Hay
una bomba en el cielo
Por Hernán Ortiz
Cargando aguacates como si fueran bebés, el aguacatero se
sienta en su caja de madera. Un sombrero de paja lo cubre del sol, formando una sombra
hasta su nariz. Más abajo, un palillo de madera que muerde como un chicle le despeina el
bozo húmedo y tupido.
El semáforo cambia a rojo, y a través de los vidrios
semipolarizados, veo al aguacatero caminando hacia el carro.
Yo estoy en la silla de atrás porque hoy contraté
chofer. Pero a él no le ofrece aguacates. Me los ofrece a mí. Gesticula que están
maduros, y con el dedo índice le digo que no, gracias. Él se queda parado
frente a la ventana, mirándome con un aguacate extendido. Cargo el programa de gráficos
de mi Pocket PC, y dibujo la caricatura del aguacatero con la fruta extendida, su color
verde iluminado bajo el sol brillante, como un meteorito radiactivo. El chofer me observa
por el retrovisor y le digo que a mi lado está la nueva Gioconda.
¿Por qué no le toma una foto? me
pregunta.
No quiero darle pistas al inconsciente
le digo.
El semáforo cambia a rojo. La mano del aguacatero
toca el techo del carro y se escucha el sonido de dos piezas encajando.
Mi Pocket PC se apaga. Miro el celular, y está
apagado. También está apagado el reloj.
Se apaga el carro.
Miro hacia atrás y veo que el aguacatero se acerca,
caminando despacio y coordinado como un vaquero. Abro la puerta y el aguacatero se agacha
en cuclillas. El chofer intenta encender el carro, pero sólo logra hacerlo temblar, y el
aguacatero escupe el palillo de madera y me dice que le compre. Me dice que están frescos
y que, por favor, no utilice su imagen para mis pinturas.
El aguacatero sabía que yo era pintor.
Vi un programa suyo en televisión me
dice . Lo de la pintura orgánica. Si me quiere utilizar, tiene que comprarme este
bulto. Este que tengo acá me dice, mostrándome sus bebés verdes.
Eso me halaga le digo al aguacatero, y
el carro sigue moviéndose en espasmos. ¡Ya no intente más! le grito al
chofer¡Páseme la billetera!
El chofer me la da y detrás de nosotros pita un
carro, enciende las luces y vuelve a pitar.
¿Cuánto vale? le pregunto al
aguacatero.
Deme ese aparato me dice, señalando la
Pocket PC. Démelo, y me dejo utilizar en sus cuadros...
En mi mente, la imagen de él extendiéndome el
aguacate está mucho más clara que en la Pocket PC.
Le digo que sí.
Bueno señor, que tenga un buen viaje me
dice.
El aguacatero pone una mano sobre el techo del carro y
se escucha el sonido de dos piezas desencajándose. Luego se va caminando por la acera.
El carro de atrás sigue pitando.
Intente otra vez le digo al chofer.
Y el chofer le da vuelta a la llave.
Y ahora, creo saber por qué, por fin prende el carro.
Me despido del chofer, llego a mi casa y busco el teléfono de Zorker: mi amigo experto en
EMPs generadores de pulso electromagnético.
El teléfono lo encuentro en el cajón de mi nochero:
un papel cubierto de talco para pies. Lo soplo y voy hasta el computador. Marco su
número. Me contesta Zorker con voz de anciano.
Un maestro en EMP no puede usar su propia voz. No, al
menos que quiera que lo encierren en sótanos, que lo alimenten con pastillas grises que
saben a mierda, y que le ablanden el cerebro con inyecciones hasta sacarle información.
Hasta que le vacíen las neuronas y después lo maten.
Eso, o modificar la voz con software.
Pero de tantas voces que hay para seleccionar, no sé
por qué Zorker prefiere la del anciano. La decrépita, roñosa, chirriante y destemplada
voz del anciano.
Imagínate escuchar a un viejo jubilado de los
que se sienta en los parques a ver a las palomas hablándote de generadores de pulso
electromagnético. Diciéndote que con poco de conocimiento sobre electromagnetismo,
entiendes que al generar pulsos pequeños e intensos, creas un campo electromagnético
potente. Con este campo se producen kilo voltajes transitorios, con los que se pueden
dañar semiconductores de metal óxido. O sea, computadoras, cámaras de video, o
vehículos computarizados. Fue algo que se descubrió en las primeras pruebas de armas
nucleares. En el proyecto GLASSTONE64.
