Yo pa' mí que fue culpa suya, joder. Y los capullos del hospital,
tres cuartos de lo mismo, no te creas. No es que me lo dijeran tal que así, cuidao, pero
en el fondo se notaba que iba por ahí la cosa. Lo que pasa es que los muy capullos ya se
sabe cómo son, que no te dicen lo que hay ni por puta casualidad. Por la cosa esa del
protocolo o como coño se diga. Anda que, menos mal que a mí nunca me ha dao por ahí.
Joder, como que habría durao yo mucho de médico. Ni cinco minutos, vaya. Qué tanto
remilgo ni tanta hostia.
Digo que fue culpa suya porque era domingo y la
parienta sabía de sobra que un servidor quería quedarse en casita a ver el fútbol, que
en la STV daban el Hibs-Hearts en directo.
--Venga --me dice--, cogemos los críos y nos bajamos
a Kingsnowe a tomar algo, ¿eh? Al pub ese que tiene bancos fuera.
--Que no, joder --le digo yo--, que a las tres hay
partido, que hoy juegan los Hibs contra los Hearts.
--Pero si tampoco hace falta que nos quedemos mucho
rato, Malky --me dice--. Y fíjate qué día hace. Venga, hombre, que a los críos les
irá bien.
Y na', yo que me digo, Oye, pues igual no es mala
idea, tú. Ya había puesto unas birras a enfriar pa' luego, pero bah, con un par de
cañitas en el cuerpo siempre va uno más entonao. Total, que le digo a la parienta:
--Bueno, vale, pero volvemos enseguida, ¿eh?, que el
partido es a las tres y quiero estar en casa cuando empiece. --A veces vale la pena dejar
que se salga con la suya, aunque sólo sea pa' tenerla calladita un rato, me digo.
Total, que salimos, y es verdad que hacía un día de
puta madre; llegamos al pub, y nos metimos unas cuantas rondas entre pecho y espalda: la
parienta, de vodka y Hooch, y un servidor, de Carlsberg. Y los críos, pues na', encantaos
con su zumo y sus patatas fritas, aunque el chaval se llevó un buen guantazo por tirarle
del pelo a su hermana pensando que no lo veía nadie. Y anda que no se quedó pasmao ni
na' el muy cabroncete.
--Pa' que te enteres --le digo--, y ni se te ocurra
pillar un berrinche porque te vuelvo a cruzar la cara.
A to' esto, yo pendiente del reloj, por lo del
fútbol, y la parienta, dándole a la botella de lo lindo. Bueno, como que le digo que
vaya terminando, que ya es hora de irse, y me protesta:
--Venga, hombre, la última. --Y yo:
--Bueno, pero rapidito, ¿eh? Y luego arreando, que es
gerundio.
Total, que pedimos otra ronda. Y yo, ni tan mal, pero
la parienta se las vio y se las deseó pa' acabarse la suya. Y es que es la hostia, tú,
siempre estamos igual. Se cree que tiene aguante y, a la que se mete un par de copas en el
cuerpo, me pilla unos ciegos del copón.
--Andando, joder --le digo--, que llegamos tarde.
Entonces les hice una señal a los críos y nos fuimos
calle abajo los tres. La parienta se rezagó un poco, pero, claro, con lo foca que está
la tía, no me estraña, tú. Por eso digo que fue culpa suya, joder. Fíjate si estaría
gorda que hasta se lo había dicho el médico. Y no una vez, no: más de una y más de
dos.
--¡Acelera, coño! --le grito.
Pero, claro, ¿qué iba a hacer la muy foca? Pues na'.
Poner esa cara que sabe que me pone a mí a parir y punto.
--Venga ya, joder --le digo--, ¡y no me pongas esa
cara, coño!
Total, que llegamos a la estación de Kingsknowe y a
mí se me ocurrió coger el atajo, pero la parienta se fue derechita hacia la pasarela del
andén.
--Pero ¿adónde vas, joder? --le digo, y me planto de
un salto en medio la vía.
