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MI AMIGA ALMA | ||
por ROSARIO GÓRRIZ FONS | ||
______________________________________________ | ||
dibujo: Rory, 5 años |
Mi amiga Alma me preocupa.
Es una mujer sincera, de confianza, pero cuenta extrañas
historias que nunca sé muy bien cómo interpretar.
Viaja mucho. Siempre que puede coge su mochila y ya está en
camino.
Nunca tiene dinero, aunque nunca le falta.
Hace unos días volvió de uno de sus viajes. (No se sabe
dónde ha estado hasta que vuelve.) Es libre, creo.
Ha traído consigo un montón de historias a cuál más
increíble. Alma se apasiona cuando las cuenta. Las vive de un modo especial. Ahora dice
que la historia de La Creación es falsa, que los escritores bíblicos la falsearon en su
provecho, cambiando aquello que no les convenía.
-¿Por qué habrían de hacer eso? -pregunto extrañada-.
-Por miedo -contesta-, sólo por miedo.
Y sin más preámbulos me cuenta la otra versión de la
historia.
-Es verdad -dice Alma- que en el principio era el caos, pero
no fue Dios quien vino y separó las cosas. Ya sabes... -cuenta-: la luz de la oscuridad,
la tierra del agua y todo eso. Ya sabes... -repite.
Trato de meter baza, pero no hay lugar. Alma prosigue:
-Fue La Gran Madre quién lo hizo. Fue Élla quién creó el
Universo y la Tierra. Y fue Élla la que, cogiendo un poco de barro, moldeó una figura
humana y la llamó Eva; luego sopló sobre ella y estableció su naturaleza divina. Más
tarde le enseñó los secretos de la Creación, y le dijo: 'Para crear son necesarias las
dos energías divinas. La energía femenina tiene el poder de crear, y la masculina el de
materializar la creación'. Pero como Eva vivía dentro de la materia necesitaba separar
sus dos energías para poder crear. Y así fue cómo del vientre de Eva surgió Adán.
¿No crees -me pregunta- que es más lógico que la tontería esa de la costilla?
Intento contestar, pero Alma sigue sin esperar respuesta.
-Y la historia del manzano también está falseada, porque
Eva sí podía comer de él cuanto quisiera. Pero la Gran Madre le dijo que no permitiera
que Adán comiera del fruto prohibido porque entonces querría ser como Eva y el Paraíso
se acabaría. Y ocurrió que Adán se cansaba de esperar las creaciones de Eva para
materializarlas, y en su ionorancia creyó que el poder de Eva provenía del árbol de la
sabiduría y, ni corto ni perezoso, empezó a comer manzanas como un descosido. ¿Te
imaginas al Adán comiendo a dos carrillos?
Pruebo, de nuevo, a decir algo, pero las preguntas
retóricas no admiten respuesta. No sé si es correcto hablar así de estos temas, pero
así se expresa Alma y ¿quién soy yo para distorsionar la realidad?
-Bueno-, prosigue Alma- después de eso vino La Madre y le
dijo a Eva lo que pasaba. La pobre Eva no se había enterado, ya que Adán se comía las
manzanas a escondidas. Había notado que últimamente andaba un poco despistado, pero no
sabía por qué. La Madre le explicó que Adán estaba olvidando su procedencia divina y
ese olvido pasaría a todos sus descendientes porque, al materializarlos, Adán les
transmitiría su amnesia. Eva no se preocupó demasiado, pues en un princípio pensó que
ella podía recordárselo a todos, pero tras lo de Abel y Caín, empezó a tener serias
dudas sobre sus creaciones.
Alma sonríe ante el asombro que debe de reflejarse en mi
cara, pero sigue sin darme opción a decir nada.
-Porque ocurrió -se afana en aclarar- que cuando Adán
olvidó definitivamente su procedencia divina, tuvo miedo, y también ese miedo lo
transmitió a sus descendientes. Tenía miedo de todo; y empezó a temer a Eva más que a
nada. Caín heredó ese terror, no sólo hacia Eva sino también hacia su hermana Abel
porque Abel era una mujer, y, si no, ¿por qué lo describen con características
femeninas?
Ya no hago el intento de contestar las preguntas que
intercala de vez en cuando. Prefiero que termine su historia. Haré mis objeciones al
final.
-Ten en cuenta -sigue diciendo- que Eva no perdió su poder
de creación y Abel, como mujer que era, también podía crear. Por eso Adán y luego
Caín les tenían tanto miedo. El pobre Adán todavía lo llevó bastante bien, pero ya
sabemos lo que pasó con Caín: no pudo soportar la presión y ¡zas! (Alma es muy
expresiva) mató a la pobre Abel Toma aire. Me mira directamente a los ojos. Y continúa:
-¿Te das cuenta? El primer asesinato de la historia lo
cometió un hombre y la víctima era su propia hermana. ¿Te das cuenta? -repite- En ese
preciso instante nació la misoginia. Y si eso no es así, que baje Dios y lo vea. ¿O
debería decir La Madre...? -duda Alma- Ése y no otro es el pecado original, pero, claro,
los que escribieron la historia prefirieron echarnos el muerto a las mujeres y quedar
ellos como angelitos antes que aceptar su responsabilidad. Y además, ten en cuenta...
Ya no son palabras lo que desprende su boca. Su discurso es
un torrente limpio y alegre que, sin saberlo, va contestando y anulando todas las
objeciones que se habían acumulado en mi mente mientras escuchaba su, una vez más,
increíble historia.
Como podéis ver, mi amiga Alma me preocupa. Pero no es ella
ni sus historias lo que me inquieta, sino las dudas que siempre consigue sembrar en mí.
©1997 Rosario Górriz Fons |
Esta historia no puede ser archivada ni distribuida sin el permiso expreso de la autora.
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