índex català mayo - junio 2006 n° 53 |
Un acercamiento a lo infantil desde la óptica cinematográfica (y viceversa) Mariano Orosco Zumarán
Hace un par de semanas el Sindicato de Guionistas de Hollywood (Writers Guild of America) hizo pública la lista de los 101 mejores guiones cinematográficos de la historia del Cine. Por supuesto, se incluyen las obras maestras inevitables en este tipo de recuentos; están, por ejemplo, Casablanca, El Padrino, Chinatown o El ciudadano Kane. Pero lo que ha causado enorme complacencia entre aquellos que aún se consideran jóvenes y que de alguna manera pretenden surgir en esta profesión tan vapuleada por los productores, pero felizmente reconocida por los que realmente saben no sólo de Cine sino también de Literatura, es la inclusión de los títulos escritos por Charlie Kaufman y dirigidos por Spike Jonze y Michel Gondry. De esta manera, la labor de escritor para la pantalla de un enorme talento como el de Kaufman, e, indirectamente, la de los directores que han sabido trasladar su modo de ver el mundo al celuloide, ha sido por fin reconocida por aquellos que en un primer momento tildaron al guionista de estrafalario o extravagante (la palabra original en Inglés, quirky quiere decir mucho más que lo que la traducción puede sugerir). Los guiones de Kaufman están llenos de referencias a la cultura popular, de humor e ingenio, pero esa mezcla casi siempre va acompañada de un tono agridulce que hasta ahora, salvando las distancias, sólo se ha visto tan bien utilizado por otro de los grandes cineastas de la actualidad, Wes Anderson, tan ensalzado como vilipendiado por producciones como Los excéntricos Tenenbaum o Vida acuática. En el caso de Kaufman existe además un elemento clave: la autoreferencialidad; es decir, a cada momento el espectador se topa con cosas, palabras, objetos o imágenes que parecen remitirnos a algo que conocemos de algún lado, algo que creemos familiar, cercano. Y lo interesante es que muchas veces esto que pensamos casi íntimo ha surgido del mismo film que estamos apreciando en ese mismo momento. Como se ve, en este siglo que recién empieza ser un buen guionista ya no sólo es cuestión de armar una historia interesante, colocar de vez en cuando alguna que otra frase ingeniosa o tocar un tema que haya sido pocas veces explorado. Un buen screenwriter tiene que ser necesariamente más: puede volver la mirada sobre un tema trillado (como en el caso del bloqueo del escritor en El ladrón de orquídeas), pero ha de ser capaz de darle un toque innovador sabiendo insuflarle una atmósfera de juego de niños, de cuarto infantil "ordenadamente desordenado". Para desarrollar esta última idea utilizaremos como puntos de partida (y llegada) a cuatro de los directores/guionistas más admirados hoy en día. Quentin Tarantino, Spike Jonze, Michel Gondry y Charlie Kaufman. Estos autores tienen, además de la consabida facilidad para idear historias que a primera vista parecen descabelladas, pero que en sus hábiles manos terminan convenciendo al más escéptico, una característica, un detalle en sus personalidades que los hace únicos: son niños viejos. En 1999 un periodista de la revista Spin intentó entrevistar a Spike Jonze, y decimos "intentó" porque el frustrado entrevistador terminó siendo objeto de una broma más inusual que pesada: Jonze (que acababa de estrenar ¿Quieres ser John Malkovich?) envió a otro sujeto para que lo personificara, luego apareció en medio del encuentro disfrazado y soltando sandeces, etc. Finalmente, lo único que quedó claro para el autor de la frustrada entrevista fue que Jonze nunca había dejado de ser el niño-adolescente que se emociona ante algo tan simple como un salto en skateboard (recordemos que Jonze se inició como fotógrafo, haciendo tomas del medio en que se encontraba inmerso entonces, él mismo era y es skater), o ante una representación de títeres, por ejemplo. Nunca se ha desprendido de esa cualidad que abandonamos cuando supuestamente maduramos: la capacidad de ver el mundo siempre como algo nuevo, con capas y capas de significado (y diversión) ocultas detrás del concepto más manido, de la palabra más corriente. La prensa especializada ha dado cuenta más de una vez de la reacción del público "serio" y "enterado" ante la actitud de Quentin Tarantino a la hora de apreciar una película. Los cinéfilos serios, aquellos que parecen repetir a cada momento la perorata del esnob de la famosa escena de la cola en el cine en Annie Hall (otro de los guiones incluidos en la lista, esta vez entre los diez