En buena hora. No veas el numerito que me montó. Que
si viene el tren, que si no veo que hay gente esperando en el andén, que si tal, que si
cual.
--A ver, rica --le digo--, ¿aquí quién ha sido
ferroviario?
Eso fue antes de que a un servidor y al bueno de Tam
Devlin nos pegaran la patá. Por darle a la priva, se entiende. Y es que me cago en la
hostia, tú, hay que ver lo borde que se pone la gente con estas cosas, oye: se toma uno
un par de cañas y hale, de patitas en la calle. Y no sería porque no hubiera casos
peores. No, lo que pasa es que la empresa quería un cabeza de turco. Me lo dijo el tío
del sindicato. Y pa' lo que ha servido, me cago en la leche, ya ves.
--¡Que viene el tren! --me grita la parienta--. ¡Que
está toda esta gente esperándolo!
Yo miro el reloj de la estación y le digo:
--¡Pasa de una vez, coño, que aún faltan cinco
minutos!
Total, que cojo a Claire, la bajo, la ayudo a cruzar y
la aúpo al otro lao, y el cabroncete de su hermano se planta en el otro andén de un
salto, como quien dice. Y al final la parienta también se decide. La muy foca. No veas
qué trago con los michelines. A mí es que se me caía la cara de vergüenza.
En ésas, cuando ya tengo a los críos en el otro
andén, oigo una especie de ruidito y noto una vibración en los raíles. Por la sirena,
parece uno de esos intercity que no paran en los pueblos. Y entonces caigo: ¡los muy
capullos han tenido que desviarse por lo de las inundaciones! ¡Me cago en la leche, pero
si lo había leido en el periódico! Total, que me subo al andén de un brinco y le digo a
la parienta:
--¡Dame la mano!
Y sí, bueno, yo ya la cogí fuerte, ya, pero, claro,
a la velocidad que llevan estos chismes, que parece que se quieran llevar la estación por
delante, y con lo que pesa la parienta, que no es moco de pavo, no la pude aupar del to'.
Ella, además, venga gritar que dónde estaban los críos, y yo que por los críos no se
preocupara, que estaban bien, y que acabara de subir de una puta vez. Y en ésas
estábamos cuando llegó el tren y le pegó de lleno. No veas qué tirón, oye. Me la
arrancó de las manos como si na'.
Lo que yo te diga. Que si me descuido, me cago del
susto. Fíjate cómo sería el golpe que, cuando miré al frente, pensé que me la iba a
encontrar en Aberdeen o así. Pero no. Estaba en el andén, unos metros más pa' allá,
mirándome y echándome la bronca delante de to' el mundo. Vamos, que tuve que decirle que
se callara la boca si no quería que se la cerrara yo de una patá, y que moviera el culo
de una puta vez. A to' esto, Claire se había echao a reír, y su hermano Jason se había
quedao tan pasmao que estuve a punto de arrearle otra vez. Entonces fue cuando volví a
fijarme en la parienta y vi que se ha quedao sin piernas. La hostia. Como si el tren se
las hubiera arrancao de cuajo, oye. Pero con la parienta no hay trenecito que valga.
Cuando quise darme cuenta, ya venía hacia mí, arrastrándose con las manos, dejando to'
el andén lleno de sangre.
Y lo más alucinante no fue eso. Lo más
alucinante fue cuando levanté la cabeza y vi que las piernas se le habían quedao atrás.
Las dos. Separás del cuerpo. Cortás a la altura del muslo, como si dijéramos. Total,
que le pego un grito al chaval:
--¡Jason, no te quedes ahí parao y ve a buscarle
las piernas a tu madre! Tráelas aquí ahora mismo.
