índex català enero-febrero n° 40 |
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Haruki Murakami Al sur de
la frontera, al oeste del sol |
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La superficie
de la luna 1 Haruki Murakami Al sur de la frontera, al oeste del sol Traducción de Lourdes Porta Tusquets, Barcelona, 2003 Tras el reconocimiento obtenido por Haruki Murakami en nuestro país con la publicación de La caza del carnero salvaje, de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo y de Sputnik, mi amor nos llega su última novela, Al sur de la frontera, al oeste del Sol. En ésta, el protagonista y narrador Hajime comparte rasgos comunes con el propio Murakami quien, tras graduarse en Teatro Clásico en la prestigiosa Universidad de Waseda, prefirió abrir un bar de jazz en Tokio -del que el Robin´s Nest de esta novela es un fiel trasunto. Mas esta coincidencia no es un detalle aislado. La presente novela es un fiel reflejo de la verdadera metamorfosis que ha tenido lugar desde la segunda mitad del siglo XX en la sociedad japonesa. Murakami pasó parte de su juventud en Kobe, ciudad portuaria arrasada por las bombas norteamericanas, en cuyo ambiente cosmopolita adquirió el bagaje cultural plasmado en Al sur de la frontera, al oeste del Sol, desde la literatura de Chandler, Capote o Scott Fitzgerald al jazz o el pop de manera que, como el resto de escritores japoneses nacidos en esa segunda mitad, la cultura occidental ha pasado a ser algo asimilado; difícilmente puede hablarse de confrontación, sino de confluencia de culturas. Pese a ello, no debe olvidarse la clara pervivencia del elemento japonés en esta novela, en primer lugar porque con este inconfundible carácter se define el propio Murakami, pero también por el tiempo de la narración, por las descripciones del elemento natural tributarias de la delicada tradición nipona- y sobre todo, por el tratamiento del paso del tiempo, con los que logra que se perciba una atmósfera inequívoca. Hajime significa "principio". La novela arranca con el principio de una nueva época en la que han sido restañadas las huellas de la Segunda Guerra Mundial; un principio en el que ya no queda nada memorable que destacar porque la sociedad ha sido engullida por una cotidianeidad inevitable y desprovista de color. Si el nacimiento de Hajime no supone un suceso en absoluto digno de destacar, asimismo su entrada en la adolescencia le convertirá en un ser humano igualmente ordinario. Hajime encuentra en su compañera de colegio Shimamoto un mundo alternativo y lejano cuyas complejas posibilidades de expresión sólo pueden ser canalizadas a través de la música. Pese a su particular mundo compartido, al finalizar la escuela primaria pierden el contacto quedándose el lector a solas con el testimonio monocorde de Hajime, cuya actitud resume la letra de una canción de Nat King Cole, Pretend: "Cuando estés triste, finge que eres feliz". Cuando años después se reencuentren la atracción renace y Hajime estará dispuesto a dejarlo todo por ella. El paso del tiempo es definitivo, calidad que lo hace irrecuperable. El presente susurra continuamente a Hajime que ya no puede retroceder en ese fluir ni regresar al tiempo de la felicidad que compartía con Shimamoto. El miedo a ser herido había frustrado el acercamiento entre ambos, miedo fundamentado en parte por aquella convicción según la cual las personas pueden herirse a consecuencia de una inclinación inevitable o por el mero hecho de existir. El tiempo pasa y una generación sucede a la anterior; lo que queda es el escenario, el desierto, lo único que vive de verdad. Hajime se encuentra detenido en su "mundo sin vida, desierto como la superficie de la luna". La obra de Murakami presenta el devenir de nuestra condición individual por la pertinaz reflexión que, como al personaje de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, nos mantiene encerrados en nuestro propio pozo personal desde el que sólo se vislumbra un círculo lejano, el de nuestros ojos, a través del cual examinar el mundo. Como éste, Hajime también se encuentra encerrado en un áspero espacio, el desierto, lugar al que indefectiblemente regresa tras cada una de sus salidas. Hajime, impersonal hombre urbano, joven de clase media, es una pieza del puzzle de un mundo caótico en el que sólo le corresponde un papel pasivo. Su existencia está regida por las pulsiones de la vida y de