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Ternurachip

por Juan Abreu
El rostro terso de Wendy se cubrió de salpicaduras. Pequeñas, mínimas gotas de sangre titilando sobre la piel pálida. Inmaculada. Carnalidad virtual máxima. Tridimensionalidad palpable en las figuras trasmitidas. Lo que los expertos catalogan como efecto chips emocionados. Momento mágico en que los chips alcanzan sentimentalidad. Conseguible, a veces, en raras ocasiones, mediante transplantes de carne virtual a artistas excepcionalmente dotados. Pero eso fue después.
      Expresión página 38.
      Exactamente el momento en que descubre a Peter Pan, sentado en la alfombra, sollozando por la pérdida de su sombra.
      Niño... ¿por qué lloras? Voz porosa. De papel impreso.
      Su ya clásica pregunta daba por inaugurado el espectáculo. Nadie recordaba qué sentido tenía el cuestionamiento en el personaje creado por Disney, centurias atrás. La pregunta significaba esperanza, reafirmación de la invencibilidad e inagotable capacidad de progreso de la raza humana. Poesía máxima de la Tecnología y el Entretenimiento.
      El público enloqueció. El anfiestudio (capacidad trescientos mil; lleno a tope) reverberaba. Veinte mil millones de personas en China y otras tantas en toda Tierra Firme, las colonias lunares y lo que quedaba de Europa aplaudieron alcanzadas por el arte del más grande de los Poetas de la Iglesia de los Born Again Serial Killers.
      Pero eso fue antes.
      El Cielo que protegía Mic City, la más importante megaurbe de Tierra Firme, en la desembocadura del río Hudson, retransmitía en vivo y en directo la función. El Cielo era una burbuja formada por diversas capas de filtros adosados a una aleación de plásticos infinitos, que protegía a los habitantes de la isla ciudad de los rayos envenenados del sol desnudo. Mares de ausencia de ozono en la atmósfera acribillada. El Cielo apoyaba sus patas de hormigón y acero en el espacio antes ocupado por Queens, Brooklyn, Hoboken, Jersey City; en el cenagoso fondo de la bahía junto a la también techada Estatua de la Libertad. Extremidades que se hundían en la tierra bajo la que palpitaban las ciudades subterráneas que rodeaban la isla. El Cielo cubierto de pantallas de cristal líquido, segmentado en parcelas a la disposición de poderosos anunciantes y de las Corporaciones de Entretenimiento. Considerado la primera maravilla de la civilización nacida con la Época del Reorden.
      El Cielo esta vez no era un estallido de anuncios, música, cuerpos y chillidos diversos, sino que trasmitía en cadena. Nadie recordaba, desde las Pestes Programadas para exterminar a pueblos decretados "inferiores, no consumidores, no humanos y eliminables" por la Convención de Consumo y Salvación Mundial, un interés tan unánime de parte de las Corporaciones de Entretenimiento.
      Sólo los partidos de la Liga de Dioses o la Gran Misa Anual Deportiva superaban en audiencia los espectáculos de Wendy, considerado universalmente como una de las personalidades esteticomediáticas más reconocidas e influyentes de la historia de la humanidad.
      El animal pacía tranquilamente. Se desplazaba lento, mordisqueando los jugosos tallos, moviendo a ratos la cola con gesto nervioso que hacía temblar la piel del lomo en un repulsivo espasmo. Un observador superficial, podría haber concluido que estaba en presencia de un animal virtual, igual que el resto del estudio que reproducía una pradera hinchada por la primavera, reluciente de flores; pero todos los observadores sabían que no lo era. Esto había sido constatado por los severos controles de la Comisión Mundial de Entretenimiento. Una institución insobornable más allá de toda duda. Ella había certificado que esa, que llena de sosiego masticaba hierba virtual, era la última cebra natural de la especie (conservada en un zoológico privado, comprada en una subasta de antigüedades por la Corporación Disney, y posteriormente donada por esta a la Iglesia de los Born Again Serial Killers). Aunque la comprobación oficial resultaba innecesaria. Una inspección cercana arrojaba imperfecciones (piel dañada por erupciones, un arañazo junto al belfo, dentadura manchada e irregular, una cicatriz en la oreja; el desagradable, rancio y característico olor de las bestias naturales) inimaginables en un animal virtual.
