Albert Tugues
MISTERIO EN LA COMUNIDAD
Se acercó a él y le invitó a subir a su casa, aquí mismo, le dijo. Aunque sorprendido, él aceptó, cruzaron la calle, entraron al portal y subieron por la vieja escalera. Tomaron unas copas de vino dulce. De pronto, el cayó desmayado, y entonces ella lo arrastró hasta una cama y lo desnudó.
Cuando ella se levantó, él seguía estirado allí, en la amplia cama, donde hacía un par de horas que lo había desnudado. Pero ahora en el rostro de él había una expresión de espanto: estaba muerto. Ella sonrió al ver la muerte en su rostro, le hizo un corte en los labios con una hoja de afeitar, se dirigió a la ventana, descorrió el visillo e hizo una señal con la mano dirigida a la casa de enfrente, en uno de cuyos balcones había una figura con sombrero y abrigo negros. Se vistió deprisa y se fue.
Al cabo de unos días, el médico forense declaró que el cuerpo de la víctima, antes de ser mordido y devorado en parte por las ratas, había sido envenenado con un preparado de arsénico y vino dulce, y que, por lo tanto, las mordeduras no habían sido la causa principal de la muerte, como se había sospechado en un principio.
El presidente de la comunidad y los otros vecinos declararon a la policía su extrañeza, puesto que nunca habían visto ratas en el edificio.
También declararon que en la casa de enfrente no vivía nadie, y que hacía años que no abrían los balcones.
SANGRE EN EL ESCAPARATE DE LA PELUQUERÍA
Se paró a mirar el escaparate de aquella peluquería, donde había un anuncio de trabajo que decía:
Se necesitan chicas guapas para corte de pelo y sesión fotográfica.
Decidida, entró y preguntó por el trabajo. La atendió en seguida una de las peluqueras y le dijo que lo sentían, que para el trabajo necesitaban otro tipo de chica, con otro estilo, una chica algo más rubia, y además se trataba de un trabajo duro, por lo que era mejor algo de experiencia profesional, añadió la peluquera. Eso mismo, contestó ella, es perfecto para mí, ése es el trabajo que ando buscando. Ahora se acercó otra de las peluqueras y le comentaron que no querían ofenderla, pero consideraban que ella no era la persona más adecuada para ese trabajo, que no daba el tipo, que era otra la apariencia que necesitaban para el corte de cabello a la moda y la posterior sesión de fotos. Ella insistió en que era la persona más idónea para ese corte de pelo y posado fotográfico, sólo había que mirarla, fíjense, fíjense –les decía dando un giro con los pies como si fuera una modelo-. Siempre le habían dicho en su casa que era una chica seductora, deseada por el ojo de la cámara, y que un día, no, por favor, déjenme hablar, que un día llegaría a ser una buena modelo, teniendo en cuenta además que, con la ayuda de una buena agencia o un buen representante, destacaría muy pronto en el mundo de la alta costura o del diseño más moderno. Es verdad que hubiera preferido empezar de otro modo, siguió diciendo, pero estaba dispuesta a sacrificarse y empezar allí mismo, en la peluquería, sirviendo como modelo para un corte de pelo moderno, un peinado moderno y una sesión fotográfica moderna. Repitió tres veces la palabra “moderno” para que no hubiera la menor duda sobre su experiencia de lo moderno.
Durante quince minutos más siguieron los argumentos de la aspirante, así como las excusas por parte de las dos peluqueras que la atendían, visiblemente alteradas ya. Al final, hubo de salir la encargada de la peluquería y le dijo que lo había oído todo desde su despacho, y volvían a repetirle que necesitaban a una chica de otro tipo, guapa, guapa de verdad, y no a una chica como ella, con esa nariz pequeña pero desproporcionada, chata casi, y esos labios pintados pero inexistentes, como hundidos dentro de la boca, por no hablar del cabello de rastrojo, mal teñido de rubio, como una peluca de vieja que se fuera a bailar a La Paloma.
La chica se quedó muda, asustada por lo que acababa de oír, se puso a llorar con las manos en la cara, desconsolada, dio media vuelta, salió a la calle, buscó algo en el bolso negro y lo hizo allí mismo: les disparó tres veces, una bala para cada una, tres balazos en los tres corazones: las dos peluqueras y la encargada se desplomaron y se desangraron en el suelo de la peluquería, entre pelos cortados y peines, en esa peluquería que sólo querían chicas guapas y rubias para un corte de pelo y una sesión fotográfica.
LA HISTORIA DE UNA VISIÓN
Lo maté en sueños...
Max Aub, Crímenes ejemplares
No quería soñar lo que estaba soñando y, sin embargo, lo soñaba. Al despertar, no podía decir lo que había soñado, no podía explicarlo. El poder de lo oculto se le había revelado en el sueño, una forma parecía avanzar hacia él, amenazadora, pero vio sólo la parte iluminada. A la noche siguiente, al querer ver la otra parte de lo oculto, al querer completar la forma que había visto, quedó prendido en el sueño y ya no despertó: lo encontraron muerto en el comedor, colgado de un cinturón.
PASAR DE LARGO
Adondequiera que vaya, paso de largo, decía. No quería detenerse en ningún lugar, no quería pararse a hablar con nadie. Ella siempre seguía andando, sus pasos nunca se paraban, miraba de soslayo los escaparates de las tiendas y pasaba de largo, sin mirar a las personas. Dice que un día, al hablar con una persona, se quedó sin palabras, y desde entonces no tenía nada más que decir. Las cosas estaban así y, a su edad, ya no era posible cambiar de costumbres o caminar de otro modo. Las palabras se habían terminado y su destino era pasar de largo. Sin más.
EL TRAVESTI
"Todo es travestismo", dijo antes de quedarse desnudo en medio de la calle. Lo detuvieron por escándalo público unos uniformados que cumplían con las órdenes dadas por los uniformados superiores, que a su vez acataban las normas promulgadas por otros uniformados. Quienes lo condenaron y multaron también iban uniformados. Desde entonces, hace travestismo en una sala de fiestas del barrio, y se disfraza de loca de la Rambla, de carterista chulesco o de mujer de la vida, depende del humor del día, y al final de su actuación siempre se desnuda, como norma. El público lo aplaude, no viene a detenerlo ningún uniformado y además le pagan por hacerlo.
© Albert Tugues 2012 para TBR
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Nacido en Barcelona, ha publicado los libros de poemas en prosa y cuentos, Guía urbana de perplejos (Arts del Llibre, pról. A. Ràfols Casamada, 1989), El archivo del copista (Arts del Llibre, 1990), Ejercicios breves de eternidad (Cuadernos Bauma, 1995) Distritos postales para ausentes (El Bardo, pról. Carme Riera, 1998), Historias breves de este mundo (Random House Mondadori, 2002), Lugar de perdición, (ilustrado por Roc Espinet), El espía del ramo marchito (pról. Valérie Tasso, con dibujos de Beneyto), El caso de una sangre derramada, con “ilustraciones-escenas” de Jorge de los Santos y un epílogo de Valérie Tasso (Ed. Emboscall, 2006-7-8), y Cancionero de prisión (March Editor, ilustrado por Laura Pérez Vernetti, con epílogo de Jorge de los Santos). Fue miembro fundador de las revistas de poesía “Asimetría”, “Hora de Poesía” y “Poesía 080 Barcelona”, y actualmente coordina los “Encuentros 080” en laACEC.