la muerte en una sociedad como la nipona que tiende a anular al individuo a fin de integrarlo en el grupo. El ser humano, insignificante, se busca a sí mismo, impulsado por la necesidad de amor y felicidad, en la inmensidad de un universo atroz. Pese a su relación cordial de Hajime con Yukiko su esposa- lo que busca éste en realidad es un estrecho margen donde vivir su propia vida interior, de una manera, si se quiere, en cierto modo autista. Al sur de la frontera no existe ciertamente nada hermoso, al oeste del sol tal vez no haya nada, pero al menos en los momentos tristes podemos fingir que somos felices. Carlos Vela _______________________ Hay pocas cosas más ridículas que ese letrerito de "based on real facts" que aparece al principio de algunos textos, lo mismo dan películas que libros. La ficción siempre está basada en la realidad. La ficción siempre es realidad. Y la realidad, sea eso lo que sea, nunca lo es más por menos ficticia, por más verdadera. I love you Sade (Ediciones de aquí, Málaga, 2003) es un libro basado en hechos ficticios por varios motivos: porque en primera instancia reproduce la exposición/instalación homónima del artista multimedia Pablo Alonso Herráiz (Sevilla, 1965), que tuvo lugar en la galería Marín Galy de Málaga a finales de 2001; porque Herráiz, a su vez, se inspira para ello en un hecho no menos ficticio, el Marqués de Sade; y porque "Las lágrimas de Sade", título bajo el que el escritor malagueño Juan Francisco Ferré (1962) ha recogido el conjunto de textos que articulan el libro, constituye un escrutinio de ambas perversiones cuanto menos problemático. Algunas de las imágenes, las menos, son pornográficamente evidentes (como "Ya ves lo que puedo hacer por ti", fotografía del examen clínico de los genitales ambiguos de un hermafrodita), otras crípticas (como "Otto Hamilton con aprendices de libertino", que muestra un destacamento militar unido por el estrecho vínculo de la sodomía), pero todas encuentran en el comentario/investigación de Ferré su verdadera dimensión, digamos, sadeana. Y esto no es por una deficiencia en el trabajo de Herráiz, sino porque visitamos la instalación a través de un libro, y no en persona, de forma que el texto de Ferré cumple la función de suplir el contexto físico de las imágenes. El resultado es un ensayo-ficción que, obviamente, traiciona al original. Precisamente en esta traición se cifra la literatura de I love you Sade. Habida cuenta de la trampa gigante que es este libro, cabe entenderlo de diversas formas. Releyendo a Sade (a través de los ojos de Herráiz y/o de los de Ferré), enjuiciando a Herráiz (si admitimos a Ferré como guía legítimo de su instalación), o descubriendo, después de sus cuentos (Homenaje a Blancanieves, 2002) y su novela (La vuelta al mundo, Jamais, Sevilla, 2002), a otro Ferré (para quien Sade y Herráiz serían sólo una excusa). Por motivos de espacio y de capricho, aquí tomaremos el último de estos caminos. Ello supondrá abstenerse del mito oscurantista y romántico de Sade (tan sugerentemente dibujado en una introducción que lo presenta como "nuestro contemporáneo", en alusión al artículo "Sade, mi prójimo", del escritor, traductor y pintor Pierre Klossowski (1905-2001), a cuya memoria está dedicado el libro), para fijarse en un ejercicio estilístico que lo tiene por objeto, por cadáver de una autopsia textual. Ferré es uno de esos escritores a los que les interesa más el lenguaje que la historia, y en este aparato textual que es I love you Sade encuentra un lugar muy cómodo donde experimentar. El tercer capítulo por ejemplo ("Parada crítica: Una reseña precoz"), consiste en reproducir él una reseña de la exposición, escrita por un crítico del que, ya de entrada, nos deja ver que desconfía profundamente. Su sola mirada de autor, que se manifiesta en las notas que al principio ya se anuncian como una acción hostil, consigue hacernos leer el texto desde una doble e inquietante perspectiva en que, por una parte, coincidimos con el crítico, y por otra, y desde los ojos de Ferré, no podemos estar más en desacuerdo. El uso despiadado de la ironía en estos "comentarios" conecta perfectamente con su obra anterior (hasta el punto que podría hablarse de desprecio), pero en mi opinión, el juego múltiple que le proporciona esta doble condición de ensayista y narrador (es decir, su doble condición moral como escritor), le permite un juego de