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Los días que hemos visto,

o el instante poético en José Luis Giménez-Frontín 


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José Luis Giménez-Frontín,
Los días que hemos visto.
Prólogos: José Corredor-Matheos y Victoria Cirlot. Valladolid, Ed. Fundación Jorge Guillén, 2009.

por Albert Tugues

El 25 de febrero se celebró, en la sala de actos del Ateneu de Barcelona, patrocinado por la ACEC, la presentación del poemario póstumo, Los días que hemos visto, de José Luis Giménez-Frontín. Fue un acto especial, una de esas jornadas poéticas que le gustaban a José Luis. La presentación estuvo a cargo de José Corredor-Matheos, que hizo una valoración de la obra poética de Giménez-Frontín,  Antonio Piedra (editor, que nos contó varias y divertidas anécdotas sobre unos viajes con José Luis), y José Mª. Micó, que nos habló de la presencia de la elegía en los poetas. Entre recuerdos, anécdotas y valoraciones críticas de su poesía, se pasó a la lectura de algunos poemas, con la participación de: Anna Caballé, Neus Aguado, David Castillo, Dante Bertini, Manuel Serrat Crespo, Pura Salceda, Antonio Tello, Lluís Mª. Todó y Enrique Badosa, cuyas intervenciones expresaron toda la emoción contenida del acto, en especial cuando Pilar Brea subió al escenario para agradecer la presentación-homenaje a José Luis Giménez-Frontín.  

   El último libro de José Luis Giménez-Frontín, Los días que hemos visto, es un poemario elegíaco, una antología de elegías dedicadas a gente que quería y admiraba (Nina Gagen, César Vallejo, Bohumil Hrabal, Javier Lentini, o personajes literarios como Alberto Caeiro, Sir John (Falstaff), etc.). ¿Por qué el canto elegíaco? En una nota preliminar del libro, “La edad de la elegía (a modo de mínima poética)”, nos advierte Giménez-Frontín:

No hay poeta que merezca haber asumido sobre su conciencia unas cuantas –demasiadas- décadas, que no haya ido renunciando al imperio del yo y no se haya puesto a hablar de tú a tú, de colega a colega, no con la muerte –esa abstracción barroca- sino con los muertos ,”sus” muertos. Conseguida o no, la elegía es el registro al que sólo la edad concede carta de naturaleza.

   Abundando en este tema, nos dice Corredor-Matheos en el prólogo  a este poemario: “La muerte está relacionada, en este libro, y en toda poesía, con el tiempo. Es fruto de su acción, y una hipotética o real superación del tiempo conlleva la de la muerte. La desaparición del tiempo la representamos conceptualmente con el instante: un instante que se prolonga inacabablemente”. Asimismo, como indica Victoria Cirlot en su nota introductoria: es “el momento, la razón de ser del poema. Porque en el momento se alberga la belleza. Claman en el desierto los instantes”. O también como apuntó José Mª. Micó en la presentación del libro: “Todos los poetas, con el paso del tiempo, acaban siendo elegíacos.”

   Instante demorado, momento poético: tiempo recuperado mediante la acción poética, instantes que claman y cantan los días que hemos vivido, los días que hemos visto, ahora reencontrados y registrados en el espacio poemático. Canto vital y canto elegíaco después. Es decir, visiones y palabras vivas, pero incorporadas ya al poema, como instantes poetizados: operación lírica, arte poética en la que destacaba José Luis Giménez-Frontín (o “señoreaba”, evocando el título de su novela Señorear la tierra).

   Recordemos el título de otro de sus libros, que podría ser símbolo y definición de su poesía: Que no muera ese instante. Momentos, instantes de vida que se escapan, fragmentos de Tiempo que deben ser recuperados y atrapados por la palabra, por el verso. En un poema publicado en la revista “Hora de Poesía” (nª. 25, en el 1983), ya encontramos estos versos en el poema Aquí y ahora:
 
...y tu decir: belleza,

un instante entre actos

definitivos.

   Como en los libros anteriores de José Luis Giménez-Frontín, también en este poemario, Los días que hemos visto, el poeta analiza la realidad, la circunstancia humana, y la denuncia: la horada, traspasa el límite, y nos presenta el otro lado, el lado oscuro, pero siempre acompañado de la palabra, del decir poético, que otorgará luz a ese lado de la realidad.

   Quisiera finalizar esta nota citando unos versos de José Luis, que son como una despedida, aunque su poesía siempre estará presente entre nosotros. Se trata del poema “En el huerto de los olivos”:



“¡En vuestro largo ensueño

-mi instante demorado-,

los días que habéis visto!”

... ...

Así les dio las gracias,

inclinándose leve.

Sin abrazarlos.

Sin acariciarlos.

Sin ningún dramatismo

que impostara el instante

o su imagen futura,

no sospechada aún,

en el poema.