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Juan Guillermo Abarca

Del vuelo 

 

Michael despertó aterrorizado luego de la sacudida que le diera su padre. Sin calmarse aún, se vistió, lavó su cara, se abrochó sus zapatitos y salió con un bolso en su mano. 
Al poco andar por el campo comenzaron a inquietarle aquellas presencias metálicas que surcaban los aires. Su cuello de infante se estiraba en cada ruido devastador que rompía el cielo. Le preguntó a su padre qué eran aquellas aves gigantescas que no lo dejaban oír. Él le respondió que eran aviones. 


Así, para el poeta Michael Sorensen, la fascinación por volar comenzó a temprana edad. Las incursiones intrusas que hacían aquellas máquinas ruidosas acompañaban los paseos junto a su padre por aquel campo cercano al aeródromo. Deseaba con ansias que llegara el fin de semana para alejarse de la ciudad y entretenerse identificando los modelos de los artefactos que cubrían su cielo. 


Durante su infancia no dejaba escapar ninguna lámina, foto o artículo de revista que cubriera alguna información sobre sus aviones. Los coleccionaba en modelos a escala que le regalaba su padre y que él mismo armaba y pintaba con entusiasmo. Sus favoritos eran los aviones jet de la Luftwaffe (la fuerza aérea del ejército alemán histórico), en especial el modelo Heinkel He 178, primer jet que voló exitosamente en la historia de la aviación mundial un 27 de agosto de 1939: unos dos años antes de que lo hiciera el primer prototipo británico – el British Gloster- que jamás entró en servicio durante la Segunda Guerra; unos 20 años antes del nacimiento de Michael, joven que se convertiría en el poeta más recordado de su generación. 


***

Al volver a casa se dio cuenta de lo ocurrido. Las discusiones se habían hecho tan frecuentes que debería haber hecho algo al respecto, sin embargo, se sentía impotente. El closet abierto y parte de la ropa tirada le indicaron que su padre no volvería. Bajó las escaleras despacio y se encerró en su cuarto, aquél cuarto de servicio que jamás había ocupado empleada alguna. La familia de Michael no era más que su madre, su padre y él. Ahora, a sus catorce años, comprendía cuán sólo estaba. 
Hace un año todo había cambiado. Los paseos al campo cercano al aeródromo se habían hecho infrecuentes, reemplazados por las visitas que le hacían a su madre al hospital. Si bien, ella regresó a casa, el padre de Michael nunca volvió a llevar aquellos modelos a escala que acompañaban sus tardes. 


***

Michael lleva unos dos años manteniéndose por sus propios medios. Su madre con suerte puede hacerse cargo de su propia vida. Su enfermedad ha progresado rápido, y en un silencio eterno busca formas de disculparse con su hijo, como si fuere responsable de no haberle torcido la mano a la genética. Michael ya no sabe más de su padre, pero no lo culpa de nada. Después de todo, Michael siempre supo de dónde venían sus ansias infinitas por volar. 
El tiempo que otrora utilizaba armando y pintando sus modelos, ahora lo reparte entre un trabajo de oficina, ofrecido de buena voluntad, y los estudios de literatura que malamente lleva en alguna universidad. Mientras viaja a clases en su bicicleta, reflexiona sobre la debilidad de la condición humana. Le apesta pensar en la incertidumbre que lo despierta cada mañana. 
Ha encontrado cierta afinidad en algún filósofo coterráneo -Soren Kierkegaard- y su tratamiento de la angustia. Al igual que el filósofo, se pregunta sobre qué es el ser humano, y busca en sus versos reflejar la angustia que le produce el sentirse finito y frágil. 
Lleva años escribiendo sobre contradicciones y aviones. A diferencia de Kierkegaard, Michael ha perdido la fe, a pesar de buscarla incansablemente entre sus lecturas, entre las personas y los objetos. Está consciente de que la única forma de volar es teniendo esta virtud. 
De cómo ha realizado esta búsqueda entre juguetes, recuerdos y mujeres, trata su primer volumen de poemas –Aviones de juguete-, un libro que ha recibido el vistazo favorable del doctor Jensen -su profesor de filología- con quien mantiene una linda amistad. El profesor Jensen es un hombre inteligente y pudo notar la grandeza del poemario de Michael, por lo que ha hablado con el decano de la facultad para que se encargue de la publicación del libro. 

