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Celos tibios y desarticulados
Celos
Catherine Millet
Anagrama, Barcelona, 2010
Celos de Catherine Millet es la otra vida de Catherine M., como ella misma subtitula este libro; una nueva incursión detallada de la vida sexual del personaje (Catherine M.), al igual que el libro anterior publicado también por Anagrama, La vida sexual de Catherine M., pero en este caso, asumiendo un riesgo menor, tanto en la trama como en el punto de vista de lo narrado y en la estructura que se le ha dado a este nuevo libro; libro que vendría a ser una segunda parte de ese primero tan bien logrado.
Si la apuesta del primer libro de Millet estaba en asumir el riesgo de exponer la vida sexual desenfrenada del personaje, este segundo intenta exponer el conflicto de una mujer ya madura que ha perdido el encanto, el riesgo y la perversión que respiraba en un primer momento, y que se ha volcado hacia el voyeurismo seco, sin sexo de por medio; el voyeurismo de una mujer medianamente celosa; a modo de una obsesión tibia y neutra de perseguir a Jacques, el marido, que aún respira una sexualidad saludable y plena, obsesión anterior que ha derivado en sólo mirar de lejos y fantasear flojamente con la vida sexual plena de su objeto amado.
Ahora bien, al igual que el libro anterior, está narrado en un tono confesional. La autora volverá a trabajar de forma impecable la frontera entre ficción y realidad, en que nuevamente el personaje nos podría hacer pensar erróneamente que es la propia autora, al llamarse éste Catherine M., y el marido su pareja Jacques; pacto estratégico entre el autor y el narrador del libro, que hace pensar que el autor es el personaje del mismo.
Eso no alcanza para dejar de echar en falta, además de la prosa desbordada y con aires libertinos del primer libro (que ya no se asoma en éste ni en sus momentos más intrépidos), el foco de trabajo de este texto o la promesa del mismo, que sería el desarrollo de la mutación de la sexualidad de la protagonista en la articulación de lo que llamamos los celos, o la fantasía de ser ese otro que el ser amado desea. Esa mutación se muestra de forma desarticulada y tibia, no como el gran libro del que podríamos poner como eje deseado de Celos: La mujer rota de la escritora también francesa Simone de Beauvoir. Al contrario de este último, en Millet sólo encontraremos el asomo de unos celos tibios y mal articulados como conflicto central, celos que la autora no llega a explotar al máximo para dar fuerza así al personaje que intenta construir: una mujer con una tremenda celopatía.
Así es como en la lectura nos costará identificarnos con el tópico central del libro, ya que la protagonista, Catherine M., pareciera que no alcanzará a sentir en ningún momento del texto, los celos de los que tanto alarde hace; sino más bien, pareciera que sólo estuviera abocada a esa alharaca de la posibilidad de sentirlos y, más que a eso, a la pérdida de los años mozos, rumiando acerca de la edad que se le ha venido encima.
El eje central del libro se trasladará de los celos a una mujer (promesa del texto) a la pérdida de su deseo sexual desenfrenado, a los años maravillosos que quedaron atrás, y nosotros lectores, también celosos de no haber encontrado acá a esa otra Millet, esa que escribió La vida sexual de Catherine M. Claudia Apablaza
Deconstruyendo a Riba
Dublinesca
Enrique Vila-Matas
Seix Barral, Barcelona 2010.
“¿Por qué hay mujeres que tienen ese hechizo en los ojos?”
Ulysses, James Joyce
No poco se ha escrito sobre Dublinesca, la última novela de Enrique Vila-Matas; se la ha reseñado desde diversos ángulos y por numerosos críticos, ensayistas, escritores, blogueros, etc. Lo que el autor de este artículo se propone en cambio no es más que un juego, sin propósito de desvelar verdad alguna o arrojar luz sobre un tema concreto, acaso se trata de oscurecer aún más uno de los aspectos centrales de la obra: el del protagonista.
Aunque muchos se empecinen y otros caigan inconscientemente en imaginárselo al leerla -como, reconozco, fue mi caso- Vila-Matas ha declarado en repetidas ocasiones que Riba, el editor jubilado que protagoniza la novela, no está inspirado en el editor Jorge Herralde.
Considerando que Vila-Matas no le falte a la verdad, o que le falte en parte, he optado por atenerme al texto y basarme en un pequeño pasaje que posibilitaría la especulación, el aspecto lúdico que invitaría a fabular con las partes de las que se compone el protagonista en caso de que fuera una especie de Frankestein hecho de distintos editores. El punto de partida se encontraría en la página 35 y dice: “Mi biografía es mi catálogo.”
