Primero es capaz de
comunicarse con el espíritu de los pianos
Robert Juan-Cantavella
Utiliza cuerdas de piano porque el hilo convencional, incluso el más resistente, no puede
soportar el peso de un coche. El padre de Segundo tiene una fábrica de pianos. El aparejo
es del mismo tipo que usan en alta mar para pescar peces espada: corto, azul cobalto y muy
resistente.
Ha sido al mover la estantería. Eso es. Ha
caído al mover la estantería.
¿Y se puede saber para qué estabais moviendo
la estantería?, ¿no teníais nada mejor que hacer?
Lo ha dicho Segundo esta mañana. Para poner
aquí una cinta transportadora. Quería pintar los pianos de amarillo. Ponerlos encima de
la cinta y pintarlos a pistola mientras pasaban. Aseguró que usted le había dado
permiso, señor. La estantería le molestaba. Pondremos otra más pequeña. Eso es lo que
dijo. Pondremos una estantería más pequeña justo ahí. Y justo al lado la cinta móvil.
Palacios trató de moverla y fue cuando le cayó el coche encima. Entonces me acordé. Ya
no tenía más sitio en el patio de atrás. Eso dijo. Estuvimos charlando hace un tiempo.
Sí señor, lo recordé en ese preciso instante. Nunca hubiera pensado que algún día
necesitaríamos mover la estantería. Por eso permití que de forma provisional dejase en
el estante más alto alguno de sus coches. Pocos, y en eso fui tajante, es cierto, pero en
cualquier caso di mi permiso. Es pues mi culpa y por eso pongo, desde este mismo instante,
mi cargo a vuestra entera disposición.
El día despertó soleado. Las banderas ondeaban en lo
más alto y su lucir de estandarte revoloteaban arrogantes para anunciar un día de
fiesta daba fe desde las alturas del júbilo de todo un pueblo. El bullicio de la
plaza escondía gritos, risas, poses y mercaderes de todo paño que aprovechan los días
de fiesta para vender cualquier cosa. Como una sentencia se acercaba el mediodía y con
él la hora de la justicia. Los niños correteaban como corceles entre los barrotes del
cadalso, un montón de maderas que alzaban su porte majestuoso en un lado de la plaza. Su
lugar, según costumbre, es el centro de la plaza mayor, pues así mandan las crónicas
más antiguas, con el sol en lo más alto y en completo silencio. La señorita Araceli sin
embargo, regidora de la CNN, opinó que era más conveniente correr el cadalso a un lado.
También retrasó un poco el evento. Rodando a mediodía el sol cae a plomo aseguró
la señorita Araceli, y nos veríamos obligados a corregir las sombras de la cara
mediante el uso de un sistema de iluminación demasiado costoso; además, se nos ha echado
el tiempo encima, es más simple hacerlo un poco más tarde, esperar a que el sol se
canse, recorrer un poco el stage para evitar las sombras de las casas situadas tras
la cámara, y ya está.
Y así fue. A las cinco de la tarde comenzó el
espectáculo. El Técnico Responsable de la Cadena de Producción de pianos, con sus uñas
mugrientas clavadas en los barrotes de una jaula de madera sucia y húmeda, sudando como
un cerdo y convertido en una piltrafa, fue llevado a recibir su merecido castigo en medio
de un griterío sofocante. Todo ocurrió como han visto ustedes, entre el estertor del reo
y los jadeos de centenares de gentes, hienas dispuestas a hacer justicia igual que mil
años atrás, tal como manda la tradición. Con el sol en lo más alto y justo en medio de
la plaza mayor, se hizo uso pleno de la disposición a cargo del reo.
