índex català octubre - noviembre 2006 n° 55 |
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Andréi Rubliov es el guión de una obra maestra del cine de 1966, piezas con las que Tarkovsky se adentra en el campo temático de la creación artística entendida como sacrificio, y por consiguiente como ofrenda, que posteriormente desarrollará en la excepcional Sacrificio (1986). El texto se refiere a un célebre pintor de iconos del siglo XV, mas no se trata de un guión cinematográfico, sino de un guión literario dividido en catorce secuencias que, a modo de capítulos, describen cada escena sin planificación alguna, conteniendo únicamente su descripción literaria. El narrador de estas secuencias adopta el punto de vista de un observador, en ningún caso el de un cámara. El punto de vista es subjetivo y su manifestación se expresa a través de la creación de imágenes literarias cuya principal arma es la palabra supeditada a la estructura cinematográfica del relato. La experiencia estética no puede ser más intensa, pues en ella se dan cita lo literario y lo cinematográfico; el lector maneja dos planos diferenciados: si por un lado puede estructurar visualmente la escena, la palabra escrita estimula al plano imaginativo. El desarrollo cronológico de la vida de Rubliov es el centro sobre el que gravitan esta sucesión de secuencias y a ello se debe su progreso dramático. Mas lo que confiere el decidido impulso a dicha sucesión de secuencias es el pensamiento de Tarkovsky, verdadera razón de que los cuadros visualizados adquieran la fuerza y coherencia propias de una fuerza poderosa y unívoca. Todo el corpus artístico de este cineasta se encuentra supeditado a la necesidad de desarrollar toda una compleja visión de la vida y del arte como medio de acceso a la belleza y a la espiritualidad, único camino que conduce a la verdad. La entrega a este empeño no tiene tregua, es absoluta, y conduce a la aspiración suprema del arte, esto es, la revelación. La parte central de Andréi Rubliov nos enseña la constante lucha entre arte y barbarie que se encuadraría en este orden. Cuando en la secuencia octava el pintor de iconos concluye El Juicio Final , obra maestra destinada al palacio del Gran Príncipe y ésta es destruida por las hordas tártaras, decide no volver a pintar ni hablar, pues considera que su arte no es necesario en la medida que no ha alcanzado la perfección deseada y por esta razón no ha podido convencer a la gente de su propia humanidad. Se retira al convento donde vive aislado durante años, hasta que en el capítulo "La campana" la representación de su conflicto en la persona del joven Boris le abrirá de nuevo los ojos. Éste, hijo del maestro fundidor de campanas, a quien no le ha sido transmitido el secreto supremo de su arte, consigue con tenacidad y valentía la reconstrucción de ese legado artístico. Su muy humana fe en la belleza y su constante aplicación en un único empeño, con el que tiende un puente a la verdad y a la revelación, iluminan nuevamente la esperanza en Rubliov. La confianza en la belleza le devuelve la confianza en el hombre y apartan de sus hombros la pesada carga de las sujecciones del pasado; resuelve en su interior la secular lucha entre cánon y realidad. El Juicio final vuelve a ser "gestado en el sufrimiento y en el amor hacia los hombres" para mostrar la cumbre en la vida del pintor expresada en "la profundidad de los atentos ojos, en los que vive la comprensión trágica de la esencia de la vocación humana, que consiste en la maravillosa e inconsciente aspiración hacia el ideal ético". Tarkovsky dejó testimonio de sus ideas estéticas en Esculpir el tiempo , en el que reflexiona en torno a su irrenunciable empeño de colocar al cine a la altura del resto de las artes a través de una nueva manera de relatar, en la que el artista sabe reconocer las peculiaridades de la estructura poética del ser, traspasando las fronteras que le impiden reproducir la naturaleza especial de las relaciones sutiles. Religión, arte y filosofía han sido, desde los orígenes, los pilares sobre los que se sustenta el camino hacia la revelación para los impulsados por un alma creadora. Este es el recorrido iniciático de Andréi Rubliov y del propio Tarkovsky, el camino hacia