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índex català     septiembre - octubre  n° 50

Reseñas 50
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Leyendo, escribiendo Julien Gracq
Cuentos sanfermineros Patxi Irurzun
El vano ayer Isaac Rosa
Mujeres difíciles, hombres benditos Fernando Ampuero

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Una silenciosa presencia

portada GracqLeyendo, escribiendo
Julien Gracq
Trad. Cecilia Yepes
Ed. y Talleres de Escritura Fuentetaja, Madrid 2005

No son pocos quienes consideran a Julien Gracq como una de las más luminosas referencias literarias de la segunda mitad del siglo XX en el ámbito francófono; en realidad, nos encontramos ante el que puede que sea el mejor escritor vivo en lengua francesa. En España, por el contrario, con parte de su obra por traducir, nos vemos privados de un escritor de primer orden que es seguido en su país por una verdadera pléyade de entusiastas, entre quienes se encuentran, asimismo, muchos que esconden en su militancia el estupor de una inconfesable incomprensión, a la que el propio autor ha aportado un comportamiento hierático. Gracq, que en realidad se llama Louis Poirier, nació en Sanit-Florent-le-Veil en 1910. Alumno brillante obtiene el título de profesor en geografía y el diploma en Ciencias Políticas. En 1936, ante el panorama político europeo y como otros surrealistas se afilia al Partido Comunista, interés que terminó en 1939 tras la firma del pacto germano-soviético. En 1949 se enfrentó con el mundillo crítico y gran parte de la intelectualidad con su breve invectiva La littérature à l’estomac, y dos años más tarde consiguió el prestigioso Premio Goncourt, que se negó a recoger, aprovechando de paso para arremeter contra la parafernalia promocional que envuelve la vida del escritor. Y en esa línea se ha mantenido desde entonces, en más de treinta años sólo seis entrevistas -las publicadas por el siempre presente editor José Corti bajo el título de Entretiens- extendiendo así un único nexo desde su imperturbable silencio a través de sus textos, en los que mezcla su obsesión por el paisaje y el tiempo, por cómo la geografía provoca estados de ánimo, algo que emparenta su obra con la de Faulkner, Fournier, Buzzatti o Gérard de Nerval. En sus ficciones nos muestra una geografía detalladamente realista que es a la vez el espacio en el que tienen cabida la ficción y el mito; se percibe la misma complacencia en la evocación de este espacio que en la de las figuras deslizantes que, como sombras, transitan por la frontera indecisa entre lo real y lo fantástico. Esa indecisión es la marca de un modo de flotar entre lo onírico sin que el lector llegue a estar seguro de cuál es la consistencia del mundo presentado.

La totalidad de la obra de Julien Gracq -tanto el relato como las prosas poéticas, el poema como los ensayos- pertenece sin distinción al mundo de la creación. Editada en dos volúmenes, conforma la creación más erudita y misteriosa de la literatura vecina. No oculta sus influencias, que abarcan desde la propia experiencia vital hasta la presencia de la materia literaria que le precede, a la cual, éste, aporta su propio espíritu. Estas fuentes transitan por el surrealismo y el romanticismo de raigambre wagneriana, por la materia artúrica o la profunda sombra hegeliana, pasando a formar parte de esta obra iniciática en la que la espera y la presencia de la muerte son aspectos principales. La espera, tema en torno al cual gravitan El mar de las Sirtes o Un balcon en fôret nos recuerda -como en El desierto de los tártaros de Buzzatti- la decadencia, el enfrentamiento ante un acontecimiento que no acaba de llegar. Por el contrario, la muerte es el fin hacia el que caminan Le château d’Argol o Le Beau Tenebreux, y con la proximidad de ésta la promesa de una revelación que no acaba de llegar. A esos aspectos principales la novela no aporta ni aclara nada; resaltan por encima de cualquier consideración el placer de la lectura y la afirmación de la literatura como compañera de nuestra existencia. Su formalismo responde al propio pensamiento y a una meditada concepción del arte en la que la ficción se encuentra sometida a una realidad física, la del azaroso siglo que le ha tocado transitar, realidad que extrae e inscribe en otra realidad literaria y mítica.

