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índex català   julio - agosto  2003  n° 37

Reseñas

37

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Místicos y heterodoxos
de Jaime D. Parra
Salón de estío y otras narraciones de Benjamín Jarnés
El diablo Guardián de Javier Velasco
Un tranvía en SP de Unai Elorriaga
Homeless de Pau Vidal
Francomoribundia de Juan Luis Cebrián

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Jaime D. Parra,
Místicos y heterodoxos
Barcelona, Biblioteca Íntima.
March Editor, 2003.

Como dice la contraportada, en este libro se reúne una serie de trabajos en torno al arte filopostista, la cábala española y la poesía escrita recientemente por mujeres, ámbitos en apariencia distintos pero con un mismo hilo conductor que se sustenta en la búsqueda, dentro de un orden espiritual e imaginario, de una realidad alejada de lo mundano.

Jaime D. Parra, el autor, destaca por sus estudios de la simbología y de autores españoles que han indagado en el territorio de lo que podríamos llamar «sagrado». Me remito aquí a su obra publicada La simbología. Grandes figuras de la ciencia de los símbolos (Barcelona, Mondadori, 2001).

En este momento, tan árido para la difusión de la literatura más vanguardista que a partir de los años cincuenta comenzó a practicarse en nuestro país, estos ensayos son muy oportunos dado que nos acercan a la obra de artistas tan polifacéticos como Juan Eduardo Cirlot, Carlos Edmundo de Ory, Joan Brossa, Miguel Labordeta, A. F. Molina, Francisco Pino, Felipe Boso, Juan Hidalgo, o Fernando Arrabal.

Parra, en estos breves ensayos de esa "otra" poesía española, estudia a unos creadores guiados por un espíritu de rebeldía, seducidos por la liberación de la palabra, que sobrevivieron a la atmósfera asfixiante de su tiempo (quizá, con el tiempo, la que hoy respiramos acabe convirtiéndose también en una atmósfera asfixiante). Se habla también de escritores como Carriedo, Angel Crespo, Carlos de la Rica o el primer Corredor-Matheos, que, con revistas como El pájaro de paja, Deucalión, El Toro de Barro o Doña Endrina, contribuyeron a recrear y difundir muchos de los presupuestos postistas, como el amor al juego en la escritura, o al disparate, con el fin de crear una realidad sorprendente. Se estudia a Eduardo Chicharro, creador del postismo en los años cuarenta, el primer movimiento estético literario de vanguardia de posguerra. El autor relaciona a Chicharro con la antroposofía, ciencia creada por el austriaco Rudolf Steiner. Para cualquiera que tenga interés en adentrarse en este movimiento artístico también encontrará en este libro una completa bibliografía sobre el tema. Pienso que más que libro unitario, estamos ante un manual de saberes, original en el planteamiento y en sus relaciones. Me parece interesante la relación que establece entre Carlos E. de Ory y el sufismo iraní, o las semejanzas entre la obra de Corredor Matheos y el budismo zen. El método para llegar a la ascesis poética es explicado con detalle: "La poesía está en el aroma que impregna el vacío penúltimo", es decir, poca hojarasca y mucha esencia. Aprender que el desasimiento es una forma de liberación . Sería bueno que esta fórmula se aplicase a mucho poeta con prisa por ser inmortal en plena adolescencia. El Parnaso, en España, ahora mismo está sobrehabitado. También se estudia en el libro al polifacético artista barcelonés Antonio Beneyto y la poesía escrita por mujeres (véase también TBR 36, «Las poetas de la búsqueda»).

Concha García
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Benjamín Jarnés,
Salón de estío y otras narraciones,
Edición de Juan Herrero Senés y Domingo Ródenas de Moya, Prensas Universitarias de Zaragoza-Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2002.

Pocos escritores españoles del siglo XX presentan una obra tan amplia, rigurosa y exquisita, tan libre como la de Benjamín Jarnés. Sus libros abarcan el discurrir de una época agitada y dolorosa: tres cambios de régimen, una guerra civil y un terrible exilio del que regresó enfermo, más bien moribundo. Además de treinta y ocho obras propias y los textos recuperados de los Cuadernos jarnesianos, cabe añadir una serie de traducciones, algunas antologías, la dirección de enciclopedias, millar y medio de artìculos, críticas literarias y alguna pieza teatral.