Ese que sale a la calle de noche es él, con una
mochila llena de argollas, tornillos y una blacandequer. Oculta su sombra y cuando ha
esquivado todas las miradas, se abalanza sobre la espalda de la víctima elegida. No arma
ruido. En cuestión de segundos hace los cuatro agujeros, coloca la argolla y la atornilla
con fuerza al techo, mete de nuevo la blacandequer en la mochila, mira a ambos lados y se
larga igual de invisible que vino. A veces hay suerte y en un parking puede argollar
cientos de coches en pocas horas. Otras en cambio el dueño le pilla o suena, de repente,
en algún sitio una alarma. Es peligroso, hay quien piensa que sólo se trata de pescar
coches, pero no es así. Primero hay que conseguir argollarlos, y eso es lo más difícil.
Lleva años aprender.
Segundo y su amigo Peralta jugaban de niños a pescar
bicicletas, pero Segundo pronto se aburrió. Al estar paradas, apoyadas en la pared o unas
contra otras, todo resultaba demasiado fácil. Segundo pensó entonces en pescar
bicicletas en movimiento. Coge aquella de allí y pasa por debajo del puente Peralta
le dijo a su amigo Peralta, veremos si puedo pescarte. El entierro de Peralta
fue muy discreto. Primero donó a la parroquia un piano sinna die de luxe, de los
que tocan solos.
Tendrán ustedes que llevarlo a un especialista.
Quizás también a uno de esos campamentos de verano en que los jovencitos cantan
canciones alrededor de una hoguera. En realidad creo que se trata del único remedio,
olviden lo del especialista. Sólo es necesario que afine su voz como un ángel a la luz
de la luna estival. Sin duda eso le curará, tan sólo asegúrense de que no meta ninguna
caña de pescar en su mochila, las hay telescópicas, muy pequeñas. Regálenle en su
lugar una cantimplora y un machete, no se olviden del machete, para que pueda coger una
rama del monte y la pele, para que sea su rama y en ella inscriba su nombre y su historia
pero ante todo, para que le sirva de cayado al andar.
¿Y el especialista?
Son 150.
¿Ya?
Venga llorón.
No puede dejarme usted así. Ponga otra vez el
reloj en marcha. ¿Para qué iba a querer mi hijo Segundo cantar? ¿Está usted
completamente segura de que no es necesario acudir al especialista? El especialista vive
lejos, muy lejos, es necesario llamarle muy fuerte para que acuda. ¿Está usted segura?,
porque de llamarle tiene que ser ya.
Antes en cambio se hacían a mano. Los artesanos
disponían, con mucha cautela, paciencia y sapiencia infinita, la tecla correcta en el
sitio adecuado tensando sólo lo justo y en a penas unos pocos meses. Ahora los pianos
salen hechos de unas máquinas capaces hasta de empaquetarlos. No obstante, la tapa
todavía la coloca Primero, de forma personal y con mucha delicadeza. Lo hace con todos y
cada uno de sus instrumentos. Con guantes de terciopelo y ante Notario, Segundo atornilla
las bisagras una a una. Hay veces que un tornillo no entra bien. Primero entonces suelta
el destornillador y se retira a la oficina a meditar el por qué. Primero es capaz de
comunicarse con el espíritu de los pianos, y a él se encomienda en momentos como ése,
en que frunce el ceño y se retira a buscar la verdad de las cosas. De la oficina sale
siempre con ánimos renovados. Lo acabo de ver muy claramente dice entonces,
esa no es la tapada, probaremos otra: ¡destornillador! y tiende la mano a un
costado sin dejar de mirar el piano. Notario toma nota de todo y firma un certificado que
levanta acta del hecho, que dobla después y que acaba adjuntando a la documentación del
instrumento musical. El buen oído de Primero a la hora de colocar la tapa de los pianos,
unido a un impecable servicio posventa, le han hecho acreedor de una sólida reputación
en el gremio. Sus pianos personalizados se venden muy bien, y es que Primero da a sus
clientes la posibilidad de invertir, además de en una impecable pieza piánea, en imagen,
estatus y en prestigio; ya se sabe: Pianos Primero, para gente con talento, tiro tararí
... tatí.