Se lo decía con la idea de llevarlas al hospital pa'
ver si se las podían volver a coser, y tal, pero al muy capullo no se le ocurre otra cosa
que echarse a llorar, histérico perdido. La gente enseguida se puso a pedir una
ambulancia a gritos, y, mientras la parienta se dedicaba a maldecirme los huesos desde el
suelo, yo seguía pensando en el partidito de marras, que empezaba al cabo de diez
minutos. Entonces caí en la cuenta que la ambulancia seguramente pasaría cerca de casa
de camino al hospital y podría apearme. Ya tendría tiempo de acercarme al hospital
después del partido. Total, que me apunto al carro:
--Eso, eso, que venga una ambulancia.
A to' esto, la cría ya se había ido donde las
piernas de su madre, las había cogido y se venía corriendo hacia mí con ellas en
brazos, oye. Menudo sopapo le arreé al cabroncete de su hermano. Como que le tuvo que
doler de lo lindo, porque dejó de llorar ipso facto.
--¡Atontao! ¿No te he dicho que fueras a buscar las
piernas de tu madre? ¿Cómo se te ocurre dejar que vaya tu hermana? ¿No ves que es una
cría? ¿Cuántos años tienes, a ver? ¡Ocho! Pues cualquiera lo diría, joder.
En ésas uno se arrodilla al lao de la parienta, le
coge la mano y le dice:
--No es nada grave, señora, todo irá bien, la
ambulancia ya está de camino, usted procure no moverse --y gilipolleces por el estilo.
Luego viene un tío y me dice:
--Santo Dios, ¡qué desgracia más grande!
--Y usted que lo diga, buen hombre --le digo yo--. Lo
menos me he perdido los dos primeros goles.
Y entonces se me acerca otro y me dice:
--Ya me imagino en qué estado se encuentra en estos
momentos, pero no se preocupe. Su esposa no se ha dado por vencida. Usted procure consolar
a los niños.
--Claro, claro.
Y cuando veo llegar la ambulancia, les digo a los
críos:
--Mirad, vuestra madre se va a pasar una temporadita
en el hospital, pero no es que le pase na' malo, ¿eh?
--Pero si se ha quedado sin piernas --me dice la
cría.
--Sí, ya lo sé, pero eso no quie'cir que le pase na'
malo. Mirad, pa' una persona normal, una persona cualquiera, como vosotros o como yo, lo
de no tener piernas sería jodío. Pero pa' vuestra madre, no, porque está tan gorda que,
total, dentro de poco las piernas le habrían fallao igualmente.
--¿Mamá se va a morir? --me pregunta Jason.
--Y yo qué sé --le digo--. ¿Es que me has visto tú
cara de médico? Anda, no digas tonterías. Sólo me faltabas tú con tus preguntitas.
Mira, si se muere, y no estoy diciendo que se vaya a morir, ¿eh?, pero, si se muere, si
se llega a morir, o sea, suponiendo que se muera, y sólo es un suponer...
--Lo hacemos ver --dice Claire. Hay que ver lo lista
que es esta cría, oye. Le da cien vueltas a su madre.
--Eso, lo hacemos ver. Pues si se muriera, y digo
&laqno;si», tendréis que portaros bien y no darme la lata, porque ya sabéis cómo
me pongo cuando me dais la lata. Y que conste que no digo ni que sí ni que no. Sólo digo
que ahora tengo muchas cosas en la cabeza y no es momento de darme la lata. Y el que no se
porte bien, se va a enterar --y cierro el puño pa' darles miedo.
Total, que entre que llegan los de urgencias y meten a
la parienta en la ambulancia, con to' lo que pesa la tía, seguro que ya ha empezao el
partido. Entonces le digo a Claire que me dé las piernas de su madre y me acerco a la
ambulancia pa' dejarlas donde su dueña, pero el enfermero se las queda y las envuelve con
hielo y plástico. Luego nos metemos to's en la parte de atrás y sale la ambulancia
cagando leches. Cuando veo que pasamos cerca de casa, digo:
--Cuando lleguemos a la rotonda, para que me bajo.
--¿Qué? --me dice el chaval.
--Que me bajo aquí.
--Aquí no baja nadie. No podemos pararnos hasta que
lleguemos al hospital. No hay tiempo que perder. Además, tiene que venir para inscribir a
su mujer y ocuparse de los niños.