La importancia de este autor está fuera de duda, incuestionada en todas las historias de nuestra literatura y en todos los manuales, reconocida por lo más granado de la crítica, de Francisco Ayala a Joaquín de Entrambasaguas, de Francisco Yndurain a José Carlos Mainer. Es lamentable que sus adversarios críticos más acervos hayan procedido motivados por convicciones ideológicas, acusando a su obra de "literatura deshumanizada" en pleno apogeo fascista y más tarde, durante la sórdida e interminable etapa franquista. Lamentable y lógico por cuanto que Jarnés, al igual que algunos coetáneos, cometieron el "error" de estar a favor de la democracia y de la causa republicana y así pagaron con la cárcel, el exilio y el asesinato. Tal vez por todo ello, su obra quedó oscurecida desde los primeros momentos por la literatura "imperial" del régimen y la ignorancia de una sociedad maltrecha y hambrienta. Desde el estallido de la sublevación franquista Jarnés se convertiría en un desconocido en su propia patria y así ha permanecido durante decenios pese a algún puntual intento de rescate desde las profundidades del olvido. En la postguerra su obra se va diluyendo sin que nunca llegue una resurección de su obra. Ni los formalistas de postguerra ni las vanguardias de finales de los sesenta se preocuparon de prestar atención a su obra como tampoco lo hicieron los "novísimos". Hasta ahora, los movimientos innovadores han claudicado en sus convicciones expresivas para llegar a un público cada vez más numeroso; el mercado ha expulsado de su seno a las vanguardias y así Benjamín Jarnés ha quedado sepultado por la historia.

A pesar de todo, estamos ante el mayor y más fecundo de nuestros prosistas de vanguardia, el "clásico furtivo" que está encontrando en estos momentos un creciente interés por su obra, siendo objeto de numerosos estudios especializados, acaso en la línea actual del mercado editorial occidental que vuelve la mirada hacia los clásicos, reeditando su legado. La obra de Jarnés no hace sino crecer, hasta el punto de que en breve superará el medio centenar de volúmenes entre las catorce novelas, diez biografías, ocho libros de ensayo, tres de teatro, cinco antologías, catorce traducciones y un solo volumen de relatos breves en el que se incluyen los cinco "cuentos" de Salón de estío. Sin embargo, estos textos fueron integrados en sus novelas posteriores, de igual manera que su primera novela corta Don Álvaro o la fuerza del tino y La Diligencia, incluída en Las siete virtudes. Algunos otros pasaron a La novia del viento y a Venus dinámica.

El presente volumen recoge todos estos textos breves, los pertenecientes al Salón de estío, así como el Orlando el pacífico y Don Álvaro o la fuerza del tino; una primera versión de Viviana y Merlín, La diligencia, El regreso del hijo pródigo y diez cuentos "mexicanos". Es de resaltar el debate suscitado por los fragmentos creados para posteriormente formar parte de novelas mayores o su utilización como textos autónomos, método de escritura y edición más común en otras literaturas de lo que pudieramos creer a primera vista. Asimismo contiene el credo estético del autor, que pasa por la alusión literaria o mitológica, el planteamineto metaliterario de los relatos y la concepción de la escritura como algo abierto a la interpolación o la continuidad. La alusión mitológica es el punto de partida que se adapta al presente histórico mediante la transposición, mientras que el humorismo –surgido desde un punto de partida insólito o canalizado mediante la focalización del relato- suaviza la trascendencia ética de lo narrado al tiempo que intenta eliminar en el relato cualquier rasgo de pudor. Y por encima de todo ello, un profundo optimismo vital, de fe en la condición humana, una defensa a ultranza del humanismo y un sentido de la libertad inquebrantable. La serenidad da un tono esperanzador a su manera de relatar por más que aparezca la tragedia, el sufrimiento o el dolor; pues para Jarnés hay un algo superior por el que el pensamiento y la poesía seguirán gobernando el mundo.