Leyendo escribiendo puede que constituya el bloque más homogéneo de la obra crítica de Julien Gracq. Se presenta como un conjunto de reflexiones en torno a una serie de temas, entre los cuales destaca el espacio dedicado a la novela, cuyo ocaso coincide –en su opinión- con la llegada del siglo XX. En este marco de decadencia de la literatura contemporánea es donde más justificada parece la presencia de una literatura fragmentaria, fundamentada más en el esmero en el uso del tiempo que en la búsqueda de nuevos temas. Esta poética fragmentaria es con la que este libro traza el retrato del propio Julien Gracq y hay que rastrearla en la lectura de los clásicos franceses –en especial en la novela del siglo XIX. Leyendo, escribiendo es un trabajo crítico efectuado desde el corazón de la propia escritura, que como todo proceso creador ahonda su origen en las lecturas que le preceden. Escrita hace un cuarto de siglo muestra las reflexiones del autor en torno a la relación de la literatura con las artes visuales bajo dos aspectos principales: una poética centrada en la lectura y la escritura y una historia de la Literatura que recorre el ocaso de la novela, aspectos a través de las cuales expone sus mejores reflexiones sobre el tema. Es de celebrar la primera edición en España de este volumen que encierra, además de una colección de estupendos apuntes, algo todavía más valioso, la intensa poética personal de este imprescindible maestro de las letras.

Carlos Vela

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portada IrurzunCuentos sanfermineros
Patxi Irurzun
Ilustraciones de Javier Etayo "Tasio"
Altaffaylla, Pamplona 2005

Cuentos sanfermineros es una colección de 13 relatos lógicamente ambientados en San Fermín. Son cuentos que en su mayoría el autor ha publicado en prensa o revistas literarias y en antologías de narrativa  y que han sido compilados para este libro.

El origen de estos cuentos sanfermineros es el primer cuento de la colección, titulado "Fiambre". Fue un encargo de un periódico para publicar durante unos sanfermines, haciendo coincidir cada capítulo con un día de fiesta. En "Fiambre" se narra las peripecias de un anciano al cual, como última voluntad, su nieto saca a pasear, ya fallecido, en una silla de ruedas por los lugares típicamente sanfermineros que al hombre le gustaba recorrer en vida: el chupinazo, el tendido de sol, los bares del casco viejo…

El cuento fue muy bien acogido por los lectores del periódico y sobre todo el autor se divirtió mucho con este ejercicio de humor negro y descubrió que los sanfermines eran todo un filón para un escritor pamplonés. A partir de aquel año Patxi Irurzun estableció como una particular tradición escribir cada año un cuento sanferminero, y llegó a considerar el mismo, el cuento sanferminero —al menos para un escritor pamplonés— como una especie de subgénero, a la manera de los cuentos de navidad, de terror, etc.

Lo anterior puede parecer una consideración chauvinista o aldeana, pero lo cierto es que los sanfermines son unas fiestas universales que transcienden lo local.

En primer lugar para muchos pamploneses los sanfermines son una especie de rito de iniciación a la vida: en ellos se duerme –o no se duerme- por primera vez fuera de casa, se tienen las primeras relaciones con el alcohol, el sexo… Es decir, los sanfermines proporcionan todos los temas clásicos de la literatura universal: el amor, la amistad, incluso la muerte (en el caso del encierro).

En segundo lugar, los sanfermines son unas fiestas cuyo escenario principal es la calle y eso lo convierte en unas fiestas eminentes democráticas, en las que se producen encuentros entre personas de diferentes clases sociales, ideologías, razas, religiones…

Y en tercer lugar, nuestras fiestas proporcionan una serie incomparable de estampas, situaciones rocambolescas, coloridas, llamativas, que resultan muy estéticas y sugestivas para un escritor: por ejemplo, por citar solo dos, esos borrachos tirados en mitad de una calle, o esos adolescentes (los adolescentes-croqueta, son llamados en el libro) que se embadurnan de champán y harina en el chupinazo...

Con todo ello, los cuentos sanfermineros son una colección de relatos protagonizados por todo tipo de personajes que pueblan Pamplona durante esos días, recorriendo todos los estratos sociales. En el prólogo del libro se dice que hay tantos sanfermines como personas que los disfrutan o los sufren y así estos  Cuentos sanfermineros están protagonizados por barrenderos y mozopeñas, por reventas y guiris, por concejales y piesnegros, etc.  Hay, por ejemplo, un piesnegros que confraterniza con una estrella de Hollywood, un peteuve que por primera vez tiene que vivir unos sanfermines lejos de Salou, un portero de Osasuna que se enamora de una alcaldesa, adolescentes que narran sus primeros encuentros amorosos, la visión de un niño sobre los sanfermines de 1978, algún cuento antitaurino, la historia de una guiri que viene a morir bebiendo a Pamplona...