la revelación de la propia existencia y de la interioridad más profunda. La atención exclusiva a la llamada de esa verdad, cuando se produce como en el caso que nos ocupa, produce un arte elevado, poético, en el que se revela el milagro del tiempo esculpido que habita en el interior de las imágenes creadas. Carlos Vela. La Brújula La brújula es un libro de crónicas de viaje escrito desde y sobre varios continentes a lo largo de lo que llevamos de siglo XX. La brújula es un libro de ensayos literarios sobre el movimiento, profundamente interesado en una de sus vertientes, el exilio. La brújula es un ejercicio intelectual y estilístico que demuestra que del periodismo de urgencia -como lo describe el autor en alguna de sus páginas- se puede destilar buena literatura. Estos tres elementos, mezclados en dosis que no soy capaz de discriminar, conforman el primer libro de viajes del escritor Jorge Carrión (Tarragona, 1976), autor a su vez de una novela, Ene (Barcelona, 2001) y de un numero prácticamente incontable de artículos y crónicas publicados en revistas y antologías a ambos lados del Atlántico. El libro empieza con un prólogo de cinco páginas que se presenta al lector como la primera parte de un total de cuatro. El desequilibrio aritmético se justifica enseguida. El prólogo no sólo no es vacuo, como suele ser tan habitual, sino que plantea las líneas maestras de un proyecto literario que es avalado en la segunda y tercera parte del libro (la cuarta es un epílogo que vendría a completarlo). Además de los elementos que ya he apuntado, y de entre los que destaca la presencia del ensayo como fundamento de la crónica, me parece especialmente interesante la utilización de recursos literarios propios de la ficción en la recreación de las experiencias propias -"o yo quiero recordar que así fue: que la crónica se deshaga en cuento", "De las tres otras veces en que estuve en Federación, ciudad en formol, hablaré aquí como si hubiera sido solo una"-. Precisamente es este texto, "Ciudad en formol", el que me parece más invulnerable y atractivo del libro. En él, Carrión somete su experiencia a una narración alternada con apuntes sobre las abejas, entre la entomología y la literatura, en un contrapunto sugerente. Sobre la fortaleza y la singularidad del punto de vista del autor, me parece muy valiente el primero de los textos, "Viajes de fin de curso" -"todos los viajes son el viaje de fin de curso..."-, en el que el autor nos invita al making off de su experiencia como viajero, a un ensayo general, a una puesta en escena que se nos presenta como prueba de inmadurez y que, por la sinceridad y la profundidad de la reflexión sobre su experiencia del viaje, es precisamente lo contrario. De este modo se adentra en la Argentina del exilio interior, el Chile de Neruda, la Bolivia previa a Evo Morales, el Brasil de Brasilia, el México de los muertos y la China turístico-espiritual. Y también, en una tercera parte formada por cuatro retratos heterodoxos, en el exilio in progress de Bolaño, la filología crítica de Américo Castro, el Chicago de Bellow y el "ciudadano Cozarinsky", que cuando se mira en el espejo que Carrión le pone delante, no ve su reflejo sino el de Sebald. En mi opinión, el libro tiene un fuerte componente programático -si no basta con el prólogo-, en cuanto a lo que su autor expone que es y va a ser su literatura de viajes: subjetividad, ensayo, crónica, lectura, crítica despiadada, candidez y sinceridad, licencias literarias defendidas con todo el cuerpo, fijación por el exilio como forma de viaje más intensa a la vez que trágica, y un fuerte componente intelectual que convierte en literarias las otras formas de arte a las que se aproxima. En este sentido, el libro no se entiende (según la licencia que voy a permitirme yo también), o no se acaba de entender, sin el resto de libros de viajes del autor, los que todavía no ha escrito. Porque es aquí donde han empezado. Así es como interpreto el título. La brújula es eso, una declaración de principios que constata el aprendizaje de un oficio, el de escribir para viajar, o el de viajar para escribir. Es una lanzadera hacia el planeta Tierra. RJ-C. Cuentos chinos Su programa, que se transmite para toda América latina