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índex català  septiembre-octubre  n° 38

Carne de catástrofe: una estética de lo real
por Juan Francisco Ferré

chain.

Desde el marqués de Sade, pasando por Bataille, Artaud, Burroughs y las observaciones de Julia Kristeva y Mario Perniola, hasta el novelista Michel Houellebecq y el cineasta David Cronenberg; el autor, Juan Francisco Ferré, analiza el tratamiento estético del cuerpo en el arte, la literatura y el cine como campo de batalla de la postmodernidad

A Germán Sierra, Eloy Fernández Porta y Pablo Alonso Herráiz,
que saben mucho de esto.


I
n that moment, he knew its purpose, knew the reason for suffering,
fear, sex, and death. It was all intended to keep human slaves imprisoned
in physical bodies while a monstrous matador waved his cloth in the sky,
sword ready for the hill.

William Burroughs

Existe una confrontación larvada entre los que pretenden huir a toda costa de las penurias y rigores, pero también de las incitaciones y placeres de nuestra carne, y todos aquellos que sólo persiguen formas cada vez más extremas de incrementar las relaciones y vivencias que se derivan de nuestra frágil constitución carnal. En la postmodernidad, el cuerpo es el campo de batalla por excelencia.

Supongo que el lector estará de una u otra manera familiarizado con los desarrollos últimos del arte, la literatura y el cine en esta materia tan controvertida, pues es a la tarea de elucidar el designio estético de estas mutaciones del cuerpo a la que se consagran los diversos autores del libro La Nueva Carne. Una estética perversa del cuerpo (Valdemar, 2002). La historia de esta especie singular (la "nueva carne") podría haber comenzado con Julia Kristeva y su monografía fundacional sobre lo abyecto (Poderes del Horror), que nutrió a la vanguardia neoyorquina de los ochenta y cuyos ecos aún resuenan con vigor en tantos artistas nuevos. Pero también podríamos remontarnos hasta Georges Bataille y Antonin Artaud, por quedarnos sólo en la prolífica periferia del surrealismo, en cuyos escritos se produjeron (después de Sade, ancestro libertino) los experimentos viscerales de mayor calado del siglo veinte. O sumergirnos a fondo en las novelas víricas de William Burroughs, especialmente en el ciclo Ciudades de la noche roja (1981-1987), su portentosa trilogía terminal aplicada a expandir hacia horizontes realmente insólitos y alucinantes un universo narrativo ya de por sí insólito y rizomático: un pluriverso, más bien, en el que lo real y lo soñado, la historia y la fantasía, la tecnología y la magia, la ciencia y la ficción, el pasado y el futuro, la vida y la muerte, lo terrestre y lo extraterrestre, lo mental y lo físico, lo orgánico y lo inorgánico, lo humano y lo animal se funden y confunden hasta grados alucinógenos.

"Esta intersección de la carne y la tecnología constituye nuestro destino manifiesto como desvalidos actores de la nueva pornografía biosanitaria."

Se trata, en suma, de un manual imprescindible, una guía apocalíptica para entender de una vez por todas lo que está pasando a nuestros cuerpos mientras lo estamos viendo al mismo tiempo reproducido en la pantalla totalitaria del espectáculo. La belleza monstruosa y excesiva de la "nueva carne", refutación categórica del cuerpo apolíneo de la publicidad, surgiría así del encuentro accidental del cuerpo en toda su palpitante carnalidad y la maquinaria más sofisticada y hostil sobre una hospitalaria mesa de quirófano. Nos guste o no, esta intersección de la carne y la tecnología constituye nuestro destino manifiesto como desvalidos actores de la nueva pornografía biosanitaria.

No sorprende, entonces, que el nombre artístico evocado más a menudo en este libro monotemático sea el del cineasta David Cronenberg, infectado también por el virus de Burroughs. Fue en su película Videodrome (1982) donde se acuñó por vez primera la noción imposible de la "nueva carne", refiriéndola a la metamorfosis macluhiana del cuerpo humano en simulacro televisivo. Sin embargo, si existe otro concepto que corresponda con similar adherencia a los propósitos creativos de este arriesgado artista del fantástico contemporáneo es el de "sex appeal de lo inorgánico". Proviene del título de un excelente tractatus de Mario Perniola, el teórico italiano del arte y la estética, y aunque en ningún momento se lo aplica a Cronenberg, acaso por desconocimiento, me ha parecido muy pertinente y sugestiva la posibilidad de conectar esta original categoría del deseo y la atracción erótica con el autor de obras límite como Crash o eXistenZ, definitorias de una "nueva sexualidad" y, por tanto, de un "nuevo contrato social" para los mutantes en los que nos hemos convertido.

