Amparo Arróspide:
La casa del dolor
Es posible que el
dolor sea una casa
de techo altivo y
puerta con cerrojo,
donde estás tan a
gusto, a veces,
que no escuchas el
filo del acero
rasgando los
tapices,
suspenso por el aire
perfumado:
es heliotropo
mezclado con azufre,
busca posarse en los
rincones;
la ventana se alza
entre el límite y
tú.
Arduo paseo, en el
silencio las escuchas,
voces de otros
tiempos,
leña para el dolor
siempre hambriento
de ti,
exigente como un
recién nacido.
Ya lo amas.
La puerta se
entreabre y tú la cierras:
No hay nada que
temer.
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Poema interrogante
sobre el tiempo que se va, se va...
Si el tiempo no era como el desbordarse de
una copa
o la fuga de los instantes cuenta atrás
la fuga de todos los instantes insensatos
como prófugos
huyendo de tu reloj pulsera
en un movimiento sutil en la quietud
de tu cuerpo viajero
Si tampoco era el tiempo
como una amapola de cabeza cortada en tu
regazo
ni una felina ausencia
o caer vertiginosamente desde la última
ventana del último piso
de una gran torre
describiendo círculos cada vez más
amplios
Si estaba hecha de tiempo o era tiempo
sin ser ninguna de esas cosas:
ni un ciempiés monstruoso
ni una caída hacia la muerte
ni un descenso ni una huida
ni una fuga cuenta atrás ni una ausencia
entonces
¿cómo?
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Sobre la conveniencia de
aprender idiomas
Hoy me daba la gana ser feliz
ser yo sin más sospecha o raciocinio
que la verdad del cuerpo y lo que
tuviese que decir la lengua,
que lo dijera todo.
Que lo intentara, al menos, sin hacerse
ilusiones de heroísmo, aquella lengua
mía, melodramática,
de una castilla extraña, o castellana
del siglo veintiuno.
Hoy me daba la gana olvidar los vocablos,
su sonido y su espuma,
jugar con otras voces de estos tiempos
que laten por debajo,
para olvidármelo todo, hasta las medias
y, si fuera posible, la cabeza.
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Amparo Arróspide:
Griefs home and other poems
Griefs Home
Perhaps grief is a home
with a haughty ceiling and a bolted door
where you feel so comfortable, sometimes,
that you do not hear the steel´s edge
slashing the tapestries,
suspended on the scented air:
it is heliotrope blended with brimstone,
seeking to settle in the corners;
only the window stands
between the limit and you.
Ardous walk, in silence you listen to the ancient voices,
firewood for this grief
always starved of you,
as demanding as a newborn child
whom you already love.
The door opens ajar and you close it:
There is nothing to be afraid of.
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Time that flees, flees
If time was not like a goblet overflowing
or the escape of the instants counting down
the escape of all senseless and fugitive instants
flighting from your wristwatch
in a fine movement of quietude
of your travelling body...
If time was neither
like a poppy in your lap with its head cut off
nor a feline absence
or falling very rapidly from the last window of the last floor
of a high tower
describing circles increasingly wider
If she was made of time or she was time
without being any of those things:
nor a monstruous centipede
nor a falling towards death
nor a descent nor a running away
nor a count-down flight
nor an absence,
how, then...?
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About the convenience of learning foreign languages
Today I just felt like being merry
being myself without further suspicion
nor other rationale
than my body truth and letting my tongue say
whatever it had to say, if anything at all.
Or at least try, without indulging in
heroic thinking, that melodramatic tongue of mine
from a strange Castilia, or a Castilian tongue
from the twenty-first century .
Today I just felt like forgetting terms,
their sound and foam,
playing with other voices of these times
pulsating underneath
to forget it all, even my stockings,
and, if possible, my head as well...
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