Barcelona Review: ¿Cómo
se siente una mujer al ganar un premio de literatura erótica?
Mayra Montero: Me
siento bien, pero no porque sea literatura erótica, me siento bien porque es un
reconocimiento a una obra literaria y a un trabajo que he hecho, creo que cualquier
persona, hombre o mujer se sentiría igual. Esta es una novela para la que hice mucha
investigación, que no me llevó mucho tiempo, pero sí mucha intensidad de escritura. La
escribí como en seis meses, pero a un ritmo muy voraginoso, de muchas horas diarias.
BR: ¿La escribiste
con el propósito de presentarla al premio?
MM. Sí, en este
caso sí, fui finalista en 1991 con La última noche que pasé contigo, y en
ese caso no tenía idea de que la iba a presentar al premio porque fue una novela que
escribí después de ser finalista del Premio Herralde. Es la historia de un matrimonio de
mediana edad, ya mayorcitos, que se van en un crucero después de casar a su única hija;
la novela se fue erotizando, y cuando iba por la mitad, me dije, esta novela como que es
muy fuerte... y como sabía de este certamen de Tusquets: La sonrisa vertical, pues
decidí mandarla ahí. Por el tono, y por la carga erótica, sabía que no la podía
mandar a una editorial convencional ni se podía publicar en una colección convencional,
así que en ese caso sí todo fue un poco casual. Pero
con Púrpura profundo sí fue deliverado. Yo había empezado esta historia hace
años, como en el 95 por ahí, y había hecho parte de la investigacion, por eso la pude
escribir tan rápido, porque rescaté todas mis notas, tenía esa investigación hecha. Se
me ocurrió la idea y comenzé a tomar notas, de piezas musicales, de compositores que
habían tenido una vida así medio rocambolesca, todo lo que iba a incorporar en la
novela; entonces, estando casualmente en Madrid fallan La Sonrisa Vertical de ese año, y
la gana un muchacho cubano de apellido Somoza, con una novela que gira en torno a un
profesor de música, que cuenta historias apócrifas sobre aventuras eróticas de
compositores, y me dije, se jodió mi novela... porque en el proyecto inicial de mi novela
la trama era semejante. Me dije, no puedo escribir una cosa, que sea erótica, de un
profesor de conservatorio, que es crítico musical de un periódico, que se ponga a
seducir mujeres, porque es más o menos lo mismo que esta novela que acaba de ser
premiada... Y ya, me olvidé de eso. Escribí, Tú y la oscuridad, y Como
un mensajero tuyo; entonces, estando en New York para una conferencia, coincido con
Mercedes Abad, que había sido jurado del premio de Somoza. En mi conferencia hablo sobre
esta novela que nunca se escribió... y cuando termino, me dice Mercedes: Oye Mayra, que
esa novela de la que hablas no se parece en nada a la de Somoza... así que escribe la
tuya.Pero no le hice mucho caso. Dos años después, en Gijón, hable otra vez de la
novela sin escribir, y entonces Beatriz de Moura me dijo lo mismo, no se parece en
nada.... Pero bueno, todavía pasó algún tiempo, hasta que viviendo en Atlanta, y
teniendo más tiempo para escribir, me dedicí a retomar el proyecto. La diseñé como una
novela no muy extensa...cambié las historias apócrifas, las hice más breves, al
principio la carga de la novela estaba en estas historias apócrifas que el personaje hace
para seducir a las mujeres. Eso cambió.
BR.¿Tú crees que
las mujeres necesitan historias para ser seducidas?
MM. Pues yo creo
que sí. Un poquito de historia sí necesitan. Pero no sólo las mujeres, también los
hombres...
BR.¿Qué tipo de
historias?
MM.Pues algo que
estimule la imaginación. Yo creo que la seducción se basa en la imaginación. En la
imaginación del que seduce y en la imaginación del seducido.
BR.Parece haber una
dinámica diferente en el libro entre las relaciones del personaje principal, Agustín,
con hombres y mujeres...
MM.¿Tú crees?
BR. Bueno, la
relación de Agustín con el pianista tiene un rango diferente...
MM. Sí, también
porque son dos hombres... y me parece importante en la novela cuando él le dice a
Sebastían... "no soy ningún maricón".
BR. Pero tiene una
tendencia homosexual bastante fuerte...