      Wendy (también conocido como El Artista, El Apóstol, y Master NumberOne entre otros apelativos) apareció rodeado de ayudantes, entre el enorme estruendo del Coro Planetario de Niños Ciegos (ceguera voluntaria que enriquecía el talento musical) que acometía el Himno del ADN. El público sobrecogido observaba conteniendo la respiración. Se dio inicio a la ceremonia purificadora. Kiutty, sacerdotisa e inseparable del Maestro (aún no era Wendy pues la transformación estaba por ocurrir), lo desnudaba. Mientras el resto preparaba el atuendo, planchaba (delicioso detalle epocal) el antiguo traje blanco de escote y falda adornados con encajes y disponía en un orden meticuloso el arma y el recipiente plateado en un extremo de la famosa mesa ceremonial, Kiutty erradicaba todos los pelos del pálido y frágil cuerpo de Wendy y cortaba el pene y los testículos. Miembros de carne virtual, eso se sabía, pero la operación resultaba, de todas formas, impresionante. La máquina depiladora correteaba, profiriendo griticos de alegría, por el cuerpo de El Artista. De un diestro tajo la sacerdotisa delineó los labios delicados y lampiños del sexo de la niña. Braguitas perfumadas. Crujir del vestido, brazos alzados. Talco. Colocó la cinta azul celeste, que dejó al descubierto las pequeñas, delicadas, traslúcidas orejas.
      Kiutty retrocedió un paso. Hizo un gesto de aprobación ladeando la cabeza. Atuendo color turquesa profundo acribillado de agujeros ovalados por los que resplandece la piel cobre chillón. Chupón al pezón derecho. Pausa. Chupón al pezón izquierdo.
      Exclamaciones entrecortadas por el arrobo. Aplausos. Huracán de emociones. Jadeos planetarios. Millones de nuevas solicitudes de manipulación genética de líneas germinales en niñas nonatas. Madres que desean hijas semejantes a Kiutty. O parecidas a Wendy. Millones de solicitudes de clones efímeros y degradables de Kiutty y Wendy, con fines de Entretenimiento Sexual.
      Kiutty tenía senos antigravitacionales tipo chupete, cultivados; se los succionaba mientras realizaba su tarea para delicia y admiración de los espectadores. Su traje los dejaba al descubierto. La autocomplacencia pública estaba muy de moda aunque se consideraba un poco snob en círculos intelectuales.
      Uno de los ayudantes, de piel negra artificial, impecable y brillante, llevaba el falo por fuera de su mono púrpura, dentro de una funda amarilla que terminaba a la altura de la boca. El glande emergía rosado a pocos centímetros del rostro. A cada rato le pasaba la lengua. Cuarenta billones de seres humanos suspiraban al unísono. Millones se sometían en las clínicas del Webland a implantes de penes virtuales estilo Longitud Chupable.
      Cuando Wendy estuvo lista se encaminó a la mesa que destacaba hermosa, arcaica y metálica en el centro de la pradera florecida. Destilaba pureza. Las abejas ronroneaban musicales, las mariposas revoloteaban centelleantes. El vestido, vaporoso y delicado rozaba las puntas de la húmeda hierba. Medias de algodón, salpicadas de flores rosadas tejidas a mano; zapatos de charol.
      Trajeron al animal.
      Cuatro fornidos asistentes lo pusieron patas arriba sobre la mesa. Primer plano. ¡Horror... sudaba! Clamor general. Asco. Temblor en las rayas blancas. Temblor en las rayas negras. Wendy se ajustó los guantes. Tomó el cuchillo de hoja láser e hizo un delicado gesto. La cabeza de la cebra cayó dentro del recipiente plateado. Surtidores rojos siseando. La pradera ya no estaba. Suelo de mármol continuo. Que aumentaba el impacto del espectáculo. El mármol sería parcelado y vendido a prestigiosos Museos y coleccionistas que pujaban en ese mismo instante en Sotheby's, la casa subastadora encargada del arte de Wendy.
      El Coro Planetario de Niños Ciegos entonó el Himno Planeta Virtual.
      Aspersión. El rostro terso de Wendy se cubrió de salpicaduras. Sonrió. Primer plano. Éxtasis.
      La cabeza de la cebra parpadeaba; borbotones de terror primitivo en los ojos; la lengua babosa asomando. Gruesa saliva colgando. Primer plano. Gritos multitudinarios de horror. Chillidos histéricos.
      El cuerpo pataleaba; torso abombado. Ayudantes sujetando las temblorosas extremidades. Primer plano.
