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índex català     enero - febrero 2007   n° 57
Reseñas57

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Nocilla dream

Agustín Fernández Mallo

Los chicos salvajes (El libro de los muertos)
William S. Burroughs 

El alma está en el cerebro
Eduardo Punset

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portadaNocilla dream
Agustín Fernández Mallo
Candaya, Barcelona, octubre 2006.



Fernández Mallo nos muestra en Nocilla dream su peculiar visión de lo que podemos llamar "collage narrativo". De la "poesía postpoética" a la "narrativa postnarrativa". Nocilla dream ha sido glosada en términos elogiosos debido a una supuesta radicalidad narrativa; en la misma podemos ver la alternancia entre textos científicos, semblanzas de personajes que parecen sacados  de canciones de Tom Waits, simbologías postmodernas,etc.

La prosa de Fernández Mallo fluye a partir de la marginalidad y autenticidad de unos personajes imposibles: del recogedor de vasos argentino admirador de Borges, y que vive en un motel a las afueras de las Vegas, a surfers ancianos chinos que muestran su pericia entre las olas, o a viajeros indómitos que construyen su propia "road movie".

No se le puede negar a Fernández Mallo su esfuerzo por crear  un universo propio y singular, enmarcado por visiones científicas de la realidad, que delimitan este mundo. Hemos de añadir que el propio autor se dedica profesionalmente a la ciencia, siendo especialista en el estudio de las radiaciones nucleares aplicadas al ámbito de la medicina.

En las páginas de Nocilla dream nos muestran a un mitómano irremediable, y en las mismas podemos ver homenajes nada disimulados a los héroes culturales a los que rinde tributo: de Borges a Radiohead. Estos homenajes se explicitan a través de los gustos de los personajes, y no mediante digresiones por parte del narrador.

Desde el punto de vista del andamiaje de la novela, podemos apreciar el uso del perspectivismo, técnica de la que se sirve en determinados momentos nuestro autor. El retrato de los personajes y sus andanzas se establece mediante pinceladas, que más que una expreión de sutilidad en el "diseño de almas", son de trazo grueso y nos parecen establecer "para siempre" el "espíritu" del personaje.

Los diversos saltos temporales y espaciales suponen  alteraciones en el ritmo de la novela, pero que colaboran, según la intención del autor, en la creación de una perspectiva global de la narracción. De este modo nuestro narrador nos sirve en bandeja una galería de personajes globales, cuyas trayectorias parecen delimitadas por los "escolios" científicos que definen la realidad que las engloba.

Nocilla dream y su galería de personajes globales nos ofrece una infinidad de potenciales narraciones. La singularidad de esta galería de almas es el principal "élan" de la construcción postnarrativa de Fernández Mallo. El estilo narrativo de éste a veces nos recuerda a las semblanzas de los malditos del pop o del rock de revistas musicales-Ruta 66, Rock de Luxe.

A la espera de la segunda parte de este experimento de "deconstrucción narrativa", confiamos que nuestro autor encuentre el equilibrio entre "experimento narrativo" y "ritmo narrativo". Alejandro Marqués.

Véanse los fragmentos de Nocilla Experience, continuación de Nocilla dream, en este número.

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portadaEl alma está en el cerebro
Eduardo Punset
Aguilar, Barcelona 2006

