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índex català     julio - agosto  n° 49

Reseñas 49

No se sienta usted culpable y lea este libro

portada- FerreLa fiesta del asno
Juan Francisco Ferré
DVD, Barcelona, 2005

La fiesta del asno es la tercera novela de Juan Francisco Ferré (1962). Antes están La vuelta al mundo (2002), y I love you Sade (2003), y los libros de relatos Ajuste de cuentos y Homenaje a Blancanieves (2002). Recientemente, también ha editado la antología El Quijote. Instrucciones de uso (e.d.a., Málaga, 2005), un libro de ensayo, de ficción, de ensayo-ficción, etc. La primera novela es un conjunto de relatos aparentemente divergentes cohesionado por un juego estructural. La segunda se presenta originalmente como el catálogo de una exposición multimedia, en cuyo interior, el texto que acompaña a las fotografías de la obra expuesta, deconstruye la exposición a través de un aparato analítico que, página tras página y engaño tras verdad, le acaba dando al presunto comentario artístico la densidad final de una novela. Pues bien, tampoco en el caso que nos ocupa se trata de una novelita realista y complaciente, esta vez es una sátira.

Gorka K., su protagonista, milita en una organización terrorista que en ningún caso se identifica con ETA de forma explícita, y la novela, que de nuevo vuelve a hacer uso de estrategias como el collage y de múltiples registros y lenguajes, es la suma de sus tropelías: Gorka muere, resucita, cambia de sexo, se convierte en Guardia Civil, en tabernera, fenece otra vez, muda en ciborg, etc. Como decía, es una sátira, y la distancia insalvable que establece la ironía (y la sátira como una de sus subespecies) le permite al autor escapar a toda tentación de representación de la verdad en términos de correspondencia, a través del esperpento. Un planteamiento de este tipo coloca al lector en un lugar artificial, premeditadamente equívoco, desde el cual tienen acceso a una realidad deformada, convertida en el monstruo de su propia sombra.

Este otro realismo no sólo no está preocupado por alzar testimonio –en el caso de La fiesta del asno, sobre el conflicto vasco- sino que lo evita, lo niega de forma programática. Asume, con este concepto de testimonio y con otros como la idea de veracidad, el férreo compromiso de hacerlas danzar en un baile de máscaras cuyo resultado final ha de ser por fuerza inesperado, y le ofrece al lector la posibilidad de mirar la realidad desde una óptica deliberadamente deformada, enfermiza, si así se quiere, y que no tiene por qué ser la real, ni la adecuada, en la medida que tampoco necesitamos que lo sean los vampiros, los asesinos en serie, o los pastores que antaño llevaban vacas de un lugar a otro de los actuales USA para que nos divierta vivir sus vidas a través de un libro o una película. Eso es lo que dice Voltaire en la cita que abre este carnaval: "Tenemos libros sobre la fiesta del asno y sobre la de los locos: [estos libros] pueden serle útiles a la historia universal del espíritu humano". Así que este libro, esta fiesta del asno, en un de esos malabarismos borgeanos, podría engrosar la biblioteca imaginaria y pretérita que a Voltaire le hubiese servido para explicar el mundo. Voltaire no dice que lo que estos libros muestren sea real, no los valora por verdaderos, y claro, mucho menos en un su potencia prescriptiva. Sino que vindica su provecho para, de un modo más complejo y, si se quiere, misterioso, entender una de la formas posibles de lo real. No es que en la sátira se suspenda la realidad, más bien se acentúa, ya que se ha convertido, desde la primera palabra del texto, en una de las figuras retóricas del mismo. Es decir, este uso de la sátira no establece de forma necesaria una distancia decorosa, en el sentido de sustraerse de la responsabilidad moral sobre el texto escondiéndose detrás de un juego de espejos. Más bien se trata de crear, con esta distancia, un territorio de reflexión para el lector. Obviamente, este territorio que la ironía establece entre el lector y el texto está plagado de trampas y engaños; y claro, algunas de estas trampas son distorsiones de la moralidad –que algún crítico, ay, ha juzgado reprobables–. Pero es que ése es el juego, así funciona.

Así que no se preocupe el lector, porque a pesar de ser también una novela de ideas, un rompecabezas de lenguajes, una radiografía sociológica de los tiempos que corren (por ejemplo, en el tratamiento de los media) y un dispositivo moral no teledirigido, La fiesta del asno es una novela de aventuras muy divertida. En cualquier caso, es una novela que le hace algunas preguntas al lector, o que le hace al lector preguntarse algunas cosas, y eso está muy bien. Robert Juan-Cantavella

Véase un extracto de la novela que el autor cedió como adelanto en exclusiva a The Barcelona Review.