registros, referencias, alusiones, verdades y mentiras, más complejo que el relato o la novela. Todo ello demuestra, si tomamos su obra en conjunto, una doble búsqueda. Una de carácter textual, casi científico, de una forma tras otra en que narrar las cosas del mundo, y otra aventuro más prosaica, de las cosas que narrar en estos distintos modos. Esta vez fue Sade, antes ya había sido Blancanieves (un exministro secuestrado en "Homenaje a Blancanieves") o el propio mundo (a cuya comprensión/representación aspira Ferré en su novela, fragmentaria y circular, La vuelta al mundo). El ensayo-ficción, pues, me parece una consecuencia lógica de su literatura, en el sentido que supone un jalón más en la búsqueda de un nuevo realismo a través del texto. En su libro de ficciones, la prosa se recrea a sí misma hasta el punto de erigirse casi en un significado autónomo sobre el cual, y casi en segunda instancia, se cuentan las cuatro historias ("Homenaje a Blancanieves", "La edad Media", "La escuela escuálida" y "Elogio de la nacedad"). De esta forma, la materia lingüística usurpa su protagonismo al plot, desde un disfrute de la sintaxis muy personal que en muchas ocasiones resulta más poético que narrativo. En La vuelta al mundo la retórica se aclara, sin tratar por ello de redimirse, y es la estructura del texto la que condiciona constantemente la historia de un nutrido grupo de personajes. La búsqueda de este realismo textual, en I love you Sade, le conduce a una inversión en que deja atrás la pretensión de hacer que una ficción pase por verdad, para hacer que una verdad pase por ficción. De ahí el juego constante de averiguaciones sobre la procedencia y autoría de las imágenes que forman la instalación, y sobre los avatares que han disgregado la colección original que formaban junto con muchas otras que se han perdido (colección, se nos dice, Erik Svenson de Göteborg). Ya otra cosa sería determinar qué hay de verdad y qué hay de mentira en esta perversión que nos cuenta Ferré ("así ha de comenzar, en plena distracción, el inventario más o menos inventado", p. 17; "una nueva relación posible con las partes fluctuantes de un todo completamente inexistente", p.97), con su aparato de notas, su retórica ensayística y ese referente que es Sade, perverso y tan próximo, qué hay de ensayo y qué hay de ficción, de real y de artificio... Éste es el realismo al que juega I love you Sade, una manera de realismo abiertamente enfrentada a ese otro realismo representativo o mimético al que seguimos llamando realismo sólo imagino por cansancio. Porque el pacto que impone este tipo de libros no sólo implica que el texto es verdad y mentira a un tiempo, sino que además no hay marcas, y es el lector quien debe averiguarlo cada vez. Pero eso entraría ya en el campo de la metafísica. Robert Juan-Cantavella _______________________ Caza de terroristas 3 Todo empezó cuando, en la mesa de su oficina en Nueva York, encontró un folleto de una organización de ayuda al desarrollo llamada Fundación Tierra Santa. Le sorprendió que el logotipo fuera un retrato de la mezquita de al-Aqsa sujetada por dos manos. Situado en Jerusalén, este templo es un símbolo del conflicto árabe-israelí puesto que allí empezó la segunda Intifada. Además, al observar la figura que sujetaban las manos, se dio cuenta de que era el mapa de Palestina, desde el río hasta el mar, y eso le hizo sospechar ya que el trazado de dichas fronteras niega cualquier existencia al estado de Israel. Así fue como empezó su primera investigación en la que descubrió que esta fundación era una tapadera de Hamás en Estados Unidos que se dedicaba a recaudar fondos para este grupo terrorista, cuyos miembros estaban siendo instruidos militarmente en los campamentos de Bin Laden en Afganistán. Procedente de una familia judía iraquí, la autora narra en primera persona la historia de una mujer, que ha tenido que permanecer en el anonimato por cuestiones de seguridad, que se traslada de Israel a Estados Unidos con su marido y sus hijos y que casualmente encuentra trabajo en un organismo de investigación independiente especializado en Oriente Medio. De este modo, empieza a recoger información y a frecuentar conferencias y reuniones hasta convertirse en una especialista sobre terrorismo islámico. Después de la guerra de los Seis días, en junio de 1967, Saddam Hussein ordenó la ejecución de su padre que, acusado de espionaje, fue