The Barcelona Review

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portadaFernando Clemot

Polaris

Madrid, Salto de Página, 2015


Me pasaba las tertulias malhablando de la narrativa española actual, exclamando cómo me aburrían los «maestros», cómo carecían de relevo. Pero hubo muchas colecciones que me hicieron de tapabocas: la de narrativa de DVD, la de Caballo de Troya, la de Lengua de Trapo, la de Paralelo Sur o la de Candaya, pero nada comparable a Salto de Página, que opino que ha dado a la imprenta textos especialmente relevantes, como lo es esta nueva novela, la tercera ya, de Fernando Clemot.

     Varios factores confluyen para que nos decidamos a destacar esta narración. En primer lugar, el género. Nos encontramos ante una novela del mar, cuyos referentes son bien claros y se nota que el autor los ha tenido en cuenta: Conrad, Melville, Poe y Stevenson. Un género poco cultivado en España, donde únicamente Baroja y el Benet de Sub Rosa (¡cuánto sabía lo que nos faltaba el malvado de Benet!) habían querido sumarse a esa tradición. Sin embargo, la cuestión del género debe dar más que hablar, porque no está tan claro que Polaris sea únicamente una novela de aventuras marítimas. Ante todo, se trata de una novela psicológica, e incluso con tintes policíacos. Un artefacto híbrido, pero sorprendentemente homogéneo, organizado a partir de inminencias y procesos íntimos de autodestrucción íntima.

     Lo que verdaderamente sorprende del texto es la densidad que llega a alcanzar la descripción del interior de una mente enferma, y la maestría con que se combinan los diversos planos o niveles por los que transita el discurso: la narración de los desastres que tienen lugar en el buque Eridanus, los recuerdos del protagonista, el torturado Dr. Christian, los de los diversos compañeros de su tripulación, y las respuestas al interrogatorio futuro a que es sometido el médico que nos habla. Planos convergentes que se superponen sin previo aviso, en estilo directo, magníficamente trabados. Y lo mejor es que esta densidad y esta complejidad no afectan ni lo más mínimo a la amenidad. Polaris es una de esas novelas que, cuando se agarran, uno ya no puede dejarlas.

     La propuesta es original: la creación de un mundo claustrofóbico e infernal, que sin embargo se mueve por espacios gélidos, y que explora emociones épicas y geográficas, las de las novelas de Kipling o Verne. Mención aparte merece el magistral empleo del correlato objetivo (esa constante y desasogante presencia sónica de la grotesca emisora de radio, esa presencia inquietante de las islas y del volcán dormido, ese recorrido obsesivo por los contornos serrados de los cabos, los istmos y las penínsulas, los ires y venires de una mente en descomposición).

En un mundo de pequeñeces, este regreso a lo factual resulta de lo más estimulante. Pero no estamos hablando aquí de una epicidad grandilocuente, o imperialista. Nada más alejado de lo que nos propone Clemot. La epicidad de Polaris es como la de Remarque o Conrad, la de los autores que nos enseñan las entrañas de las grandes narrativas, la miseria moral que es el motor de las guerras, las exploraciones y el colonialismo. Ese realismo de las sentinas del ser humano, paralelas a las de los barcos, presentados como seres que destilan grasa, sebo, orina, aceite, como las personas destilan recuerdos y traumas, alcohol, pus y otros líquidos, combinado con la riqueza discursiva del texto, convierten la novela en un texto único, técnicamente superior.

Polaris es una obra maestra de terrible encaje de bolillos. Ojalá no tarde mucho el autor en regalarnos su siguiente festival o sinfonía de la decadencia humana.

Andreu Navarra

 

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La poética del fragmento


portadaGiuseppe Ungaretti

Vida de un hombre (poesía completa)

Traducción del italiano Carlos Vitale; traducción del francés Rosa Lentini y Ricardo Cano Gaviria

Prólogo Haroldo de Campos

Tarragona, Igitur, 2014


Pocas veces a lo largo del año asistimos a la publicación de una obra poética traducida al castellano de la importancia de la que nos ocupa hoy. La editorial Igitur, en su andadura, nos ha ofrecido antes que esta magnífica poesía completa otras obras del mismo autor. En 1997 apareció en las librerías de la mano de estos mismos editores La alegría; en el año 2000, El dolor, y, en 2005, Un grito y paisajes y últimos poemas.

