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Destroy de Isabella Santacroce Anagrama 1998 ISBN: 84-339-1077-9
Cuando el lector destape Destroy y lea las tres citas que preceden al primer parrafo de la novela, podrá llegar a creer que se trata de una más entre tantas otras sobre jóvenes sin rumbo, adolescentes de fin de siglo y generaciones X. Sin embargo, en cuanto descubra la voz de Misty (alter-ego desvariado de Isabella Santacroce) sabrá que esa voz incansable y penetrante, habrá de acompañarle durante mucho tiempo. De la mano de Misty, una italiana que alquila su voz, su cuerpo, sus manos y su mente a todo tipo de personajes variopintos de la escena deformada de un Londres finisecular, el lector va a ser arrastrado por un sinfín de escenas y pensamientos que constituyen en su conjunto, una novela sólida y tan arrolladora como su título. Misty es italiana, tiene veinticinco años y vive en Londres. Su apartamento no tiene un solo mueble excepto una television y un aparato de musica, su cazadora está llena de rotos, descosidos y agujeros, y su trabajo es difícil de definir pues engloba tareas muy diversas: desde tararear canciones rockeras a alguna cuarentona de riqueza y amargura inigualables, hasta consolar con su meloso acento italiano a un solitario nocturno que haya dado con su número de teléfono en alguna de las cientos de cabinas telefónicas en las que Misty se anuncia. Misty no pone reparos a excentricidades ni a negros pensamientos. Mientras practica el sexo más variado y aguanta los llantos más compungidos, fuma sin descanso cigarrillos prohibidos, esnifa aerosol o cualquier otra sustancia esnifable, escribe cartas a su amiga italiana que va camino del estrellato cinematográfico porno, se enamora y se desenamora y desde una vision deseperanzada pero compasiva, dulce y a la vez descarnada, lucha por comprender y conocer a esas otras almas desorientadas y tremendamente tristes que se han perdido, como la suya, en pos de un sueño que ya sabían inexistente antes de iniciar la búsqueda. En Destroy, Isabella Santacroce destruye y construye un anti-paraíso donde se dan cita personajes esperpénticos y entrañables, como la cándida y prostituida Labelle, para quien no hay mayor felicidad que contemplar la lluvia caer sobre ese Londres inhóspito junto a una amiga, o Mary y Lili, excéntricas mujeres bien, manipuladoras y déspotas, pero desesperadas por el cariño comprado de jóvenes de cualquier sexo dispuestos a entregárselo aderezado con las últimas drogas del mercado. Y de fondo, música del desencanto, alucinógenos de la tristeza y un Londres siempre crepuscular. Sin descanso, a golpe de destrucciones, la novela de Isabella Santacroce invade y
embiste como el rock ensordecedor que escucha su protagonista, con la pasión de una voz
joven que en su segunda novela (después de Fluo) se perfila también como una voz
narrativa prometedora. Aranzazu Sumalla © The Barcelona Review Editorial Anagrama, S.A. |