torturado y ahorcado. Luego le tocó el turno a su abuela. Con este panorama, la familia huyó a Israel donde ella pasó su adolescencia y parte de su juventud. Allí se formó en el Departamento de estudios de Oriente Medio de la Universidad de Tel Aviv. Yo cacé terroristas explica cómo la mayoría de estas organizaciones violentas islámicas, incluida Al-Qaeda, aparece a partir del surgimiento de la Yihad, un movimiento unificador musulmán que se crea a raíz de la invasión soviética de Afganistán en 1979.Y es ahí donde hay que situar los primeros pasos de Bin Laden ya que en 1984 junto con dos compañeros creó Maktab al Khidamat, una oficina de servicios para ayudar a los refugiados de la guerra afgano-soviética. De este modo, se rodeó de hombres de confianza, quienes más tarde se dispersaron para crear sedes de Al-Qaeda por todo el mundo. Así se germinó la idea de crear entidades benéficas como tapadera de grupos terroristas. La escritora destaca la descoordinación entre las agencias federales encargadas de velar por la seguridad del territorio estadounidense ya que ni el FBI ni el Departamento de Estado tuvieron en cuenta algunas informaciones que podían haber evitado los ataques contra las torres gemelas y el Pentágono. En este sentido, a pesar de que muchas voces apuntaron a Al-Qaeda como autora del atentado contra el World Trade Center en 1993, el FBI dijo que había sido obra de un loco y no inició por primera vez una investigación a la organización terrorista hasta 1996. Fue entonces cuando, siguiendo las pistas a Wadih al-Hage, sospechoso de pertenecer al grupo integrista, los agentes encontraron una carta y un mensaje de correo electrónico en que se mencionaba la declaración de guerra a Estados Unidos de Bin Laden y se detallaban gastos en explosivos para atentados: "A pesar de la gran cantidad de pruebas, algunas de las cuales clamaban a gritos ¡Ataque a la vista!, no se evitó la tragedia". Más tarde, en 1998, los servicios secretos advirtieron a la CIA de determinados planes terroristas por parte de una organización relacionada con Bin Laden: "El gobierno no triunfó con Al-Qaeda. No sólo porque las agencias no cooperan entre sí y no quisieran considerar señales de advertencia, sino principalmente porque no profundizaron". Pero más allá de la descoordinación, la autora critica al FBI por negarse a compartir información e incluso a colaborar con países amigos. La SAAR, una complicada trama de organismos y entidades benéficas, todas ellas registradas en la misma dirección, el 555 de la calle Grove en Rendón, Virginia, es otro punto clave del libro. Con el objetivo de fomentar el fundamentalismo y financiar el terrorismo, el complejo entramado de la red SAAR hacía imposible seguir la pista de sus actividades. Muchas de estas organizaciones están encabezadas por personas de Arabia Saudí o guardan algún vínculo con este país. La CIA ha inspeccionado a las personas que han investigado a la SAAR, incluida la escritora de este libro: "como si a alguien de la Agencia no le gustara la idea de que el barco de Arabia Saudí estuviera meciéndose". Según la autora, el servicio de inteligencia secreto quería asegurarse de que la investigación de esta red acabara ahí: "¿Acaso la CIA está metida en la SAAR porque los hombres saudíes que dirigen la red son, de hecho, iraquíes y, como me ha sugerido una persona de confianza, lo que quiere la CIA es que esta gente le ayude a derrocar el régimen de Saddam Hussein?" Alicia Tudela _______________________ Una historia normal 4 "Dying is an art, like everything else. Cuando se habla de Marlen Haushofer (Frauenstein, Austria, 1920-Viena, 1970) suelen recordarse las últimas palabras que anotó en su diario un mes antes de morir y que han servido como su testamento biográfico y literario: "No te preocupes. Has visto demasiado y demasiado poco, como todas las personas que existieron antes que tú. Has llorado demasiado, o quizá demasiado poco, como todas las personas que existieron antes que tú. [...] No te preocupes, todo habrá sido en vano, como en el caso de todos los que existieron antes que tú. Una historia absolutamente normal". Son éstas unas palabras que no nos sorprendería encontrar escritas por alguna de las protagonistas femeninas de su obra. Historias normales, en apariencia banales, vividas, o dejadas vivir, por personajes femeninos que quedan anulados por la falsedad de unos valores burgueses