Jarnés poseía una concepción de la cultura como algo vivo y actuante en el contexto individual y social; este último fue precisamente el que le negó cualquier tipo de justicia, de tal forma que nos ha privado de un eslabón sin el cual no se puede comprender no sólo nuestra historia literaria, sino nuestra historia política. Su lectura es un ejercicio obligatorio y necesario sin el cual no puede existir ni un lector ni un ciudadano completo. Fue un hombre que concibió y creó su obra bajo el prisma absoluto de la independencia y la pureza de la literatura, que la pretendió libre de toda suerte de impurezas -incluída la política- pero sobre todo, fue un intelectual profundo, defensor de las libertades, de la democracia y de la justicia. Es el autor más desconocido de los grandes escritores españoles de nuestro siglo, un artista cuya clandestinidad a su pesar revela las limitaciones de nuestra libertad cultural, un autor absolutamente genial cuyo reconocimiento clama al cielo

Carlos Vela

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Diablo de la guarda, pinche compañía, no me dejes solo, ni de noche ni de día.

Xavier Velasco,
Diablo guardián,
Alfaguara, Madrid, 2003.
Premio Alfaguara de novela 2003

Diablo Guardián es la última novela del escritor mexicano Xavier Velasco. Este joven de aspecto irreverente ha recibido el Premio Alfaguara de novela 2003 por la historia de unos personajes que son de todo menos normales. En sus páginas hay mucha voluntad de dinero, drogas, sexo, rocanrol, etc. Si metemos en una coctelera todos estos ingredientes, empezando por el mexicano irreverente y terminando por sexo y rocanrol la explosión debería oírse hasta en Sydney pero parece que en Diablo Guardián la historia no llega a cuajar.

Violetta, Rosalba para sus papás, es una niña "descriada" en una familia mexicana de clase media. Los padres de nuestra protagonista están emperrados en parecer lo que no son: respetables, serios y "cool" sobre todo muy "cool". En este afán por ocultar sus propias mediocridades, a los demás y a sí mismos, deciden hacerse "beneficiarios" directos de unos fondos de la Cruz Roja. Desde el momento en que Violetta descubre el "desfalquito" (y lo descubre a la temprana edad de 13 añitos) hará todo lo que esté en sus manos por escapar de ese pozo -a ser posible con el dinero-. El viaje la llevará a cruzar la frontera hacia el norte en busca de la mítica tierra de Nueva York.

Violetta cuenta, ¿confiesa? su historia en primera persona con un lenguaje dinámico, agresivo, sin concesiones, cargado de pinches giros mexicanos del tipo "imagínate lo sacado de onda que estará el pobre güey, si hasta a medio desierto sigue chingando con que nadie lo quiere", niñas nacas, güeritas y ni modos, ¿ajá? También hay lugar en la novela para un inglés de frases hechas que se convierte en la cerecita sobre el pastel y que se mezcla de manera gloriosa con la narración en castellano "Señorita Violetta, ¿podría usted contarnos qué tanto hay de verdad en su cochina vida de mentiras? ¿Qué hay de cierto en la witch disfrazada de bitch, come on sugar darling let me scratch your itch? Puta madre, qué horror, no quiero confesarme". El manejo del lenguaje es uno de los puntos fuertes de la novela, sin lugar a dudas.

La niñata escupe puras barbaridades, de pensamiento, palabra y en ningún caso omite nada. No respeta ni a los muertos. Intenta escapar de su pasado con tanta fuerza que se pasa de vueltas. Violetta es excesiva, nada es suficiente para ella. Una frase de la novela resume sus principios: "¿Sabes qué no soporto? Estar en medio. Me gustan los principios, los finales, los sótanos, el penthouse, las pirujas, las monjas, pero lo que hay en medio es apestoso." Esa mediocridad la representan sus padres e intentando huir de ella se mete en berenjenales mucho peores.

El alter-ego de Violetta, Pig, es un huerfanito acomodado. Ha perdido a sus padres en un accidente de tráfico y vive con su abuela a la que también perderá de forma lenta y dolorosa. Niño introvertido, callado, que no para de darle vueltas al coco "como chingado pac-man cocainómano". Eternamente insatisfecho, la vida de Pig gira en torno a una novela que nunca acaba de escribir. Considera que nadie valora su talento, quizá porque sólo lo utiliza para alejarse de los demás, y que el mundo está ahí para él repartir su desprecio. Sus ansiedades sólo se apaciguan cuando critica, cuando machaca.