Son unas cañas de pescar especiales. Segundo pesca
coches cuando pasan rugiendo bajo su ventana. Luego los amontona en el patio de atrás.
Hay tardes en que no se deja ver ni uno. Nada. Segundo argolla los coches al azar, por eso
muchos de ellos no pasan ni jamás pasarán bajo su ventana. Otros lo hacen cuando él
duerme. Hay que ser paciente y estar siempre alerta. Los coches argollados pasan cuando
pasan, sin anuncio previo. Es éste uno de los puntos que más claramente diferencia la
pesca marítima, donde el pescador es avisado por la más leve presión ejercida sobre el
sedal, de la pesca automovilística, donde el pescador no depende sino de su atención y
de la rapidez de su respuesta para coger la caña, hacer de cabeza una compleja ecuación
que, en tanto que comprende la velocidad del móvil e intuye su recorrido más probable,
determine la fuerza con la que hay que lanzar el gancho y, poco más o menos, también
dónde. Hay que hacerlo todo en unos pocos segundos y luego tirar fuerte, por eso todos
los pescadores urbanos son corpulentos. Segundo, aprovechando el tirón da también un
golpe de muñeca y envía los coches al patio de atrás. Es tremendamente hábil Segundo,
casi siempre consigue que caigan del derecho, de forma que los conductores puedan salir
ilesos. Primero entonces se excusa. Toda la vida excusándose.
¿Que si es cierto que la niña de los Peralta se
pasaba el día entero aquí, en mi fábrica de objetos músicos?, no, pero venía casi
todos los días, la puerta de atrás del taller está siempre abierta, sabe usted, y a
ella le venía muy bien porque justo al entrar hay un grifo donde llenaba de agua su
regadera. Siempre le gustó regar las plantas de la jardinera. ¿Que si tengo alguna idea
de cómo sucedió el trágico accidente que segó de un tajo el aliento de esta
encantadora niña justo en la flor de su vida?, no, tampoco señorita, ya le he dicho
antes que no, si quiere le enseño las últimas novedades del ramo del piano, pero de eso
no quiero hablar ya más. Sí señores, así de reacios se muestran los lugareños a
hablar del tema... pero lo cierto es que murió aplastada por un coche. Un gran turismo
según parece. El informe oficial dice que la culpa la tuvo un pinchazo. El conductor, a
su vez, dijo no saber muy bien qué había sucedido. Si hay que creerle perdió el control
sobre su coche, que de repente se elevó primero un poco, luego mucho, para caer luego con
fuerza sobre la pobre Beatriz, una joven de la localidad que ya no podrá volver a regar
su jardinera preferida... las plantas la echarán de menos, pero seguro que no tanto como
su familia y sus compañeras de curso. Nos despedimos con unas imágenes de sus seres más
queridos. Lugar de los Hechos, Araceli de López, CNN.
Quince años después el hermano mayor de Peralta se
sacó el carné de examinador. Primero supo desde el principio que aquello era una
venganza: ¡qué espabilado este chaval!, ahora se montará una autoescuela y nos joderá
el negocio. Durante el primer año de funcionamiento de la autoescuela, Primero vendió 50
pianos menos que el anterior. Segundo sólo advirtió la crisis en que estaba sumida la
empresa familiar el día que vio asomar, al final de la calle, un Mercedes de los grandes.
Iba argollado. Segundo no puede acordarse de todos los coches que manipula cada noche,
pero de alguno de ellos no puede tampoco olvidarse. La policía casi lo pesca aquella vez.
Rutilante, negro, reluciente... y con un hombre del frac dentro. Aparcado a las puertas de
un restaurante de lujo. Era tarde, pero la fiesta continuaba dentro, a puerta cerrada.
