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índex català   enero - feb  2003  n° 34

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diez desnudos (los poemas de la pierna)
Daniel Najmías

 

Rašid medio desnudo

Ay, si empezáramos por la pierna, por la pierna,
y a la mismísima rodilla nos bajáramos, si dándole la vuelta
nos demoráramos en torpe retroceso y por detrás al pie
llegáramos y viéramos -planta, talón, punta del dedo-,
habiendo recorrido todo el muslo contra el tirón de la vista
o de los labios que hacia arriba nos lleva, si esperáramos,
si supiéramos adorar sin premura tu silueta, tu figura
expuesta a nuestro lado, aún no dormida, si giráramos,
la altura de los ojos traicionando, desde abajo adoración
de tu estatura, tus rincones de sombra, tus extremos,
y a fuerza de medir y calcular la imposible distancia
que nos resta exhaustos renunciáramos a conocer tu cifra
y decidiéramos sólo seguir, seguir, el roce otra vez
de tu rodilla, esclavos de tu pierna interminable, escalar
esa eterna cordillera, sus quebradas, sus cráteres,
detenernos a respirar, a tomar aire, en la ladera
de tu muslo también, si descansáramos, si no viniera
tan de golpe el mal de altura, si nos dieras algo que masticar
para evitarlo, y subiéramos, hasta la cima de tu pico más alto,
y no tembláramos.


 Rašid ante el espejo

Ahora te fijas en ti, ahora el espejo
se encarga de morderte, los dientes clava
en la robusta imagen que le ofreces,
astillas de cristal vivas, desnudas:
de frente, de la cintura para arriba,
medio cuerpo. Frente y perfil. Fragmentos.

Es el momento. Más luz no necesitas.
Ahora comienza el espectáculo, la exhibición,
la fiesta, las poses más audaces. Ahora
se tensa el músculo y la mano maestra
se dedica a enseñar pieza por pieza,
como si de un rompecabezas se tratara,
primero el hombro, después parte del cuello,
un brazo, un rápido barrido por la espalda.
Abundan las imágenes, tu cuerpo entero nunca.

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 Desnudo III

No es el cuerpo hoy, es la locura,
digamos, de la piel que lo envuelve,
es la envoltura lo que aquí se describe,
el tapiz, la alfombra voladora
que más viajes promete y más orientes,
la desnuda, la distinta frontera.

Yemas locas, que leerla quisieran,
alfabeto, que a mis dedos provoca.

Sólo una marca, un signo de tu historia.
Por lo demás, intacta. No hay manera
de escribir en tu piel, es otra cosa.
Se extiende:
en el límite entre la verdad y la mentira,
entre la vida y la muerte, entre el varón y la mujer.


 Desnudo IV

Esta vez más desnudo todavía,
si puede ser desnudo que se vea
la última desnudez, la que ni Dios
vio cuando viniste al mundo.
Desnudo que nos dejes espantados,
que pidamos no verte
y con los ojos cerrados
te empecemos a tejer
el más suntuoso de los trajes.

Desnudo, medio desnudo, más desnudo.
Hasta que suene la alarma,
el no va más, y la ruleta del deseo
arrase y nos arroje a tu orilla.

Bien abiertos los brazos, bien
recta la cabeza, quita las manos,
que no estorben, quieto.


 Desnudo V (Una poética)

Hoy se apareció desnudo. Tratemos de imaginarlo.
Bien de mañana. Bien, así ocurrió:
los pitos del tren entonaron la cantata primaria
de los gallos de enfrente, y él se apareció desnudo.
Nunca como antes, caminando, un ritmo
desacostumbrado. Novedad, oh novedad.

Larga fila de sueños, pilas, sorpresa,
cantó el gallo de enfrente (se justifica,
traten un momento de imaginarlo).
Lo que sigue duró poco. Él se apareció desnudo.
Tenía, apenas, recogido el cabello.
Pronto los zapatos ocuparon su lugar de siempre.


 Desnudo de Rašid este verano

¿Quién más desnudo está que se equivoca
la pluma al volar sobre el lecho
que hemos cavado en la arena?

¿Más animal en medio de tantos minerales?
¿Más abierto en la templada cavidad del mar?

Inca tendido al sol, pronto vendrán
los cangrejos amarillos a comerte la cola,
vendrán por todas partes
y tú te dejarás comer.

¿Dónde está ese manto de murciélagos
con que te cubres en invierno?
¿No has traído siquiera un taparrabos?
 
Desnudo VII (El buzo)

Zambullida, salpicón, apnea. El mar es todo tuyo.
El delfín desnudo se revela imbatible, es el señor
de las profundidades. Y el mar es como un palco
desde donde mirarte, y esperar una tabla de salvación.
Nadie viene: tú buceas, desnudo, nosotros naufragamos.


 Desnudo VIII (Anaerobios)

...esa mano desnuda que dibuja
la habitación donde nos desnudamos.

Sólo se trata de pasar las horas,
de que las velas ardan y aturdidos
por la falta de oxígeno aprendamos
a hacer de la noche el alimento,
a producir el carburante universal
de todo lo viviente. Hongos, levaduras,
bacterias, fermentos, putrefacciones,
maravillas de los cuerpos desnudos,
hijos del aire viciado.


 Desnudo IX (Tetrao tetrix)

Y que la pluma siga el ritmo de tus pasos,
la extraña y complicada danza que bailas
a primeras horas de la mañana.
Vencerás, desnudo, te alzarás con el triunfo
y cada parte de ti recobrará su nombre.
La palma de la mano,
el río invisible que te recorre el pecho
y lo parte en dos mitades; de algún modo,
todo se nombrará a su debido tiempo.
Hambre, sed, duermevela interrumpida.
Desnudos objetos alados.


 Lui tout nu

 La sombra implacable de tu espalda,
en otro espejo,
en sombras.

© Daniel Najmías
©de la ilustración: Feli Manero

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  enero - febrero 2003  número 34 

Narrativa

Neus Aguado: Tres cuentos inéditos
Dante Bertini: Naipe quemado
Dorothy Parker: El banquete de sapos
Juan Francisco Ferré: La Edad Media

Ensayo

Alfredo Bryce Echenique por Ernesto Escobar Ulloa
El otro mensual por Francisco Javier Cubero
Hanif Kureishi y su visita a Barcelona por Sara Martín Alegre

Poesía

Ana Nuño: Barcelona, mujeres poetas (6)
Daniel Najmías: Diez desnudos (los poemas de la pierna)

Reseñas

El amante de mi madre de Urs Widmer
Hotel Iris, de Yoko Ogawa
El vuelo de la reina, de Tomás Eloy Martínez
Bisontes muertos de Luis de Ángel

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