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Cuaderno de suicidios por Lucinda Ebersole

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Cuando Byron la dejó por una camarera anoréxica que trabajaba en el Caffeine Connection, le dijo a Virginia que debería buscarse un hobby, así que ella se puso a recopilar notas de suicidas. No las notas en sí, sino unos dignos facsímiles que ella copiaba en un cuaderno. Transcribía citas de biografías, recuperaba frases de la televisión y extractos de los periódicos, se compró una casete del discurso final que Jim Jones transmitió a sus discípulos mientras éstos bebían Kool-aid (1), e incluso tenía una camiseta en cuya parte delantera se leía en letras plateadas la nota que dejó Kurt Cobain.

              ¡Soy demasiado inconstante y voluble nena!
              Ya no me queda nada de pasión, y recuerda:
              es mejor quemarse que consumirse lentamente.

Virgina se dio cuenta de que Kurt, incluso ante la muerte, había sido poco original y que se había olvidado de reconocer la paternidad de la última frase de su nota a Neil Young, su verdadero autor. Los tipos creativos acaban con si mismos cuando dejan de ser creativos. Un psiquiatra sostenía la hipótesis de que los homosexuales escogen un arma como medio para suicidarse porque desean verse atacados por un pene. Kurt empleó un arma grande. Las mujeres pocas veces eligen un arma, pensó Virginia, quizás porque ya han sido atacadas por un pene. Además, ninguna mujer permitiría que unos extraños tuvieran que limpiar toda esa sangre de la alfombra.

              Soy un engorro

A Virginia se le antojaba imposible beber café. Byron había escogido un lugar tan público y popular como el Caffeine Connection para acabar con la relación. Se había deshecho de ella como la camarera anoréxica se deshacía de los posos de café exprés. Todavía podía oler el tueste de los granos. De camino a casa, sola, se compró un cuaderno en el que reunir sus pensamientos. Byron decía que le faltaba espontaneidad. Lo investigó todo. Escribió listas interminables. Anotó las palabras que Byron había empleado para cortar con ella y entonces arrancó la página y escribió una nota suicida.

              Querido Byron,
              Te odio.
              Besos,
              Virgina

La nota era espontánea e iba al grano, pero todavía le faltaba algo. The New York Times relataba la historia de una mujer que se había recostado sobre las vías del tren de cercanías que transportaba a su marido, pero Byron iba andando al trabajo. Saltar a sus pies desde un edificio sería un acto espontáneo pero requería una gran planificación: al fin y al cabo, no quería caer sobre él. Podría enrollarse en cables conectados a una carga explosiva, pegar una nota en la ventana del Caffeine Connection y hacerse estallar frente a la camarera.

              Tendrás que vivir con esto hasta que te mueras.
              No lo olvides nunca, jamás.

A medida que a Byron se le devolvían puntualmente sus posesiones del apartamento, Virginia ampliaba su colección incorporando citas y hechos relacionados con el suicidio. Los hombres tatuados suelen hacer un uso más frecuente de las armas. Byron tenía un arma pero no un tatuaje. Las chicas y chicos de ojos castaños prefieren la soga y el veneno. Byron tenía ojos castaños. Unos preciosos ojos castaños parecidos a los de una chica, con unas pestañas largas y ondulantes. Corren algunas mentiras sobre el suicidio. La mayoría de los suicidios no ocurren cuando hay luna llena o durante las vacaciones, lo hacen cuando la luna es nueva y en primavera. Hay excepciones, como el chico que se colgó del árbol de navidad familiar con una nota prendada de su camisa a modo de felicitación navideña.

              Feliz Navidad

Arthur Miller escribió que el suicidio mata a dos personas, para eso sirve. Virginia ignoraba cuándo lo había escrito, aunque supuso que debía de haber sido una vez muerta Mariliyn Monroe. Freud creía que las mujeres que se envenan desean quedarse embarazadas. Tras la muerte de Marilyn el índice de suicidios se disparó en más de un 10%. Los índices de suicidios aumentan cuando hay víctimas son famosas, como con los accidentes automovilísticos o aéreos. Algunas personas intentan ocultar el suicidio provocando un accidente. Eso sería demasiado sencillo y Byron no sufriría lo suficiente. Quizás podría montarse en un avión de paracaidistas y saltar sin nada. Seguro que habría alguien que lo grabaría en una película que luego Byron vería una y otra vez.

              Como la flor de la cereza
              en la primavera
              déjanos caer
              tan radiantes y puros

Virgina lloraba sin parar. Hasta el punto de hacerlo trivial. Se ahogaba en sus lágrimas. Menninger argüía que morir ahogado es un intento de regresar al vientre materno. Virginia no tenía ningún interés en regresar al vientre materno, pero quizás podría volver a casa de sus padres hasta que Byron se hubiera llevado sus cosas. Tras pensárselo de nuevo, el hogar familiar no se le antojó como el lugar al que deseara regresar. Su madre la bombardearía a preguntas. Virginia lloraría todavía más. Menninger era un farsante. Lo mejor sería acurrucarse en el apartamento y observar el relicario de fotografías de Byron y Virginia en la época en que formaban una pareja feliz.

              No creo que dos personas hubieran podido ser más felices de lo que lo fuimos               nosotros.

