LUISA CASTRO:
LA
FALSEDAD,
LA CONFORMIDAD
Y
LA COMPLACENCIA SON LOS MAYORES ENEMIGOS
DE LA LITERATURA
Texto:
Belén Fortes
A los 12 años, Luisa Castro (Foz, Lugo, 1966)
ganó su primer concurso literario, el certamen que convocaban anualmente los libreros
gallegos. Con las 5.000 pts. del premio adquirió un lote de libros, y a partir de ese
momento se puso en marcha un proceso imparable de retroalimentación entre lectura y
escritura que la ha llevado a cosechar un éxito literario tras otro. Hoy, otros premios
jalonan su carrera (el último, el Azorín de la Diputación Provincial de Alicante por su
novela El secreto de la lejía), y Luisa Castro ha salvado la distancia entre estar
considerada una joven promesa y ser una escritora capaz de desafiar al mundo entero con su
obra.
DUEÑA DE UN MISTERIO QUE NO DESEA DESVELAR, LUISA CASTRO ES SERENA, CÁLIDA E
INTELIGENTE. SE LICENCIÓ EN FILOLOGÍA. HA HECHO ESTUDIOS DE CINE E IMPARTIDO CLASES DE
GUIÓN CINEMATOGRÁFICO. PARTE DE SU VIDA HA TRANSCURRIDO EN MADRID, NUEVA YORK Y
BARCELONA. RECIENTEMENTE SE HA INSTALADO EN SANTIAGO DE COMPOSTELA, LA CIUDAD EN LA QUE
COMENZÓ SUS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS, NADIE SABE, NI SIQUIERA ELLA MISMA, POR CUANTO
TIEMPO.
¿El universo literario es un mundo poblado por ángeles o por demonios?
Yo creo que por ambos. Quizás son por igual espíritus de resistencia y protección
frente a cosas que no te gustan. El escritor vive batallando en medio del cielo y del
infierno, en un diálogo constante. No me gustan ni los escritores catastróficos ni los
beatíficos.
¿Diría con Milton eso de "Si quieres ser poeta, que tu vida sea un poema?
Ya me gustaría. Yo fichaba ahora mismo por que mi vida fuese un poema y mis poemas no
valiesen nada, ni los leyese nadie.
De todas las cosas que se han dicho de usted como escritora, ¿cual la ha hecho
reflexionar más?
No lo sé. Las palabras que se utilizan para describir al otro de un modo público son
siempre una sobredimensión y normalmente están muy alejadas de la realidad. Pero me
gustó, por ejemplo, lo que dijo Manolo Rivas en la presentación de mi libro, acerca de
que de alguna manera soy una anarquista. Yo me reconozco así dentro de todo orden que se
quiera imponer, porque creo en el pensamiento, en la libertad, en el discernimiento del
individuo...
¿Es tan ideal como parece poder dedicarse a lo que a uno le gusta?
Creo que es una fortuna. Es como estar trabajando para un sueño. Tienes por delante
un horizonte positivo y largo, porque lo pones tú, no te lo marca nadie. Pero a diario y
en la práctica es una especie de condena que se autoimpone uno mismo. Un escritor está
siempre trabajando de alguna manera, no descansa nunca. Hay como una especie de
autodisciplina que exige mucho más que cualquier otro trabajo.
¿Se considera usted una persona obstinada? ¿Hay que serlo para conseguir abrirse
camino en un mundo tan difícil como el literario?
Sí. Si no tienes un mínimo de obstinación ni siquiera te levantas por la mañana.
Hay que tirar adelante. En general, yo tiendo mucho al abandono, a no luchar, a apartarme,
y en el fondo esa es la única resistencia posible, porque no puedes estar perdiendo tus
fuerzas en mil batallas. Con respecto a la obra, la obstinación es la única salida,
porque nada te viene dado, todo nace del trabajo, de la disciplina, de la voluntad y del
sentido de la obligación. De sentir que hay algo que puedes hacer o que dar y que debes
hacerlo por encima de todo.
¿Qué tuvo de especial su infancia y primera juventud en Foz para abocarla a
convertirse en escritora?
