ÍndiceNavegación

índex                 mayo - junio 2001  num 24

version en inglés!| biografía

James Ellroy. Excerpt.Extracto
Seis de los grandes
James Ellroy

Parte 1
Extradición
22-25 de noviembre de 1963
Traducción: Montse Gurguí y Hernán Sabaté

      1

      Wayne Tedrow Jr.
      (Dallas, 22/11/63)
       

Lo mandaron a Dallas a matar a un macarra negro llamado Wendell Durfee. No estaba seguro de poder hacerlo.
      El Consejo Gestor de Casinos le pagó el billete. En primera clase. Echaron mano de sus fondos reservados. Lo sobornaron. Le dieron seis de los grandes.
      Nadie lo dijo:
      Mata a ese negro. Haz un buen trabajo. Acepta nuestra tarifa.
      El vuelo transcurría tranquilo. Una azafata sirvió bebidas. La mujer vio su pistola. Disimuló. Hizo preguntas idiotas. Él le dijo que trabajaba en el Departamento de Policía de Las Vegas. Dirigía la brigada de Inteligencia. Hacia expedientes y archivaba información.
      A ella le encantó. Se puso lánguida.
      -¿Y qué vas a hacer en Dallas, cariño? -Se lo contó.
      Un negro había rajado a un crupier de veintiuno. El tipo había perdido un ojo. El negro se había largado a Dallas. A ella le encantó. Le sirvió un cóctel. Wayne omitió los detalles.
      El crupier había provocado la agresión. El Consejo le ofreció el trabajo. Muerte por asalto con arma mortal en segundo grado.
      El viaje lo animaba a hablar. El teniente Buddy Fritsch:
      -No tengo que decirte lo que esperamos de ti, hijo. Ni tengo que añadir que tu padre también lo espera.
      La azafata se hizo la geisha y le sirvió frutos secos. Se compuso el cursi casquete y preguntó:
      -¿Cómo te llamas?
      -Wayne Tedrow.
      Ella soltó una exclamación.
      -¡Entonces tú debes de ser Junior!
      La miró inexpresivo. Masculló algo. Bostezó.
      La azafata lo cubrió de adulaciones. Adoooraba a su padre. A Wayne le resbalaban sus lisonjas. La mujer sabía que era un pez gordo mormón. Le encantaría saber mas.
      Wayne describió a Wayne Senior.
      Dirigía un sindicato de pinches de cocina. Arreglaba salarios bajos. Tenía dinero. Tenía influencia. Distribuía panfletos derechistas. Se codeaba con peces gordos. Conocía a J. Edgar Hoover.
      El piloto habló por el intercomunicador. Dallas, a la hora prevista.
      La azafata se arregló el cabello.
      -Apuesto a que te alojarás en el Adolphus. Wayne se abrochó el cinturón.
      -¿Qué te hace pensar eso?
      -Bueno, tu padre me dijo que siempre se aloja ahí.
      -Sí, me alojaré en el Adolphus. Nadie me ha consultado, pero es ahí donde me han reservado habitación.
      La azafata se acurrucó junto a él. Se le subió la falda y asomó el portaligas.
      -Tu padre me dijo que en ese mismo hotel hay un restaurante pequeño y agradable y que, bueno...
      El avión entró en una turbulencia. A Wayne lo pescó desprevenido. Soltó una maldición.
      Cerró los ojos. Vio a Wendell Durfee.
      La azafata lo tocó. Wayne abrió los ojos.
      Vio sus espinillas. Vio sus dientes cariados. Olió su champú.
      -Te has asustado un poco, Wayne Junior.
      «Junior» surtió efecto.
      -Déjame en paz. No soy lo que tú quieres ni engaño a mi esposa.
       
      13.50 horas.
      Aterrizaron. Wayne bajó el primero. Pisó con fuerza para desentumecer las piernas.
      Llegó a la terminal. Unas colegialas bloqueaban la entrada. Una de ellas lloraba. Otra jugueteaba con las cuentas de un rosario.
      Las sorteó. Siguió los letreros que llevaban a la zona de recogida de equipajes. La gente lo adelantaba. Todos tenían aire de estar muy jodidos.
      Ojos enrojecidos. Buaaaa. Mujeres con Kleenex.
      Wayne se detuvo ante la cinta de equipajes. Unos niños pasaron corriendo por su lado. Disparaban pistolas de juguete. Reían.
      Se le acercó un hombre. Blanco y sureño. Alto y grueso. Llevaba un Stetson. Llevaba botas grandes. Llevaba un 45 de nácar.
      -Si eres el sargento Tedrow, yo soy el oficial Maynard D. Moore, del Departamento de Policía de Dallas.
      Se estrecharon la mano. Moore mascaba tabaco. Moore olía a colonia barata. Se acercó una mujer. Lloraba desconsolada. Su nariz era grande y estaba roja.
      -¿Pasa algo? -preguntó Wayne. Moore sonrió.
      -Un majara se ha cargado al presidente.
       