Como ya se ha señalado la mayoría de estos cuentos fueron escritos por encargo, y eso determina de alguna manera su tono y estructura. Son cuentos ágiles, pensados para ser leídos durante los propios sanfermines (en los que se de una manera un tanto desmadrada, a salto de mata, en los respiros que deja la fiesta, durante la resaca, o mientras se espera al encierro…). Y sobre todo, son cuentos de humor, cuentos divertidos e incluso gamberros y transgresores, a tono con el espíritu de los sanfermines.  Esa es la característica más destacada del libro en cuanto al estilo, si bien también hay espacio en él para la poesía, la crítica social, etc.

Por lo demás, es importante señalar que estos cuentos están narrados desde dentro de la fiesta, a ras de calle, con el punto de vista de un pamplonés y por una persona que conoce y a la que le gustan los sanfermines, y que los ha vivido desde diferentes ángulos (disfrutándolos, trabajando como barrendero, etc). La ficción literaria sobre los sanfermines es escasa, hasta el punto de que la única referencia parece ser Fiesta, de Hemingway, que es una gran novela pero en la cual los sanfermines no son en realidad el argumento de la obra, ni ésta transcurren su totalidad en Pamplona. Cuentos sanfermineros intenta ser una nueva aproximación literaria a las fiestas.

Los Cuentos sanfermineros, por último, están dirigidos a todo tipo de lectores, pamploneses y foráneos. Para los pamploneses servirán para ponerse las pilas de cara a las inminentes fiestas o para reconocer en ellos situaciones y personajes. Y para los foráneos puede convertirse en una especie de guía alternativa que les ayude a conocer algunos entresijos de las fiestas. Para todos, en definitiva, garantizarán muchas risas y buen humor.  

Los cuentos han sido ilustrados (portada y seis dibujos interiores), por el navarro Javier Etayo "Tasio", humorista gráfico, entre otros de Gara y autor de la tira cómica del programa de televisión de Tele 5 "Pecado original".

María Rojo

Puedes pedir este libro a gureliburuak@gure-liburuak.com

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La reinterpretación del caos

portada RosaEl vano ayer
Isaac Rosa
Premio Internacional de Novela "Rómulo Gallegos"
Monte Ávila Editores, Caracas, 2005

Me interesa un tipo de literatura exigente, que asume riesgos, que pide un esfuerzo al lector porque lo sabe inteligente.
Isaac Rosa

Ahora no puedo recordar a qué autor le leí en cierta ocasión que mientras los hechos en la realidad se presentan de forma desordenada, caótica, en literatura se sucedían siempre de manera ordenada, clara (o casi clara), de lo contrario, no sería literatura.

Tal vez por este motivo se acostumbra a decir que la literatura nos ayuda a entender la realidad. O al menos a mirarla en un contexto menos anárquico.

Sin embargo, la novela El vano ayer, del joven escritor español Isaac Rosa, ganadora de la XIV edición del prestigioso Premio Internacional de Novela "Rómulo Gallegos", intenta tomar distancia del axioma enunciado en el primer párrafo, pero no para negarlo, sino para, partiendo de una óptica que pudiera considerarse en un principio opuesta, terminar por reafirmarlo, por ratificarlo. Como aquel procedimiento que a menudo solía utilizar los matemáticos de la antigüedad, que buscaba negar las premisas de un teorema para poder demostrarlas. Rosa nos lo hace saber ya casi al final de su propuesta: "Quizás, más probable, estamos ante una confesión de invalidez, el recurso deconstructivo de quien no sabe, no puede o no quiere construir, y que al final, en la última página, comprueba entre lamentos que no hay otro modo, que siempre se acaba construyendo algo. Y que la voluntad de alejamiento nos conduce siempre al punto del que huíamos: acabamos transitando por los mismos caminos que decíamos rechazar, aunque pretendamos hacerlo por la cuneta o caminando de espaldas —lo que no deja de ser un preciosismo decorativo y acaso una disipación de herramientas de otro modo aprovechables—. Concluyamos, sin remedio, el juego".

