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En su entrevista en The Barcelona Review, el escritor escocés Alan Warner dijo de Juan Carlos Onetti: "Le considero uno de los gigantes del s. XX, el cual, ya en 1937/38, mucho antes de Beckett y Camus, hacía cosas muy interesantes." Graham Thompson, que realizó la entrevista a Alan Warner, leyó algunos de los cuentos de Onetti y quedó impresionado. Unos cuantos meses después, descubrimos el artículo que aquí ofrecemos publicado en la revista uruguaya Posdata (agosto de 1997). |
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Alan Warner: EL ONETTI ESCOCÉS por Gustavo San Román El enorme éxito de Trainspotting, novela del edimburguense Irvine Welsh, cuya versión cinematográfica llegó a Montevideo unos meses antes de su traducción española, no debe verse como un fenómeno aislado. Es más bien el fruto de mayor resonancia, hasta ahora, del gran florecimiento de la cultura escocesa de los últimos años. El más reciente integrante de ese "boom" es un joven narrador que declara como una de sus influencias fundamentales nada menos que al uruguayo a Juan Carlos Onetti. |
Alan Warner, autor de las novelas Morvern
Callar (1995) y la reciente These Demented Lands, es uno de los más jóvenes
protagonistas del actual "boom" de la literatura escocesa. Entre los compañeros
de Warner hay una veintena de poetas, narradores y cineastas que están teniendo éxito en
otros países de habla inglesa aun cuando escriben en el inglés dialectal de Escocia,
como es el caso de James Kelman e Irvine Welsh, cronistas de las vidas de los personajes
marginales de Glasgow y Edimburgo respectivamente. Irvine Welsh es el autor de Trainspotting
(1993), su primera novela best-seller sobre jóvenes drogadictos de la que se hizo
película el año pasado; esa novela y su segunda obra, Acid House, ya han
aparecido en versión española. Welsh dijo que Alan Warner es "uno de los más
talentosos, originales e interesantes escritores actuales". Warner nació en 1964 en Oban, un pueblo de la costa oeste de las Highlands escocesas. Según declaró en un congreso sobre Onetti que organicé en St. Andrews en 1995, se sintió aislado como escritor en ciernes en ese mundo rural y costero. Luego, durante una estadía en Ibiza en busca de un cambio de ambiente y estando trabajando de portero de boite, uno de los habitués le regaló un ejemplar de El Astillero. Warner, que recién estaba aprendiendo el castellano, se vio apabullado por la prosa onettiana y tuvo que abandonar la empresa. De vuelta en Gran Bretaña buscó una traducción y por fin encontró la fina versión al inglés de Nick Caistor. Se sintió hondamente afectado y se puso a leer todo lo que se había traducido, hoy por hoy, afortunadamente, casi toda la obra de Onetti. La novela que acaba de aparecer, Estas tierras dementes, está dedicada, además de a Mark Richard y a Michael Ondaatje (autor de El paciente inglés), a "Juan Carlos Onetti (1909-1994)". El título recuerda a Tierra de nadie (1941), aquella caleidoscópica visión onettiana del bajo mundo de Buenos Aires. Morvern Callar Primero conviene comentar la primera novela, cuya versión cinematográfica a cargo de la BBC es inminente, y cuya traducción española acaba de salir en Barcelona y está en camino a Montevideo. La protagonista epónima es una muchacha de 21 años que vive con su novio en un parque de viviendas económicas y que trabaja en el supermercado de un pueblo costero que tiene resonancias del nativo de Warner. La novela comienza con el hallazgo por parte de Morvern del cuerpo muerto de su anónimo novio, a quien se refiere sólo como "Él" durante toda la trama. Morvern es huérfana y su padrastro, Henna el Colorado, vive con Vanessa la Deprimente; la mejor amiga de Morvern es Lanna, compañera del supermercado. Morvern no se somete a la voluntad de nadie y hace exactamente lo que quiere, aunque el lector nunca recibe explicación de sus actos ni expresión de sus intenciones, pues Warner no construye una interioridad psicológica de manera explícita. La caracterización es siempre externa: nos vamos enterando de cómo es Morvern mediante sus acciones y la experiencia de sus sentidos, acompañadas por algún parco comentario que hace a sus amigos; como a los otros personajes, a nosotros también nos resulta un personaje enigmático y fascinante. Ella misma admite que no le gusta hablar, que es taciturna, y lo es no sólo hacia los otros, sino también para sí misma. De ahí lo apropiado de su apellido, que en inglés se pronuncia "cólar" y de cuyo significado etimológico se entera Morvern al llegar de vacaciones a un balneario español. En cuanto al nombre de pila, es también el de la península que está al noroeste de Oban, entre el Estrecho de Mull y el Lago ("Loch") Linnhe. Morvern Callar comienza con una escena inquietante