El tono que Velasco emplea para Pig es muy diferente del de Violeta. El lenguaje, más denso, en ocasiones recargado, está siempre marcado por un afán autodestructivo que raya lo insano. Pig se convierte a sí mismo en un freaky solitario que intenta encontrar refugio en la literatura, sin embargo le resulta más fácil destrozar que crear.

Durante incontables páginas Velasco nos regala la historia de dos personajes completamente insoportables, de esos que se dedican a luchar contra su realidad puteando a los demás, matando moscas a cañonazos sin tener en cuenta las consecuencias. Nadie duda de que en ambos casos, con sus antecedentes, tienen sobrados motivos para ser individuos, pues digamos con traumas pero, por momentos, resulta incomprensible que puedan llegar a ser tan ineptos a la hora de reconducir su situación, sobre todo Violetta, cuyo comportamiento prácticamente enfermizo, la lanza a una espiral de auto desprecio y humillación que no puede controlar.

En capítulos intercalados con muy, muy poquito diálogo, se alternan los puntos de vista de Violetta y Pig. Comienza la novela por lo que parece el desenlace y desde este punto la narración es un flash-back. Esta alternancia facilita que los personajes desarrollen su historia sin interferencias y que no se encuentren hasta el final, a pesar del fuerte vínculo que establecen el uno con el otro.

La novela ofrece buenas sensaciones, al principio incluso se presenta interesante, sin embargo, 500 páginas son demasiadas. La tensión argumental no se mantiene. El autor se empeña en que Violetta y Pig justifiquen unas actitudes que no tienen justificación, y en algunos momentos ambos personajes se le escapan de las manos. El desarrollo de la novela es reiterativo aunque el final recupera el tono e incluso trae sorpresita.

Andrés Samper Dolader

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Literatura de las pequeñas cosas

Unai Elorriaga,
Un tranvía en SP,
traducción del autor,
Alfaguara, Madrid, 2003,

Unai Elorriaga (Getxo, 1973) irrumpe en la literatura con una obra llena de cotidianidad ("Lucas veía las paredes de color chicle. De hecho, las habitaciones de los hospitales y las postales de París siempre son iguales" así comienza el Premio Nacional de Narrativa 2002 su primera novela), costumbrismo si se quiere, y que, aunque en un principio no lo parezca, atrapa.

Construida sobre una sólida y a la vez estrecha línea que une a los personajes, en cuanto a la relación que entre ellos se establece, sus pensamientos y sus reflexiones, Tranvía en SP nos relata retazos del día a día de unos personajes que, a simple vista, no serían más que las muchas sombras con las que cualquiera se cruza diariamente en la calle. Con un estilo aparentemente sencillo, Elorriaga despierta la curiosidad del lector hacia unos tipos cuyo mundo real e imaginario resultan especialmente sugerentes, tanto como sus vidas presentes, pasadas e incluso futuras.

La trama gira alrededor de los dos protagonistas: Lucas y Marcos. Lucas es un anciano, se encuentra cerca de la muerte y lo sabe. Recuerda el pasado, porque el presente se le escapa y lo confunde con este, y su mirada cambia: "De hecho Lucas tenía dos tipos de ojos: los azules, los de antes, y los grises, los de ahora". El personaje, tras abandonar el hospital, mezcla el presente, visto con seniles ojos grises, sin matices, con un pasado de ojos azules entre los que se vislumbran los recuerdos de la juventud, de los amigos ya muertos y la carpintería. Un pasado que se une a su vida diaria, a la ilusión de subir un ocho mil (S.P. o Shisha Pangma) y a su amada Rosa y los tranvías que se la recuerdan.