MM. Sí, lo es, lo
es... pero aún así le dice que no es maricón... No creo que estas diferencias que tú
señalas hayan sido deliveradas. Surgieron del hecho de describir relaciones entre
hombres, que me imagino que son un poco diferentes...
BR. Estructuralmente,
La útima noche que pasé contigo, tu otra novela erótica, es mucho más compleja que
esta, ¿lo hiciste a propósito...?
MM. No. Sí, tienes
razón, era mucho más compleja, habían más voces, aquí es sólo un hombre contando sus
historias, desde el punto de vista de la estructura esta es mucho más sencilla... pero a
la vez tiene la complejidad de toda la reflexión que hay en ella... quizás porque ahora
soy más vieja... eso no estaba en La última noche que pasé contigo.
BR. El que el
narrador sea un hombre: Agustín, ¿fue un recurso para enfatizar la distancia entre tú,
Mayra Montero, y el personaje que está narrando?
MM. No, tampoco fue
deliverado. Alguien me dijo... ¿es que no hay críticos musicales que sean mujeres? Y yo
estoy segura que hay un montón, pero da la casualidad que en Puerto Rico no hay
ninguna... que yo recuerde. Yo leo mucho crítica musical, y casi toda está hecha por
hombres, quizás eso influyó. Me pareció mejor para la historia, la trama, esto de estar
seduciendo. En una mujer se da de distinta manera. Una mujer que va a entrevistar a un
virtuoso no va siempre con esa obsesión de llevárselo a la cama...
BR. ¿Tú crees que
los hombres son más, sexualmente obsesionados que las mujeres?
MM. No que sean
más obsesionados... pero sí más lanzados. No sé, el caso es que lo concebí como un
hombre...
BR. Hay una cierta
sensibilidad en Agustín, llegado el momento sexual, hacia zonas erógenas que son
preocupaciones fundamentalmente de las mujeres... ¿lo hiciste para feminizar al
personaje?
MM. No, pero si tú
me lo dices... porque yo he sostenido en las entrevistas que no está presente el punto de
vista femenino... ahora si tú me dices cuales son esas preocupaciones...
BR. Por ejemplo, los
hombres no se preocupan tanto, digamos, por acariciar los senos...
MM. Yo no lo veo
así, creo que los hombre siempre le quieren agarrar las tetas a las mujeres...
BR. Hay una enorme
diferencia entre agarrar las tetas y acariciar los senos.
MM. Bueno, pero
recuerda que él es un hombre fino, delicado... de sensibilidad extremada... un hombre
mayor...
BR. Dijiste en una
entrevista que habías comenzado tu exploración en el mundo de la música en Cuba, de
manos de dos amigos... ¿cómo fue?
MM. Yo ahora ni me
acuerdo de cómo los conocí, yo era una niña... Ninfa y Juan Piñera, un hermano del
escritor Virgilio Piñera...yo tendría trece años. Ninfa es una connotada pianista.
Cogía un autobus e iba a verlos, ibamos a conciertos, me aconsejaban lecturas... Así fue
que escuché tocar a un pianista australiano que se parece mucho al personaje de mi
novela, un hombre alto, muy temperamental, apasionado. Rescaté ese recuerdo. Era muy
divertido, porque Ninfa y yo nos enamorábamos de los músicos de la orquesta y de los
solistas y de los pianistas... Todo ese ambiente lo viví en la niñez, pero claro, no
pude hacer nada entonces, pero ahora en la novela me he desquitado...
BR. ¿Has tenido
relaciones eróticas con músicos?
MM. No,
desgraciadamente...
BR. ¿Por qué
desgraciadamente?
MM. Bueno porque
pienso, en eso sí comparto el punto de vista del personaje de mi novela, que es
importante dominar un instrumento musical, y que tiene una gran sensualidad la cuestión
de dominar un instrumento, de hacer música a partir de un instrumento.
BR. ¿Crees que el
sexo con un virtuoso de alguna forma te acerca a la música... ese contacto físico?
MM: Yo creo que
sí.
BR. Comenzaste ese
vínculo con la música cuando eras niña, cuándo comenzó tu vínculo con la
literatura..