--Ah, bueno --digo, pero yo a lo mío--. En el
hospital habrá tele, ¿no? Digo yo, vaya.
El tío me mira con una cara un poco rara y me dice:
--Sí, sí la hay.
En plan gilipollas. A to' esto, la parienta con la
careta del osígeno puesta, y el tío venga decirle que procure no hablar, y yo pienso: No
caerá esa breva. Anda que no llevo yo años intentando que cierre el pico. Y ella dale
que te pego, venga decir que había sido culpa mía, oye. Y la culpa fue suya, por querer
beber más, como siempre. Si será borracha la tía... Ya se lo decía yo: Si te pasaras
menos tiempo agarrá a la botella y más tiempo con los críos, igual no irían tan
retrasaos en la escuela, joder. Sobre to' Jason. Y entonces me vuelvo hacia el crío y le
digo:
--Y tú no te creas que te vas a librar de ir a clase
sólo porque tu madre tenga que pasarse unas cuantas semanas en el hospital. Con que ya
puedes ir despavilando.
A veces pienso que igual soy demasiao esigente, pero
luego me digo: No, qué va. Además, lo sé por esperiencia, porque mi padre hacía lo
mismo conmigo y no me ha ido tan mal. Ya lo dice el refrán: Quien bien te quiere te hará
llorar. Y tiene to'a la razón del mundo, oye. Si no, que me lo pregunten a mí. Porque a
ver, ¿cuántas veces he tenido yo problemas con la pasma? Ninguna, desde hace tiempo.
Más que escarmentao, estoy. Las manos limpias y la pasma bien lejos. Yo, con mis cañas,
mi fútbol y algún polvete de vez en cuando, me conformo. Ya no le pido más a la vida.
Y ahora que lo pienso, ¿cómo va a meter un servidor
cuando la parienta no tenga piernas? En ésas llegamos al hospital y sale el matasanos de
turno diciendo que estoy en estao de soc y tal y cual. Y yo, pensando en el partido. Te
voy a dar yo a ti soc, como me haya perdido algún gol. Y entonces le digo al tío:
--Oiga, ¿y ahora qué va a pasar? Con ella y conmigo.
Pero el muy capullo no pilla la onda.
--O sea, si se queda sin piernas --el tío pone cara
de enterao--, ¿aún podré arrimar o qué?
--¿Perdón? --dice.
Más tonto que un capazo perros, el tío. Médico, na'
menos. Y uno que siempre había pensao que la gente con carrera eran más listos, oye.
--Le estoy hablando de nuestra vida sesual --le digo.
--Bueno --me dice--, suponiendo que su esposa
sobreviva, en principio debería ser capaz de llevar una vida sexual completamente normal
--y me mira como si el pirao fuera un servidor.
--Pues no sabe la alegría que me da --le digo--,
porque hasta ahora normal, lo que se dice normal, no lo había sido. Vamos, a no ser que a
usted le parezca normal echar un polvo ca' tres meses. Porque, a mí, desde luego, no me
lo parece.
Y así fue la cosa. Al final tuve que ver el partido
en la tele de la sala de espera. Sin una triste birra que llevarme a la boca. Y los
chalaos estos venga darme la lata que si un impreso por aquí, una pregunta por allá. Y
los críos metiendo bulla y preguntando si su madre se iba a poner buena y si nos íbamos
a ir pronto a casa y tal y cual. Y eso que ya les había dicho que se andaran con
cuidadito.
--Os vais a enterar cuando lleguemos a casa.
Anda que, menuda me espera cuando salga la parienta
del hospital, si no está en condiciones de llevar la casa y eso. Imagínate, to' el día
cuidando de una vaca sin piernas. Menudo panorama. Y por culpa suya, además. No te jode,
la tía. Si es que son ganas de fastidiar, oye. Tampoco es que el partido fuera na' del
otro mundo, ya ves, otro empate a cero, pero bah.
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