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índex català   julio - agosto  2003  n° 37

III JORNADAS POÉTICAS DE LA ASOCIACIÓN COLEGIAL DE ESCRITORES DE CATALUNYA:POESÍA Y ALGO MÁS
por Carmen Borja

 

Del 3 al 6 de junio se celebraron en La Pedrera las Terceras Jornadas Poéticas de ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Catalunya), que contaron con la asesoría y coordinación de José Luis Giménez-Frontín y Miquel de Palol. Las jornadas, que tuvieron una muy buena presencia de público, supieron alternar, y a veces combinar, lecturas poéticas y ponencias teóricas.

Se abrieron el día 3 con un homenaje a Rafael Alberti en el centenario de su nacimiento. Apertura de rigor, tras la que llegó una brillante intervención de Guillermo Carnero, quien expuso de manera amplia e inteligente la trayectoria poética de Alberti y la convivencia en su poesía de dos vertientes en principio excluyentes: la intimista y la de combate –que, parafraseando un famoso libro suyo, le hacían estar siempre "entre el clavel y la espada"–. A continuación, diferentes poetas comentaron y leyeron un poema de Alberti previamente seleccionado. La selección acabó siendo muy enriquecedora, puesto que fueron apareciendo versos del Alberti amoroso y nostálgico, del viajero en China, del que poetiza la guerra civil en el frente del Ebro, del que habla de la pintura de Picasso o del Museo del Prado, o del poeta crítico con Estados Unidos. La tarde fue seguida por un público entusiasta, que disfrutó tanto de la ponencia inicial como de las lecturas posteriores, que estuvieron a cargo de Lluís Calvo, José Luis Giménez-Frontín, Joaquín Marco, Joan Margarit, Antoni Marí y Javier Pérez Escohotado y Carmen Borja. Excusó la asistencia Àlex Susanna.

Dado el enunciado previsto, el día 4 auguraba polémica: "Modelo literario de la lengua catalana: pro y contra de la herencia del Noucentisme". Y los ponentes: Enric Casasses, Sebastià Alzamora, Sam Abrams y Dolors Oller, que no asistió. Todo ello con Francesco Ardolino de moderador. Y la verdad es que no decepcionó. El italiano-catalán hizo una cálida introducción de temas, con un despliegue de sentido del humor muy gratificante –entre otras cosas, dijo: "entre Riba i Carner, prefereixo Foix". Frente a un canon literario catalán un tanto acomplejado y más basado en accidentes que en el valor literario estricto, Ardolino, que plantea como deseable una convivencia de cánones en el siglo XX, se refirió a la herencia noucentista de la "obra ben feta", política y lingüísticamente correcta, de cuño heideggeriano y católico, que acaba imponiendo un modelo unívoco y constreñidor, despreciativo del genio. Y abogó, además por un romanticismo actual, vitalista, que supere viejos modelos.

Tanto Enric Casasses como Sebastià Alzamora, mantuvieron las posturas conocidas y habituales en ellos. El primero habló de la "obra ben feta" refiriéndose a la lengua que emplea Rusiñol a finales del XIX como perfectamente útil para el gran arte, y a la que sólo falta una unificación ortográfica, o las traducciones de Nietzsche que hace Maragall, o las de Novalis, o la prosa de Vayreda, Emili Vilanova o la prosa periodística de Verdaguer. Casasses sostiene que es Verdaguer quien inicia el modelo, seguido de Pompeu Fabra. La herencia de estos dos mitos es, a su entender, la salvación de la lengua literaria. Siguiendo su estela llega a Ferrater, para finalmente poner en tela de juicio la idea de las generaciones como bandos enemigos, puesto que acaban pareciéndose más de lo que se podría imaginar.

En cuanto a Sebastià Alzamora, volvió a desgranar las ideas recogidas en artículos de prensa sobre Carner y el noucentisme, ampliadas ahora en "L’Espill". Su postura de rechazo al canon noucentista es bien conocida por todos los interesados en polémicas literarias.

Por último, Sam Abrams hizo un inteligente y afilado ejercicio de análisis –notoria su claridad mental, ese ver las cosas un poco desde fuera–, al tiempo que situó algunos términos en su sitio. Según él, era necesaria una normalización y unificación de la lengua catalana, pero lo erróneo fue el modo de hacerla, puesto que se convirtió en un programa político (Prat de la Riba), de clase (noucentisme) y en una opción general (modernidad) que excluía a los que no se sometían, con lo que se impuso un clima de hipercatalanismo palpable, por ejemplo, en la existencia y funcionamiento del Institut d’Estudis Catalans. Abrams citó como muy importantes la revisión de Alcover y de Borja Moll para evitar ese exceso de centralismo que producía, además, inhibición en los escritores. La tarea de Fabra hacia 1906 había de evolucionar, pero tras la guerra se decidió continuar fosilizando aquella tendencia. Todo ello ha generado una lengua literaria demasiado preciosista y retórica. Defiende Abrams, por ejemplo a Joan Maragall, de quien tanto llegó a burlarse Gabriel Ferrater. El colofón fue un coloquio largo y animado, con algunas intervenciones destacables.