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portada-RoncaglioloPudor 
Santiago Roncagliolo
Alfaguara, Barcelona 2005


Si juntamos al niño del The fifth sense con la familia de American Beauty y los llevamos a vivir en un barrio residencial de la clase media alta peruana conseguimos la familia que nos presenta Santiago Roncagliolo con Pudor. La historia de una verdad cotidiana que podríamos encontrarnos en todas partes sin mirásemos con más atención a quienes nos rodean. Al final de cuentas, a pesar de que no todos tenemos historias sórdidas, todos sentimos pudor (esa mezcla de vergüenza y miedo), que parece tan elegante pero que nos va llenando de una materia que empieza a oler mal con el tiempo. También a este otro pudor se refiere Roncagliolo.

Cada miembro de la familia tiene algo que ocultar. Sólo los extremos (el abuelo y el niño) logran enfrentarse con valentía a sus miedos. El primero consiguiendo acercarse a la mujer que le gusta y el segundo navegando por el espacio en una nave espacial hecha con un cadáver. Así de tierna y extraña llega a ser esta historia.

Una vez más el mito de una generación que ha crecido con los Beatles All you need is love, se repite. Pero ya no estamos frente a un amor puro (salvo quizás en aquellos dos extremos). Para el resto el amor será fácilmente contaminable de deseos, malentendidos y miedos. Como John Lennon cadáver cantando la canción que ya no lo podrá salvar. Este es un libro que trata de oscuras pulsiones que hacen que los gatos se vuelvan locos y quieran ser libres para follar, y las mujeres quieran ser violadas pero también respetadas por señores que no son sus maridos.

Cada miembro de esta familia tiene algo que ocultar, y de alguna manera eso que no dice se entrelaza con lo que otro miembro también esconde. El padre, por ejemplo, va morir. Su madre ha muerto en las primeras páginas y el hijo menor ve muertos caminando por la calle y paseando perros. O también podemos ver cómo la madre que recibe anónimos pornográficos está relacionada con la hija que no entiende su propio sexo y le atrae su amiga o con el gato que quiere follar. O quizás lo que les ocurre a todo es lo mismo; La muerte, el sexo, el amor, la mentira, el pudor son diferentes palabras para decir lo mismo. O quizás no y son sólo unas cuantas historias que coinciden únicamente porque les ocurren a los miembros de una familia a quienes, casualmente, les une la sangre y la convivencia. O quizás nada de eso sea cierto y cada personaje sea una personalidad de las múltiples que seguramente tiene Roncagliolo, o quizás es todo lo contrario y el que tiene un secreto para ocultar es el autor y se sirve de la novela para revelarlo sin que nadie se entere.

Un último apunte. Si no se hubiera escrito este libro nada de eso hubiera ocurrido y los miembros de esa familia hubieran seguido con sus vidas tranquilas. O quizás no fue así y lo que pasa es que todas las familias tienen una historia como esta para contar, llena de secretos, soledades y vergüenzas, sólo que no hay nadie para escribirla, o quizás sí.
Lo único seguro es que esto ya empieza a apestar. Miguel Esquirol Ríos

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portada BeyalaMujer desnuda, mujer negra
Calixthe Beyala
Tusquets. Colección La sonrisa vertical 2004
Traducción de Juan Manuel Salmerón

Tomando la desnudez femenina, y más exactamente su negritud como metáfora de todo un continente, Calixthe Beyala da vida y saliva a una mujer que nació bajo el signo de Afrodita, y que no proviene de la espuma del mar sino de una localidad africana en la que prevalece la miseria, la mezquindad y la ley del Talión.

Irène, la joven ladrona del mercado de New-Bell, guapa y sexualmente desinhibida, es la cara y cruz de la mujer negra en cuya carne se refleja una sociedad decadente, así como su sexualidad desenfrenada e ilimitada es la herramienta con la que resquebraja la violencia masculina y la marginalidad que la rodea: "Amo esta tierra de África, este vientre violento del mundo. Amo la materia que lo constituye y que, en la estación calurosa, lancina la planta de los pies (…)."

En Mujer desnuda, mujer negra emerge la poderosa sensualidad de Irène, que todo lo arrasa, lo corrompe y lo hiere hasta purificarlo, como es el caso de los seres perdidos en sus apetitos sexuales que se congregan en casa de Ousmane para ser "sanados" por ella, que ejerce de pitonisa de los más extravagantes actos eróticos.