Virginia hacía anotaciones en su cuaderno. Pensamientos y observaciones. Se mostró valiente y desafiante el día que Byron vino a buscar una caja de papeles que necesitaba para sus impuestos. Una mujer vengativa hubiera quemado sus archivadores. Pero Virginia todavía lo amaba y no podía soportar imaginárselo sentado durante el transcurso de una auditoría. Era demasiado malo con las matemáticas para sobrevivir a una auditoría. Se sentó en la mesa de la cocina, garabateando en su cuaderno y reprimiendo las lágrimas. Byron asomó la cabeza por la esquina.
-Los encontré.
Entonces se fue y Virginia lloró. Escribió en su cuaderno “Soy absolutamente patética” pero lo interrumpió al momento. El suicidio mata dos personas. ¿Por qué no cargarse al intermecuaderno?

              Hay tantas cosas sobre las que me gustaría escribirte
              pero siento que sería en vano

Ann cogió el cuaderno negro y lo hojeó.
-Vaya librito más raro -comentó.
-Byron me dijo que necesitaba un hobby y yo odio patinar.
A Ann le pareció que el cuaderno podría venderse pero que necesitaba ilustraciones. Un cráneo destrozado por una bala, un flotador y una carta escrita a máquina. Especialmente si...

              Detestas pensarlo
              pero el suicidio ayuda a vender libros

Virginia tenía un dolor de cabeza terrible debido sobretodo a su reciente abandono de la cafeina. A pesar de la mala asociación, iba a prepararse una buena cafetera y bebérsela toda. Puso su casete de Jim Jones. Aquellas palabras que urgían al rebaño a beber Kool-aid tenían algo que la ayudaba a tragarse el líquido negro y amargo.Cuando la cafetera estuvo vacía, Virginia todavía tenía dolor de cabeza y no podía dormir. Se preparó un baño caliente y se sentó en la bañera. Se especulaba que Diane Arbus había fotografiado su propio suicidio, pero no había prueba alguna. Virginia no tenía una cámara. Cuando la primera luz de la mañana atravesó la ventana del baño, el agua de la bañera estaba fría. Virginia se encaramó a la cama para dormir sola.

              Ahora voy a ponerme a dormir durante un tiempo más largo de lo normal.
              Llama Eternidad al tiempo

Por la tarde se arrastró fuera de la cama y se fue directamente a la máquina de café de la cocina. Había sido demasiado indulgente la tarde anterior y apenas quedaban granos para la próxima cafetera. Virginia espolvoreó lo que quedaba sobre los fríos y solidificados restos de la noche previa y esperó lo mejor. Mientras el café goteaba estudió la cocina. En la nevera encontró la cabeza raquítica y amarronada de una lechuga, y la leche convertida en requesón. Había unos tarros de yogur que podrían recibir la calificación oficial de antibióticos. Unos pequeños y blancos recipientes mostraban los residuos de la última comida que Byron y ella habían compartido.

              La última cena

Limpió a fondo la nevera y acabó por lavar y recoger los platos. Arrancó las sábanas de la cama que todavía olían a Byron y las echó al cesto de la ropa. Tiró las maquinillas de plástico con las que él se había afeitado. Buscó por los armarios cualquier objeto simbólico. En el fondo del armario encontró el pequeño estuche que contenía la pistola de Byron. La sacó y apuntó al relicario de fotografías. Dejó la pistola sobre la mesa mientras bebía el cafe. Arrancó una hoja del cuaderno de suicidios y empezó a hacer una lista. Era una lista mucho más sencilla que las que había guardado hasta ahora. Escribió leche y queso, pollo, lechuga y al final anotó café. Sabía qué café quería. Nada de Folgers o Maxwell House, quería Peruvian Delight y sólo había un lugar donde encontrarlo.

              Alguien tenía que hacerlo.
              La consciencia de si lo es todo.

Virginia entró en el Caffeine Connection con las manos hundidas en los bolsillos. Se colocó detrás de la camarera anoréxica quien no se había dado cuenta de su presencia.

-Un kilo de Peruvian Delight - le pidió.
La sonrisa de la camarera se esfumó al verla. Virginia intentaba parecer amable. No quería mostrarse como una ex-novia pirada.
-Muélelo bien -le recomendó- y vigila con los dedos, no queremos que te lastimes.
Virginia sintió el tacto de la pistola. La camarera empezó a inquietarse, hecho que en aquel momento no podía ser atribuible a su vocación. Desparramó parte de lo molido y tuvo que coger otra paleta de granos mientras un empleado registraba la compra de Virginia. La camarera deslizó las bolsas de medio kilo en una mayor que entregó a Virginia en el preciso momento en que ésta sacaba de su bolsillo la pistola de Byron y apuntaba a la nueva novia de éste.
-¡Dios mío! -gritó.Virginia aguantó la pistola durante unos largos segundos más y luego la dejó sobre el mostrador.
-Pensé que Byron podría necesitarla- dijo mientras cogía su café y se giraba en dirección a la puerta.


©1998 Lucinda Ebersole Sobre la autora | English Original
Traducción: Cristina Hernández Johansson

(1)Nota: Jim Jones protagonizó junto a sus discípulos uno de los suicidios colectivos más impactantes de la historia. Para morir eligieron un cocktail en el que mezclaron Kool-aid -bebida americana tipo Tang- con veneno.


Este cuento no puede ser archivada ni distribuida sin el permiso expreso del autor. Rogamos lean las condiciones de utilización


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