      Casi todas las tiendas cerraron temprano. Las banderas del estado ondeaban a media asta. Algunos tipos enarbolaban enseñas rebeldes.
      Moore llevó a Wayne al centro. Moore tenía un plan. Pasa por el hotel. Instálate. Encuentra a ese negrata de mierda.
      John E Kennedy: muerto.
      El cuelgue platónico de su mujer. La fijación de su madrastra. JFK ponía caliente a Janice. Janice se lo contó a Wayne Senior. Janice pagó por ello. Janice cojeó por un tiempo. Mostraba los cardenales de los muslos.
      Muerto significaba muerto. No lo entendía. Se le escapaban las implicaciones.
      Moore mascaba Red Man. Moore escupió jugo por la ventanilla. Disparos superpuestos. Alegría en el culo del mundo.
      -Hay algunos que no están tan tristes -dijo Moore.
      Wayne se encogió de hombros. Pasaron por delante de una valla publicitaria. JFK y las Naciones Unidas.
      -No hablas mucho, ¿eh? Por lo que he visto hasta ahora, eres el compañero de extradición menos locuaz que nunca haya tenido.
      Sonó un disparo. Cerca. Wayne se llevó la mano a la pistolera.
      -¡Vaya tic tienes, chico!
      -Lo único que quiero es terminar con esto. -Wayne jugueteó con su pajarita.
      Moore se saltó un semáforo.
      -A su debido tiempo. Estoy seguro de que, muy pronto, el señor Durfee se reunirá con nuestro héroe caído.
      Wayne subió la ventanilla. Wayne percibió la colonia de Moore.
      -He estado en Las Vegas unas cuantas veces. De hecho, en este preciso instante debo pasta en el casino del Dunes.
      Wayne se encogió de hombros. Pasaron por delante de una parada de autobús. Una joven de color sollozaba en el banco.
      -Yo también he oído hablar de tu padre. Dicen que es quien manda en Nevada.
      Un camión se saltó un semáforo en rojo. El conductor sacaba por la ventanilla una lata de cerveza y un revólver.
      -Mucha gente conoce a mi padre. Todos me dicen que lo conocen y el tema me harta enseguida.
      Moore sonrío.
      -Eh, me parece que ahí he captado alguna insinuación.
      Confeti del desfile. Una pancarta en una ventana: «Dallas ama a Jack & Jackie.»
      -Yo también he oído hablar de ti. Sé que tienes inclinaciones que a tu padre no le gustan demasiado.
      -¿Como por ejemplo?
      -Digamos que la del amante negro. Digamos que haces de chófer de Sonny Liston cuando va a Las Vegas porque la policía teme que beba más de la cuenta y se meta en líos con mujeres blancas, y que a ti te cae bien, pero te patean los amables italianos que mantienen limpia tu pequeña ciudad.
      El coche pisó un bache. Wayne golpeó el salpicadero.
      Moore miró a Wayne. Wayne lo miró. Se miraron fijamente. Moore se saltó un semáforo en rojo. Wayne parpadeó el primero.
      Moore guiñó un ojo.
      -Cómo vamos a divertirnos este fin de semana...
       
      El vestíbulo era ostentoso. Las alfombras eran gruesas. Los hombres pisaban fuerte en ellas con los tacones de las botas.
      La gente señalaba hacia fuera. Mirad, mirad, mirad. La comitiva había pasado por delante del hotel. JFK había desfilado. JFK había saludado. JFK había muerto allí al lado.
      La gente hablaba. Desconocidos consolaban a desconocidos. Los hombres vestían como vaqueros. Las mujeres, como Jackies de imitación.
      El mostrador de recepción estaba cubierto de registros recientes. Moore registró a Wayne. Luego lo llevó al bar.
      Lleno hasta los topes. Gran afluencia junto a la barra.
      Había un televisor en una mesa. Un camarero subió el volumen. Moore fue hacia una cabina telefónica. Wayne miró el televisor.
      La gente parloteaba. Los hombres llevaban sombrero. Todos calzaban botas de tacones altos. Wayne se puso de puntillas. Asomó la cabeza por entre las alas de los sombreros.
      La imagen saltó. La imagen se detuvo. Interferencias de sonido y confusión. Polis. Un majara delgado. Palabras: «Oswald» / «Arma» / «Simpatizante comunis...».
      Un hombre blandía un rifle. Los reporteros se abrían paso. Una cámara ofreció una panorámica. Ahí está el majara. El majara muestra miedo y contusiones.
      Había un ruido terrible. El humo era denso. Wayne se sintió incómodo.
      Un hombre levantó el vaso para brindar.
      -Oswald se merece un homena...
      Wayne posó los tacones en el suelo. Una mujer lo empujó: mejillas mojadas y rímel corrido.
      Wayne se acercó a la cabina de teléfono. Moore tenía la puerta abierta.
      -Eh, chico, escucha esto -le dijo-. De niñera de un crío en una extradición de pega...
      «De pega» surtió efecto.
      Wayne le dio un toque. Moore se volvió sobre sí mismo. Saltó.
      Mierda, navajas metidas en las botas. Nudilleras en un calcetín.
      -Wendell Durfee, ¿recuerdas? -dijo Wayne.
      Moore se incorporó. Moore quedó hipnotizado. Wayne siguió su mirada.
      Moore miraba el televisor. Una foto fija. Un comentario:
      «J. D. Tippit, agente asesinado.»
      Moore tenía la vista fija en la pantalla. Moore se estremecio. Moore tembló.
      -Wendell Durf... -dijo Wayne.
      Moore lo apartó de un empujón y salió a toda prisa.
       