Marcos es un joven guitarrista que se cruza en la vida del viejo y su hermana María y acaba instalándose en su casa. Juntos compartirán todo: "Yo también paso mucho tiempo pensando en la cama. Y pienso, por ejemplo, que leo demasiado. O pienso, siguiendo el pensamiento anterior, que cuando era pequeño había, gracias a Dios, cosas que no entendía…" Un adulto de 34 años inseguro, más inseguro que cuando era niño "no me dieron una nueva seguridad". En el dilema entre su pasión y la seguridad laboral, se presenta Roma, una pintora con una peculiar forma de entender a las personas que le rodean: "A mí me gustan sin control, claro. Hay veces que los he seguido por la calle. Hasta que llegan a casa, o a la oficina, o a un servicio público. No más, claro".

Con la excusa de estos dos personajes, el autor no presenta dos momentos de la vida que coinciden en tiempo y espacio: uno, que se apaga y que no obstante se apoya en un recuerdo pasado y que mantiene una ilusión intacta (subir el S.P.), y otro, que debería empezar a fraguarse. A esta trama de dos puntos de vista, se le une una estructura dual en los propios capítulos: "Casi todos los días tienen dos partes: el día en sí y cuando el día empieza a dejar de ser día". La luz y la oscuridad o, más bien, la penumbra. Durante el día, la luz, el acto, el trabajo, los colores. Al caer la noche, la reflexión, la interpretación de lo hecho, la imaginación, una ligera fantasía, la ilusión. Ojos azules y ojos grises.

A esta dualidad, a estas dos columnas que sostienen trama y estructura, se les une un tercer personaje: María, hermana de Lucas y maestra retirada, mujer que busca las sensaciones perdidas, las impresiones del pasado y que suele encerrarse en el baño: "Me decía que me metiera en el baño a recordar cosas, sin más. Y que si se acaban las cosas que tenía para recordar, que me inventara de nuevas, que, total, lo mismo da recordar que imaginar".

¿Se inauguraría con Unai Elorriaga una literatura de las aparentes pequeñas cosas, de las sencillas y de la sensibilidad de cualquier pequeño gesto o palabra? En todo caso, el autor deja dicho: "Pero luego empecé a leer. Leía todo lo que decía la gente que había que leer. Y se me empezaron a deshacer las cosas que no entendía. Quiero decir que empecé a entender las cosas".

Nèstor Uria

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La historia de los perdedores

Pau Vidal,
Homeless,
Empúries,
Barcelona, 2003
Premi Documenta 2002

Barcelona vuelve a ser ciudad de literatura, pero no sólo escenario de hechos sino que ella misma se convierte en protagonista de sus propias historias, de su vida y de su transformación. Esto es lo que pasa en Homeless, la primera obra narrativa de Pau Vidal, donde se nos conduce por un itinerario alrededor de la Barcelona Vella para explicarnos la metamorfosis urbanística que en los últimos años han sufrido el Raval, la Ribera, el Barri Gòtic y la Barceloneta.

Homeless es un conjunto de relatos, perfectamente ligados, que se van llenando de personajes que, hundidos por un urbanismo diseñado sin tenerlos en cuenta y rescatando de sus memorias el pasado de esta parte de la ciudad, nos relatan los cambios que ha sufrido su barrio y, junto a ello, sus vidas. Camareros, cabareteras, prostitutas, huérfanos del hospicio, policías, vigilantes, ladrones de ropa mojada... Es la gente de siempre que ha dado vida y personalidad a la Barcelona Vella y que se ha visto afectada a causa de una política de derribos y transformación. Este libro es la historia de una parte de la ciudad pero explicada desde el punto de vista de los damnificados, de los homeless, es decir, de personas que, en muchos casos, han perdido sus casas.

Las aventuras de los personajes tiene lugar en edificios emblemáticos de la Barcelona Vella que hoy han sido reemplazados por nuevas construcciones dejando al descubierto un sentimiento de nostalgia que acaba afectando no sólo a los protagonistas sino también al lector.

Lleno de referentes culturales y crítico con las administraciones, el libro mezcla hechos históricos con la actualidad. En este sentido, se hace mención a la huelga de la empresa eléctrica La Canadenca y al líder sindicalista Salvador Seguí, El Noi del Sucre, al mismo tiempo que se explican anécdotas de los últimos alcaldes de la ciudad y se revive el último incendio del Gran Teatre de Liceu.

