos servicios como empleada de hogar compartirán ambos vecinos, y el hijo de ésta, Andrés, son los personajes que vienen a completar el elenco de seres de carne y hueso, vulnerables, contradictorios y, sobre todo, humanos, de cuyas vidas se sirve la trama de la obra. Almudena Grandes emplea una sucesión de flashbacks literarios para irnos desgranando los motivos que conducen a los protagonistas a cambiar de aires — la teoría de los vientos gaditanos, esos «aires difíciles» omnipresentes en toda la novela, factores atenuantes incluso en los juicios por muerte violenta— y las razones que los han inducido con el paso de los años a cambiar de forma de ser, a trocar ese carácter «demasiado bueno» en el caso de Juan Olmedo, por un minuto de pura maldad, acompañado por la sed de venganza, y en el caso de Sara Gómez, a disfrazar su honradez de ambición y avaricia, movida también por la venganza.

A diferencia de novelas anteriores como Atlas de geografía humana o Malena es un nombre de tango, Los aires difíciles presenta a un personaje masculino principal, que rivaliza con el femenino en su capacidad de enfrentarse a su nueva vida, pero también a él mismo; en definitiva, a la capacidad de seguir viviendo y no sobreviviendo con el pasado a cuestas, y a seguir viviendo feliz. También el modo en que se estructura la novela difiere de las anteriores de la autora, más ambiciosa por la técnica y la forma estilística en que va tejiendo la trama de vidas cruzadas de los personajes, con un lenguaje depurado y un empleo de imágenes muy alejadas del barroquismo, gracias a lo que consigue crear una atmósfera diáfana, cercana y creíble. Es Almudena Grandes una estupenda contadora de historias, capaz de atrapar al lector en esta sucesión de palabras e imágenes hasta el final, de conmoverlo y de llevarlo de la mano por el corazón y la mente de los seres que pueblan sus páginas, y hasta de incluir en dichas páginas pequeñas y entrañables historias secundarias como la del Canario, o de fracasos históricos como la del padre de Sara. Historias rebosantes de humanidad a las que ya nos tiene acostumbrados, más seres de carne y hueso con sus aristas y sus paradojas.

Como paciente conocedora de su oficio, cuatro años ha tardado Almudena Grandes en regalarnos esta novela, en el sentido más decimonónico del término, y sólo cabe añadir que, como sin duda corroborará cualquier lector voraz, la espera ha merecido la pena. A.A.

NOTA: La novela obtuvo el pasado 8 de marzo de 2002 el IV Premio Julián Besteiro de las Artes y de las Letras

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La sociedad verdugo en relatos breves

portada TomeoCuentos perversos de Javier Tomeo (Editorial Anagrama, Barcelona, 2001)

Cuentos sorprendentes son los titulados "perversos" por Javier Tomeo en su último libro publicado. El huésped de un hotel que se pasa un fin de semana cambiándose de vestimenta (y con ella de personalidad) para desconcertar al servicio del establecimiento y llamar constantemente la atención; un sargento que ascendido a capitán general del ejército decide bombardear la ciudad para estar a la altura de su nuevo cargo en la jerarquía militar; o unas gaviotas que "con los ojos inyectados en sangre" anuncian la apocalipsis final son algunos de los protagonistas de las breves historias que con acierto ponen de manifiesto la soledad a la que está sometido el hombre moderno, sus miedos y en algunos casos sus desvaríos.

Las circunstancias que rodean a los protagonistas se desarrollan en su mayoría en situaciones límites que muestran la fragilidad de los seres humanos, lo perdido que se encuentra el hombre en una sociedad que sobrepasa con creces su capacidad de adaptación a la realidad circundante. Ante esto, únicamente caben dos salidas: huir (como el protagonista del cuento La ciudad de las sanguijuelas, que decide abandonar cuanto antes una población en la que estos bichos infames se instalan temporalmente para darse un festín con la sangre de sus habitantes) o refugiarse en un mundo particular que se rige por unas normas ajenas a las impuestas por la sociedad (éste es el caso del personaje de El coleccionista de gallinas, quien para no sentirse solo vuelca todo su afecto y energía en cuidar de estos animales aislado del mundo).

Los cuentos de Tomeo conforman un universo narrativo muy particular. El niño y la sardina se articula en torno a un elemento completamente fantástico: un niño de cinco años permanece quince minutos bajo el agua del mar para resurgir a la superficie tras haber pescado una sardina. En este mismo ámbito se puede incluir El asesino, en el que ficción cinematográfica y realidad se entremezclan empujadas además por los caprichos de la rueda de la fortuna.