cuyas reverberaciones van a seguir dominando la trama hasta el final, sin resolverse definitivamente. Aquí va una traducción al español rioplatense del comienzo de Morvern Callar: Se había degollado con el cuchillo. Casi se había amputado la mano con la cuchilla de carnicero. Como no se podía oponer, prendí un Silk Cut. Sentí una especie de onda de algo. Tuve miedo, pero también se me ocurrieron cosas más optimistas. Estaba desnudo y muerto, boca abajo en el linóleo de la despensa con sangre por todos lados. Las luces del árbol de Navidad se prendían y se apagaban. Eran de las que se les puede cambiar el ritmo. Lo seguí mirando un buen rato, ahí tirado en el suelo, hasta que oscureció y se veía la pantalla de la computadora de Él, todavía encendida. Empecé a llorar por todos los regalos que había debajo del árbol, pensando en que Él estaba muerto. Los regalos inútiles siempre me ponen triste. Cuando me pongo triste siempre empiezo a llorar por mí y después pienso en la otra gente. La vecina de Corran Road, a la que se le cayeron los hijos del barco y se le ahogaron. Lloró tanto que perdió un ojo. Lloré pila y me quedó moqueando la nariz. Tiré el Silk Cut al suelo, donde se siguió quemando hasta el filtro sobre una tabla barnizada. Paré de llorar porque casi no podía respirar y estaba muerta de frío. Bajé la velocidad de las luces intermitentes del árbol de Navidad. Encendí la luz de la despensa y prendí el cafetón y la estufa eléctrica pero no quise poner un disco. Supongo que estaba pensando si ir a la cabina de la estación de nafta para llamar a la policía o a una ambulancia o a quien sea que se encarga de estas cosas. Después se enteraría todo el mundo en el pueblo. Saldría una foto en el diario. Habría que avisarle a su padre, que vivía en el extranjero. También se enterarían mi padrastro y la compañía de los ferrocarriles y todo el mundo en el supermercado. El calefón demoraba media hora en calentarse y eran alrededor de las ocho según el reloj del video. Tenía que hervir agua en la caldera para lavarme la cara, que estaba sucia de tanto llorar. No podía pasar junto a Él sin pisar Su sangre y me daba miedo acercarme mucho así que me fui al cuarto a buscar mis cosas. Tomé la última pastilla del ciclo. De vuelta fui hacia la despensa, tomé distancia y di un salto por encima del cuerpo. La pileta estaba llena de platos sucios así que les di una buena lavada. La cara de Él estaba junto a mis pies descalzos. Puse el pico de la caldera eléctrica debajo de la canilla. Después puse la bombacha sobre el pico y estiré el elástico hacia los costados. Cuando la caldera hirvió me puse la bombacha calentita. Di un salto para atrás por encima de Él para vaciar la caldera, porque no quería quemarme las piernas. Metí el pie de la sangre. Volví para adelante y dije una palabrota en voz alta. Me limpié el pie en la alfombra. Me lavé la cara en el agua con olor como a quemado de la caldera, y me vinieron ganas de ir al baño. Sentada en el water me di cuenta que había cerrado la puerta con llave, aunque Él estaba muerto. Hice pichí y después caca, y me limpié hacia atrás, como hay que hacer. Aunque Él estaba muerto usé el spray de desodorante ambiental. Por hacer algo guardé todos los regalos para Él y para Hanna el Colorado, Vanessa la Deprimente y Lanna en el armario del calefón. Prendí un Silk Cut. Hice una hilera con todos los regalos de Él para mí y rompí las envolturas como si fueran cajas de manzanas en el supermercado: una campera de cuero lustrado de novillo, un paquete de medias de denier bajo color amarillo claro, un encendedor tipo de oro, una especie de combinación de imitación seda y un Walkman precioso con pilas y todo. Me puse a llorar de nuevo al pisar la sangre y me arrodillé en el suelo. Terminé tocándole el pelo porque el resto estaba frío. Toda la sangre del suelo tenía una especie de nata arriba. Cuando vi que se me terminaba el Silk Cut metí el pucho en la sangre y siseó por un momento antes de apagarse. Había estado llorando tanto rato que el el agua ya estaría caliente. Cuando me levanté me colgaban pedacitos de la nata de sangre de las piernas y algunas gotas frescas se cayeron al suelo. Mis pies descalzos dejaban unas huellas oscuras en las tablas del piso. Al frotarlas con el papel lustroso de envolver los regalos de Navidad se convirtieron en marcas alargadas. Me arrodillé en la bañera. Me lavé las rodillas y también por adentro. Cuando las piernas estaban calientes y ya no tenía piel de gallina, me las afeité. Me hice un pequeño corte con la gilette y apareció una burbujita de sangre que empezó a deslizarse enseguida. Eché un poco de jabón de burbujas en la bañera y la llené de agua. El agua estaba muy caliente, así que le agregué fría. Después del baño, uno de varios de los que jalonarán la trama, Morvern