En la obra también destaca la combinación de diferentes géneros y registros. En la parte más larga del libro, Espectres El Liceu, Vidal recupera el episodio del incendio del teatro de 1994 en forma de dietario y en la voz de un hombre que acaba perdiendo su hogar a causa de las expropiaciones para ampliar las instalaciones. En el texto se mezclan datos sobre las consecuencias del suceso y la posterior batalla entre vecinos y administración por las indemnizaciones con el mito del fantasma de Liceu.

En cambio, el capítulo Polis al Cabaret es una compilación de informes de la Comisaria de Policía de la calle Nou de la Rambla 80, donde hasta 1990 estuvo el cabaret Barcelona de Noche, uno de los locales de ocio más conocidos e insignes de la ciudad.

Pero es en los diálogos donde Vidal demuestra su dominio de la lengua reproduciendo la manera de hablar de la gente y adaptándola, según los casos, a la clase social. Un ejemplo es el capítulo El xalet del moro en que se combina una conversación entre dos mujeres que están en un centro sanitario de atención primaria de Ciutat Vella, donde antes se encontraba la casa de citas donde habían trabajado, con el origen del poema "La Vaca Cega" de Joan Maragall: "No, el pare d’aquest d’aquí baix no va fer d’alcalde, però si que és veritat que va venir més d’una vegada i més de dues. (...) No el d’ara no, devia ser el d’abans, aquell de l’avi que feia versos i que també ens visitava (...) que una vegada n’hi va escriure un a la Paquita, pobreta meva, que com que era cegueta de naixement (...) Com es totilava? La Paca cega, era?".

Pero el capítulo más destacado es el último en el que, de manera solemne y poniendo de manifiesto su versatilidad, Vidal rima más de trescientos versos reproduciendo el diálogo entre un chiringuito y un tinglado, emulando la conversación que mantienen los campanarios en la parte final del Canigó de Jacint Verdaguer. Todo ello como homenaje a los restaurantes de la playa de la Barceloneta que fueron derruidos, los últimos entre 1991 y 1995.

Los libros de historia tienden a explicar los hechos con la voz de los ganadores, pero en Homeless es diferente porque la historia se fusiona con la literatura, que siempre permite cambiar las cosas. Esta obra es la batalla relatada por los perdedores. Homeless significa sin techo, pero en catalán home les (hombre leso) va más allá y hace referencia también al sufrimiento y a la agonía que arrastran las personas que un día tuvieron casa pero que ahora se encuentran en la calle. Esto es lo que les pasa a los de este libro que hablan en nombre de los centenares de personas que, por una razón u otra, terminaron abandonando su hogar y viendo como su estilo de vida y el paisaje de su barrio dejaba paso a un nuevo reordenamiento urbanístico y social.

Ó Alicia Tudela 2003
véase la reseña en catalán
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Los grandes pasos hacia la mediocridad

Juan Luis Cebrián,
Francomoribundia,
Alfaguara, Madrid, 2003

Aunque el título traiga a la memoria la autobiorafía de Ramón Gómez de la Serna, Automoribundia (1948) toda similitud se agota en el sentido agónico como metáfora del lento final de la dictadura del general Franco. Por otro lado, que este último sea un personaje fielmente retratado, no por esto se circunscribe la novela en el género de novela histórica ni tampoco en el de novela de dictador, que por cierto, inaugurara magistralmente otro ilustre Ramón, a quien Juan Luis Cebrián parece tener presente más bien por la ambición totalizante del Ruedo Ibérico que por Tirano Banderas (pese a que como caso clínico de petimetre con delirios de grandeza, el generalito se parece bastante al generalísimo).

Francomoribundia (segunda entrega de la trilogía El miedo y la fuerza, después de La agonía del dragón) no es tan solo una buena novela periodística, es además la novela de la transición española, con todas las particularidades que exoneran a esta de cualquier comparación, muy bien conseguidas por medio de una construcción coral que testifica el variopinto abanico ideológico y de conveniencias que caracterizó la sociedad española durante los últimos coletazos del franquismo y el golpe del 23-F, por tanto pues, una novela única.