Mediante una narración directa, cruda y dotada de un gran cinismo, la autora camerunesa no tarda en otorgarle una extraña fragilidad a los personajes femeninos, como se destaca en obras anteriores, principalmente en su primera novela, C'est le soleil que m'a brûlée (1987) en la que parte de una historia familiar y local para convertirla en una fábula universal y trasgresora.

Irène conoce a Ousmane, quien se convierte en su amante, su ‘chulo’ y cómplice, pero quien roba su atención es la desbordante Fatou, su mujer sumisa, a quien primero odia pero que posteriormente logra redimir en un azaroso encuentro con la muerte. A pesar de ello, Irène no consigue redimirse a sí misma ya que en ese vertiginoso camino de vuelta al barrio de su infancia, a su casa y simbólicamente al vientre materno, es apaleada por una sociedad hipócrita que necesita un culpable fácil para sus crímenes y abusos, y, quién mejor que una mujer, una mujer negra y con el cuerpo y el alma expuestos a la luz del sol.

Si bien el título del libro es un préstamo del líder político y poeta senegalés Léopold Sédar Senghor, Calixthe Beyala ha logrado hacer que esas palabras cobren un nuevo sentido y no duda en reescribir sobre ese cuerpo-continente-mundo, vilipendiado y esclavizado pero absoluto y entregado por entero a la vida. Marcela Restom

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Una ronda por el desencanto 

portada-MarseRonda del Guinardó
Juan Marsé
Barcelona, Crítica, 2005.

Con algunas variantes que, sin embargo, mantienen el espíritu de la primera edición de 1984, ha sido reeditada Ronda del Guinardó, narración corta del barcelonés Juan Marsé (1933), escritor autodidacto y cinéfilo impenitente, que reconoce en el séptimo arte, además de un complemento fundamental de su formación intelectual, la forma de evadirse de una realidad terrible, en su caso marcada por el profundo sentimiento de pérdida que lo ha acompañado desde el momento en que vino al mundo: su madre murió días después del parto y su padre lo cedió en adopción. La obra de Marsé se encuentra marcada por la fascinación que despiertan en él los perdedores y la derrota, como la que sufrió su familia, que ya había perdido todo antes del la Guerra Civil y aún le quedaba sufrir la ignominiosa y sangrienta dictadura del general Franco.

Juan Marsé, con su brillante trayectoria literaria, ha levantado un complejo entramado cuya fuerza ética inquebrantable y su soporte estético obedecen a la necesidad de dotar de algún tipo de belleza a este mundo injusto. Su prosa irradia una extraña poética, acaso tributaria de las imágenes antes que de las palabras. Ronda del Guinardó, habla del desencanto que el tiempo no ha hecho sino agudizar. Recrea, por otra parte, el paisaje moral de su infancia, el mundo de su propio barrio durante la primera década de postguerra, microcosmos que ya ha utilizado en otras historias. Es éste el espacio literario con el que más ha brillado su literatura, incidiendo en lo que ha sido su narrativa por encima de otras consideraciones: un arte de la memoria, de rescatar el pasado para que se ajuste a una verdad más bella.

Lo que narra en sus nueve capítulos, a caballo entre el relato de presente y los recuerdos del pasado, es el recorrido físico de la ronda de Rosita y el inspector de policía por la barriada. Ayudándose de técnicas que la narrativa comparte con el cine. Es un via crucis con reminiscencias cinéfilas, con algo más que un cierto aire a la película La ronda, de Max Ophuls (1950), mas en el libro, la ronda no es tan hedonista como de miseria y sordidez. La media distancia en que se desenvuelve tiene el aire de un cuento, aunque su carácter expansivo y el hecho de ocuparse de un momento crucial en la vida de los personajes la emparente de lleno con la novela. Al final de la ronda Rosita debe reconocer el cadáver de quien parece fue su violador. Es necesario que el periplo se prolongue para que ésta y el inspector recorran el barrio y de paso recordar el pasado represor del inspector y la incipiente prostitución de Rosita.

No exento de un profundo lirismo, el estilo de Marsé, recurriendo a un incesante encadenamiento de imágenes, se vuelve casi invisible gracias a la sencillez que lo caracteriza. Alterna en su expresión registros antagónicos: el del narrador, literario, sobre el que recae el mayor lirismo y el de los personajes, propio de los diálogos, más prosaico. La escritura de este juego de voces establece unas inversiones entre lo dicho y la manera de decirlo que permiten proponer una nueva versión de la historia desde el punto de vista de aquellos que habían sido privados del habla, con los que se solidariza el narrador.