MM. También en la
infancia, escribía cuentos, en la escuela... y comencé a leer muchísimo. Desde que
estaba en Cuba. Así comenzó. Había un gran ambiente cultural a fines de los sesenta, en
la Habana; todos los escritores que pasaban por Cuba, Cortazar, García Márquez, el boom
latinoamericano completo, había una efervecencia, te encontrabas en las librerías a
Benedetti, a Roa Bastos, a Cortázar; había que leer, eramos un poco pedantes, pero a la
larga esa pedanteria desapareció y quedó el amor por la literatura.
BR. ¿Cuál fue la
primera lectura que te marcó?
MM. Yo creo que no
fueron novelas. Lo primero que me marcó fueron cuentos, los de Poe, los Diarios de Ana
Frank, me impactaron mucho también. Ya después, a pesar de ser una novela difícil y de
que la leí muy joven, El Siglo de las luces de Alejo Carpentier. Claro que
habían muchas palabras que quizás no podía entender pero me quedaba la historia.
BR. ¿Tuviste tus
primeras relaciones sexuales en Cuba?
MM. No, fuera de
Cuba. No me vayas a preguntar con quién...
BR. ¡Músicos!
MM. Ja ja ja...
BR. Hay en Europa
una especie de morbo acerca de todo lo cubano, y especialmente acerca del erotismo, de la
sexualidad cubana. ¿Crees que es una exageración o los cubanos son buenos amantes?
MM. Yo creo que es
una moda, de lo que después quedará lo mejorcito... vino un poco a destiempo, yo creo
que esto debió ocurrir hace años. Cuba había estado relegada por mucho tiempo. Estuvo
mucho tiempo olvidada la literatura, la música, las artes plásticas cubanas. Y había
muchos artistas trabajando, músicos, escritores, que seguían trabajando, formándose...
y ahora aquí se están dando cuenta de lo que se habían perdido. Claro, en el tumulto,
viene mucha literatura, mucha pintura y mucha música que a lo mejor no vale gran cosa.
Porque en esa corriente grande que viene de Cuba, y cuando digo Cuba digo la Cuba
completa, de adentro, de afuera, en general. Hay mucha cosa que no vale la pena. Pero al
final quedará lo mejorcito. Es cíclico, durará unos años esta moda, y despues quedará
lo mejor, como en todo...
BR. ¿Te consideras
una cubana que escribe desde Puerto Rico, o una escritora puertorriqueña?
MM. Yo me siento
una puertorriqueña que escribe desde Puerto Rico.
BR. Ahora acaban de
publicar aquí la primera novela de Mayra Santos Febles...
MM. Ah, ya
salió... ella es amiga mía...
BR. ¿Tú eres
puertorriqueña como Mayra?
MM. No, no soy
puertorriqueña como Mayra.. porque ella tiene unas raíces puertorriqueñísimas, de su
formación, y es otro mundo, hay una brecha de años, yo tengo 47 y Mayra 33 o 34. Ella es
de la nueva promoción de escritores puertorriqueños. O sea, que ni siquiera estamos en
la misma generación... yo soy del grupo de Ana Lydia Vega, Rosario Ferré, Luis
Rafael...estamos en otra onda diferente... pero yo vengo de otro mundo. Hace poco,
después de la marcha a favor de Vieques, estaba almorzando con algunos de ese grupo y me
llamó mucho la atención que hablando de Santurce, conocían al dedillo la zona y yo me
sentía ajena, no sabía ni de qué estaban hablando. Yo comparto cosas con Leonardo
Padura, o Abilio Estévez. Compartimos muchas experiencias comunes, de crecer en Cuba en
los años sesenta. Las películas de Mifune...
BR. Así que tú
veías a Zato Ichi...
MM. Ah sí, pero a
mi no me gustaban mucho esas...
BR. Sólo los
cubanos que crecieron en la isla en ese tiempo conocen esas películas...
MM.Compartimos las
mismas cosas, las mismas tragedias, los mismos problemas con ropa, con zapatos...porque
fue la época de los años duros, de la miseria.
BR. ¿Más duros que
el Período Especial?
MM. Pues no sé, yo
el período especial no lo viví. Pero era muy duro, llegó un momento en los años 64,
65, recuerdo que yo y mi hermana hacíamos una sombra para los ojos con desodorante en
crema y le echábamos pintura de nevera... e inventábamos cosas para cambiar los zapatos
que todos eran iguales. Todo el mundo con los mismos zapatos, con las mismas telas... y
pasamos un montón de privaciones, eso es verdad. Y bueno, lo que te quería decir es que
yo comparto recuerdos con otros escritores cubanos, raíces, cierta emoción de las cosas,
cuestiones estéticas, cine.