      El Consejo había reservado una graaan suite para él. Un botones le suministró información.
      A JFK le encantaba la suite. Allí follaba con tías. Ava Gardner se la había chupado en la terraza.
      Dos salas de estar. Dos dormitorios. Tres televisores. Fondos re-servados. Seis mil pavos. Mata a ese negro asqueroso, chico.
      Wayne recorrió la suite. Escenario de la historia. A JFK le encantaban las furcias de Dallas.
      Wayne puso los televisores. Sintonizó tres canales. Vio el espectáculo de tres maneras. Caminó entre los aparatos. Se enteró de lo ocurrido.
      El majara era Lee Harvey Oswald. Oswald había matado a JFK y a Tippit. Tippit trabajaba en el Departamento de Policía de Dallas. El DPD era una piña. Moore probablemente lo conocía.
      Oswald era rojillo. Admiraba a Fidel Castro. Trabajaba en un almacén de textos escolares. Oswald se había cargado al presidente en su descanso para el almuerzo.
      El DPD lo había arrestado. La comisaría central era un hervidero. Policías. Cámaras instaladas por todas partes.
      Wayne se tumbó en un sofá. Wayne cerró los ojos. Vio a Wendell Durfee. Wayne abrió los ojos. Vio a Lee Oswald.
      Quitó el sonido. Sacó fotos que llevaba en la cartera.
      Su madre. Cuando estaba en Peru, Indiana.
      Dejó a Wayne Senior a finales del 47. Wayne Senior le pegaba. Le había roto algún hueso.
      Le preguntó a Wayne a quién quería más. Él respondió: «A papá.» Su madre le dio una bofetada, lloró, se disculpó.
      La bofetada surtió efecto. Y él se fue con Wayne Senior.
      Llamó a su madre en mayo del 54. La llamó antes de alistarse en el Ejército.
      -No luches en guerras estúpidas -le dijo-. No odies como tu padre.
      La borró de su vida. Obligatoria y permanentemente. Para siempre.
      Y ésta, su madrastra.
      Wayne Senior abandonó a la madre de Wayne. Wayne Senior conquistó a Janice. Wayne Senior llevó a Wayne a vivir con ellos. Wayne tenía trece años. Wayne iba salido. Le gustaba Janice.
      Janice Lukens Tedrow hacía que todos se volvieran a mirarla. Jugaba a ser una esposa indolente. Jugaba al golf con principiantes y tomaba sus primeras lecciones de tenis.
      Wayne Senior temía su brillo. Janice veía crecer a Wayne. Ella también iba salida. Dejaba las puertas abiertas. Atraía miradas. Wayne Senior lo sabía. No le importaba.
      Y ésta, su mujer.
      Lynette Sproul Tedrow. Sentada en su regazo. Noche de la graduación en la Brigham Young University.
      Aparece traumatizado. Acaba de licenciarse en Químicas -B.Y.U. /59- summa cum laude. Wayne quería acción. Ingresó en el DP de Las Vegas. A tomar por culo el summa cum laude.
      Conoció a Lynette en Little Rock. En el otoño del 57. Integracionistas de Central High. Blancos incultos. Chicos de color. La 82 Aerotransportada.
      Unos chicos blancos pasean. Unos chicos blancos le quitan el bocadillo a un chico de color. Lynette le da el suyo. Los chicos blancos atacan. El cabo Wayne Tedrow responde.
      Los deja fuera de combate. Pega a uno de los cabroncetes. El cabroncete grita: «¡Mamá!»
      Lynette enciende a Wayne. Tiene diecisiete años y él, veintitrés. Y ha ido a la universidad.
      Follaron en un campo de golf. Los aspersores los mojaron. Wayne se lo contó todo a Janice.
      -Tú y Lynette os habéis enrollado deprisa. Y seguramente te gustó tanto la pelea como el sexo.
      Janice lo conocía. Janice tenía la ventaja de jugar en campo propio. Wayne se asomó a una ventana. Aparecieron furgonetas de los medios de comunicación. Cruzó la suite. Apagó los televisores. Tres Oswalds desaparecieron.
      Sacó el expediente. Copia: DPLV / Oficina del Sheriff del condado de Dallas.
      Durfee, Wendell / varón negro / FDN 6-6-27/ condado de Clark, Nevada /1, 90 m / 70 kilos.
      Delitos por proxenetismo: 3/44 en adelante. «Jugador de dados habitual.» No hay detenciones fuera de Las Vegas y de Dallas.
      «Conocido por conducir Cadillacs. »
      «Conocido por vestir de forma extravagante.»
      «Conocido por haber tenido trece hijos fuera del matrimonio.»
      «Conocido por proxeneta de mujeres negras, mujeres blancas, homosexuales masculinos y travestidos mexicanos.»
      Veintidós arrestos por proxenetismo. Catorce condenas. Nueve embargos preventivos por impago de pensión a los hijos. Cinco libertades condicionales.
      Notas de la policía: Wendell es listo. Wendell es idiota. Wendell rajó a ese tipo del Binion's.
      El tipo había intentado echar a Wendell. El tipo estaba compinchado con la mafia. El Consejo había dictado una norma. El DPLV la hacía cumplir.
      «Asociados conocidos en Dallas»:
      Marvin Duquesne Settle / varón negro / prisión Estatal de Texas.
      Fenton Duke Price / varón negro / prisión Estatal de Texas.
      Alfonzo John Jefferson / varón negro /4219 Wilmington Road / Dallas, 8, TX, «compañero de apuestas de Wendell Durfee».
      Libertad condicional (Est. 92.04 Cod. Est. TX.) 14/9/60-14/9/65. Empleo: empleado en la planta embotelladora Dr. Pepper. Nota: sujeto al pago de multas durante la libertad condicional cada tres viernes (día de cobro en Dr. Pepper), en la Oficina de Libertad Condicional del condado.
      Donnell George Lundy / varón negro / prisión estatal de Texas. Manuel Bobo Herrara / varón mexicano / prisión estatal de Tex...
      Sonó el teléfono. Wayne respondió. ¿Si?
      -Soy yo, hijo. Tu nuevo mejor amigo.
      Wayne agarró la pistolera.
      -¿Dónde estás?
      -Ahora mismo, en un sitio de mierda. Pero vamos a vernos a las ocho.
      -¿Dónde?
      -El club Carousel. Tú ve allí y encontraremos al negro del carajo.
      Wayne colgó. Se le puso la carne de gallina.
Wendell, no quiero matarte.