      Cuchillo láser trozando el abdomen del solípedo. Plano múltiple. Piel que se abre entrañas que asoman; rostro de Wendy: belleza, equilibrio, pureza. Entrega a La Causa Salvadora de la Virtualidad Total según las Enseñanzas del Resucitado. ¡Alabado sea! Plano simultáneo. Recipiente colmándose. Primer plano. Cuajarones. Cuchillo ceremonial. Primer plano: mano armada. Cuartos traseros. Cuartos delanteros. Ademanes místicos. Musicalidad. Patas cercenadas. Plano múltiple. Cuatro heridas boqueantes hediondas donde estuvieron las patas. Círculo de hueso en el centro de la carne humeante.
      Primer plano: rostro de Wendy. Mensaje: me sacrifico por ustedes, me rebajo a esta hediondez por ustedes, hago poesía de esta suciedad, termino con esta excrescencia evolutiva para que tengamos un mundo mejor, por nuestro Dios Mic El Resucitado, ¡alabado sea!, y por ustedes. ¡Hermanos! Introduce los brazos en la sanguinolencia y extrae los órganos. Estómago, hígado, intestinos. Riñones. Los exhibe en toda su natural, imperfecta, corrupta, mortal, goteante realidad. Orina, excrementos. Detritos. Alaridos. Hedores.
      Charcos de sangre dibujan sobre el mármol continuo.
      Ochenta billones de ojos espantados, asqueados. Ochenta billones de expresiones avergonzadas de que alguna vez sus dueños tuvieran algo que ver con aquella fuente creadora de podredumbre y gusanos.
      Crecen cincuenta por ciento por minuto las ventas de cebras mascotas virtuales. El modelo infantil de cuatro kilos y treinta centímetros de altura con prado florecido perpetuo incluido se impone a sus contrincantes. Doscientos millones de ejemplares de Virtual is Better, el más reciente bestseller de El Artista, se venden en un tiempo record de veinte minutos. Mil millones de personas solicitan mudarse definitivamente para el Webland y abandonar el Viejo Orden.
      Wendy termina el descuartizamiento. Como de costumbre en sus presentaciones, un panel de teólogos se prepara para charlar a propósito de las ventajas de la carne virtual y las humillantes, degradantes condiciones a la que estuvo sometida la especie humana. Acompañada en su aventura evolutiva de repugnantes e infecciosas especies animales.
      Ya limpio el escenario, desalojados e incinerados los despojos, regresa el florecido prado las rítmicas abejas, las mariposas. Introducen, conducida por una docena de niños danzantes, una cebra virtual eterna. Camina elástica, esplendorosa. Ovaciones. Gritos histéricos. Cánticos. Llantos. Himno de la Iglesia de los Born Again Serial Killers a cargo del Coro Planetario de Niños Ciegos. Aplausos atronadores.
      Plano múltiple de los panelistas.
      Un suspiro de alivio escapa de billones de gargantas: recorre las ruinas, los continentes devastados, los infinitos túneles, las ciudades subterráneas, los mares envenenados, las islas basureros, las rutilantes megaurbes techadas, la carcomida atmósfera, los crecientes e infinitos paisajes del Webland.
      Primer plano: rostro de Wendy.
      Ternurachip.

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1 Al momento de hablar este texto (agosto del 2205) consideré innecesario hacer mención de la desacreditada leyenda que atribuye a un oscuro profesor escocés, un tal J. M. Barrie, la creación del personaje de Wendy. Está más que demostrado que es producto del genio sagrado, inmortal e inconmensurable de la Corporación Disney. (Nota del autor). Volver

© 2000 Juan Abreu

versión en inglés

Esta versión electrónica  ha sido publicada en  The Barcelona Review con el permiso del autor.
Esta historia  no puede ser archivada ni distribuida sin el permiso expreso de Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.

biografía

Juan AbreuJuan Abreu (La Habana, 1952) es escritor y artista plástico. Ha publicado Libro de las exhortaciones al amor, A la sombra del mar y Habanera fue. En la actualidad trabaja en una trilogía futurista bajo el título general de Garbageland. Su obra plástica ha sido exhibida en Estados Unidos, Europa y América Latina, y forma parte de prestigiosas colecciones privadas y museos norteamericanos. El relato que publicamos en esta edición de la Barcelona Review pertenece al libro de cuentos del mismo título. Abreu vive y trabaja entre Barcelona y Miami, Florida. Pueden comunicarse con él a la siguiente dirección: jaamim@hotmail.com

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