BR. Sin embargo te
sientes puertorriqueña.
MM. Sí, porque son 28
años ya, llegué muy jovencita y decidí integrarme a la sociedad puertorriqueña. Luego,
empiezas a trabajar y empiezas a lidiar con los problemas del país. Mi vida gira en torno
a Puerto Rico, mis amigas, todo tiene que ver con Puerto Rico, los escritores con los que
crecí. Era mi mundo y siguió siendo mi mundo. Hasta ahora. Allí he hecho yo periodismo,
lo sigo haciendo. Y he escrito todas mis cosas allí.
BR. ¿Cuando has
vuelto a Cuba te sientes que eres una puertorriqueña que visita Cuba?
MM. Me siento muy
rara. No sé qué me siento... muy rara. Paso momentos buenos, la familia, amigos, pero
siempre tengo esta angustia, esta pena y quizás es también los problemas que tengo para
viajar, de que no pueda coger un avión en San Juan e ir a La Habana, directamente. Pero
es todo un lío, hay que coger un avión a Panamá, hay que pedir una visa.Todo es
demasiado complicado y a veces prefiero pasar por alto un viaje.
BR. Regresemos a la
literatura. Normalmente la literatura erótica suele ser bastante aburrida... porque es
algo mecánico, que apenas toca la oscuridad del sexo.
MM.Novela
pornográfica.. yo hago esa distinción... Mendicutti decía el otro día que él no ve
distinción entre la pornografía y el erotismo. Y se comentó algo que había dicho no
sé quién... que "el erotismo es el preservativo de la pornografía". Yo no
sé. Yo creo que todo puede decirse con calidad, con arte, con elegancia.Tu puedes contar
los horrores más grandes sin caer en palabras soeces, en descripciones ordinarias, sin
insistir en el sexo por el sexo. El erotismo para mi es una manera de profundizar en la
sicología, en el carácter de los personajes. Y que me ayuda a delinearlos mejor. Y lo
uso en una novela ahora, pero a lo mejor no lo uso más en veinte años.
BR. Algunos dicen
que la gran prueba de la literatura erótica es conseguir que el lector se sienta
sexualmente excitado...
MM: Yo creo que no.
El otro día me preguntaron si me excitaba escribiendo. Yo respondí: no más que otras
veces. Los capítulos más terribles, los he escrito con frialdad...supongo que sucede lo
mismo a actores que hacen escenas de amor, de cama; tú estás tan preocupado por lo que
estás haciendo profesionalmente, que no te queda tiempo para otra cosa... tengo que estar
pendiente de las palabras, del oficio... lo escribo con frialdad, como si estuviera
friendo un pescado.
BR. O sea que no te
pasaste todo el tiempo erotizada...
MM. No, imagínate,
con la lengua afuera no...
BR. Que planes tienes
ahora....
MM. Pues mira, no tengo
ningún plan literario ahora. Estoy sacándome del cuerpo esto, que lo estuve editando...
porque acuérdate que desde que se falla, que es el día dos de febrero, a que se publica
en un mes, mes y pico, tengo que dedicarme a editar. Escribir escribo siempre, porque
siempre estoy en el periódico escribiendo.
BR. O sea que ahora
vas a descansar...
MM. Bueno, más o
menos, voy a Estados Unidos a presentar La última noche que pasé contigo
que sale en inglés, bajo Harpers&Collins. Pero antes voy a descansar un poco, ir a la
playa...
BR. Una pregunta
final... dices en uno de los últimos capítulos que tocar trompa es como cometer
felacio... ¿de verdad crees que ese metal frío es comparable a un falo en plena
erección?
MM. No, lo que pasa
es que no me refiero al metal, sino al ejecutante; ahí me refiero a la pasión, a la
dedicación, al sentimiento qe pone el ejecutante, no me refería al metal, obviamente...
pero de todas maneras es un divertimento, una broma. Para dar un toque erótico, yo he
visto a los interpretes, estuve en el estudio, con el profesor de trompa del
conservatorio... y ellos tocan con mucho sentimiento. Tuve que investigar qué dedos
usan... pero no, es una broma, no sé, para darle una salsita....