índice | índex | Michael Faber | Deirdre Heddon | Lenny T | Melcion Mateu |
Ronald Koertge
(en inglés) | Rodrigo García | Breves críticas (en inglés) |
Ediciones anteriores | Enlaces

una crítica de Destroy | versión en inglés | original italiano

extracto de la  novela DESTROY
por Isabella Santacroce
Anger is an energy

DESTROY N. 20

      Me agencio unos cuantos cedés en Tower y  luego me dedico a pasear por la tienda haciendo el ganso y escuchando sin ningún interés el single de Rancid. Consigo burlar la estricta vigilancia del local y fumarme unos cuantos Gauloise a escondidas de una negra monolítica uniformada de colegiala con pinta de celadora de serie australiana. Me muevo como una gitana mientras introduzco partículas de aburrimiento reciclado en las rendijas de mi deseo. Considero la reticencia de mi estómago, descarnado y enfurecido por las escasas dosis de comestibilidad recibidas en las últimas horas. Escucho el vibrar emocionado de mi contaminada conciencia. Reverberaciones educativas gritan códigos de comportamiento masticados en tierras italianas. Nada recomendable. Demasiado doloroso para almas vírgenes. La pureza me pertenece, soy consciente de ello, y se alimenta regularmente de remordimientos y sentimientos de culpa católicos hasta la médula. Mil avemarías y mil padrenuestros que estás en el cielo para expiar pecados rebeldes y poder así acceder a las cálidas aguas de paraísos incestuosos.

DESTROY N. 21

      Auténtico joder por joder por joder. Me adoro cuando canto Anarchy in the U.K. pasando olímpicamente de lo que hay dentro de mí. Pasar olímpicamente y joder como una reina. ¿Te gustaría?

DESTROY N. 22

      Me encuentro por la calle con una dieciochoañera que lleva unas Bulfalo tobilleras con suela doble flexible. Me pongo a hablar con ella y acabamos dando un larguísimo paseo juntas. Su novio murió hace cinco meses en un accidente de tráfico. Cuando chocó, iba hablando con ella por teléfono. Tiene los dientes blancos. El aliento le sabe a regaliz.

      -La madre que parió el móvil. -Tose y compra una vocal-. Me estaba contando un chiste divertidísimo sobre diez enanitos indios que desvalijaban un McDonald's disfrazados de pingüinos. -Tira un escupitajo al suelo y compra una consonante-. Yo estaba en mi habitación, tumbada en la cama, tan pancha, completamente desnuda delante del ventilador, escuchándolo y riéndome. De vez en cuando Dennis decía «estoy viajando como un avión», como si estuviera delirando, y luego seguía con la historia de los diez enanitos que sodomizaban a una hamburguesa de queso con beicon. Entonces, de repente, oí un frenazo y... ¡Dios! Mierda. -Le da el ataque y amenaza a una viejecita que se le echa encima sin querer poniéndole un cuchillo en la garganta-. No me toques, abuela. Ni se te ocurra tocarme. -Enseña los dientes, babea y se vuelve a guardar el cuchillo en el bolsillo.

      Le regalo dos cedés con la esperanza de apaciguar su ira.

      -No tengo autocontrol, ni el más mínimo asomo de autocontrol. -Entra como un rayo en Prét-á-Manger y se lleva dos sándwiches sin pagar-. A las 14.30 hay tanta gente que puedes comerte media tienda y salir como si nada.

DESTROY N. 23

Bailamos subidas a un banco.
      -Me llamo Arlette. -Se cubre la cabeza con la capucha del chándal, acaricia mi cráneo rapado con un gesto rápido. Sonríe.
      -Me llamo Misty. -Me toco con desvergüenza y escupo a la gente que pasa con estudiada brutalidad.
      -¿Te apetece quedar en el Oíd Compton? ¿A eso de las 22.00?
      -Pero si sólo van maricones.
      -Sí, es verdad. ¿Eres racista?
      -En el metro hay anuncios de cerebros diferentes, y el del racista tiene un tamaño ridículo -respondo. Ridículo. Me alegro de haberte conocido, Arlette. Cuando me miran ojos desconocidos, siento necesidad de palabras.
      -Siempre duermo con el ventilador encendido.
      -¿Por qué, Arlette?
      -Porque así me parece que estoy en la calle, tumbada en la acera, en plena corriente.
      -Tengo un amigo que vive en la calle. Duerme en la calle, come en la calle... A veces me quedo a pasar días enteros con él.
      -Qué bien.

Sí, qué bien que nos hayamos conocido, Arlette, que podamos cogernos de la mano y seguir hablando mientras el cielo empieza a llorar y nuestras voces se van mojando.

      -Me gusta tu abrigo. -Huele la tela del Vivienne de Mary y se restriega contra él como un niño muerto de frío.

ORANGE ROAD DESTROY

      Soy un Orange Road, cómprame y te haré feliz. Sé que te mueres de ganas de hacerlo. Anda, cómprame y estréname enseguida en la parte de atrás de tu limusina. Te parecerá excesivamente artificial o excesivamente fácil, pero lo sintético regala milagros, y un Orange Road como yo puede convertirse en el más corrupto de los amantes. Cómprame, solitaria, puta de mierda, y mójame.

 

©  Isabella Santacroce/ Editorial Anagrama S.A, 1998
©  Giangiacomo Feltrinelli Editore, Milano 1996

Traducción de Mercè López Arnabat
una crítica de Destroy | versión en inglés | original italiano

Este extracto de Destroy es una publicación de The Barcelona Review con el permiso de Editorial Anagrama S.A., Barcelona.
Destroy 1998. Editorial Anagrama ISBN: 84-339-1077-9
Este extracto no puede ser archivado ni distribuido sin el permiso expreso del autor. Rogamos lean las condiciones de uso.

IsabellaIsabella Santacroce, que nació en Riccione y había publicado Fluo (1995) antes de Destroy, ha sido llamada «la más maligna de todos los caníbales» (Paolo Di Stefano). Haciendo honor a este cumplido, afirma: «Adoro los serial killers que se desvanecen a la vista de la sangre.»

 

 

índice | índex | Michael Faber | Deirdre Heddon | Lenny T | Melcion Mateu |
Ronald Koertge
(en inglés) | Rodrigo García | Breves críticas (en inglés) | Ediciones anteriores | Enlaces