     Ungaretti junto con Montale y Quasimodo forma lo que la crítica denomina escuela hermética italiana, caracterizada por el hecho de que los poetas que encontramos como adscritos a la misma tienen una nueva conciencia del hecho poético que elimina de la creación toda retórica y todos los elementos que podríamos llamar canónicos dentro de la poesía como son la rima, la estrofa y la métrica. Los maestros incontestables del hermetismo son los poetas franceses Mallarmé, Rimbaud y Valéry, a los que Ungaretti admiraba hasta el punto de escribir él mismo poemas en francés.

     La poesía de Ungaretti va en busca de lo esencial, elimina toda floritura, todo adorno para ceñirse a lo esencial con el uso de las palabras imprescindibles, dislocaciones sintácticas, ambigüedad.

     Los poetas herméticos, y Ungaretti entre ellos, tienden a una expresión desnuda que muchas veces recuerda la inmovilidad de la poesía oriental. No hay anécdota ni ningún recurso narrativo que pueda guiar al lector. Tiempo, vida, ausencia, muerte son los temas que se repiten es los obras de los herméticos aunque cada uno de ellos los expresan de maneras radicalmente distintas.

     Se ha dicho, y puede ser cierto, que los poetas herméticos, que escriben en los años treinta, buscan con su escritura difícil de interpretar escapar de la censura fascista.

La obra de Ungaretti es relativamente breve a pesar de ser una de las obras capitales de la poesía italiana del siglo XX. Nacido en Alejandría en 1888 de padres italianos (su padre trabajaba en la construcción del canal de Suez), estudió unos años en París, donde colaboró con Giovanni Papini en la revista Lacerba, una de las difusoras de futurismo, y donde frecuentó al filósofo Bergson, a Apollinaire y a Max Jacob. Precisamente Haroldo de Campos, en el prólogo de este libro que comentamos, vincula la poesía de Ungaretti con el futurismo por el uso de una sintaxis recortada, las imágenes que crea y la brevedad casi telegráfica de los poemas.

     En 1914 Ungaretti se enrola en el ejército italiano y combate en el Carso durante la Primera Guerra Mundial. Esta experiencia bélica la plasma en su libro El puerto sepultado, publicado en 1916, del que se hizo una edición al año siguiente con prólogo de Benito Mussolini. Este libro pasará a ser la segunda parte de La alegría 1914-1919. «Oh Patria todas tus edades / se han despertado en mi sangre», dice el poeta.

     En 1933 publica Sentimiento del tiempo. Entre 1942 y 1961 publicó una serie de poemas bajo el título Vida de un hombre, que es el título que después dará a su obra completa.

El libro que toda la crítica considera la culminación de su poética es El dolor, publicado en 1942, en el que expresa su sufrimiento por la prematura muerte de un hijo de nueve años y el que le provoca la Segunda Guerra Mundial, que no vivió de cerca por estar trabajando como profesor de literatura en Sao Paulo desde 1936.

     Dice en los primeros versos del libro: «Todo he perdido de la infancia / Y nunca más podré / olvidarme en un grito».

     La tierra prometida en 1950; Un grito y paisajes en 1952 y El cuaderno del viejo en 1970 completan su producción poética.

     Muere en Milán en junio de 1970.

     La poesía de Ungaretti se presenta como un discurso fragmentado que trata de explicar, representar y analizar el mundo contemporáneo, el mundo del siglo XX, roto, fragmentado, fracturado en mil pedazos, del que es casi imposible comprender la totalidad. Se podría afirmar que esta poesía bebe directamente de Mallarmé en su dibujo formal y de Leopardi en su concepción estética. Toda ella parte siempre de una experiencia personal que el poeta busca traducir en palabra poética, en la expresión justa.

     Hay que destacar la impecable traducción de Carlos Vitale que ha sabido verter al castellano la sinceridad y justeza de la poesía de Ungaretti. Lo mismo puede decirse de los poemas traducidos por Rosa Lentini y Ricardo Cano Gaviria, profundos conocedores de la poesía francesa y de sus recursos. Libro imprescindible para los amantes de la buena poesía.

M C Montagut

 

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La reescritura como espejo de la propia obra


portadaRosa Lentini

Poesía reunida (2014-1994)

Prólogo de Eduardo Milán

Barcelona, Animal Sospechoso, 2015



Rosa Lentini, poeta, editora, traductora, es una de las poetas más sólidas de los últimos años con una obra personal y singular que bebe de las fuentes de la poesía francesa y la norteamericana, lo que da a su poesía una originalidad evidente.