Hacía ya un par de años de todo aquello, y ahora tenía la posibilidad de pescarlo. La
bestia negra giró la curva despacio y fue acelerando al tomar la recta. Todos los
semáforos verdes. Sus faros se acercan suspendidos sobre la carretera. Segundo mira hacia
la derecha para controlar que no llegue otro coche por allí, coge la caña, tensa el
cable, afloja el carrete y lanza. Logró pescarlo pero cuando estaba izándolo el cable
estalló. Segundo cayó de culo, el coche aterrizó de golpe y es entonces cuando, de
repente, Segundo comprendió todo: su padre había empezado a emplear cable de peor
calidad para confeccionar sus pianos. También había dejado de atornillar las tapas él
mismo, de forma personalizada, pero de eso Segundo tampoco se enteró hasta mucho
después. Notario, viejo amigo de la familia, siguió firmando los certificados. No te
preocupes tanto le dijo, y mientras lo decía le dio un par de palmadas en la
espalda. Me pagas a cambio de un servicio muy específico Primero, firmar estos
certificados, y eso es lo que seguiré haciendo, nuestro contrato se mantendrá en los
mismos términos. Además, ¿a quién importa que atornilles tú las tapas o las atornille
otro?
Le costó un poco al principio, conocer al personal,
familiarizarse con la maquinaria, evaluar sus posibilidades, instalarse en el despacho,
cambiar la estantería de lado dejando así espacio para la fotocopiadora nueva, echarle
un ojo a los archivos, contactar con los propios trabajadores, crear un espacio de
correspondencia interlaboral ecuánime, un departamento que lo coordine y algunas otras
cosas, pero al poco de llegar ya tenía todo controlado. Primero bajó entonces a revisar
su trabajo, se sentó sobre la mesa del despacho, corrió la cortinilla con el mando a
distancia y con aire de maestro zen le preguntó a Sisí si ya había trabajado antes con
este tipo de pianos. No dijo Sisí, digo sí añadió entre toses,
en una fábrica de pianos precisamente, es curioso pero ocupaba este mismo puesto. El
cargo de Técnica Responsable de la Cadena de Producción no tiene secretos para mí. Eso
espero señorita Sisí dijo Primero, si ha estudiado usted los balances que le
dejé sobre la mesa sabrá que la situación actual de la empresa es preocupante, por eso
está usted aquí. El piano se muere, señorita.
La hermana de Peralta se llamaba Beatriz, Beatriz
Peralta, una niña muy graciosa que acostumbraba a regar la jardinera de la calle mayor
con un pequeño cubo de plástico azul en forma de regadera. Beatriz tomaba el agua de la
fábrica de pianos porque la puerta del taller estaba siempre abierta.
Al principio te caían. Fue muy gracioso.
Recuerdo que no conseguiste subir uno antes de haber estrellado por lo menos diez.
Sí. Utilizaba hilo de pescar y se rompía.
¿Pero eso tú cómo lo sabes?
En cierta ocasión te vi estrellar un coche. Lo
levantaste, pero al poco cayó aplastando a un ciclista que venía detrás. Aquel
deportista se paró a ver el coche elevándose y entonces, inevitable como la muerte, el
hilo traicionó su festivo interés por el deporte. Lo habías enganchado bien, pero a
escasos metros del suelo se te escapó, justo cuando tratabas de levantarlo cedió el
cable. Al ciclista, que había aprovechado la parada para respirar más lenta e
intensamente, este momento tan delicado en su trayectoria vital le sobrevino mirando hacia
arriba. Te escondiste aquella vez como las otras, pero en poco tiempo dejaste de perder
presas.
Sí, cuando tuve la feliz idea de probar con
cuerda de piano, en la fábrica hay tanta como quiera, aguanta hasta el peso de una
camioneta de las pequeñas pero, ¿cómo puedes ver lo que hago, Sisí?
Qué poco importa eso Segundo. Te creía un buen
pescador. ¿Por qué has empezado a perder presas de nuevo? Ayer sin ir más lejos te vi
pescar uno, asegurarte de haberlo enganchado bien, dar un tirón y ¡zás!, se rompió
otra vez el cable. Como a un simple amateur el coche te cayó encima de la
jardinera.