© 2001 James Ellroy
©
Traducción: Montse Gurguí y Hernán Sabaté

Seis de los grandes, James Ellroy. Barcelona, Ediciones B. 2001

(Este extracto se reproduce aquí con el permiso de Ediciones B y de la agencia Sobel Weber Associates, Inc.).

Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.
James Ellroy by M.G. Smoutbiografía:

James Ellroy (Los Ángeles, 1948) publicó su primera novela, Réquiem por Brown, en 1979, y adquirió celebridad con La Dalia Negra, primer título de El Cuarteto de Los Ángeles, al que seguirían El gran desierto, L.A. confidential y Jazz blanco. Seis de los grandes es la segunda entrega de la Trilogía Americana, que Ellroy inició con América.

Montse Gurguí y Hernán Sabaté, traductores de: Jazz blanco, América, Mis rincones oscuros, Ola de crímenes y Seis de los grandes, de James Ellroy.

navegación:                barcelona review             número 24  mayo-junio 2001 
-Narrativa James Ellroy Seis de los grandes (extracto)

Pedro Juan Gutiérrez Aplastado por la mierda y Estrellas y pendejos


Juan Abreu El masturbador

Jesús Llorente Cómo odiamos las despedidas

Amparo Arróspide Lorena X301

Matt Marinovich Proyección de diapositivas
(versión flash)
-Entrevistas James Ellroy por Montse Gurguí y Hernán Sabaté

Juan Abreu por Daniel Attala
-Poesía Dos poetas luxemburgueses:
Anise Koltz y Jean Portante,

Leo Zelada: Delirium tremens (fragmentos)

Lola Méndez: Tres poemas
-Artículos Prólogo a Invasores de Marte
Javier Calvo
-Nota Asociación Amigos y Amigas de las Bibliotecas de Barcelona

-Reseñas

Seis de los grandes, de James Ellroy
Garbageland, de Juan Abreu
-Quiz James Ellroy
-Secciones
  fijas
Breves críticas (en inglés)
Ediciones anteriores
Entrega de textos
Audio
Enlaces (Links)

www.BarcelonaReview.com  índice | inglés | catalan | francés | audio | e-m@il