Leer la obra de Celso Emilio Ferreiro, Rosalía, Otero Pedrayo, las narraciones cortas
de Castelao. Fue mi entrada a la literatura. Yo gané el Premio de libreros de Galicia de
narraciones cortas siendo una niña de colegio, cuando estaba en séptimo u octavo de EGB,
y volví a ganar al año siguiente. Con esos premios obtuve 5.000 pts., con las que tenía
que comprar libros de literatura gallega, y gracias a esa obligación descubrí la
Literatura. Y esa es una deuda que tengo pendiente con la literatura gallega y que algún
día espero poder saldar.
¿Es Luisa Castro una escritora todo terreno o una poeta que se ha visto obligada a
cultivar la novela para sobrevivir?
Yo creo que soy una escritora de narrativa y de poesía. Nunca consideré que
estuviese corriendo en una calle como un caballo para ganar una carrera. Yo disfruto con
lo que hago, que unas veces es una novela y otras un poema. Pero no renuncio a seguir
escribiendo poesía. Hay novelistas que son novelistas y punto, y poetas que son poetas y
punto. Y hay otros que hacen esto o lo otro dependiendo de lo que les apetezca en ese
momento. Creo que éste es mi caso y me gustaría que fuese así siempre porque quiero
atender esas dos necesidades que siento. Además, pienso que los compartimentos, los de
los géneros y los de la misma prensa cultural, son un poco empobrecedores.
¿Cómo se pueden escribir Los versos del eunuco con 19 años? ¿Qué bagaje
vital y literario tenía entonces para escribir unos textos poéticos tan rotundos y
sorprendentes?
Este libro tiene el impulso de lo que fue en su día la poesía social, en el sentido
de que la literatura tenía que servir para algo. Era también un libro muy feminista, y
curiosamente nadie lo vio así. Son versos que le están dando la vuelta a todo un
concepto poético de la vida y del amor. Desde la poesía provenzal hasta la actualidad,
se ha venido construyendo una cosmología y una visión del mundo, de las relaciones
humanas y del arte del que somos herederos aún hoy y en el que yo aún no me encuentro
ubicada, ni como individuo ni como mujer, porque seguramente pertenezco, por la historia
concreta de este país, Galicia, y de mi familia, a un tiempo anterior. Y en la medida que
puedo, tengo que contestar a ciertas preguntas.
NUNCA AVANZAREMOS MIENTRAS NO APRENDAMOS A VALORAR TODO AQUELLO QUE NO NOS GUSTA.
En este poemario llama la atención la omnipresencia del odio, junto a la soledad, la
tristeza o el dolor. ¿Cual es el porqué de tanto odio?
En este libro había una especie de reivindicación de sentimientos negativos porque
estos sentimientos cumplen una función muy importante en la vida, aunque toda nuestra
cultura nos educa para domesticarlos. Sin embargo, gracias a ellos muchos países
progresan, muchas personas salen de situaciones difíciles y mucha gente madura. Yo no
estoy de acuerdo con la mala prensa que tiene el odio, porque hay que saber por qué la
gente odia, o por qué está disgustada, o molesta. Todo eso desempeña un papel y nunca
avanzaremos mientras no sepamos valorar todo aquello que no nos gusta.
Últimamente no deja de recibir premios de todo tipo y de salir en los medios por un
motivo u otro. ¿A qué cree que se debe este interés?
En mi trayectoria esta diferencia sólo la marca pasar de publicar en Anagrama a
publicar en una editorial gigantesca como Planeta, lo cual que permite que tus libros
estén en todas las librerías, y eso acaba incidiendo en el número de ventas, en la
atención que te prestan los medios, etc., aunque pueda parecer injusto. Es un salto
cualitativo y cuantitativo del que me beneficio, que agradezco, pero del que soy la
primera sorprendida, porque yo no soy ni mejor ni peor con respecto a como era antes de mi
primera novela, El somier. Vivimos en un mundo de poca sensibilidad. Los textos verdaderamente valiosos los vamos a valorar después de
mucho tiempo, cuando ya nadie tenga nada que ganar ni que perder con esa revalorización.
¿Es Luisa Castro poeta antes que cualquier otra cosa?
Posiblemente sí, me gusta sentirme poeta. Es un título que no resulta fácil ganarse
y además creo que es difícil reivindicarlo. Pero si yo quisiese ser algo, sería ser
poeta. No poeta de escribir poemas, sino un poeta que escribe cualquier texto, o género,
pero siempre desde la óptica de la poesía, de alguien que percibe el mundo en unas
claves que para los demás pueden estar un poco más confusas.