También elementos propios del movimiento surrealista dejan huella en algunas narraciones de Tomeo. El pulpo violinista lo pone de manifiesto. Como en los cuadros del pintor Magritte, dos elementos tan dispares como un cefalópodo y un violín se reencuentran con toda naturalidad en un fondo submarino fruto, probablemente, del estado etílico del protagonista.

En algunas historias, la lógica y lo absurdo mantienen un breve combate que suele vencer la realidad más descarnada y que sume a los personajes en la desesperación. Así ocurre en El hombre bicolor, que descubre que ya nunca podrá ser un semáforo y que por ello se ha quedado sin razones para vivir. Estos relatos recuerdan el quehacer literario de cuentistas europeos como el polaco Slawomir Mrozek, quien se vale del absurdo para subrayar las contradicciones humanas y el quebradizo equilibrio social, afectivo y psicológico en el que intenta mantenerse el hombre actual.

La envidia, la soledad, el miedo, la ingenuidad, comportamientos patológicos y antisociales, la tristeza, la venganza.... todos estos sentimientos tan profundamente humanos y atemporales son los verdades protagonistas de estos cuentos de Javier Tomeo, víctimas de una sociedad moderna y acelerada que actúa como implacable verdugo del hombre. Todos ellos conviven en un libro singular por lo que respecta a la tradición cuentista de la literatura castellana, que proporciona un rato de lectura agradable y llena de sorpresas. Ana Carretero Jiménez

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Acariciando los temas eternos con retención y pudor

portada DelermLa quinta estación de Philippe Delerm

Traducción de Javier Albiñana (Tusquets Editores, Barcelona, 2002)

Finalmente aparece en español la primera obra de Philippe Delerm, publicada en Francia en 1983. Es una novela que toma la forma de diario íntimo destinado a suplir la trágica pérdida del ser amado. En ningún momento, sin embargo, el narrador se apiada de si mismo ni busca, en este sentido, la complicidad del lector. Es uno más de los "instantes de eternidad" que caracterizan la evolución posterior de la narrativa de Delerm. En este caso, además, se trata de instantes llenos de vacíos que el lector debe llenar con su propia memoria, con su propia mirada.

Como en El primer trago de cerveza, publicado también por la misma editorial, y las demás obras posteriores, los grandes temas del pensamiento y la literatura occidental aparecen desencadenados por instantes minúsculos que el lector se ve empujado a llenar con sus propias experiencias y reflexiones sobre estos grandes temas. En esto consiste, quizás, la sensación de felicidad que desencadena la lectura de Delerm, su indudable magia y maestría literaria. La misma que encontramos también en el París intemporal de la novela Llovió todo el domingo (Tusquets Editores). Aquí son los rincones de la ciudad, las charcuterías y mercados, los puentes y el metro, pero también sus habitantes, las porteras y los carteros, los que desencadenan este tipo original de reflexión literaria sobre la realidad.

El ‘gran tema’ desencadenado pues en La quinta estación es quizás el más profundo y recurrente que imaginarse pueda: la muerte del ser amado. Todo se vuelve pretexto para exorcizar el dolor, para celebrar la memoria de cada momento de felicidad. La diferencia entre el vacío y el sentimiento de plenitud, expresados ambos con los recursos más matizados de la lengua, recorre estas páginas como recorre nuestra vida y nuestra percepción de la realidad. Hay aquí, sin duda, un grito de rebeldía. Frente a la violencia que nos envuelve el bucolismo y el entusiasmo por la felicidad representan una respuesta al horror. Se trata de una respuesta que se puede tachar de desfasada o incluso de sospechosa, pero se trata, no obstante, de una respuesta que cuenta con una tradición literaria imponente.

Esta es la que recoge y despliega con maestría Delerm para crear la atmósfera turbadora e íntima que recorre las páginas de esta novela en la que el lector se ve una y otra vez llevado a sentir la ausencia del ser amado y su inalienable presencia. También una ocasión inmejorable para descubrir la obra de este profesor de literatura en un instituto en Normandía y entrenador de fútbol de un equipo local que ha conseguido crear una de las obras más originales en el panorama actual de la literatura francesa. F.H

© The Barcelona Review 2002

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 mayo - junio 2002  número 30 

-Narrativa

Juan José Saer: La tardecita
Javier Tomeo: El asesino
Javier Tomeo: El sargento Gutiérrez
Estela González: Bajo el colchón
Paco Piquer: Silencios

-Ensayo

Juan José Saer y el relato de la memoria
por Agnieszka Bárbara Flisek

-Entrevista

Nick Hornby por Sara Martin

-Quiz The Barcelona Review cumple cinco años

-Reseñas

Tomeo, Faber, Grandes, Delerm

-Nota de actualidad

El boom Bloom por Daniel Najmías
XVIII Festival Internacional de Poesía de Barcelona
por Laura Manero

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