desde CNN, en Atlanta, es un espacio dedicado a la actualidad político-económica del continente y su relación con el mundo. Los invitados son por lo general ministros de hacienda, presidentes, estadistas, altos funcionarios y expertos en materia financiera de diferentes tendencias y bancadas que, según sea la temática del día, responden las interrogantes de este periodista argentino cuyo prestigio y talento están fuera de toda duda. No sorprende por ello que al leer las páginas de este libro nos encontremos que el desarrollo es claro, siendo un tema que, en manos de los expertos, suele ser tedioso y enrevesado; además el libro es sumamente entretenido y didáctico, al tiempo que está revestido de una prosa cuidada, surgida del rigor y la investigación. ¿De qué trata Cuentos chinos ? Pues como reza el título gran parte de su temática consiste en desmantelar las falacias políticas que como en ninguna otra parte del mundo siguen imperando en América latina, y que, empecinadas en enfrentarse a la globalización y la economía de mercado, lo único que consiguen es perpetuar el subdesarrollo y convertirlo en un mal endémico. Dígase en pocas palabras que Cuentos chinos desemascara la demagogia populista de aquellos lideres mesiánicos, herederos de una larga tradición autoritaria, sea de izquierdas o de derechas, que presentándose como salvadores pululan en la actualidad como una seria amenaza del orden democrático y el anhelado bienestar social. En el interesante sancochado el denominador común es la retórica hinchada y el aspaviento, el nacionalismo a ultranza y un supuestamente probado "anti-imperialismo", todo aderezado con grandes dosis de autoritarismo y delirios de grandeza, dignos ejemplos serían pues Hugo Chavez, Fidel Castro, Evo Morales, Ollanta Humala y el mexicano Lopez Obrador. ¿Pero tal y como está, qué opciones tiene América latina en el mundo que viene? Según Oppenheimer ninguna. De seguir naufragando en la inestabilidad política, desprovista la región de acuerdos multilaterales como el de la Unión Europea ("¿Qué empresa internacional va a hacer una inversión de importancia en Bolivia, con un mercado de 9 millones de habitantes, cuando puede hacerlo en la República Checa, un país de población parecida, pero que gracias a su pertenencia a un mercado común puede exportar sin tarifas aduaneras a un mercado de 460 millones de personas"), carentes los países de una administración rápida y efectiva que desburocratice la mentalidad y agilice los trámites (como es el caso irlandés, donde es posible abrir un negocio en 12 días, mientras que en Argentina se tardan sesenta y ocho), y permaneciendo poco atractiva a los ojos de los inversionistas por los continuos cambios de las reglas de juego y la practica compulsiva del borrón y cuenta nueva cada cinco años, América latina se halla a merced, como en el pasado lo estuvo de Europa y luego de Estados Unidos, del futuro imperio asiático, que pasará a ocupar el lugar de predominio en el siglo XXI. Oppeheimer pues visita aquellos países que en los últimos años han hecho todo lo contrario a lo que ha venido haciendo Latinoamérica. Algunos casos son elocuentes: China, Irlanda, Polonia, República Checa y España. Asimismo el autor analiza la actualidad de países como Brasil, México, Venezuela o Argentina, y de lo que piensan y cómo son sus líderes políticos. Un capítulo interesante es el de "Las falacias de George Bush.". "A grandes rasgos, en la nueva geografía política mundial hay dos tipos de naciones: las que atraen capitales y las que espantan capitales. Si un país logra captar capitales productivos, casi todo lo demás es aleatorio. En el siglo XXI, la ideología de las naciones es un detalle cada vez más irrelevante: hay gobiernos comunistas, socialistas, progresistas, capitalistas y supercapitalistas que están logrando un enorme crecimiento económico con una gran reducción de la pobreza, y hay otros que se embanderan en las mismas ideologías que están fracasando miserablemente. Lo que distingue a unos de otros es su capacidad para atraer inversiones que generan riqueza y empleos, y -en la mayoría de los casos, por lo menos en Occidente- sus libertades políticas." EEU. |
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