El aguacatero podría ser un agente encubierto
probando una bomba EMP contra un área específica. Seguro el dispositivo que puso y
quitó del techo del carro es un rastreador satelital, y debe haber algún generador
flotando en el cielo un satélite disfrazado que apunta a la zona señalada y
destroza cualquier conductor eléctrico.
Ya entiendo por qué el aguacatero me pidió el Pocket
PC: debe estar vaciando mis datos en algún servidor. El computador debe estar malo pero
no el disco duro.
Tal vez ya analizó mis pinturas, y notó la
esteganografía.
Si le preguntaras a Zorker que significa
esteganografía, te diría con voz de anciano que es el arte de ocultar información. Te
contaría la historia de ese mensajero mudo que llegó a la oficina del gerente de una
empresa. Un mensajero con motilado redondo como un fraile y una nota en la mano que decía
rápame. Y cómo el gerente de la empresa le hizo caso, llamó a su peluquera para
que lo rapara, y descubrió en su cabeza un mensaje tatuado. Un mensaje que decía: Hay
una bomba en el sótano.
Luego te contaría cómo, después de diez minutos, el
edificio explotó.
Utilizo esteganografía porque trafico información
militar y la vendo al gobierno que más me pague y me reúno con ellos en unos sótanos de
Maicao para hacer una especie de subasta underground. Mis pinturas tienen el password
de alguna importante base de datos o la frase para acceder a alguna sociedad secreta o el
comando para lanzar algún cohete a Marte.
Información por la que paga el gobierno de Japón y
Rusia; y a veces, el gobierno de Irak.
Zorker y yo trabajamos en equipo, pero Zorker no se
reúne con ellos. Si él fuera conmigo a esas reuniones, terminaba drogado, persuadido y
muerto. Zorker es el que consigue la información. Yo soy el artista: el que la esconde en
pinturas.
A mi no me atrapan. Cuando me preguntan de dónde saco
la información, les digo que me la envían hackers por Internet. Hasta ahora no me han
hecho nada. A Zorker tampoco.
Así que le cuento a Zorker lo del aguacatero y me
dice que lo siga con cuidado. Que rastree todos los movimientos del tipo. Me pregunta si
tenía información importante almacenada en la Pocket PC y yo le digo que no.
Miento.
Todas mis pinturas estaban ahí.
Intento prender mi celular, y nada, no funciona. Ya
está de noche y la imagen del aguacatero sigue fresca en mi mente. Saco los óleos, el
caballete, y comienzo a pintar.
Y en algún momento de la noche, sumergido en un
sueño profundo, termino el cuadro.
Me levanto. Llamo al chofer desde el teléfono fijo y
le digo que venga por mí.
A los cinco minutos llega y le digo que vamos al
semáforo.
La carretera está cromada; el día está tan gris que
los pájaros no se atreven a salir de sus nidos y las nubes parecen teñidas de
contaminación.
Y ahí lo veo, sentado en su caja de madera, con
cientos de aguacates sobre papel periódico.
El semáforo cambia a rojo.
Bajo la ventana del carro y lo llamo con los dedos. El
aguacatero se acerca abrazando a sus bebés verdes.
¿De donde sacó tantos aguacates? le
pregunto.
Del aparato ese me dice . Lo
vendí, y con lo que me gané, los compré.
Entonces le sobró mucha plata...
No, no me sobró me dice. Ese
aparato ya no servía. Usted me lo dio malo.
El aguacatero me mira con ingenuidad, pero se le nota
que está actuando. A mi lado tengo la pintura que hice anoche. El semáforo cambia a
verde, y los carros de atrás comienzan a pitar. Le digo al chofer que espere. Saco la
pintura por la ventanilla. El aguacatero pone sus bebés verdes en el piso.
¿Y esto qué es? me pregunta.
Ese es usted le digo. Le voy a
regalar la pintura.
El aguacatero la coge de los bordes, y le pregunto:
¿Sabe que significa esteganografía?
El aguacatero mira la pintura con detenimiento y
sonríe. Pone sus manos sobre el techo y se escuchan las piezas encajando. Descarga la
pintura y la apoya sobre la caja.
Interesante el mensaje oculto me
dice, alejándose pero falta uno más importante. El aguacatero mira hacia el
sol, hacia las nubes, y dice: falta mencionar la explosión.
Algo viene muy rápido desde arriba y sólo alcanzo a
cerrar los ojos.
Hay una bomba en el cielo.
Siento la descarga.
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