Este libro se vende solo. Si lo ve en una librería, ábralo en cualquier página y lea algunas líneas. A lo mejor se topa con una de estas: “Carl Zimmer asegura que el cerebro actúa de un modo disinto cuando pensamos en nostoros mismos. “Hay ciertas regiones cerebrales que parecen coordinar un tipo especial de pensamiento al pensar en nosotros mismos”.  “Gladwell, en principio asegura que el juicio instanáneo puede tener tanta validez como el que se toma tres meses de reflexión y acumulación de información”. “Entonces cabría deducir que lo que sucede en nuestro inconsciente es mucho más importante que la cantidad de información disponible conscientemente.” “Los expertos han descubierto que hay pautas recurrentes y caracterísicas en las relaciones y que, por ejemplo, se puede pronosticar el futuro de una pareja en función de estas pautas”. “Mucha gente está preocupada por la manipulación del público o de los consumidores y piensan que las personas estamos en manos de las empresas. Piensan así porque parten de la suposición de que la cognición humana es algo relativamene sencillo y que puede llegar a comprenderse. Por tanto, según ellos, puede manipularse bastante fácilmente. Lo que yo propongo es que la cognición humana es un proceso mucho más complejo de lo que pensamos hasta ahora.” “Y aún hay más: se trata de lo que los expertos llaman “La teoría del razonamiento del trasero”. “Es decir, si a los clientes les tocan el trasero sin querer, se detienen. Se paran y se marchan.” “Si usted desea abrir un establecimiento comercial, aquí tiene tres consejos básicos: no coloque sus producos demasiado cerca de la puerta, sitúe sus mejores ofertas a la derecha y... planifique el local para que los clientes no se rocen los traseros: ¿De verdad los clientes están manipulados como se cree o son ellos los que obligan a los comerciantes?”.
“Los neurólogos y los psiólogos advierten que un animal, por ejemplo, puede ser fiel o no, pero no ambas cosas a la vez. Los humanos tenemos esa capacidad: podemos amar y odiar al mismo tiempo, y podemos ser fieles e infieles a la vez. “Como seres humanos el hecho de tener emociones mezcladas y ser capaces de incorporar contradicciones puede constituir una parte central de nuestra naturaleza: eso nos hace ser quienes somos y puede formar parte de lo que significa ser persona.”.
“Él era uno de los programadores de Deep Blue, el súper ordenador contra el que iba a enfrentarse Garry Kasparov. Los titulares de los periódicos decían que aquella partida era el enfrentamiento del hombre contra la máquina. Illescas me dijo: “No es así exactamente. Es el enfrentamiento del hombre y las máquinas contra la máquina y los hombres”: Eso tiene una explicación sencilla: detrás de aquella máquina había muchos hombres que la programaron, y detrás de Kasparov había muchos ordenadores que le ayudaban.”
“Algunos estudios aseguran que cada día nos bombardean con 3.500 mensajes publicitarios. Uno cada quince segundos, en televisión, radio, prensa, Internet.” “El cerebro funciona como nuestro sistema digestivo: hasta que no digiere parte de la información, no puede incorporar información nueva, y hoy en día esamos empachados de información”.
“Los objetos que vemos, lo que escuchamos y lo que tocamos pueden ser reales, pero lo que experimentamos como realidad es una ilusión construida en nuestro cerebro”. “Nuesra memoria no es de fiar: no funciona como una cámara fotográfica y, mucho menos, como el disco duro de un ordenador. Unas veces, para conseguir un recuerdo coherente, el cerebro rellena los huecos de la memoria con contenidos imaginados e irreales, en otras ocasiones, almacenamos información de forma incosciente.” “La actitud, la emoción, la imaginación y lo vivido: todo ello influye en nuestros recuerdos”. AH. 

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portadaLos chicos salvajes (El libro de los muertos)
William S. Burroughs
Trad. Ana Herrera Ferrer
El Aleph, Barcelona, 2006

           
 William Burroughs es uno de los escritores contemporáneos más influyentes y originales de las letras americanas, autor de novelas revolucionarias en el tema y en la forma que destacan por la inteligencia de su ironía, por la brillantez de sus paradojas y planteamientos y lo que no es menos importante, por su empeño en crear una literatura diferente y propia en la que temas y vivencias fluyen por una corriente experimental y transgresora. El reconocimiento del valor de sus novelas ha sido mayor conforme la tendencia a considerarle como paradigma de una literatura maldita se ha debilitado, permitiendo valorar sin prejuicios la genialidad que se esconde tras los valores más externos de su creación.  Decisivo en la gestación de la “Generación Beat”, vida y obra se encuentran marcadas por su desafío al sistema represivo y corrupto del totalitarismo moderno, es decir, del sistema que se permite acusar a quien se opone a la maquinaria de control valiéndose de su fachada democrática. Este desafío pasa por la formación de una nueva estética que sea capaz de reflejar con absoluta honestidad el espíritu de la época, una mezcla de inseguridad y profundo pesimismo ante el estado caótico de una civilización violenta.