Y justamente de eso se trata El vano ayer, de un juego inteligente, matemático, donde la casualidad, el azar, son también variables que intervienen en la ecuación final que aportará la resolución del enigma: Julio Denis, André Sánchez, dos personajes colocados en el ojo del huracán de las revueltas estudiantiles de mediados de los años ’60, durante la dictadura del General Franco, uno de los períodos más oscuros de la historia contemporánea española. ¿Quién es la víctima o el victimario? ¿Quién el héroe o el villano? Múltiples testimonios —la mayoría de procedencia anónima y de los distintos bandos involucrados en la confrontación— se suceden a lo largo de las páginas del libro para tratar de dilucidar una verdad, pero ¿cuál verdad? ¿Acaso hay una única verdad? Asistimos entonces a declaraciones de opiniones, de anécdotas que se encuentran y entrelazan, otras que chocan como trenes, incluso hay testimoniantes que expresan su rotundo desacuerdo con la manera en que el autor escribe su obra, que lo acusan, además, de manipular los hechos con el propósito de tergiversar la Historia. A manera de defensa, el autor, al comienzo del libro, pareciera reflexionar sobre la siguiente pregunta: ¿acaso durante años no se han atribuido los vencedores la potestad de manipular la Historia? Si hay algo en lo que la especie humana nos hemos esmerado en perfeccionar, a través de nuestra corta existencia, ha sido nuestro carácter manipulador (estás notas pudieran ser tomadas como ejemplo): desde niño lo ponemos en práctica y hay quienes llegan a ser verdaderos genios en el arte de la manipulación. Es la realidad que ocupa gran parte de las páginas de los diarios del planeta, el contenido programático de ciertos canales de señal abierta o por suscripción e, incluso (o sobre todo), algunos medios de comunicación de filiación gubernamental, donde las víctimas y los victimarios a cada momento intercambian roles y juegan a un constante maniqueo.

Así, día a día, se acrecienta el caos.

Entonces las respuestas a los enigmas expuestos por Rosa en su obra, al fin y al cabo, terminarán siendo encontradas por cada lector en particular, al sumergirse en el torrente de la manipulación y echar mano a su propia concepción de mirar el mundo, allí donde se sienta más cómo, más a gusto.

¿No es así como también enfrentamos el caos de la vida?

La novela de Rosa es brillante no sólo por su estructura y estilo narrativo (atractivo, irónico, ingenioso), donde siendo fiel a sus palabras, asume riesgos, sino por la resolución que ofrece a las cuestiones planteadas, que, creo, dejará satisfecho a lectores de posiciones políticas disímiles. Ese, pienso, es uno de sus mayores logros.

Víctor Vegas

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Bendita la madre que las parió

portada AmpueroMujeres difíciles, hombres benditos
Fernando Ampuero
Alfaguara, Lima, 2005.

Quien guste del libro divertido y fácil de leer encontrará lo que buscaba en Mujeres difíciles, hombres benditos, del escritor peruano Fernando Ampuero. Este requerimiento infravalorado por los críticos literarios con problemas de estreñimiento es precisamente lo que convierte a Fernando Ampuero en un escritor de éxito. Porque quién haya dicho que la literatura peruana necesita más literatura sesuda y comprometida se equivocó rotundamente. Se equivocaron aún más aquellos que recientemente, haciéndose pasar por literatos indigenistas en una mediática polémica, pretendieron vender su obra, al parecer, de más calidad y más necesaria que la que sí se vende, o se piratea. Lo que en realidad puede estar pidiendo a gritos la literatura nacional es simplemente más literatura y más géneros y más variedad, y menos infumables novelones de ochocientas páginas que a lo mejor nos narran la debacle de la democracia y el fin de la historia pero que son mortalmente aburridos. No cualquiera es Vargas Llosa. Tampoco digo que Ampuero sea el paradigma de lo que haya que hacer para sanear en algo el ajusticiado panorama literario. Pero sabe lo que hace. Supongo que la tarea de resucitar al paciente está en los jóvenes y en su capacidad para arriesgar más y presentarse como singularidades y buenas alternativas. De hecho, hay un agujero negrísimo en cuanto a géneros literarios se refiere. Sabemos muy poco de literatura de viajes, diarios, literatura infantil, ciencia ficción, terror, o novela fantástica.