Los clientes sólo ven el final de un largo y costoso
proceso, la guinda que corona el pastel, la puesta de tapa... y algunos ni eso.
Cabría esperar que un verdadero amante de la música estuviese interesado en conocer
hasta el más mínimo detalle del instrumento, su timbre, su tono, el porqué de su
resonancia, de todas su notas. El piano es el más grande misterio de la humanidad, sus
piezas pueden encajar de un modo, y sólo de uno. Pero no, les parece todo muy simple.
Ellos lo compran, lo pagan, se sientan, lo tocan y en realidad no tienen ni la menor idea
de lo que están haciendo, de qué ocurre en su interior cuando acarician una tecla. Dios
sabe que lo intenté...
En efecto, Primero organizaba visitas guiadas en que
ponía al cliente en disposición de ver con sus propios ojos cómo el árbol era
arrancado de las entrañas de la tierra justo al amanecer, cómo él mismo, de forma
personal, elegía los troncos más robustos para hacer las láminas, y las partes más
adecuadas para tallar las patas. Luego, en el autobús se servía algún refrigerio a los
clientes que, ya de regreso, en fábrica podían entrar en contacto con el tallado, el
pulido y el resto de procesos que requiere un árbol para devenir piano. Pero con el
tiempo ha acabado dándose cuenta de que no valía la pena. Compran el instrumento y se
van. Primero se encarga luego de llevarles el piano a sus casas y allí ellos lo tocan, a
veces en reuniones de familia, otras porque el chaval está dando clases, y al final,
cuando nada de eso funciona, le colocan encima los retratos de toda la parentela. He
comprado un camión que en su parte trasera dispone de una pequeña grúa. Puedo subir los
pianos hasta un tercero. La entrega es personal, Notario me acompaña y alza acta de que
así es cada vez, firma un certificado y, de nuevo yo mismo en persona, después de montar
la grúa y atar la lona del camión, adjunto el certificado al resto de la documentación.
La documentación viene en una carpeta. Hasta hace algunos años Primero organizaba una
lujosa y pormenorizada puesta de tapa que venía muy bien para acompañar la
entrega pero ahora, con la venta por catálogo, la gente llega a la tienda con prisas. Un
piano, por favor.
De ningún modo, los pianos seguirán siendo negros, y
mucho menos con lo que ha ocurrido. Volved a poner la estantería en su sitio... y de
pintar más pianos a pistola, nada, todos los de ahí fuera también, les devolvéis su
color negro. La cinta transportadora cargadla en el camión nuevo, a partir de hoy mismo
la usaremos en las entregas, así quedará todo más oficial. La pondremos en marcha con
el piano encima y yo caminaré a su lado solemne. Habrá que conseguir un buen aparato de
música para el acompañamiento, Notario, ocúpate de eso. La cinta transportadora
llegará hasta la puerta donde, otra vez yo, y bajo la atenta supervisión de Notario,
haré entrega al cliente de la documentación de artesanía y del certificado de
autenticidad artesanal. Y ahora escuchad todos bien, porque no quiero repetirlo: si
alguien le cuenta a la señorita Sisí la suerte que corrió su predecesor, me obligará a
tomar medidas similares. Y eso es todo muchachos. Seguid con vuestros pianos. Y ya
sabéis: un piano, una vida...
Lo supe desde el primer momento. Recuerdo bien el día
de la entrevista. Cuando le pregunté si ya había trabajado antes con este tipo de
pianos, ella dijo que no, digo sí añadió entre toses, en una fábrica de
pianos precisamente, pero enseguida rectificó asegurando que, sólo unos meses atrás,
había trabajado en otro sitio, no recuerdo bien cuál. Curiosamente lo demostró con
papeles certíficos. Algo me dijo desde el principio que eran falsos y así ha sido. Pero
yo en realidad no me di cuenta de todo hasta mucho más tarde, como ahora ustedes. De este
modo ella tuvo todo el tiempo que quiso para maniobrar. |