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Teresa Shaw

 

Teresa Shaw nació en Montevideo en 1951. En Uruguay comenzó estudios de literatura en el Instituto de Profesores Artigas y en la Universidad de la República. Desde 1976 vive en Barcelona donde se licenció en Filología Hispánica.
      Tiene publicados los poemarios Evocacióbn de la luz  (Barcelona 1999), Destiempo (Barcelona 2003, March Editor, Biblioteca íntima) y El lugar que contemplas (Barcelona 2009, March Editor, Biblioteca íntima)) y  Cabañas en el desierto (Barcelona 2019, Animal sospechoso)
      Su obra ha sido recogida, entre otras, en la antología de la revista Ficciones (Granada 2002), Las poetas de la búsqueda (Zaragoza 2002) y The other poetry of Barcelon:Spanish and Spanish-American Women Poets (California 2004) y Voces de la poesía Uruguaya reciente. Austero desorden (Verbum, 2011)
      Fue coeditora de la revista 080 poesía, Barcelona.También ha traducido el libro Wooroloo de la poeta y artista plástica Friedda Hughes.

 

Supongamos el estallido
un instante de pura luz
un punto denso de materia
el aluvión de mercurio y azufre
la dilatación del tiempo
antes del primer segundo
Infinitos manzanos
en una sola semilla parda
Supongamos la Tierra y los océanos
la vida desnuda y sin propósito
La Naturaleza entera abriendo los ojos
cuando la amorosa criatura despierta
Y supongamos aún que en el silencio de la noche
nadie lo advirtiera
Pero escucha
los suaves cascos del verano
descienden ya por el jardín

                                        (Cabañas en el desierto)
                   

 

No antes

 

No antes
de conocer nuestra miseria
podremos elegir
no antes del olvido
llegará el recuerdo
no antes la imagen que su memoria.

 

Dijo un hombre sabio:
El camino que sube y que baja
son uno solo y el mismo.

 

Todo es transcurrir y nada transcurre
así pasan esas nubes cambiantes
que vemos tras las ramas
porque no hay noche sin día
ni día sin noche.
Sólo este espacio de luz y oscuridad
donde reconocernos intactos
como esa ave que pasa sin dejar rastro*
permanece intacta en su pasar.

 

                                           (Cabañas en el desierto)

 

             *Passa, ave, passa, e ensina-me a pasar!  (Alberto Caeiro)

Hölderlin

Largas conversaciones epistolares.
                                               La herencia
que te corresponde.
La herencia de un hombre.
En vano buscas a los tuyos
bajo la luz del sol.
La nobleza de andar solo
Y con amor desprenderse de las palabras.
                                                           Andar
andar entre la humildad de los árboles
junto al río
y permanecer separado
desprendido de las palabras
de todo lo que te es semejante,
los árboles
el río.
                                                     Andar
sin salirte de ti, del tiempo.
No ser nada
y permanecer en el camino.

 

                                            (Cabañas en el desierto)

 

 

Camino difícil

 

La noche dejó restos de nieve
en los bordes de la avenida,
corrompidos por la cal y el hierro.
Nada es superfluo en este paisaje,
pero nada dice. Viramos
hacia un punto en cualquier momento.
Una pareja camina entre sus escombros.
Son imágenes de archivo.
La historia agota esta brevedad,
sus nombres.
No podemos saber
si el día acaba o empieza.
Y esta intimidad
Sin rostro entre
las fotografías y el poema,
como otra farola rota
entre los despojos del invierno.

 

                                   (Destiempo)

 

Barcas de pescadores
quemadas por el sol
exponen su arboladura
sobre la arena de la playa.
Los sufridos cascos quieren alejarse aún
tras un astro que se oculta en el horizonte
y permanecer,
leño sobre leño, confiados.

 

Los hombres, ellos también,
exhiben la captura del día
como inocentes muchachos
y poco después,
al contemplar en el crepúsculo
la última rendija de luz,
piensan en la fortaleza de las redes,
en peces como panes.
Y sienten la fatiga
de sus brazos sosteniendo
lo que no tiene principio ni fin.

 

 

Arrecife

 

                          That sufferance was my sinne, now I repent
                                                                    John Donne

 

Con sus arrecifes, sus perlas del fondo,
derribó la puerta Este, inundó mi casa.
Su cuerpo desnudo flotaba en la corriente.
Te conozco, le dije.
Eres como el muerto que enterramos.
Entonces, se tumbó a mi lado
para que lo arropara.
Tenía abierta la herida en el costado.
Pecamos para salvar a otros, murmuraba.
Con fuerza quise estrecharlo en mi pecho,
No sabía cómo deshacerse
del viejo cuerpo enfermo,
de la tristeza impresa en la simiente.
A su lado, la mujer en cinta
desangraba una quimera,
y, por segunda vez, moría el amor
a costa nuestra.

 

                            (Destiempo)

 

Mulita
                                         a los siete hermanos

 

Mulita, tatú,
qué coraza podrá protegerte
de esta nueva jauría.
La que salta alambradas
y con una espiga
trenzada todavía al nido,
estira por un extremo del ovillo
del firmamento,
borra las señales,
la memoria de la planicie.
Sus ya no construidas carreteras,
los ya no crecidos bosques
de eucaliptus, sauces, abedules.
Se deshace la madeja
siguiendo la línea de los rastrojos,
del surco abierto para la siembra,
sus rudimentos.
El tractor, el buey, el arado.
Todo rumbo a la sabana
recorre el temblor anterior al deshielo,
alcanza la mudanza de los océanos.
El agua saliéndose de los márgenes
por las orillas del Nilo y el Eúfrates,
por el Ladón y el Alfeo.
Se anegan las tierras del Danubio, el Volga, el Leteo.
Rebosan los urales, oxus, jaxartes,
los orinocos, paranaes, tocantins, araguaies.
Y en un último meandro
nace el arroyo,
apenas una cañada
donde el nervio seco de tus pezuñas
cava la matriz.
Pastos y flechilla crecían sobre las Eras.
Poco antes, mulita, tatú,
llegan los jinetes.
Y en lo más hondo
de tu húmeda carbonera
el mundo se estremece.
Helos ya aquí, mulita, tatú.
Estos muchachos son pura intemperie.

                                  (El Lugar que contemplas)


© Teresa Shaw para TBR 2020


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