índex català noviembre-deciembre 2007 no. 61 |
El día de los inocentes Josip Novakovich
Es difícil encontrar una novela o una historia que aglomere esas dosis de humor y horror. Está demás decir que en español no abundan este tipo de libros, ni en muchas otras lenguas, dedicados comúnmente a una de las dos cosas pero no a ambas a la vez, puesto que se trata de un tema delicadísimo, que debe ser tocado con pinzas y manos de cirujano, como el tema que se toca aquí, el del conflicto de los Balcanes. Su autor, de origen croata, es uno de esos poquísimos autores capaces de escribir genialmente en una lengua que no es la suya, ya que originalmente está escrita en inglés. El Andén acaba de publicarla en español, una de las doce lenguas a las que ha sido traducida. La historia se inicia con el nacimiento del protagonista el día de los inocentes, su padre lo ha bautizado como Iván solo porque fue el primer nombre que “le vino a la cabeza”. Desde ese fatídico día que marca su destino, nos vamos introduciendo en la vida de este personaje entrañable, cuya riqueza y profundidad es reveladora en cuanto a la proporción del complejo ambiente que le ha tocado, haciendo de ella un emblema de lo absurdo o la tragedia. A los 19, Iván es puesto en prisión después de bromear con un compañero universitario sobre matar a Tito. Un oficial oye la conversación y una vez en la cárcel, el propio Tito le ordena compartir un cigarrillo y una charla con él. Más tarde será puesto en libertad tres años antes de lo debido sin que hubiera una explicación. Hilarante y divertida esta novela se lee de un tirón y es una excelente carta de presentación del autor. ________________________________
Véase el extracto “Petersburgo” en este número. Bromas del destino o capricho furtivo de la metatextualidad, el relato corto publicado hace un año en la revista virtual DosDoce bajo el nombre de La desaparición, texto sobre el que gravita la primera y notable novela homónima del escritor castellonense Joaquín Fortanet, desapareció tras una actualización o un rediseño de la página Web. Sin embargo, en un juego de muñecas rusas, como el que propone Fortanet en su novela, el relato corto dejó sus pistas en el índice del link en el que pudo ser leído durante un tiempo (http://www.dosdoce.com/relatos_breves.htm, para aquellos que quieran jugar a ser el Philip Marlowe posmoderno). Así que, fiel parábola de su condición, el relato La desaparición realmente desapareció. Pero dejó sus pistas. Pistas que se convierten en piezas de un puzzle obsesivo para Nicolás, protagonista de la novela y fiel deudor de los personajes nacidos a contracorriente de las tramas conspiranoides, piezas que debe encajar para recuperar el amor de Helena, una chica desconocida que le envío un relato corto que se convierte en el germen divulgativo de una conspiración urbanística, con raíces históricas, filosóficas e, incluso, literarias. (Por lo demás, y para que el juego continúe, en este número de la revista recuperamos el relato desaparecido, esta vez bajo el título “Petersburgo”.)
________________________________ Siempre un poco más lejos
Leer a Álvaro Mutis supone un baño de imaginación en un mundo atiborrado de imágenes carentes de aliento y de poesía, una invitación a leer el mundo desde el hombre, a escuchar una voz que dice unas pocas palabras verdaderas y que se arriesga a mirar hacia el horizonte más lejano, aunque sea una visión que entraña riesgos evidentes. Poeta, novelista, cronista y ensayista nacido en Bogotá en 1923, sus raíces literarias están en un paraíso de tierra caliente, en Coello, la finca cafetera de sus abuelos en las estribaciones de los Andes donde pasaba sus vacaciones y que más tarde se convirtió en seguro descanso a una vocación errante que desde su infancia le llevó varias veces a Europa. Es por ello que las errancias de lugares y sentimientos de Mutis encuentran afinidad en las de Maqroll, personaje heterónimo que acapara la práctica totalidad de su obra y que echa a andar procedente de un libro de versos, desde el poema Oración de Maqroll hasta la saga de siete novelas agrupadas bajo el título Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero, todas ellas datadas entre 1986 y 1993, coincidiendo con la publicación de los relatos La nieve del Almirante y Tríptico de mar y tierra, respectivamente. Si el personaje nace de un poema, la formación de Mutis como narrador hunde sus raíces asimismo en la poesía. La tardía prosa, toda la narrativa desde la Odisea, principio de nuestro imaginario, surge del verso, esa lengua universal perdida que en ocasiones aflora con la magia de