Brisa en la nuca
Victoria Martín
Wilfreda paseaba su vidriosa mirada por los estantes de la perfumería, intentando regar sus ojos con la agradable y nítida visión de los frascos perfumados.
Esencia de rosas, rosa mosqueta, crema de rosas y un rosario de frascos de aceite de rosas con esencia a pétalo de malvarrosa.
Las baldosas del suelo brillaban ostentosas. Un brillo que a Wilfreda se le antojó insultante. Pero todavía le quedaba mucho por ver. Entre perfume y crema, dio con algo que creyó infalible: una crema hidratante desmaquilladora. Pero era un poco complicado: había varias. Las de la estantería inferior, la obligaban a agacharse. Las de la estantería superior eran inalcanzables. Quizá alguien se encargaba de poner las cosas en su sitio.
Sonrió por tercera vez a la dependienta.
–Dígame, qué desea –le volvió a preguntar esta con diligencia.
–Busco… una crema hidratante desmaquilladora.
La dependienta dudó con una arruga en la frente que se convirtió en seguida en un pliegue sinuoso. Quizá ella también era usuaria de las cremas.
–Vamos a ver, le explico. Una cosa es la crema desmaquilladora y, otra, la hidratante. No son lo mismo. Son cosas distintas. ¿Qué buscaba?
–¿La crema hidratante desmaquilladora no hidrata?
–No. Vamos a ver: no son lo mismo. Por un lado están las desmaquilladoras, y por otro, las hidratantes.
La dependienta de arruga sinuosa miró rápidamente a Wilfreda de arriba abajo. Rápido escaneo olfativo- comercial.
–Mire, acompáñeme. Tenemos esta crema natural, muy espesa e ideal para pieles secas, cien por cien esencia de melocotón, que sirve para alisar arrugas y con cero parabenos. Es muy buena, y está muy bien de precio. Está de oferta –recalcó, mirando a ambos lados.
–¿Hidrata?
Dependienta miró fijamente a Wilfreda y se cruzó de brazos.
–No… esta no.
–Pero es para pieles secas.
–Es para pieles secas que necesitan… tratamiento antiarrugas. No hidratación.
Wilfreda miró a Dependienta con tres cremas en la mano. Lo que quería parecía lejos, muy lejos de sus pretensiones. Miró a su alrededor y caminó hacia la sección de hidratantes sin hidratación.
Detrás de ella, justo a la altura de la nuca, soplaba una suave brisa.
Se dio la vuelta rápidamente para advertir la frente sinuosa de Dependienta acercándose lentamente a la punta de su nariz. De pronto, el relieve de aquel ceño empezó a volverse abrupto.
Dependienta meneó las rodillas. Le gustaba el orden y la pulcritud. También en sus uñas: se las examinaba con gesto de frustración. “Por qué no me habré levantado hoy temprano para arreglármelas…”. Se enojó consigo misma.
–…¿La puedo ayudar, Señora? –volvió a repetir, mirando hacia el techo con un suspiro calculado.
Wilfreda le volvió a sonreír. Cogió otra crema, aliviada:
–Esa crema es antimanchas –se oyó por detrás de Wilfreda.
–Pero pone hidratante.
–Hidrata la piel para borrar las manchas del sol.
–¿Sólo para eso?
–Exacto.
–Entonces, lo que hace básicamente es borrar, ¿no?
–Ni más ni menos.
–Pero es líquida.
–Bueno… –Dependienta cogió aire y movió las comisuras de los labios hacia la consecución de una frágil sonrisa–, tiene una composición especial que borra y, además, es líquida. Ingredientes muy buenos que recomendamos y promocionamos aquí y avalados por el mercado.
–¿Cuáles?
–No lo sé. Lo pone en la etiqueta.
Se apagó un fluorescente. Era la hora de cerrar. La música de la perfumería, animosa, daba paso a una cadencia más espesa. Wilfreda notaba una brisa caliente en su nuca.
Se dio la vuelta por última vez. La dependienta le lanzó una mirada de diplomático hastío. Dejó de examinarse las uñas, por fin.
–¿Qué está buscando, Señora?
–Trabajo.
© Victoria Martín
Victoria Martín es traductora, escritora y narradora. Se dedica a impartir sus talleres de expresión literaria (El Relato Corto, 2015; La Trama, 2016), a ofrecer sesiones de cuentacuentos y a escribir novela, teatro y cuento. Su experiencia en la traducción recoge todos los estilos; ha publicado poemarios y reseñas, y riega asiduamente de palabras su blog, textosensolfa.com.
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