índex català noviembre-diciembre n° 39 |
Don Abel
Velezmoro se defiende del frío invierno por Alejandro Tellería
El invierno de Lima siempre había sido frío para don Abel Velezmoro, pero éste lo era más. Sentía que no le bastaba abrigarse con la bufanda que perteneció en vida a su esposa, la cual llevaba orgulloso los días en que le tocaba salir a comprar el pan o a misa; debía ponerse dos chompas bajo el saquito de lana que a duras penas impedía que la siempre fina -y siempre terca- garúa limeña se le metiese aún más a los huesos. Ni siquiera contaba con el calor de una familia, pues todos sus hijos estaban casados y cansados de vivir en la misma desmoronada casita de la Avenida Militar de Lince soportando los caprichos de ese viejo de mierda. Así y todo, don Abel se las arreglaba para hacer de su desocupada existencia de jubilado una rutina, si no agradable, por lo menos regular, hasta que Dios dispusiese otra cosa. Buscaba ocupaciones y preocupaciones importantes como calentar el motor de su Morris Oxford de 1963 a las ocho, regar sus macetitas de hierbabuena todos los días a las once de la mañana, escuchar el programa de boleros de las siete de la noche en Radio Cora o dejar sobras de comida a los gatos que habitaban su techo a las nueve. Esa mañana de invierno era la más importante del mes para don Abel Velezmoro: iba hasta el Banco de la Nación a cobrar su jubilación, porque rehusaba aceptar que a sus setentiocho años le era más cómodo esperar que los malhumorados mensajeros de la seguridad social le llevaran el dinero a casa. Era mejor darse algo de pisto, que lo vieran llegar en auto a hacer su cola porque, en fin, uno está viejo pero no está muerto, lo que pasa es que este gobierno no hace nada por resolver los malos manejos de los políticos; los congresistas del gobierno son gente de la peor calaña, caracho; como ese Medina Rioseco, ¡que tiene pendientes tres juicios por peculado, malversación y corrupción de funcionarios públicos! Ahora es miembro de la Comisión de Minería y Petróleo, ¡y cobra viáticos en dólares cuando ni siquiera viaja! Yo he trabajado cuarenta años, señora, en la Dirección de Control Interno del Ministerio de Hacienda, desdela época del gobierno de Bustamante y Rivero, oiga usted; yo he visto cómo los hijos de Prado se llevaban los cheques destinados a fondos públicos y firmados por su padre -avance su cola, señor, por favor- para sus francachelas con los hijos del embajador García de Deustua, yo los he visto y nadie me lo ha contado, así es que... qué país avanza con semejante corrupción, no hay derecho... mire nomás los titulares que hay en los kioscos: Narcazo, Cornetera, Rompe Catre, Rafael Gay. Todos son maricones, o prostitutas, o drogadictos; se han perdido los valores, veaustéso. Y encima el Chino desautoriza a la Iglesia. ¡Eso es apostasía! ¡Blasfemia! Habráse visto: callarle la boca al Cardenal, decir que la planificación familiar es cuestión de estado y no de Dios. ¿Mis hijos? Sí, las dos mujercitas están en Estados Unidos y el varón en Holanda, ya se han casado. No, volver aquí no. ¿Para qué? Este es un país de última categoría, allí ellos tienen a mis nietos en colegios de primera: es otra cosa, no con la cantidad de indios que hay en esta ciudad, que ya no es de limeños, sino de todos los salvajes que vienen de la puna a manejar combis. A los limeños de antes nos callan, nos arriman a un rincón como muebles viejos. ¿Qué? ¿Y por qué no se quedó en la selva, usted que dice que es maestro, con tanto shipibo que hay para educar allá, ah? Esa hubiera sido una importante labor docente, ¿no le parece? No, no, señor, usted quiere tapar el sol con un dedo; como usted hay millones de personas que piensan lo mismo y ¿quiénes somos los paganos? ¡Los que vivíamos tranquilos en Lima, pues, señor! ¡Vieja su madre! Muchachos malcriados, carajo; no saben respetar las canas, serranos, selváticos de mierda... Luego de hacer hígado voluntariamente, don Abel Velezmoro cobró su cheque en la ventanilla del banco y salió sin mirar a nadie hacia su limpio autito viejo. Era feliz: había hablado con más de una persona ese día. |
© Alejandro Tellería, 2003. Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso. |
BIO: Alejandro Tellería nació en Lima, Perú en 1967. Estudió Letras y Humanidades en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y Ciencias Económicas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Escritor autodidacta desde su infancia temprana, trabaja en medios de comunicación y publicidad desde 1995. "Tengo la ambición de ser una especie rara de cámara fotográfica, hecha sólo de carne y hueso. Paseo mentalmente por lugares que conozco, y a menudo también por aquellos que no veré nunca, con el sólo propósito de tomar fotos, de ellos y de sus gentes y guardarlas en mi memoria. Las revelo después en el papel, con palabras, y así siento estos extraños viajes frescos, nuevos, míos una vez más." |
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