su escurridiza presencia. A esa lengua apela la totalidad de la obra poética y narrativa de Álvaro Mutis, que se convierte así en un mapa de los estados del alma que van, desde una inicial celebración de la vida, a la constatación de lo que sucede en el mundo como consecuencia de las acciones mezquinas de los hombres. Maqroll nos ofrece en esta prodigiosa novela una lección sobre la aventura de vivir. Como gaviero, es el hombre que ve más allá de horizonte; entre las gaviotas, frente a la inmensidad y en la soledad más absoluta, es la conciencia del barco. Es el poeta, el que ve más lejos –aquí radica su condena- y anuncia y ve por todos. Encarna esa tremenda experiencia que golpea la vida de todo adulto después de recorrer algunos callejones hostiles y oscuros: la desesperanza ante la puerta cancelada que simboliza el imposible regreso al utópico paraíso de la infancia. El Gaviero es un testigo errante del tiempo y del destino, vagabundo confiado en que hay un orden oculto en las cosas que hará de su deriva un itinerario. Su errancia denota una extraña pulsión hacia lo desconocido de la que surge una estética de tinte existencialista, pues sus andanzas no conducen a nada. Álvaro Mutis revela a través de su mirada el mundo del hombre contemporáneo, el itinerario de una conciencia dentro del caos, la visión propia de quien posee “una fervorosa vocación de felicidad constantemente traicionada, a diario desviada y desembocando siempre en la necesidad de míseros fracasos”, como se describe a sí mismo Maqroll en su diario. Es, por tanto, configuración del héroe desarrollado del paradigma antiguo, pero también su contrafigura, su trágico espejo, más acorde con la filosofía escéptica y desesperanzada del hombre de nuestro siglo pues Mutis, como Conrad, ve en el mar un espejo inquieto que en su movimiento borra todo rastro del paso de los hombres. El Gaviero, antihéroe solitario, acepta con una entrega casi devocional lo que le propone la vida, asumiendo sus actos como un extraño de sí mismo. Como su creador, se nos revela como un ferviente lector capaz de instalarse plenamente en otras épocas y en un ámbito ajeno al presente, lo que le salva de sucumbir a las tribulaciones a que le lleva su vocación de vagabundo. Aprende por lo que va perdiendo y no por lo que va acumulando y en su derrota va en busca del tiempo perdido para hacer con sus jirones una obra bella e inmarcescible. No busca alterar el curso de la vida; sólo constatar cómo fluye el tiempo. A través de su héroe un tanto caballeresco, confiado en sus andares a la providencia, Mutis cuestiona en esta luminosa obra al mundo, interroga a su memoria y establece el ámbito de la escritura de retorno a una utopía marcada desde el comienzo por su propia destrucción. Marginal, no propone una moral ni señala un camino. Perplejo sobre el suyo, se entrega a sus irrisorias empresas con el fatalismo de una convicción trágica: aunque carentes de sentido es imprescindible vivirlas hasta el fin, aunque éstas discurran en los escenarios más sórdidos y desolados, ruinas de las que ha desaparecido todo rastro de belleza y esperanza, y en las que el Gaviero paladea la belleza del fracaso. Mas la raigambre cervantina de Maqroll no se agota en su errático proceder; de él ignoramos su origen y al igual que Don Quijote, llega a apropiarse del autor supuestamente real hasta convertirlo en un personaje de su artificio. Todavía más, la aparición del personaje opuesto y complementario del Gaviero, Abdul Bashur, hombre práctico y desenvuelto, es el trasunto de Sancho Panza que evoluciona como en la novela cervantina hasta confundirse con aquél. Maqroll, figura anacrónica que aparece en un tiempo y espacio hostiles, es una suerte de Quijote demasiado consciente de sí mismo y del mundo que le toca vivir. Es, acaso, el último héroe posible en un mundo a la deriva, sin orillas ni centro. El espacio en el cual se mueve ya ha recibido el influjo de los fenómenos que han dado y quitado forma al mundo contemporáneo. Al rechazar la modernidad que lo circunda y repudiar la esterilidad de un progreso que se devora a sí mismo, Mutis no profetiza. Ubicado en un páramo tan hostil se limita a ofrecernos la consoladora mentira de esas fábulas verdaderas que iluminan nuestros días. Por eso nos recuerda: “Sigue a los navíos. Sigue las rutas que surcan las gastadas y tristes embarcaciones. No te detengas. Evita hasta el más humilde fondeadero. Remonta los ríos. Desciende por los ríos. Confúndete con las lluvias que inundan las sabanas. Niega toda orilla”. Carlos Vela |
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