             Publicada en Nueva York en 1971 y prologada con acierto en esta edición por Luis Antonio de Villena, Los chicos salvajes es un descarado llamamiento a la rebelión de los jóvenes frente a este sistema opresivo. La  novela muestra al escritor acertando en su papel visionario de la realidad, ligando la evidente fractura social de nuestros tiempos, el estallido de la violencia urbana y el papel de la juventud en el arranque de los cambios sociales, todo ello trabado por medio de una erotomanía tan enfermiza como su visión del mundo. Aparte de drogas y sexo, esta novela, como gran parte de la obra básica de Burroughs, aporta otro ingrediente que no cabe pasar por alto: la muerte. El subtítulo El libro de los muertos lo anticipa tomando el nombre de diversos libros religiosos de la Antigüedad, de raíces tibetanas y egipcias y de otras fuentes pseudocientíficas, como la obra de Carlos Castaneda. En ellos la muerte, como sinónimo de cambio, facilita el tránsito del argumento hacia la liberación y la transformación en su recorrido hacia el más allá. No en vano, Burroughs entiende el apocalipsis como un acto de renovación y sobre todo, de liberación del sistema opresivo al que antes hacíamos referencia.

            Por lo que respecta al plano estilístico, ésta se aleja de la experimentación extrema que sedujo al autor durante su primera etapa de búsqueda en cuanto a la ruptura de la linealidad del relato, con la que logró una escritura fragmentada de connotaciones un tanto poéticas. En Los chicos salvajes  Burroughs vuelve a su originaria linealidad, a la que incorpora imágenes oníricas y detalles líricos que potencian la atmósfera narrativa con gran maestría, produciendo una novela dotada de considerable peso estilístico. De gran calado visionario y hermanada con La naranja mecánica, de Anthony Burgess, por su inteligente uso de la violencia, es un alegato contra el sistema propio del novelista en constante relación paranoica con un mundo que se confunde con el infierno, que mitiga mediante la confrontación de éste con un paraíso carnal en el que se da paso a la incontenible búsqueda del placer -plasmado en la novela en una versión homoérotica y adolescente tan incontenible como destructiva. Según esta visión, sólo la juventud, en la que reside la plena libertad, puede cambiar el mundo y conseguir que de éste surja una sociedad más aceptable. Para contrastar con el mundo opresivo, surge una expansiva revolución de muchachos bellos y violentos que atacan a ese orden y lo celebran de manera sistemática y obsesiva con un emparejamiento frenético. Pese a todo, Burroughs no pretende destruir el caos organizado de la sociedad sino superarlo, trascenderlo, desde la consciencia de que la felicidad no es algo que se nos conceda de buena gana.

            Nos encontramos, pues, ante una novela experimental que contrasta con los ejercicios, supuestamente de vanguardia, que en ocasiones nos toca sufrir en un mercado editorial rendido en la actualidad a una prosa realista tan plana como inofensiva. Rebelde irredento, Burroughs fue capaz de crear con Los chicos salvajes  -y por extensión, con su dilatada trayectoria- una poderosa fuerza que lo inunda todo y que pretende obtener el filtro que dé la vuelta a la banalización de la vida y del lenguaje para poder llegar al gozo de la vida y de la juventud y cambiar el mundo, si puede ser, aunque sea a traves del viaje al más allá. Carlos Vela

   © TBR 2007

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