Pessoa decía que ser poeta es una manera de estar sólo, en alusión a la ausencia de
destinatarios del mensaje poético. ¿Todo escritor es una persona solitaria, por lo menos
interiormente?
Sin duda, pero no estoy de acuerdo con la idea del escritor como solitario enfermizo.
Yo me reconozco solitaria. Necesito no sólo la soledad sino también el silencio, aunque
tengo la necesidad por igual del contacto con la gente, de salir y divertirme. No puedo
vivir sin eso. De hecho, si no sucede, tengo que inventarlo.
Al principio de su última novela, El secreto de la lejía, la protagonista dice
que escribir es una manera como cualquier otra de evitar la realidad. ¿Concibe usted la
literatura como un refugio?
No. Quizás el comienzo de la escritura sea un poco eso, pero luego ya es una cosa muy
diferente. Entras en diálogo con esa realidad e intentas explicarla y tu escritura va
haciendo reales otras cosas, añadiendo o restando realidad a la realidad, porque en la
vida hay muchas cosas que no son reales, que las inventan, y otras, en cambio, están como
tapadas.
EL ESCRITOR TIENE QUE TRATAR DE SEDUCIRSE A SÍ MISMO.
¿Considera que en la
literatura actual abundan los escritores que se limitan a dar una versión trivial de la
realidad?
Sí. Considero que hay mucha gente obcecada en hacer una institución de esta especie de
costumbrismo, que además vende, y que consiste en crear situaciones y personajes con los
que el público se puede identificar fácilmente, que no son más que un modo muy simple
de banalizarlo todo, y posiblemente en la literatura abunda más esto y escasea
profundizar en la realidad, dejarse de esquematismos y de tópicos y de tratar de seducir
al lector, que es algo que no interesa nunca. Al contrario, tienes que tratar de seducirte
a tí mismo. Para eso estás delante del ordenador, para que la vida te seduzca, para que
la realidad de impresione, y sólo así puedes dar algo de tí. Aunque, curiosamente, lo
que nos provee de ese material es la vida. Es un ten con ten, un diálogo con la realidad
y con un mismo. El lector no cuenta para nada.
¿Cuál es el mayor enemigo de la literatura?
La falsedad, la conformidad y la complacencia.
EL ARTE BUSCA EMOCIONES PARALELAS AÚN POR CATALOGAR
¿Puede haber arte sin emoción?
No. Y tampoco hay arte sin inocencia, ni arte sin desnudez, ni arte sin lanzarse a la
piscina. Todo eso es lo que produce emoción. Lo que pasa es que vivimos en un mundo en el
que las emociones tiene que estar ritualizadas, permitidas, conceptualizadas; y el arte
busca las emociones paralelas, las que no están catalogadas aún, y por eso el artista
debe ser siempre un trasgresor de esas conductas establecidas.
¿Hay un artista en cada escritor?
Hay muchos tipos de escritor. El escritor-artista es el que se deja orientar por su
propia obra, el que no la determina, el que no hace una estrategia de conjunto sobre lo
que quiere hacer, sino que deja que su obra le enseñe y le muestre el camino. Ése es el
artista, y ésos son los pintores, escultores o músicos que me interesan, los que entran
en diálogo con la propia obra y no tratan de imponer al mundo una visión ni una idea
particular de las cosas.
¿Qué es más fuerte en la literatura, la pasión por la belleza o la pasión por la
vida, es decir, el ansia de saber, de entender el mundo?
Es la misma cosa. Tú no puedes conseguir la belleza. Es la belleza la que irrumpe en
tí, y siempre lo hace en forma de vida, de esa complejidad que tiene la realidad.
Entonces, puedes ir a su encuentro. Tienes que estar dispuesto y esa disposición es estar
muy abierto a lo bueno y a lo malo de la vida. Y entender las dos cosas, esa confusión en
la que vivimos.
¿Qué se necesita para ser poeta?
Por encima de todo hay que ser muy poca cosa. Ser tan poca cosa que seas capaz de
decir "yo", que no te de vergüenza decir "yo". Toda la poesía está
fundamentada en el yo, en el sentimiento, en las impresiones, en la sensibilidad
individual, y eso es algo que la sociedad tiende a limitar, porque es su función, y el
arte tiene que expandir. Un poeta no puede ser poeta si no dice "yo".
