Lucas García París
Moonwalking en Tegucigalpa
Nunca has estado en esta habitación. Susurro de aire acondicionado. Poca luz. Es como soñar, piensas. Pero más vivo. Diáfano.
Recorres el cuarto. Un piso de mármol viejo, una alfombra genérica marrón. En la cama la forma de tu cuerpo compuesta por pliegues y dobleces.
Una mesa de noche de chapa de madera, una lámpara con una pantalla de desvaído caqui. Abres el único cajón. Tomas la biblia de segunda mano y la abres en cualquier parte:
Eclesiastés 9:5, “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tiene más paga; porque su memoria es puesta en olvido.”
Buscas un baño, enciendes la luz.
En las paredes estallan azulejos celestes, una ducha cubierta con una puerta corrediza de acrílico opaco. Tu rostro materializado en el espejo sobre el lavamanos.
Es tu rostro “Thriller”. Tu rostro 1984. África y el imperio Greco Latino. Quincy envolviéndote con su instinto infalible.
Haces expresiones. Alegría/ Sorpresa / Intensidad. Recreas medio millón de portadas y tapas de vinilo, viajas en el tiempo susurrando un viejo hit.
Se escuchan disparos. Ensayas unos pasos y abres las cortinas del balcón. El sol te encandila. En la calle avanza un pelotón de soldados. Reprimen una manifestación. Disparos al aire y gases lacrimógenos.
Oyes gritos, imprecaciones. Reconoces insultos en español.
El paisaje no te dice nada. Eres incapaz de precisar dónde te encuentras.
Te pones unos brillantes zapatos de patente. Te calzas el guante de lentejuelas. Tomas tu sombrero de la esquina del espaldar de una silla.
Los pasillos del edificio están desiertos. No hay ascensor. Bajas un par de pisos por escaleras pobremente iluminadas, bombillos de luces parpadeantes, sonando como si la luz fuera un insecto atrapado en un frasco.
Es la recepción de un motel. El recepcionista y una mujer de limpieza mirando la televisión. Sus rostros pávidos y aindiados iluminados por la pantalla.
Pasan caricaturas, luego un boletín especial. Ves a un hombre de anteojos en medio de un congreso. Sus palabras no tienen el menor sentido. La mujer de limpieza se persigna. El recepcionista se pone a vitorear.
Sales a la calle. Alguien lleva a un amigo herido. Un jeep de ejército pasa por la esquina. Visualizas una coreografía que solías ejecutar, ensayas unos pasos, empiezas a calentar.
Las tiendas y los comercios están cerrados. En ocasiones puedes ver figuras en las ventanas de los edificios, miradas preocupadas, de inquietud. Un periódico olvidado en el banco de un parque. No entiendes las palabras pero reconoces cual es el cabezal. Lees El Heraldo. Lees Tegucigalpa.
Tegucigalpa, pronuncias. No suena nada mal. No sabes en que país te encuentras, pero al menos sabes el nombre de la ciudad. Tegucigalpa, repites, como el nombre de un antiguo guerrero apache, como el nombre de uno de los planetas de Star Wars.
En tu mente ya esta organizada la presentación. La canción que vas a interpretar, los pasos introductorios de la coreografía.
Gritas:
Good night, Tegucigalpa.
Tarareas los acordes introductorios, empiezas a cantar.
Billie Jean was my lover
She is just a girl who claim that I am the one
But the kid it is not my son
Cantas sobre los gritos y los tiroteos, te deslizas por una calzada esperando que los adoquines empiecen a brillar. Cierras los ojos y bailas.
Haces tu moonwalking en Tegucigalpa.
© Lucas García 2012
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Bio: Lucas García París es un escritor Venezolano, que actualmente reside en Vigo. Ha publicado los libros La Más Fiera De Las Bestias (novela), Payback (relatos) y Rocanrol (novela). Es Columnista y caricaturista del Diario 2001, y columnista del portal Prodavinci. Ha ganado los premios Concurso de Cuentos Sacven, y el Franciso Herrera Luque (Random House Mondadori) de novela.
En 2009 formó parte de los escritores que representaron a su país en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara.