ÍndiceNavegación

índex català     octubre - noviembre 2006   n° 55

Diálogo con Mariana Enríquez:

 Mariana EnríquezPosgótico, periferia y literatura de mujeres

Por Olga Rodriguez

                       

Si bien no hay manera de desvanecerse del todo o de escapar de una misma permanentemente, sí hay muchos modos de intentarlo por un rato, con drogas, con imágenes, con sonidos, con cuerpos y, a veces, con palabras. Buscar nuevas fórmulas nunca está demás sobre todo si se ha sido abusado sexualmente y se vive entre locos, como Matías Kovac, protagonista de la última novela de Mariana Enríquez: Cómo desaparecer complemente.

Mariana llegó a Lima invitada por la Cámara Peruana del Libro a la undécima FIL para presentar su obra y también para hablar acerca de la antología Una terraza propia. Nuevas narradoras argentinas , compilada por Florencia Abate, en la que aparece un cuento suyo, "Ni bautismos, ni cumpleaños".

Con un look entre punkie y apurado, la vi por primera vez en el lobby del hotel antes de un almuerzo con otras escritoras en un conocido "chifa" limeño (restaurante chino). Se mostraba receptiva y cómoda, pese a que ese era su tercer viaje en apenas dos semanas, pues venía recorriendo otras ferias del sur de Argentina.

Me presentaron como la moderadora de una mesa que se daría ese día más tarde llamada "Joven Narrativa Latinoamericana", en la que estarían ella, Florencia y el recientemente premiado Santiago Roncagliolo. El evento transcurrió sin contratiempos: hablaron de sus filiaciones literarias, de sus rutinas (la de Mariana era particularmente esquizoide, porque su trabajo propiamente creativo se da en la madrugada después de su jornada en Página 12) y de cómo veían la naciente narrativa de sus países.

La charla con Enríquez se dio la tarde siguiente. Me interesaba que ahondara en la trama espeluznante de Cómo desaparecer completamente , que tiene de personaje principal a un adolescente, Matías, víctima de la pederastia de su padre. Él convive con una hermana, ex consumidora de drogas duras y viuda de un microcomercializador, que se voló parte de la cara en un intento de suicidio; con una madre neurótica, evangélica y que no hizo en su momento nada por sacarlo del abuso; con un sobrinito autista; con los cuadernos de Cristian, el hermano que huyó a Barcelona y que se borró del mapa; y con una enfermera-empleada que se hace cargo de Carla, la hermana-monstruo. Otra de las presencias que perturban la mente de Matías es la de su barrio, una "villa miseria". Comencé entonces, por preguntarle a Mariana cómo es su relación con las ciudades y específicamente con Buenos Aires.  

- A mí BA me encanta. Me encantan las ciudades grandes. Me gusta el anonimato, cierto peligro, últimamente que estoy un poco más vieja la sufro también. Es el ambiente ideal para ser joven en general, no solo para ubicar una historia narrativamente. Hay otro sentido, la posibilidad de moverse, de desaparecer, de construir diferentes identidades, la circulación que te da me parece propicia en un momento de construcción de la identidad.

- Y tu apego por los barrios bajos, ¿cómo nace?...
- Me llaman la atención, primero por una cuestión autobiográfica porque yo nací en un barrio así. Y además porque son como los restos de la ciudad. Me atrae dentro de la literatura lo simbólico de la geografía. BA es la gran urbe donde casi no hay villas, después viene todo este cordón industrial abandonado y detrás de eso la mayor aglomeración de gente de la República Argentina, que son la mayoría inmigrantes del interior e inmigrantes también de América Latina. Esto se llama 'El gran BA'. Son los restos de la ciudad, lo que ella   expulsa, la periferia. Claramente es un lugar de extramuros, lo que hace que la ciudad termine siendo una especie de ciudadela medio inexpugnable. Aunque es muy cerca geográficamente, simbólicamente salir de El gran BA hacia capital, hacia la ciudad de BA, es lejísimos, como si fuera otro mundo. En los últimos años han eliminado ciertas redes de transporte. Ahora para llegar a un barrio que está a 15 kms. de la ciudad hay que tomar tres buses. Entonces esos chicos viven lejísimos y estas zonas terminan siendo una especie de mito estando al lado.

- Un mito que me imagino se condice con tu simpatía por la literatura gótica. Es decir, estos paisajes medio fantasmales, de extramuros, favorecen una retórica posgótica, un nuevo gótico argentino...
- Yo lo veo muy así, además porque El gran BA de la parte sur, que es donde yo nací, está dividido por El riachuelo, un brazo pequeño del Río de la Plata, donde el agua es completamente negra porque está contaminado hasta el escándalo. Tiene muy poca profundidad. Es todo barro, basura, porquerías. Y muy frecuentemente   -- esto es una situación totalmente gótica - se caen los coches y se hunden en esta agua negra poco profunda, que además tiene un olor muy particular, tanto de la curtiembre como de nafta. Es un cinturón de agua podrida que divide simbólicamente la gran urbe de "el resto". En el norte, que es la parte rica, también hay ríos, pero limpios. Por otro lado, las fábricas son totalmente fantasmales. Ahora algunas las están transformando en shoppings , pero la mayoría no. Por ejemplo quedan en pie muchos mataderos vacíos.

Luego de oír esto sobre BA, completamente nuevo para mí, me pareció genial la manera irónica y perversa que tenía Mariana al señalarme con la mano cómo se iban hundiendo los carros en este riachuelo negro. Y se me figuraba también bastante singular que no hubiera mucha literatura sobre El gran BA, que persistiera en esta imagen de la BA europea, que llama al turismo pero que termina siendo no del todo cierta. A lo que ella respondió así:

- La literatura argentina más canónica está preocupada en los juegos del lenguaje, que por supuesto, no es que a mí no me interesen, pero no encuentro allí el anclaje real de lo literario. Yo necesito lo afectivo, algo con que relacionarme y a partir de ahí construirlo con el lenguaje. Este es un espacio que a mí me funcionó de las dos maneras, para construir un lenguaje y para hacer una narrativa de lo real. Ahora, estoy haciendo un cuento que no solo toma esa periferia sino también el interior. Hay muy poca literatura del interior escrita por porteños. La mitad de mi familia vive en Corrientes que es un lugar muy particular porque está muy cerca de Brasil y tienen cierta filiación con lo sobrenatural que es totalmente delirante. Son todos brujos ahí. Es muy extraño porque una vive racionalmente en BA y, por ejemplo, mi familia y mis amigos no tiene noción de lo que es un evento casual, si algo pasa es por un espíritu. Ese doble background es enriquecedor, sobre todo por que yo no los entiendo. Para ellos ese mundo sobrenatural está incorporado en la cotidianeidad. Yo me muero de miedo.

- Hace un rato estábamos hablando de psicoanalistas. ¿No vendría a ser lo mismo: ellos creen en santería y nosotras en el inconsciente?
- Sí, el pensamiento mágico nuestro es el psicoanálisis (risas). De hecho yo tengo un cuento en La joven guardia (antología del grupo Norma) cuya protagonista es una chica con una agorofobia grave. Ella llega a creer que esto tiene que ver con una maldición familiar que le echaron en Corrientes. Traté de hacer un juego entre el psicoanálisis y el pensamiento mágico en un cuento de terror. Ella explica su neurosis a partir de San La Muerte, que es un santito pagano que la aterrorizó de chica.

Aunque nos estábamos desviando del tema de la novela, la conversación había llegado a un punto de fluidez no solo interesante, también simpático y horizontal. Enríquez había resultado ser una chica muy buena onda, con un ojo excesivamente agudo para lo grotesco, lo fantástico y lo sórdido, sin caer en cinismos ni impostaciones. Ello era todo un hallazgo. Podía entonces entrar a un tema que me incumbe: la literatura de mujeres, la recepción y el feminismo, y corriendo el riesgo de que muchos de ustedes piensen y digan: "¡Aj, otra vez estas con lo mismo, el rollo de la autocompasión!", aquí va el rollo de la Enríquez:

- A mí literariamente siempre me gustaron muchísimo las escritoras mujeres. Y quizá no tanto porque me identificara. A las escritoras se las suele pensar a partir de las escritoras del mercado de los últimos años: Isabel Allende y su prole, que están muy preocupadas por el hogar, el erotismo de la comida; pero eso es un fenómeno del mercado, no es la literatura femenina real. Cuando yo leo literatura femenina real desde Emily Brönte hasta Virginia Woolf, Catherine Mansfield, Carson McCullers son todas perversas. Todas hablan de cosas sumamente oscuras, tienen una relación con la sexualidad y con el cuerpo que es brutal, cruel, en algunos casos. Siempre me gustó leerlas por eso, más allá de que fueran mujeres. Y me llamó muchísimo la atención que esté instalado en el imaginario colectivo que la literatura femenina es amable, cuando la mayoría de las escritoras son feroces: Marie Shelley, ¡por favor!. Una hija de feminista que escribe un cuento donde revive pedazos de muerto. Eso por un lado, por otro me cansa bastante el discurso ese de "a mí siempre me trataron igual que a los hombres", "los editores no hacen diferencias". Es una gran mentira. Si eres mujer cuesta mucho más que te tomen en serio. A ningún hombre le van a preguntar si se acostó con el editor, así sea gay. Y las mujeres claramente en el campo literario no están en un lugar de poder: la mayoría de los editores son hombres. Por eso a mí me interesa intervenir políticamente.

- Tal vez de ahí la perversión, y el poder subversivo que tuvo como estrategia en esa época, por una cuestión netamente práctica, porque eran relegadas al hogar, mientras estás escritoras del mercado están bajo la mirada del editor masculino...
- Claro, las otras escribían solas y casi sin expectativas de publicar por eso son más honestas consigo mismas. Eso de estar a la sombra tanto tiempo hace que finalmente seas oscura. La sombra se te hace carne es inevitable.

- ¿Crees en la militancia política desde la literatura?
- La militancia política feminista está muy desacreditada, no solo gracias a los hombres aterrorizados, también porque han habido luchas internas bastante descorazonadoras. De todos modos es válida y enojarse con ella me parece un disparate. Desde la literatura creo que solo el hecho de publicar y meter en el mercado algo que no se espera de una mujer, ya es un gesto político. Yo me quedo con eso. En mis dos libros, por ejemplo, mis protagonistas son varones. Todos me preguntan "¿por qué?" La respuesta es técnica: por ahora cuando escribo mujeres sale demasiado mi voz y mi personalidad, me cuesta mucho distanciarme. Literariamente hace que la construcción sea mejor. El motivo es técnico, pero la pregunta no es técnica. "¿Por qué no escribes sobre mujeres, si las mujeres escriben sobre las mujercitas y eso?". La pregunta va por ahí, la sorpresa tiene que ver con eso.

Para entonces ya estaba más que satisfecha y me regodeaba, creo que ambas lo hacíamos, con nuestras coincidencias y la complicidad necesaria que se tiene que instalar entre colegas en este lado del hemisferio. Pero iba siendo hora de la presentación de la antología y no teníamos mucho tiempo para continuar nuestra charla. Terminé preguntándole acerca de la familia y de cómo esta puede abordarse lierariamente:

- En la familia se dan las relaciones emocionales que más tienden a la perversión. Es un lugar de conflicto riquísimo literariamente. Pueden ser infernales. Y lo peor es que desprenderse de la familia es dificilísimo, no solo de la propia, sino del mandato de reproducir una familia después. Ahí entra el machismo nuevamente: es casi una obligación que una mujer tenga una familia para realizarse. Entonces salen todas esas mentiras, como por ejemplo, la del reloj biológico, eso de que "no quieres tener hijos ahora pero cuando tengas treinta y cinco ¡te vas a arrepentir!". No, una mujer tranquilamente puede decidir perderse algo.   

Así terminó mi encuentro con Mariana Enríquez, quien, al margen de fijaciones de género - -mías y suyas, completamente válidas, por cierto - -, es una narradora consistente. Cómo desaparecer completamente , pese a ser una historia cargada y con temas fuertes, posee, al mismo tiempo, un lenguaje fluido, certero, que no se detiene en explicaciones innecesarias, ni en barroquismos absurdos, y que es signo de una complejidad mayor. Revela sustratos y pugnas sociales, por más poco literario y feo que suene, relevantes que la hacen parte de una literatura asequible con imágenes nuevas y con discursos renovadores.

 

© TBR 2006

Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.

Carné:

Olga Rodríguez Ulloa
(Lima, 1980). Es bachiller de literatura hispánica por la PUCP. Editora de Casa de citas. Revista de literatura . Trabaja en el Fondo Editorial de la Biblioteca Nacional, donde es también coordinadora de la revista Libros & Artes ; asimismo, ha colaborado en otras como Ajos & Zafiros y Martín . Tiene una columna dominical de crítica literaria en el diario Correo.

navegación:

índex català      

tbr octubre - noviembre 2006   n° 55

e d i t o r i a l

El ruido de la conciencia

r e l a t o s

Guadalupe Nettel:
Ptósis
Igor Marojevic: Salir de casa
Abdul S. Machi: La rabia
Alejandro Tellería: Un balón de-vuelto antes del sílbato final

e n s a y o

La ruta de Occitania. de José Luis Giménez-Frontín
por Pilar Gómez Bedate

e n t r e v i s t a

Diálogo con Mariana Enríquez:Posgótico, periferia y literatura de mujeres

p o e s í a

José Corredor-Matheos: Selección de poemas y nota
por Jaime D. Parra

n o t a  d e  a c t u a l i d a d

Presentación del Puzle por Carolina Rei

r e s e ñ a s

Andréi Rubliov Andréi Tarkovsky
La Brújula Jorge Carrión
Cuentos chinos Andrés Oppenheimer

s e c c i o n e s   f i j a s

-Reseñas
-Breves críticas
(en inglés)
-Ediciones anteriores
-
Página del editor
-Envío de textos
-Audio

-Enlaces

www.barcelonareview.com  índice | inglés | catalán | francés | audio | e-m@il