¿Hombres y mujeres escriben de maneras diferentes? ¿Tiene sentido hablar de una
"literatura femenina"?
No tiene ningún sentido. Si las mujeres escriben distinto que los hombres, también
los hombres escriben distinto que los hombres y las mujeres distinto que otras mujeres.
Cada escritor lo es por ser particular y diferente a los otros. Hay una tradición en la
que te ubicas, y de la que te alimentas, pero un escritor existe desde el momento en que,
situado dentro de esta tradición, aporta algo, y esa diferencia con los otros la puede
aportar un hombre o una mujer desde su perspectiva, pero ésta es individual. Si eres una
mujer, quizás aportas visión de mujer, pero no por eso haces literatura femenina, sino
que como individuo estás quizás vehiculizando cosas de tu género. Pero hay algo que
está por encima de todo esto, que es la búsqueda de unos universales, que es lo que
procura siempre la literatura, y esta búsqueda es la misma independientemente del sexo
del artista.
¿La edad influye en el mundo editorial a la hora de publicar?
No demasiado. Es cierto que desde hace tiempo hay carta abierta para los jóvenes
escritores, pero es un cheque sin fondos que tú tienes que cubrir y si no lo cubres no
vale para nada. Entonces, es un poco falsa toda esa especie de facilidad que se les da. Lo
cierto es que los jóvenes hoy, artistas o no artistas, están peor que hace quince o
veinte años, cuando no había tantas libertades ni tantas posibilidades de publicar, pero
si tenías suerte acababas la carrera y encontrabas un trabajo, porque había menos
presión social. Y eso pasa también en la literatura, porque tienes ese cheque sin
fondos, pero tienes por encima un tapón de gente instaladísima y muy atornillada desde
hace años.
Aunque supongo que, como a casi todo escritor, le molesta que le pregunten si sus
libros son autobiográficos, en éstos hay algunas coincidencias que no pueden pasar
desapercibidas.
Cuando se escribe una historia sobre un personaje, lo más sencillo es recurrir a la
imaginación y montarlo desde la nada. A mí, en cambio, me gusta construir mis personajes
con datos y nombres conocidos, aunque luego el resultado no tenga nada que ver con la
realidad. En todo libro hay algo autobiográfico, porque el escritor cuando trabaja
manifiesta su visión del mundo y su experiencia, pero el autobiografismo no está en las
anécdotas y ficciones concretas. Mi última novela podría pertenecer por género a lo
tratado desde por Joyce hasta por Oscar Wilde sobre el joven artista. Yo tengo una
experiencia concreta, y puedo usarla, pero nadie diría que Joyce cuando escribió Retrato
de un artista adolescente estaba hablando de sí mismo. Me permito el lujo de hacer
ciertos derroches de obviedad porque en el fondo tengo muy claro
que, en el fondo, las diferencias son lo que predominan.
¿Cuáles son los demonios de Luisa Castro?
El tiempo que pasa y del que sólo eres dueña cuando estás escribiendo. La falta de
productividad cuando el tiempo puede contigo y tú no lo dominas, no lo haces cundir y no
lo expandes. Por eso, cuando no escribo o no trabajo, cuando no tengo las riendas del
tiempo en mi mano, sufro.
SÓLO SE AVANZA EN LA VIDA SI NO SE RENUNCIA A NADA IMPORTANTE.
¿A veces, para avanzar en la vida, hay que renunciar a cosas importantes?
Yo creo que sólo se avanza si no renuncias a nada importante. Lo importante tiene que
ser lo que persigues, lo que buscas.
¿Dónde está nuestro peor enemigo: dentro o fuera de nosotros mismos?
Fuera. Los enemigos están fuera y hay que saber donde están, identificarlos y
aprender a tratar con ellos. Hay que tratar a los enemigos a veces mejor que a los amigos,
para conocerlos, para ver si hay alguna posibilidad de intercambio y de reconversión.
¿El amor es algo por lo que merezca la pena luchar?
Por supuesto. Es lo único por lo que merece la pena luchar. Lo que está claro es
que, en toda lucha, antes de perder la vida hay que saber retirarse a tiempo. Ninguna
lucha merece una sola víctima.
Desde la perspectiva privilegiada que le da el hecho de haber estado fuera, ¿cómo
diría que es vista Galicia y su cultura en el resto de España?