Con cierta prevención, Perniola prefiere hablar de "realismo psicótico", en su último libro publicado aquí (El arte y su sombra, Cátedra, 2002), al constatar la deriva dionisíaca, vinculada a las mutaciones simétricas de la carne y el capital, de un sector importante del arte contemporáneo: ahí donde la obra de arte aspira a despojarse de la vestidura simbólica y enajenarse al público en toda su crudeza, obscena o sólo abyecta, como irrupción y encarnación transitoria de lo real mismo. O a constituirse simplemente en umbral privilegiado por donde la desnudez de lo real haga su radiante y descarnada aparición (una tendencia similar, de raíz lacaniana, viene postulando el crítico Hal Foster en los últimos años, como lo rubrican algunos ensayos y el título de su reciente libro El retorno de lo real). En su razonamiento, Perniola opta por la sombra resistente del arte (el "núcleo incomunicable" de la experiencia estética) frente al exceso mediático de luz que la anularía; igualmente apuesta por la melancolía de la "cripta", antes que por la euforia interesada y cínica de la galería de arte, como enclave idóneo para poder reencontrarse con el sombrío resto de la obra y practicar como corresponde ese ritual secreto, la autopsia del aura.


 

"La condición humana se reduce hoy a ser carne de catástrofe, pasto de extinción masiva y a ser posible televisada"

Quizá porque la condición humana, como vamos viendo cada vez más, se reduce hoy a ser carne de catástrofe, pasto de extinción masiva y a ser posible televisada, me parece pertinente referirme finalmente al acertado diagnóstico cultural (junto con la polémica película Irreversible, de Gaspar Noé, acaso la alegoría más contundente y persuasiva sobre la situación social y política francesas de este convulso comienzo de siglo) facilitado facultativamente por la última novela de Michel Houellebecq, Plataforma (Anagrama, 2002), sin duda la mejor de las suyas. Leyendo a Houellebecq nunca se sabe en qué posición política se coloca uno con exactitud, tal es la deliberada ambigüedad de su discurso narrativo: la prédica regresiva y mezquina del resentido social y la revolucionaria e ingenua del idealista utópico se combinan con frecuencia en el mismo libro y hasta en la misma página, como quien cambia de canal de pronto o ve su señal interferida por otra más potente. Pero esto no explica, ni mucho menos, la inaceptable recepción crítica dada a esta novela en nuestro país, donde precisamente nos haría falta menos moralina bienpensante o partidista y más novelas de este calibre estratégico para poder enfrentarnos a las nuevas coordenadas existenciales de la realidad contemporánea.

En esta tercera novela de su autor, en todo caso, la "nueva carne" de los cuerpos expuestos a la luz del turismo sexual y los encuentros azarosos se reviste del magisterio sentimental de un existencialismo revitalizado (revisión irónica del Extranjero de Camus que casi nadie se ha atrevido a señalar en estos tiempos de beata canonización del maestro) que no duda, en el curso de una consumada historia amorosa, en contaminarse de pornografía paradisiaca, placentero complemento a la desazón vital del narrador y protagonista masculino, antes de que la brutal matanza terrorista le recuerde a la carne, como en un sermón puritano y fundamentalista, su inveterado y vulnerable destino.

Aquí están representados, en definitiva, los dos polos virtuales de nuestra existencia corpórea, sometida diariamente a la catástrofe histórica del capitalismo tardío y sus sórdidos aledaños: el escenario pornográfico y la carnicería atroz.

La postmodernidad está servida.

 

© Juan Francisco Ferré 2003
Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.
BIO:

Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962). Colaborador habitual de las revistas ArteletrA, Bazar, Letras Libres, The Barcelona Review, Hueso Húmero, Inti, Letra Internacional etc. Ha publicado relatos, artículos y ensayos sobre distintos aspectos de la literatura, el cine o las artes plásticas, y el libro de relatos Ajuste de cuentos (1987), las ficciones Homenaje a Blancanieves (2001) y la novela La vuelta al mundo (2002). Coordina la edición del libro colectivo de ensayos Nuevas tendencias narrativas: Los desafíos del siglo XXI. Ha sido invitado a participar en Kosmópolis 2004: Fiesta Internacional de la Literatura, por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Acaba de publicar I love you Sade, en colaboración con Pablo Alonso Herráiz. Su novela, La fiesta del asno, verá la luz en breve. Juan Goytisolo lo ha destacado entre los escritores más interesantes de la última década en el panorama literario español.

Sobre Juan Francisco Ferré en TBR véase el relato "La edad media" (número 34) o el ensayo Múltiples Anulaciones: el ingenio infinito de David Foster Wallace (número 36).

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septiembre-octubre  n° 38  

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