El día siguiente también prometía frases jugosas. El tema: "Simbolismo y vanguardia: su actualidad en la poesía española contemporánea". En este caso no había polémica previa, pero se auguraban posturas contundentes de algún invitado. Pilar Gómez-Bedate actuaba a la vez de ponente y moderadora. A su lado, José Francisco Ruiz Casanova, Jenaro Talens y Jorge Urrutia. Las intervenciones tuvieron en general un aire más académico, más pensado para publicar que para debatir. Abrió turno Gómez-Bedate, que partió de simbolismo y vanguardia como líneas maestras de la modernidad. Se refirió a la tarea solitaria/solidaria –un guiño a Camus–, a cierta marginalidad asumida y serena de autores como Juan Eduardo Cirlot, Ángel Crespo, Edmundo de Ory, Antonio Gamoneda y Miguel Labordeta, entre otros. Según la ponente, la poesía española a partir de los años cincuenta necesita una revisión a fondo. Es loable la antología Las ínsulas extrañas, de reciente publicación, que hace hincapié en la rareza y el valor de poetas menos considerados tradicionalmente por cierta crítica. En esta línea se refirió a las presiones ejercidas contra poetas antifranquistas no marxistas, que normalmente estaban más en contacto con la poesía inglesa y francesa del momento.

Jorge Urrutia afirma intervenir desde la comprensión profesoral, y promete hacerlo después desde una postura más personal. Pero nos quedamos con las ganas. Teoriza sobre cosas como que el romanticismo enfrenta literariamente el yo con la sociedad, los primeros simbolistas con la experiencia privada, y los herederos del simbolismo con la cosa pública. Más tarde se produjo un cordial desacuerdo con Jenaro Talens sobre el valor que cada uno de ellos asigna a la influencia de Bécquer.

La carga de profundidad llega con Francisco Ruiz Casanova, que sostiene con rotundidad que ha habido y hay operaciones estratégicas destinadas a enterrar esas tradiciones, conscientemente en muchos casos, sobre todo después de la guerra civil, un fenómeno que puede rastrearse con facilidad en antologías, estudios universitarios y publicaciones, y que han creado "el canon". A modo de ejemplo, cita una encuesta reciente realizada por la revista Quimera (números 228-229, abril de 2003), dirigida a 50 personas –entre poetas, editores, profesores y demás interesados–, y que plantea una pregunta ya de inicio ambigua: ¿cuáles son las antologías poéticas más importantes e influyentes –a veces términos antitéticos– de la posguerra. El resultado es revelador: Poesía española, de Gerardo Diego; Nueve novísimos poetas españoles, de J.M. Castellet; Antología consultada de la joven poesía española, de Francisco Ribes; Veinte años de poesía española, también de J.M Castellet; y La poesía social española, de Leopoldo de Luis. Según Ruiz Casanova, el 27 acabó con lo más vanguardista de la poesía española. El grupo de amigos que quedó en el país pospuso cualquier senda poética que no desembocara en el realismo: Juan Ramón, los ultraístas, los creacionistas, la línea de La pipa de Kif, de Valle, etc. Y citó algunos nombres propios: Gerardo Diego, Dámaso Alonso en la sombra… Cuando se refirió a los poetas que la citada encuesta de Quimera recoge como más representativos, vuelven a verse las cosas con claridad: Gil de Biedma, Pere Gimferrer, para llegar a Benítez Reyes o Carlos Marzal.

Para acabar, Jenaro Talens se refirió a la fluctuación terminológica que hace que todo el mundo emplee términos idénticos para decir cosas distintas. Se identifica realismo con marxismo, y no. A sue entender, realismo es transparencia. Lorca y Juan Ramón son los mejores poetas españoles del XX, y la vanguardia situaría la reflexión sobre la propia escritura –o pintura– como algo central. Talens cree que la ausencia del simbolismo y la vanguardia en los últimos treinta y cinco o cuarenta años es un problema político, un fomento de la desmemoria, del ocultamiento de la generación que hizo la transición. Y en esa línea se pasa del 50 al 80, como si en medio no hubiera nada. Según él, la crítica hace la voladura de la reflexividad –que no es nueva de la vanguardia, si pensamos en Juan Ruiz o en Cervantes–, que incide sobre la realidad, en lugar de evadirla. Como conclusión, a su juicio simbolismo y vanguardia están muy presentes, pero no son lo que se cree que son. Una jornada por tanto densa y con contenido, pero en la que se echó a faltar debate final y más viveza que despliegue académico.

Y llegamos por fin al último día, con un recital de clausura que comenzó hacia la seis y tuvo una pausa hora y media más tarde. Muchos poetas, algunas ausencias y variedad de registros, edades, sexos y calidades. Entre otros, Mariana Colomer, Valentí Gómez i Oliver, Joan Margarit, José María Micó, Víctor Obiols, Marta Pessarrodona, Susanna Rafart, Pedro Serrano, Carlos Vitale y Esther Zarraluki. Con ellos se cerraron estas terceras jornadas, marcadas por el interés y la asistencia de un público entregado, fiel y receptivo.

© Carmen Borja 2003.

carmen borjaNacida en Gijón en 1957, es doctora en Literatura española y Máster en edición por la Universidad de Barcelona. Miembro de ACEC y del Centre Català del PEN Club, es autora de algunos trabajos críticos sobre la obra de diversos escritores de los siglos XIX y XX. Como poeta ha publicado Con la boca abierta (Barcelona, 1978); Buscando el aroma (Barcelona, 1980); Libro de Ainakls (Jerez, 1988) y Libro de la Torre (Barcelona, 2000), que incluye también la 2ª edición del Libro de Ainakls. Actualmente está preparando un nuevo poemario.
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