Seguramente somos uno de los pueblos más valorados de España, pero sería bueno que
esa valoración no fuese sólo por lo buena gente que somos, sino además por ser un
pueblo consciente de lo que sucede cada día y que tiene capacidad de responder a esa
realidad cuando no está a la altura de las expectativas de un país como Galicia, en el
que creo y que opino que vive mermado en sus posibilidades. Para mí el shock al
venir aquí fue comprobar que aún se siguen dando conductas, por parte de las
generaciones asentadas, de un paternalismo y de una falta de respeto por la persona
bastante chocante, en todos los sentidos: laboral, de las relaciones humanas, con las
mujeres especialmente... En definitiva, que veo una sociedad muy potente por un lado y con
muchas posibilidades, pero con un tapón que no le permite ser una sociedad abierta,
dialogante, en la que no haya temas que se polaricen, como la idea de país y de voluntad
de futuro, que parece que sea sólo patrimonio de unos pocos.
¿Qué echa de menos de cuando vivía en Madrid o Nueva York?
A veces la soledad que produce una gran ciudad y que da mucho espacio interior y mucha
concentración para el trabajo. Una ciudad como Santiago tiene muchas otras ventajas, es
muy agradable para vivir, pero tiene esa contrapartida, que no creo que predisponga el
espíritu para el trabajo como yo necesito. Madrid en concreto me dio muchísimas cosas
buenas. A mis mejores amigos los tengo allí. Fueron años de juventud, de formación y de
generosidad mutua, que es cuando más aprendes. De todas formas, esto no es algo que vea
como algo cerrado. No soy de ir cubriendo etapas. Tampoco tengo ahora la sensación de
estar volviendo a Galicia. Nos observamos continuamente de una manera ridícula.
¿Qué espera encontrar en Galicia que no le hayan dado estas ciudades?
Cierto sosiego, una paz que se pueda ver alterada de vez en cuando por algo de
animación. La calma que da pisar un territorio que te es propio, del que conoces las
claves y en el que te mueves con familiaridad y con tranquilidad, en el que puedes pensar
y planificar tu vida segura de que nunca te equivocas. Cuando proyectas tu vida fuera de
tu territorio puede irte bien o mal. En el territorio propio, por muy mal que te vaya
nunca es un error. Es tu lugar. No hay ninguna duda.
¿Se siente mejor tratada ahora en Galicia respecto a cómo lo hacían cuando estaba
fuera?
Nunca me sentí mal tratada. La única diferencia es la de vivir ahora aquí un nuevo
proceso, como los que viví fuera. Conmigo siempre hubo esa ambigüedad de si yo era una
escritora gallega que escribía en castellano, y entonces, aunque era algo que parecía
bien, no existía, o existía fuera, pero aquí no. Pero lo asumo así y me parece bien.
Creo que efectivamente hay que prestarle más atención a la gente que está haciendo una
labor que se puede ver más amortiguada por la repercusión de una obra en castellano,
apoyada por medios nacionales, etc. Por otra parte, las únicas reticencias que puedo
apreciar aquí son de sectores tan mezquinos que no me suponen ninguna clase de dolor.
¿Luisa Castro tiene sus raíces echadas en Galicia o en algún sitio concreto?
Yo tengo mis raíces en mi familia, que es un círculo muy concreto, no extenso, en
Foz, su entorno y la educación que recibí desde que nací, y en las amistades que tengo
aquí desde antes de marcharme, que también me reconfortan y me ayudan a vivir. Galicia
para mí no es un ente abstracto, es la familia, la educación, la formación, la lengua y
lo que transmite la lengua, los valores culturales, y todo eso va contigo porque forma tu
mentalidad.
Deme una razón para leer.
Todas las del mundo. Leer es lo más maravilloso que hay. La única razón para no
leer sería la falta de tiempo.
¿Y para creer en lo que se lee?
Aquí no hay razones. O se cree o no se cree. Nadie te puede persuadir de que lo que
estás leyendo es maravilloso si no lo es. Yo, como lectora, paso por épocas de crisis,
en las que busco desesperadamente algo que me alimente y me caliente el corazón, pero que
no consigo encontrar. Hasta que de repente lo encuentro. Pero no hay que dejarse
convencer. Hay que perseverar en la búsqueda, porque la literatura es un pozo inmenso de
satisfacciones.
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