En fin, volvamos a las mujeres difíciles y los hombres benditos de Fernando Ampuero. Para empezar diría que si me abrieran el libro sin mostrarme el nombre del autor lo reconocería al instante, creo que hasta oliendo la tapa. Porque Ampuero se ha reafirmado en su estilo sencillo, de frases eficientes antes que bonitas, diseñadas para no distraer al lector con detalles o descripciones abultadas. Es verdad que no hay esa profundidad psíquica que buscan los estreñidos de los que hablaba antes, a cambio los personajes se materializan a través de los actos. No sé si sea un defecto del libro pero las mujeres difíciles de este conjunto de relatos solo seducen al narrador, o al autor, que sospechosamente —y diría que hasta intencionadamente—, se parecen bastante en todos los cuentos; seguramente el papel adjudicado al lector radique exclusivamente en sorprenderse y admirarse con las audacias y excentricidades de estas sabinas, vaya que hay chaladas en libro.

A la primera de ellas, el autor ha acertado enmarcándola dentro de un ambiente surrealista, puesto que de otro modo habría resultado inverosímil. Creerse una vaca lechera no es moco de paco y mucho menos en la plaza Monumental del DF, la plaza de toros más grande del mundo. Esto es lo que le sucede a Azucena o quizá mejor dicho lo que le sucede al personaje masculino de "Gracias por la fantasía". En "Voces" las voces que se oyen como que no deberían oírse de ninguna manera a no ser que te falte un tornillo, a la protagonista del relato parece que le faltan por lo menos dos. En "El deseo del abismo", el abismo es un buen orgasmo a lo Meg Ryan en When Harry met Sally pero sin comprometer la amistad ni los locos años setenteros en los que la gente se decía de todo a la cara, por aquello de que eran hippies y Marx no había escrito nada de las mujeres sexualmente insatisfechas.

De todos los relatos el mejor y quizá el mejor de Fernando Ampuero en su trayectoria de cuentista, sin contar o si quieren contando "Taxi driver sin Robert de Niro", es "Una vaga astrología". A manera de pesquisa policial se narra una intrigante historia de amor, con mensajes encriptados en los horóscopos que se publican en una revista de actualidad política. El sabotaje tiene como objetivo (u objeto de deseo) al jefe de redacción de dicha revista (que parece Caretas) pero las investigaciones acaban dando dos posibles sospechosas. Habrá que tomar una decisión salomónica. Este relato, junto con "El padre de Sebastián" y "La historia de la sábana y el vaso de agua", brillan por su originalidad temática dentro del libro y caracterizan mejor el estilo y la potencialidad de Fernando Ampuero como cuentista. Tres historias infalibles, escritas con audacia y pulso. En "El padre de Sebastián" se plantea el antiguo tema de la danza con la muerte, realzado con un viaje al Brasil que introduce en el cuento el elemento ritual Macumba, dotándolo así de un aura satánica y misteriosa. En "La historia de la sábana y el vaso de agua", el final parece sacado del mejor sueño dionisiaco que pueda imaginarse, cerrando el libro con una alegoría que a lo mejor pretende responder al por qué de los hombres benditos del título, no tanto por buenos, inocentes o en desventaja intelectual frente a las mujeres, sino por suertudos, que se las sacaron dicen que de las costillas. EEU

Véase de Mujeres difíciles, hombres benditos, el cuento "Voces", publicado en exclusiva por TBR en su número 48.

© TBR 2005

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septiembre - octubre  n° 50

Narrativa

Rafael E. Saumell: Mi padre, que es una persona importante
Hernán Ortiz: Hay una bomba en el cielo
Hernán Ortiz: Aura en mi nariz
Enrique Vásquez Valladares: ¡Cómo te quiero, manito…!
José Luis Torres Vitolas: El retrato
Gabriela Izcovich: Larga duración
David Vergara: Glenda y Martina

Ensayo

La cirugía estética aplicada a la sociedad por Begoña Matilla

Notas de actualidad

VI Encuentro Internacional de Mujeres en
el Arte México-Italia 2006

XVII Concurso Navideño de Literatura en Euskera

Reseñas

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