se pone los regalos que le había comprado el misterioso Él y sale a la calle a empezar una serie de aventuras, primero locales, que incluyen el que la echen del trabajo, y luego en Londres y en un balneario de la Costa del Sol española. En todas ellas cumplen papeles importantes los cigarrillos (marca Silk Cut), la bebida alcohólica (sobre todo el Southern Comfort con gaseosa) y las discotecas. También, en los periódicos momentos de soledad, figuran la naturaleza de las montañas y valles escoceses vecinos de su pueblo, o la del balneario español. De todas estas aventuras Morvern surge como una chica independiente, atractiva, sin planes muy claros para el futuro y con una firme devoción hacia el presente. El dinero que recibe de su novio, y el de los derechos de autor de la novela que Él escribió y que Morvern hace pasar por suya, desaparece en poco tiempo. Al final de la novela no se sabe bien qué va a ser de su vida. Lo del baño es importante, ya que indica una preocupación constante durante la novela en la experiencia de los sentidos. A Morvern le atraen la música moderna, la variedad de la luz matinal, la consistencia de la nieve o del barro en un río de las tierras altas escocesas, y las varias sensaciones que le produce el nadar por la noche en el Mediterráneo. Hay un cierto eco de la noveau roman en este mundo sensual y sin gran profundización psicológica, que nos da la impresión de que no debemos tratar de entender a Morvern, así como ella no intenta comprender lo que le sucede alrededor. La comprensión que practica Morvern no es verbal, sino sensual. Estas tierras dementes Como en los textos de la saga onettiana de Santa María, Morvern Callar tiene su continuación en Estas tierras dementes. Morvern acepta la sugerencia de una muchacha a quien conoce cuando vuelve a sus pagos embarazada y sin un centavo al final de la primera novela. La chica le dice que un amigo de su tío tiene un hotel en la "isla", junto a una pista de aterrizaje, donde es probable que Movern consiga trabajo. La nueva novela empieza con el naufragio del ferry que va a esa isla que corresponde a Mull, situada frente a Oban en el mapa real de Escocia. Esta vez la trama y la estructura del texto son bastante más complejas. Hay tres grandes secciones: Primer texto-primera parte y Primer texto-segunda parte. De cada texto hay un segundo manuscrito, con notas del editor. La última sección es una carta, firmada por Morvern Callar (cuyo nombre había estado oculto hasta ese momento: la última página). Mientras que en la primera novela el punto de vista y la voz narradora eran siempre los de Morvern, en el nuevo texto varían los dos aspectos, así como el número de personajes de importancia, que aumenta. Estas tierras dementes contiene algunos ecos onettianos, sobre todo de la última novela del uruguayo, Cuando ya no importe. En general, son los dos textos complejos, fragmentarios y no lineales, pero el tan manido término "posmoderno" no es aconsejable como definición, dado el rechazo explícito que recibe en ambos textos. En el segundo párrafo de la novela de Onetti, cuenta el narrador que él y su mujer pasaban hambre. Luego agrega: "nos consolábamos a veces con comidas a las que buenos amigos nos invitaban, chismes, discusiones sobre Sartre, el estructuralismo y esa broma que las derechas quieren universal, saben pagar bien a sus creyentes y la bautizan posmodernismo". Compárese con las palabras de Morvern en carta a su padrastro: "¡Tuve una conversación sobre posmodernismo! En serio. Hasta llegué a pronunciar esa palabra tan ridícula y a agarrar los sándwiches con dos dedos. Fue en una universidad". El desprecio por el posmodernismo tiene también, en las dos obras, una dimensión política, ya que en ambas reciben fuertes críticas por igual el capitalismo y el totalitarismo. Esa carta de la sección final de Estas tierras dementes es un caso bastante específico de resonancia onettiana. Aunque el lector sabe que la remitente todavía se encuentra en la isla correspondiente a Mull, Morvern escribe desde una "Dirección secreta, digamos Tierra del Fuego". La elección del lugar es vaga referencia al mundo onettiano. Menos vagas son la equivalencia de tono y ciertos elementos de contenido entre esta carta y la que le envía Elvirita a Carr en Cuando ya no importe, que aparece también al final de esa novela. La carta que recibe Carr lo deja triste y meditabundo: "Miro mil veces el sobre donde no hay nombre de remitente. El matasellos del correo, verde y amarillo, dice Agua Branca. Eso está en San Pablo, Brasil. La carta fue escrita en Haití, en un papel de color endemoniado, casi violeta pero no del todo. Un color escogido para dañar los ojos. También en esto reconozco a María Elvira." Aquí va un trozo:
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