De ser cierto esto, Riba estaría compuesto por los editores que publicaron los libros del catálogo que en Dublinesca se le atribuye. La otra posibilidad es que el catálogo sea la biblioteca del archi heterónimo del autor, Wilem Vok. Si a usted, respetado/a lector/a, esto le parece un ejercicio inane, un completo disparate, le recomiendo que mejor no siga leyendo porque tiene toda la razón.
Pero vayamos al grano:
El primero de los libros que pertenece al catálogo de Riba es La educación del estoico de Fernando Pessoa, un libro escrito bajo el heterónimo de Barao de Teive. La obra la publicó en Argentina la editorial Emecé, cuyo catálogo consta de autores como Borges, Bioy Casares, Kafka, Nabokov, Greene, Mailer, Sábato o César Aira. En España fue publicada por Acantilado/Quaderns Crema, por un editor que podría serle familiar al autor de Dublinesca: Jaume Vallcorba. Vallcorba comparte muchas de las características de Riba: ambos andan en la sesentena, ambos vienen de otros mundos pero han pasado la segunda mitad de su vida en el mundo editorial, ambos son catalanes, ambos tienen reconocimiento y prestigio internacional, ambos llevan una editorial independiente, algo a medio camino entre los grandes consorcios y la pequeña editorial. A juzgar por su propia bibliografía, Vallcorba gusta de teorizar (Riba se está quitando), y teniendo en cuenta su catálogo suscribiría la frase sobre los cinco elementos esenciales para la novela del futuro:
“intertextualidad, conexiones con la alta poesía, conciencia de un paisaje moral en ruinas, ligera superioridad del estilo sobre la trama; la escritura vista como un reloj que avanza.” (15)
Como dato curioso, Vallcorba empezó su carrera publicando a Quim Monzó, autor que asegura intentaron usurparle con la tentación de un cheque en blanco sobre la mesa. Ahora sin embargo lo sigue editando en catalán y afirma no tener nada resuelto el hecho de que sea Jorge Herralde su editor en español.
Otro de los libros publicados por Riba es El anillo de Clarisse, de Claudio Magris, publicado en 1984 por Edicions 62. La editorial tiene 40 años, como Anagrama (unos más, unos menos…) y los fundadores son Ramon Bastardes y Max Cahner, aunque el personaje a rescatar es el editor literario de la casa: Josep Maria Castellet. Más allá del literario, Castellet goza de un notable reconocimiento como defensor y promotor de la cultura catalana. Dueño de una obra poética de gran relevancia -compilado en Nueve novísimos poetas españoles- Castellet también destaca como ensayista y curiosamente escribió artículos sobre un tal Carles Riba. Carles Riba fue un humanista con grandes dotes poéticas, por otro lado fue traductor de Kafka, de Rilke, de Hölderlin, entre otros; durante la Guerra Civil consiguió escapar hacia Francia junto con Antonio Machado. La resonancia del nombre podría limitarse a un mero hecho acústico… Castellet nació en Gràcia, Riba en cambio vive cerca de Gràcia, “pasada la calle Verdi”, al lado de Parc Güell, donde vivía Vila-Matas. En la bibliografía de Castellet hay un par de libros que no me extrañaría estuvieran en la biblioteca del autor y en una hipotética bibliografía de Dublinesca: Memories poc formals d’un editor literari y Seductors, il-lustrats i visionaris. En el segundo, los personajes provienen del mundo de la cultura pero desde otra perspectiva son escritores y editores -recordemos que Vila-Matas se extraña de que los escritores no escriban sobre editores, conociéndolos tan de cerca-; ellos son: Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Joan Fuster, Alfons Comín, Manuel Sacristán y Terenci Moix.
Otro de los libros que Dublinesca atribuye al catálogo de Riba es Un hombre que duerme, de George Perec, publicado por Impedimenta, el editor: Enrique Redel. En principio Redel y Riba tendrían poco en común, Redel no es catalán sino madrileño, y en cuanto a la edad, podría ser su hijo. Pero atención: Redel afirma haber leído ¡tres veces el Ulysses de Joyce!, dato que no puede pasar desapercibido. En un artículo para Eñe en el que queda patente el haber dado el “salto inglés” mucho antes que Riba, Redel demuestra ser no sólo un gran conocedor de la obra del irlandés sino de su vida y milagros. De hecho, en entrevista telefónica, Redel confesó para TBR: “yo me pasaría todo el día hablando de Joyce!”