La crítica académica no ha prestado todavía la atención que merece la obra de Juan Marsé, pese a su consistencia. Nos encontramos ante un consumado maestro en el arte de presentar la escena y echarla a vivir ante los ojos del lector, casi con volumen y olor propio, con unos diálogos que no parecen escritos, sino dichos. Sabe como dotar de gestualidad a sus personajes, de manera que un gesto expone toda una forma de ser. Las frases son verdaderas puestas en escena, lo que unido a su prosa limpia y esmerada, a la potencia poética que ilumina su obra, hacen de él una referencia incuestionable de nuestra narrativa contemporánea. Carlos Vela

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portada-WolfeSoy Charlotte Simmons
Tom Wolfe
Traducción de Eduardo Iriarte y Carlos Mayor
Barcelona, Ediciones B, 2005.

Wolfe regresa con una novela ambientada en el universo elitista de una renombrada universidad norteamericana. Las críticas que nos llegaban desde Estados Unidos no eran muy halagüeñas, y en efecto, posiblemente, Soy Charlotte Simmons sea la novela más fallida de Wolfe. Una lástima. El mundo universitario ofrecía un mosaico ideal para este hábil diseccionador de la sociedad y la cultura americanas, sin embargo, y a pesar de la longitud de la obra, Wolfe se queda en la superficie.

Soy Charlotte Simmons nos describe el descenso a los infiernos de Charlotte Simmons, una mojigata estudiante de Carolina del Norte que llega a la universidad de Dupont ––trasunto de Yale, Harvard o cualquiera de las universidades de renombre de Estados Unidos— con sueños de triunfo intelectual. La sorpresa es mayúscula cuando en lugar de sabiduría lo que encuentra es sexo, alcohol y vulgaridad. Los primeros capítulos de la novela nos adentran en el funcionamiento del claustro. Aquí es donde brilla Wolfe: en la descripción de tipos y ambientes. El adlátere del Nuevo Periodismo se encuentra como pez en el agua en estas páginas. No obstante, la posición moral del autor ha sufrido un viraje sorprendente. Wolfe hace una crítica conservadora del mundo universitario y su funcionamiento, del alumnado, del profesorado, de los syllabus y muy especialmente de los programas deportivos.

Wolfe fija su atención en la vida cotidiana del campus y construye una especie de frenesí dionisiaco al que le sobran demasiadas páginas. El viaje de la inocencia a la corrupción de Charlotte Simmons resulta en ocasiones poco creíble. ¿Una chica de 18 años de Carolina del Norte se escandaliza cuando escucha palabrotas? ¿O al ver una botella de cerveza en una habitación? Puede ser una provinciana, pero no una marciana. Los personajes principales de la novela son también clichés: Hoyt, el guaperas miembro de una hermandad que acaba ligándose y corrompiendo a la virginal Charlotte, Adam, el freak con aspiraciones intelectuales; Jo Jo, el idolatrado jugador de baloncesto sin muchas luces. En ocasiones se tiene la sensación de estar viendo alguna película sobre desmadres universitarios como la saga de American Pie o Aquellas locas juergas universitarias. Es triste, pero estas cintas resultan mucho más divertidas que la novela de Wolfe.

La corrupción de la protagonista es de un proceso tan lento, fatigoso y reiterativo que aburre y resulta previsible. La primera vez que Charlotte prueba el alcohol es en la página 500, y tienen que pasar aún doscientas para que pierda la virginidad. Con la mitad de páginas la novela hubiera resultado bastante más digestiva. Mientras que La hoguera de las vanidades, Lo que hay que tener y por supuesto sus escritos periodísticos enganchaban ab initio; la lectura de Soy Charlotte Simmons es en ocasiones un ejercicio de masoquismo.

Un rasgo a rescatar es el uso del lenguaje, concretamente del dialecto universitario. Desde aquí alabar la traducción de Eduardo Iriarte y Carlos Mayor, de quienes se publicó una entrevista en el número 47 de nuestra revista. La novela, como decía al inicio del artículo, no ha sido bien recibida en Estados Unidos. Tanto mejor para Wolfe, que disfruta de la polémica, sabedor de que significan pringues ganancias. Cuando acabé la novela pensé: "¿Lindsay Lohan, Jessica Biel... quién podría ser Charlotte Simmons en la peli? Apostaría algo a que pronto veremos el anuncio de su próxima producción. Tiene todos los números. Juan Vaccaro Sánchez

 

© TBR 2005

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julio - agosto  n° 49

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