 

***

El lanzamiento de Aviones de juguete se llevaría a cabo en el auditorio de letras de la Universidad de Copenhague. Aquel día, Michael se despertó temprano, tomó una ducha y se echó encima sus jeans y una polera negra. Caminó sin prisa hasta el auditorio que lo esperaba lleno de un público entusiasta y de la envidia de sus compañeros. Al entrar saludó cordialmente a sus profesores y mecenas, y a Pía, su novia; lo único parecido a una familia que tenía por ese entonces. 
Al comenzar su lectura se cruzan por su mente recuerdos de padres y aviones, de familia, de niñez. Michael es fuerte y puede distanciarse de todo fingiendo una indiferencia que no es tal. Se concentra en darle una intensidad especial a su primer poema; intensidad que afecta profundamente al público. Al acabar, mientras recibe los aplausos, deja su mirada fija en la puerta del auditorio que se cierra bruscamente tras la espalda de Ulrik, su compañero y amigo, quien trae un abrigo negro que cubre la tenida de jeans que acostumbra llevar. Ulrik se acerca al escenario, y de su abrigo saca una pistola Browning 9 mm. que el mismo Michael había bautizado como La Matona. De la americana salieron dos certeros disparos que dieron en el pecho del vate. 

 

***

Michael observa detenidamente como Pía echa el café y la leche en la taza, como revuelve el líquido y se lo bebe mientras Ulrik festeja y se burla de la reacción que había provocado entre el público aquella performance que tan poco esfuerzo le había provocado planear. Michael se mostró conforme, y coincidió con su amigo en el revuelo que habían causado aquellos disparos simulados. Ambos coincidieron en que aquella presentación no pasaría inadvertida por los medios. 
De vuelta al rostro de Pía, Michael reflexiona que aparte de ella no tiene nada más que perder. Pía es una chica bellísima, que con cada sorbo a su café le recuerda su poema favorito: Desayuno, de Jacques Prevert. En un lapsus voluntario se desentiende de su compañía y va por su abrigo. Regresa y se despide de ambos. El aliento de Pía siempre le supo tan gracioso que se concentró en capturar aquel recuerdo de ese último beso. 
De regreso en casa escribe los versos finales de Introducción al vuelo, poemario que había planeado hace tiempo y que sólo en las últimas semanas había podido terminar.

 

Reduce a aquél hombre impío
porque hermoso, no cree en nada

 

Punto final. Cierra el cuadernillo y suspira de alivio. Echado sobre la cama se concentra en como los anillos de humo que emanan de su cigarrillo forman las constelaciones que aprendió de niño. El olor a humo entorpece el recuerdo del aroma gracioso del aliento de Pía. Michael abre su ventana y deja que el viento desordene su pelo. Juega cubriendo sus oídos con las manos, intentando obtener el sonido de turbinas.

 

***

El modelo He 178 llevaba un motor Turbojet HeS 3B de 500 Kg. de empuje. Con una envergadura de 7,2 mts. y un peso cargado de 1995 Kg. podía alcanzar una velocidad máxima de 600 Km./h. Admitía un solo piloto, que en aquella oportunidad realizó un viaje brevísimo en vertical hacia asfalto. 

 

***

El poeta danés Michael Sorensen se suicidó un domingo 9 de marzo de 1986. Junto al libro Aviones de juguete (1986), se han publicado otros dos poemarios póstumos: Introducción al vuelo (1987) y Huntington (1989), obra que, tomando el nombre de la nefasta enfermedad que destruyó su familia, explica su determinación al suicidio. 
Sorensen marcó un antes y un después en las letras danesas. Su libertad reflexiva y expresiva se refleja en cada uno de los versos de su obra, que mantiene seguidores hasta hoy. 
Michael Sorensen fue el único poeta de su generación que se atrevió a volar. 

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Juan Guillermo Abarca (San Fernando, Chile, 1982) es abogado y autor de Canotaje y otros poemas (Santiago, Mago Editores, 2016).

 


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