En el artículo en mención se lee:
“James Joyce, alcohólico superdotado para la apostasía y el erotismo à la irlandaise, gorrón compulsivo, cantante pasable, solía animar por carta a su compañera sentimental, Nora Barnacle, a que se liara con algún amigo a fin de ver de primera mano cómo se sentía un cornudo, y así poder construir con mejores mimbres su personaje de Leopold Bloom. Murió de muerte natural, pero hasta en eso fue genio y figura: Nora, al expirar él, exclamó: “Fue un fanático.”
Otro dato que ningún sabueso pasaría por alto es que Redel empieza por R como Riba y se llama Enrique como Vila-Matas, al tiempo que podría ser un “anagrama” del apellido Herralde. Pero hay más, Redel asegura que en los libros que ha publicado de Perec siempre ha mencionado en las contraportadas, aunque sea de rebote, a Vila-Matas. Por ejemplo, la cita: “George Perec es, sin duda, el novelista más grande de la segunda mitad siglo XX” aparece en la contraportada de Lo infraordinario, la frase se la escribió Roberto Bolaño a Vila-Matas en una carta privada, y éste, en cierta ocasion, lo reveló públicamente. En Un hombre que duerme se lee -esta vez sí- una cita del autor de El mal de Montano: “Entre los libros que me cambiaron la vida estuvieron los de Perec. Recuerdo haberlos leído con fascinación.” Difícilmente Vila-Matas pasaría por alto el guiño que Redel le hace en las contraportadas, lo mismo que difícilmente Redel no vería devuelto el guiño al leer Dublinesca. Sin olvidar que Vila-Matas en diversas oportunidades ha manifestado su afición por la película Spider, de Cronenberg, y su protagonista, interpretado por Ralph Fiennes, fascinación que Riba equipara a la que le produce el protagonista de Un hombre que duerme de George Perec.
Riba ha publicado también La invención de la soledad, de Paul Auster, editado por supuesto, como bien imaginaba querido/ lector/a, por Anagrama. A estas alturas ya todos sabemos que el artículo tenía que acabar con Jorge Herralde. Y adelanto ya mi aventurada conclusion, dado que no conozco en lo personal ni a Vila-Matas ni a Herralde, ni sé siquiera por terceros de la relación que mantienen o mantuvieron ni de las consecuencias tras la ruptura del autor con Anagrama, pero uno no ignora tampoco que en todo retrato y en toda parodia hay un elogio. Aún puede que Vila-Matas haya hecho de partes de Herralde a Riba, o se haya fusionado con él para dotarlo de cualidades, defectos y virtudes, logrando uno de sus más intensos personajes, revestido de grueso relieve psicológico y situado en una serie de encrucijadas: su condición de hombre mayor sin hijos, de editor de reconocido prestigio en una era de cambios en la industria, de un apasionado de los libros que van más allá de lo literario y cuya influencia en el mundo de la cultura es indiscutible, en una época en la que la palabra cultura puede ser una arma arrojadiza; “el último gran editor”, en suma, todo lo cual justificaría plenamente el acto inconsciente de ponerle la careta de Jorge Herralde al armazón de Riba. ¿Qué mejor elogio podría hacérsele a Herralde tras una carrera editorial de más de 2500 títulos, en su mayoría imprescindibles? Verse convertido en un mitómano empecinado en celebrar un funeral por la era Gutemberg en la patria de Joyce, en uno de esos gestos que evocan la manía protocolaria del Caballero de la triste figura; haciendo a un lado las miserias del personaje -su tacañería, sus mezquindades y las pequeñas maldades contra sus autores- ¿en que otro editor podríamos pensar si no en Jorge Herralde al leer esta magnífica novela? Esto, Vila-Matas, sin duda, tenía que haberlo calculado.
Para concluir, respecto a que Riba estaría a la espera de vender su patrimonio a una editorial extranjera, Herralde ha afirmado que el día que ya no esté, la editorial la heredará su mujer, Lali Gubern. A Elena Pita, periodista de El Mundo, le respondió: “ella conoce las salidas", y agregó la posibilidad de "un acuerdo con editoriales independientes o la venta a un gran grupo.” A mí, particularmente, me respondió de manera algo misteriosa que habría un joven heredero ya elegido. (Hay un documental cosechándose en la pantalla frente a mí en el que hay una secuencia dedicada a este momento).
Este artículo podría extenderse mucho más pero dejo cabos sueltos para quienes pretendan continuarlo por su cuenta y riesgo. Por mi parte, se trata de mi última colaboración en calidad de editor de esta revista. Ha sido todo un placer. EEU.
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