onettiSemblanza Onetti

1. ¿Quién es J.C.O.?
2. Una comedia humana
3. Vargas Llosa y Onetti

por Claudia Apablaza y Ernesto Escobar Ulloa

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(3) El viaje a la ficción
Mario Vargas Llosa

Vargas Llosa y Onetti
Por Ernesto Escobar Ulloa

 

“1. Hacia Santa María

La primera huella de Juan Carlos Onetti, El pozo, aparecida en 1939, cuando su autor tenía treinta años, es una novella despoblada, o, major dicho, poblada no tanto de personas reales como de fantasmas, seres recordados, inventados o retocados por la imaginación. Su protagonista y narrador, Eladio Linacero, un fracas ado, parece haber elegido la mediocridad en un acto de lucidez, para no corromperse, algo que, cree él, le ocurre a la mayoría de los seres humanos.”

 

El extracto de arriba es el inicio del capítulo primero de El viaje a la ficción, el ensayo que Mario vargas Llosa dedicara a la obra de Juan Carlos Onetti. La introducción, de una veintena de páginas, es una larga disquisición sobre la teoría vargasllosiana de la ficción, que para cualquiera que conoza minimamente la obra ensayística del escritor peruano resultará redundante y, en este libro, algo forzada. No en cambio el resto.

            Uno de los lugares comunes más felices acerca de la lectura es las múltiples interpretaciones que ella suscita, tantas como lectores tenga cada texto. Destacamos lo que nos concierne de una u otra manera, ya sea porque nos reafirma en nuestras ideas o porque nos demuestra convincentemente que estábamos equivocados o porque nos adelanta una idea todavía no formulada, o porque nos hace soñar, traspasar las barreras de la chata cotidianeidad, llevándonos a mundos inexplorados, mentales, emocionales.

De ahí que un libro pueda servir para sustentar justo lo contrario a lo que se propuso su autor (Dostoiewsky escribió Crimen y castigo para mofarse de los anarquistas con el personaje de Raskolnikov, pero la novela ha dado lugar a interpretaciones muy distantes, como la del exitencialismo francés que la utilizó para probar una moral más allá de la divina).

Visto así, la crítica literaria no debería aspirar a poco más que señalar una vía de lectura o a la elaboración de una sinopsis más o menos fría de la trama de un libro, algo a lo que no está acostumbrada probablemente por una sobredosis de erudición como de vanidad; los criterios más que exponerse se suelen imponer. El libro de Vargas Llosa, en cambio, ejecuta ambas aspiraciones con un notable. Por un lado traza con claridad y decoro el argumento de cada una de las novelas y algunos cuentos de Onetti, para dar de ellos, después, una visión personal, algo más modesta que la empleada en ensayos anteriores (como La utopía arcaica, sobre la obra de José María Arguedas). 

Por ello una reseña de El viaje a la ficción haría bien en centrarse en aquello que sitúa a Vargas Llosa, el laureado escritor, frente a la vasta obra de Juan Carlos Onetti, cuyo legado en las letras hispanas es de una fecundidad de largo aliento. Así pues vale la pena detenerse, simplemente para ponerlas sobre la mesa y sea el lector quien discrepe o coincida, en las líneas que dejan constancia de su ars poética.

Sobre El pozo, para insistir en que la literatura latinoamericana, aún en las primeras décadas del siglo XX y salvo contadas excepciones, seguía perdida en un indigenismo impostado, decimonónico, que oscurecía, en lugar de esclarecer la situación del contienente, Vargas Llosa declara:

“Parece mentira que en 1939, cuando en América Latina la literatura narrativa no acababa de salir del regionalismo y el costumbrismo, con algunas contadas excepciones como la de Roberto Arlt y Jorge Luis Borges, un joven uruguayo de 30 años que no había siquiera terminado el colegio escribiera una novela tan astuta”

Una de las pocas partes en las que habla de Onetti por lo que llegó a conocerlo o escuchó de él prometían revelar algo más jugoso, sin embargo nos deja cortos:

