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índex català      marzo - abril 2006   n° 52
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lentiniSelección de poemas de Javier Lentini (Barcelona, 1929-1995, preparada por su hija, Rosa Lentini

Médico y cirujano, viajero impenitente, fue sobre todo poeta y fundador de las revistas poéticas Hora de Poesía (1979-1995) y Asimetría (1986-1988). Desde que se hizo cargo de la sección semanal de poesía de la revista Jano (1972-1984), donde comentó a más de doscientos autores, se convirtió en colaborador permanente de prensa, radio y televisión sobre temas de viajes, medicina, etnología y poesía de otras culturas. Publicó los siguiente poemarios: Cantos de muerte y añoranza, 1969; Poesía espacial, 1973; (Continuación) (Continuará ), 1974; Museo de exorcismos, 1974; Trilogía prohibida, 1977; Museo de máquinas, 1979; Museo de máscaras, 1980; Cronología, 1982; Diccionario perpetuo, 1984; Invención del otoño, 1988; Código de lo inmóvil, 1988; Exploración de la palabra, 1988 (Antología); Espejismos, reflejos, dioses y otras imprescindibles realidades, 1991; Viaje a la última isla, 1991; Frases, ecos, juegos y cuentos, 1995. También cabe mencionar su ingente labor de traductor de autores como Jlébnikov, Yannis Ritsos, Pier Paolo Pasolini y Samuel Beckett. Recogidos en numerosas antologías, sus poemas fueron traducidos al italiano y al francés.

 

La sal

 

Perdí la última caravana de la sal

Yo mismo hube de cortar

los bloques rectangulares y comenzar la travesía del desierto

desde el lago Assal

el punto más bajo de África

donde el agua se evapora por el intenso calor

y deja accesibles los preciados cristales

Debo llegar

al puerto de Mopti

Desde allí

por el río Níger

venderé la sal de la vida de poblado en poblado

Cuando me cruzo con alguien por el camino

-siempre otra caravana

nadie se aventura solo entre la arena-

me contemplan como se mira al loco que se cree insecto

o espejismo

No llegan más viajeros que sigan mi pista

ni alcanzo a los que me precedieron

 

De vez en cuando

pruebo la sal con mi lengua

y eso me cerciora de que estoy vivo

Pero no sé ya hacia dónde queda Mopti

Ignoro si es sal

lo que transporto

a pesar de que mis labios lo crean

o si quedará algo de ella cuando llegue al final

ni su precio

ni su pureza

ni su peso

-tan insostenible

ahora-

Pero la aferro fuertemente entre mis brazos

porque debo creer en ella

para alcanzar

cualquier lugar y seguir pensando

que mi viaje

mi soledad

o la sal

sirven de algo

 

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 Dewa Kumari

I

Las grandes ruedas de madera del carro de la diosa-niña 

hunden la tierra arrastrado por cuerdas de seda

-Tienes un aire extraño

con ese único ojo entre tus ojos

que llora a destiempo siempre

Los párpados de la Dewa Kumari

pintados de kohl

tan abiertos por el temor

descubren que el mundo tiene excesiva luz

y el malestar por los gritos de los que son aplastados

–Si quiero evitar tu pena tendré que dejar de amarte

El brahmán aspiraba el humo cálido de la pipa de arcilla

directamente a sus pulmones

Ninguno de los dos mellizos

que la mujer apretaba bajo sus brazos

había llorado al nacer

Las gallinas cruzaban la calle repleta

sin miedo a los soldados ni al estruendo del carromato

Algo más allá unos niños imaginaban

mover la marioneta de esqueleto blanco

 

Me dejé manipular con cierto alivio mientras

el barquillero cantaba: -¡EI dos! -y los ojos pintados

se volvían para mirarme como si nunca me hubieran amado

El niño tomó entre sus manos sucias

“El Ojo de Buda que Todo lo Ve” y cubrió con él su cara

Pero tan sólo me miraba a mí

Nunca volverás a permitir

que tus ruedas me besen

porque olvidé regar tus buganvillas

y mi saliva no logra reverdecer las hojas secas

a pesar de que los geranios la yuca y los cactus sigan vivos


II

Te lo dieron todo:

Pasteles con azulados trozos de cielo

dulces por el semen de las abejas cuando aman a las flores

redondas piedras preciosas como orbes que las manos de un rey

engarzaran cual cuentas de colores a tu cuello

servidores que se doblegaban a tu paso como bambúes jóvenes y te

alcanzaban con sus manos los grandes mundos de tus deseos pequeños

-Eres amada eres respetada eres diosa -te decían

El palacio bajó sus párpados para conservar tu palidez

y abrió inmensos salones que recorrías escuchando todos los silencios

Pero en tus sueños las paredes se fundían en risas distintas

y te brotaban plumas de los dedos y flores de las lágrimas

En una ocasión te pasearon por las calles en una gran carroza

y los gritos de amor te asustaron

Pero cuando un rey

se postró ante ti

te creíste por fin diosa

Exigiste entonces que te enfriaran el fuego

que la sal fuese dulce y cambiasen a diario los colores de tus peces

Quemabas insectos en tu luz y con tus uñas

rasgabas las manos de quienes te servían o adoraban

Pero un día brotaron de tus piernas sangre y deseo

te expulsaron del palacio y fue otra niña la nueva diosa

Centenares de mujeres en fila portaban sobre sus cabezas

los capacillos con tierra

Tras las rejas del prostíbulo

se ofrecían unos ojos pintados con kohl

 

Nunca osarás ya decir:

-¡Fui amada fui Kumari! -porque conoces que el castigo de crecer

no es tan sólo la pérdida

sino el haber creído

en la eternidad de un paraíso

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The Rothko Chapel (Inédito)

 

El negro junto al negro como noches guardadas 

igualdad sin valores hasta que el ojo aprende 

Las lisas desiguales superficies que laten

se ordenan sin deslices obstinadas partículas

lunares fin de un cosmos experto: Los violados

colgando de los negros llorando entre las líneas

o apretándose en sumo respeto mutuo mágico

 

Desearías que no hubiese acontecido

Esperabas los verdes graves roncos y tensos

o incluso los azules incómodos y bruscos

no ya los amarillos ladrones de maitines

ni naranjas rojizos cabellera de ocasos

 

Mas la lección es esa: No existen igualdades 

                                                  ni en noches ni en la calma :

Lo que tu ojo ve

lo creó tu alma antes

 

                                     (Houston, septiembre 1988)

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© Javier Lentini

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