primeros), se sintieron casi agredidos las primeras veces que el autor de Jackie Brown, fue invitado a participar en un festival de Cine: en medio del público y la oscuridad, Tarantino se convierte en uno más de esos chiquillos que nunca dejan de hablar, hacer ruidos extraños o hasta iniciar broncas en medio de las escenas más serias o importantes del film en exhibición. Es otro niño viejo que sabe sacarle partido al film más aburrido, al guión menos original o a las ideas que todos podemos considerar caducas; no olvidemos que en gran medida es gracias a él que hoy en día el cine oriental tiene la difusión que merece en Occidente, el cine de horror está entrando en una etapa de redescubrimiento de sí mismo, se han resucitado las carreras cinematográficas de actores casi olvidados, se ha recuperado a músicos injustamente relegados, y un largo etcétera Gracias a The Work of Director Michel Gondry, tercer volumen de la ya famosa Directors series, grupo de videos que están apareciendo en un afán de recopilar lo más relevante de los mejores directores de videoclips de hoy en día, por fin se ha podido apreciar en toda su magnitud la capacidad creativa de Michel Gondry. Es sencillamente de ver y no creer. El director de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos es capaz de hallar las ideas más originales partiendo siempre de lo más sencillo. Basta con mencionar el galardonado videoclip de Fell in love with a girl, de los White Stripes, basado totalmente en fichas de Lego; o el corto I've been twelve forever (traducible como "He tenido doce años por siempre" o "Siempre he tenido doce años"). Es como cuando uno se topa en un libro o film con esa expresión tan recurrida: "Eso es juego de niños". Uno suele decir eso con un tono de desdén, como señalando su inevitable cualidad de fácil o sencillo, por no decir fútil. Pues Gondry prácticamente ha fundamentado toda su carrera de videasta y director de Cine en ese "juego de niños". Le ha dado la vuelta a la tortilla y, aparentemente encerrado todavía en las coordenadas mentales de un niño y/o adolescente, le está dando a este mundo de adultos otra vuelta de tuerca. Lo de Kaufman es prácticamente más de lo mismo señalado en los párrafos anteriores. Pero hay un detalle. Este autor se ha abocado (hasta ahora) sólo a la palabra escrita. Él es el principal urdidor de historias o situaciones, el que llega a desdoblarse para decirle al mundo que los espejos no son solamente esos brillantes reflejos que bañan nuestro rostro cada mañana. Él, al igual que ese otro niño eterno, Lewis Carroll --autor de Alicia en el país de las maravillas--, siempre ha creído que hay algo más detrás de un objeto tan cotidiano como un espejo, que esas palabras que masticamos todos los días y que parecen ya haber perdido el sabor que alguna vez tuvieron, todavía tienen mucho por ofrecernos. Y, como dice el dicho, "Dios los cría y ellos se juntan". Tanto Jonze como Gondry han hecho sus films al menos los estrenados en nuestras salas hasta ahora o los que podemos encontrar en las videotiendas-- utilizando sólo guiones de Kaufman. En la lista de los guionistas americanos están los dos únicos trabajos de Jonze como director y lo antepenúltimo de Gondry, Como se ve, al único que le falta colaborar con Kaufman es a Tarantino, pero eso es algo muy improbable, el autor de Tiempo violentos (número 16 en la lista) se las arregla solo, él mismo es. Tal vez estemos ad portas de una
revolución de nuestros conceptos o definiciones sobre lo infantil, sobre aquello que
consideramos pueril o, en última instancia, banal. Tal vez sea sólo cuestión de coger
con más fuerza las manos de nuestros hijos al momento de atravesar o recorrer una calle
llena de adultos, como tratando de mantenerlos siquiera unos segundos más dentro de ese
mundo de cuentos de hadas e imágenes inofensivas que suelen recorrer cada vez menos. Lo
cierto es que los niños, en la figura de dos directores americanos y uno francés,
además de un guionista que parece redefinir a cada momento nuestra idea de originalidad,
han tomado al mundo por asalto. Levantemos las manos y sigámosles el juego. |
© Mariano Orosco
Zumarán 2006 Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso. |
Carné: Mariano Orosco Zumarán (Lima, Perú, 1971). Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Laboró durante siete años en la librería El Virrey de Lima y actualmente, además de colaborar con el diario El Comercio, es escritor y traductor free lance. |
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