“escuché de boca de casi todos los escritores uruguayos que conocí, desde Carlos Martínez Moreno a José Pedro Díaz, de Ángel Rama a Carlos Maggi y a muchos más, incontables y divertídisimas anécdotas sobre las excentricidades, extravíos y ferocidades supuestas de Onetti en sus relaciones eróticas [ ], muchas de ellas sin duda exageradas o inventadas, pero que eran una prueba tangible de la fama de «escritor maldito» que ya se había ganado. Como lo había conocido personalmente, en junio de ese año, en un congreso del PEN Internacional, en Nueva York, no podía imaginar que el autor de aquellas temerarias historias fuera el hombrecillo tímido hasta la mudez y ensimismado que temblaba como el azogue ante la idea de enfrentarse a un micrófono y que, salvo cuando hablaba de algún libro, parecía el ser más desvalido de la creación.”
           
En cuanto a las influencias, hay momentos interesantes acerca de Dos Pasos, Arlt, Faulkner o Borges. Veamos lo que dice del primero y Avenida de mayo- Diagonal Norte- Avenida de Mayo, el primer cuento de Onetti: “No hay la menor duda de que para entonces Onetti ha leído ya a John Dos Passos y aprendido de éste a fundir en el discruso narrativo el fluir de la conciencia de un personjae y la arrasadora presencia de la ciudad, con sus avisos luminosos, el tráfago callejero y los aplastante edificios”.

Sobre Arlt descarga Vargas Llosa el veneno de su prosa, cuando el autor se irrita esta es más viva, poderosa: “la supuesta genialidad de Arlt que le atribuyen ciertos críticos me deja escéptico –era un pésimo prosista y un desastroso escritor de historias.” “La diferencia está sin embargo en que la realidad ficticia en el mundo de Onetti es menos sanguinaria, mísitica, homicida y sadomasoquista que en los febriles delirios de los personajes de Roberto Arlt. Pero ambos conciben la vida como un loquerío sin remedio en el que unos y otros conspiran para explotar, hacer sufrir o matar a los demás y donde la mayoría vegeta en el conformismo más abyecto.”

 

En cuanto a William Faulkner, hay todo un apartado, pero Vargas Llosa insiste en un aspecto: “Me resisto a llamar «faulkneriano» al estilo de Onetti porque podría dar la idea equivocada de una tendencia imitativa, de algo autoimpuesto y postizo. Nada de eso: el estilo de Onetti es auténtico por su calidad artística y por su funcionalidad”. “También la visión del mundo de Faulkner ha sido considerada pesimista o maldita, pero lo es mucho menos que la de Onetti.” El mundo de Faulkner “es un mundo de acción, a veces de realizaciones épicas, de seres que a menudo rompen la normalidad” mientras que en el de Onetti “los seres humanos llevan en sí su propia frustración.” Después de atribuirle más a Faulkner que Conrad o Henry James la utiliación del narrador personaje, señala otra “diferencia radical”: “Faulkner nunca dejó de fingir la realidad objetiva en sus hsitorias. Estas jamás se disparan hacia lo fantástico o sobrenatural perdiendo amarras en la realidad. En Onetti esta es una constante”.

Cuando trata de Borges subraya el hecho de que hubiera una animadversión recíproca y extraliteraria, y que la influencia del argentino es mayor de lo que el uruguayo hubiera reconocido: “Onetti no fue probablemente del todo consciente de la deuda que contrajo con Borges al concebir en Santa María su propia Tlön, porque, aunque leía a Borges con interés, no lo admiraba. Rodríguez Monegal cuenta que él los presentó y que el encuentro, en una cervecería de la calle Florida, de Buenos Aires, no fue feliz. Onetti, hosco y lúgubre, estuvo poco comunicativo y provocó a Borges y al anfitrión preguntándoles: «¿pero qué ven ustedes en Henry James? »”

Hay muchos otros aspectos interesantes en el libro. Vargas Llosa suele tener opiniones vehementes acerca de la literatura y la política. Algunas de ellas podrían considerarse aventuradas, otras, agudas. Como ensayista literario este es a mi modo de ver su libro menos pasional, escrito con la vocación de un divulgador que pretende hacer llegar una obra completa a las masas. Este leitmotiv la convierte en una obra digna de interés.