     El aprendizaje, si se puede decir así, del oficio de poeta lo hizo como editora de las prestigiosas revistas Hora de poesía y Asimetría, en las que colaboraron los poetas más importantes de la segunda mitad del siglo XX y que dio a conocer en traducción poemas de Beckett, Campana o Reverdy, este último traducido por la propia Rosa Lentini.

     Esta Poesía reunida tiene la particularidad de no ser una simple suma de libros presentados cronológicamente, sino la reconstrucción o reescritura de toda una trayectoria creativa comenzando por el último libro dado a la imprenta y desde su perspectiva alumbrar con nueva luz los anteriores. Se trata pues de la exploración de la propia obra a través de la reescritura como método, aunque no se trata estrictamente de volver a escribir, sino de analizar lo ya escrito y volver a crear el poema a través de otro prisma que brinda el cambio de posición de la creadora respecto del momento en que el poema se escribió por primera vez.

     En la poesía de Rosa Lentini se dan unas constantes simbólicas que son la clave para la interpretación de su obra y abren un amplio abanico de posibilidades. Así nos encontramos con la noche, la vigilia, el espejo que propicia el desdoblamiento del yo y la propia reescritura, un yo poético que dialoga con un yo de carne y hueso que vive las contingencias del día a día, donde caben desde el análisis de la enfermedad hasta el juicio a la propia familia.

     La lectura y, a través de ella, la concepción de otras voces de la poesía se convierten en una doble experiencia que plasma en sus poemas. Por un lado su enriquecimiento personal y por otro lo que supone para su obra la incorporación de la experiencia y la vida del autor leído. Por eso la autora nos dice: «Los idiomas antiguos acudieron a mi llamada asomando con tiento, surgiendo como gatos antes de que nada fuera a rodar o caer».

     En esos idiomas antiguos cabe toda la poesía escrita anteriormente.

     Tuvimos (2013) es el cabo principal del hilo que nos llevará a través del imaginario laberinto de toda la obra de Lentini. A modo de un curriculum vitae moderno la poeta nos muestra en primer lugar su última entrega a la que siguen El veneno y la piedra (2005), Las cuatro rosas (2002) El sur hacia mí (2001) que se convierte en Tsunami en 2013 Cuaderno de Egipto (2000) y La noche es una voz soñada (1994)

     Tuvimos es un libro en el que el yo desdoblado en espectadora y analista parte de su infancia para repasar los hitos más notables de su vida y las personas de la familia que estuvieron presentes en ellos. El motor es la memoria que selecciona los momentos vividos. Ayer y hoy se mezclan en una suerte de vaivén que preludia lo que será el mañana. «Cuando el atardecer deja escapar un acorde / de horizonte desajustado ninguna ve a la niña / que desde el otro lado de la puerta entornada / registra cada detalle y su espalda se dobla / como ahora lo hace mi propia huella en el mundo / y luego la luz más tenue la encierra / como todo lo que desaparece».

     En El veneno y la piedra son el dolor y el cuerpo, la muerte y el renacer a partir de una experiencia dolorosa los que nos dan la pauta: «Mira morir / mira dejar hacer / jornada tras jornada».

     Tsunami publicado en 2013 pero que es la reescritura de El sur hacia mí, nos lleva hacia el fondo del significado de la vida y de su comprensión. Hay una pregunta que se repite con insistencia: «¿Es esta la frontera?», que no es más que la pregunta sobre si se puede ir más allá de lo que deseamos. El agua de la vida aparece en forma de río, de lluvia, de mar.

     La noche es una voz soñada, primera entrega y última de esta Poesía reunida nos muestra la noche como la posibilidad de la vigilia creadora, el sueño es un soñar despierta para comprender el alcance de los deseos y la vida. Aquí ya Rosa Lentini nos alerta de la necesidad de desdoblarse para conocer y en última instancia para ser. Nos dice la poeta: «Esa mujer que viene a encontrarse conmigo cada noche / descubre mi sueño de blanco vestido / mientras hace sonar cascabeles que se clavan / entre los hombros y el cuello».

     Obra importante que nos permite meditar sobre el tiempo y sobre la propia vida que no es más que una sucesión de presentes.

M Cinta Montagut

 

© TBR 2016


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