tradicionales capaces de asfixiar cualquier tentativa de acercamiento a lo ajeno si ésta no está regida por sus mandamientos. Una historia absolutamente normal es la que parece vivir Annette, la protagonista de La puerta secreta, segunda novela de Haushofer, escrita en 1957. Annette es una bibliotecaria de unos treinta años, independiente, culta e inteligente, que fue arrancada de su infancia y fue educada, de acuerdo con los valores burgueses de la época, para ser útil, para ser sujeto pasivo de una realidad que no ha sido creada para ella. Inmersa en un mundo cuyos rasgos de humanidad se van desdibujando, vivirá la frialdad de relaciones amorosas intrascendentes y amistades que le harán tomar plena conciencia de la falsedad de un mundo que sólo cabe disfrazar. Pero Annette conocerá el amor y se entregará, se casará y será llevada a una casa ajena. Y empujada por su marido dejará su trabajo, y quedará embarazada. Y en esa casa extraña, en una realidad reducida al espacio físico, sufrirá la espera, la soledad y la infidelidad, que aceptará. Y su vida quedará ya marcada por el sentimiento de culpa, el temor y la renuncia. Annette intenta renunciar a su individualidad para no fracasar como esposa, madre: "y observo a Gregor con atención para hacerme una idea de cómo se imagina que ha de ser su mujer", pero la trágica conciencia de esta amputación le producirá un gran dolor al que decidirá definitivamente amar, pues ¿qué no podría soportar una mujer?: "Y también quiso amar el dolor y guardarlo en su corazón. Todos lo rehuían y todos lo odiaban; en ella habría de encontrar su cuna y su hogar". Así pues, tenemos la renuncia como sacrificio, como otra forma de morir quizá menos convencional, pero sí más común de lo deseado; otra forma de dar muerte al yo femenino que indefectiblemente nos lleva a las novelas de su contemporánea Ingeborg Bachmann. Queda así plasmado uno de los temas más importantes de la obra de Marlen Haushofer, la distancia insalvable entre géneros, el imposible acercamiento que siempre es frustrado por un poder superior normalmente representado por figuras masculinas. Pero, a pesar de su indudable carácter femenino, La puerta secreta es algo más. Manifestación de la literatura europea de posguerra, trata el despojamiento del ser humano, doble para la mujer, en un mundo que se ha vuelto cruel y hostil. Y junto a ello, la incomunicación, inherente al extrañamiento y heredera, a su vez, del malestar de fin de siglo vienés. La incomunicación, la soledad y la problemática existencial desde el punto de vista de la mujer está presente en toda la obra de Haushofer. Este año que acabamos de dejar la editorial Siruela ha vuelto a publicar, en edición de bolsillo, la que fue su mejor novela y le proporcionó mayor reconocimiento. Hablamos de El muro. Novela tildada de robinsonada femenina, en ella la protagonista, cuyo nombre nunca sabremos, se encuentra inesperadamente aislada por una especie de muro que no es más que la materialización de su aislamiento interior. Al otro lado queda la paralización de toda forma de vida, una muerte pétrea, el adiós a un pasado deshumanizado. Los personajes de Marlen Haushofer intentarán diversos modos de huida: el primero, la escritura que permitirá la supervivencia (de ahí que Annette y las protagonistas de El muro y La buhardilla escriban diarios); el segundo, la creación de paraísos a los que escapar, como esa puerta que Annette traspasará en sueños y que nos recuerda a la grieta por la que desaparece la Malina de Ingeborg Bachmann. Sin embargo, estos paraísos no serán completos, estarán ensombrecidos por el temor, por la conciencia de esa forma de vida amenazante de la que se intenta escapar. Estamos, pues, ante una autora que, mal entendida en su tiempo, dio prioridad al contenido frente a la forma (quizá el punto más negativo de su segunda novela) para tratar algunos de los temas más importantes de la literatura europea de posguerra. Una autora que, a pesar de los premios recibidos en vida, como el Premio Nacional de Literatura en 1968, no obtuvo el reconocimiento merecido hasta después de su muerte. Porque, no lo olvidemos, no hay historias normales; porque siempre hay que buscar el resquicio, normalmente visible, por el que escapar. Sólo hay que tener la valentía de tender la mano y traspasarlo. Marlen Haushofer lo hizo con su obra. J.A. |
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