Cabe destacar el absoluto dominio que el narrador ejerce sobre las truculencias de la trama, puesto de manifiesto en la distribución de los acontecimientos clave de la Historia y la participación que tuvieron en ellos los personajes ficticios y los reales, asimismo resulta sugerente y eficaz el usufructo de la palabra, que no escatima ninguna de las posibilidades de la tipología discursiva y que cobra notoriedad en el discurso indirecto libre y los monólogos de dos de los protagonistas más antagónicos, situados ambos en las lindes de la transición: las delirantes conjeturas postreras de Francisco Franco durante su eterna agonía en la ciudad sanitaria de La Paz y las nerviosas reflexiones de un inédito parlamentario de la UCD, Alberto Llorés, tumbado bajo su escaño durante el golpe de Tejero.

Lo que sucede entre una cosa y la otra es nada menos que la miga que se pierde en los trances de la memoria y que la novela rescata procurándole el relieve humano que entonces tuvo para aquellos ciudadanos divididos "entre los hijos de los vencedores y los propios vencedores y entre los hijos de los vencidos y los vencidos", según afirmara el autor en una entrevista para El País, periódico desde el que, por cierto, viviera gran parte de los hechos como director.

Aquella trepidante sucesión de acontecimientos conforma la esencia de los capítulos, convirtiendo a toda la novela en una gesta social, en la que la muchedumbre se pulveriza en los gestores secundarios y anónimos que construyen el día a día de la Historia de los pueblos, negociando, cediendo, confabulando, conspirando.

Ya en lo más arduo de su agonía, empecinados quienes lo rodean en mantenerlo con vida, el generalísimo no deja de recordar el golpe de muerte contra la perpetuidad del régimen materializado en el asesinato de Carrero Blanco; las marchas y contramarchas venideras confunden, irritan, perturban y conmueven a los protagonistas: la represalia del régimen por el homicidio del Almirante, por ejemplo, a través de la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich; el posero espíritu aperturista de las elecciones del 12 de febrero del nuevo presidente de Gobierno, Carlos Arias, de cuya validez, Alberto Llorés, un posibilista creedor del entrismo (la forja de la democracia desde el puesto burocrático), pretende convencer a Ramón Llorés, alguien que "siempre pudo predicar la revolución con un Ballantines en la mano y abrazado a una rubia de campeonato".

No se halla muy lejos la Revolución de los Claveles, que pondrá en evidencia al único patito feo y totalitario que le queda a la Europa occidental, y la puesta en contacto de un resentido oficial luso, José Divino del Amor Pereira, con la ultraderecha española que conspira en los despachos ministeriales y en los servicios secretos para no perder el monopolio del terror frente a ETA, la izquierda radical y los GRAPO. ¿Cuál de ellos habría hecho del atentado contra la policía en la calle Correos de Madrid "una matanza indiscriminada de civiles"? La crispación ponía en entredicho al gobierno de Alfonso Suárez, a quien muchos consideraban una intentona del franquismo sin Franco. Lo cierto es que el clima de terror está lejos de apaciguarse y el presidente ha dado demasiados motivos a los militares para encabronarse contra él: un texto constitucional que habla de nacionalidades para definir las regiones españolas, la liberación de un buen número de presos políticos, y por si fuera poco, un proyecto de ley del divorcio. El atentado de la calle Atocha, sobre el que no hay quien sepa "si lo han montado los nuestros o es obra de aficionados" hará pensar al nuevo gobierno "sobre sus planes de reforma y mantendrá a la oposición a raya". Será cuando el congreso de los diputados se disponga a elegir un nuevo presidente que el país entero se paralizará tras el disparo de un tenebroso guardia civil.

Las menudas ambiciones y apetencias políticas de la nueva burguesía, los ricos deseosos de entrar en Europa y desgraciar a quien les había dado de comer, el convencimiento Borbón de que la democracia era el único camino para reinar y la ineptitud bravucona de una casta militar que acabó por fajarse en un fallido golpe de estado convocaron al unísono a la Libertad, sellaron la lápida de la intransigencia totalitaria e iniciaron el difícil camino de los pactos, la demagogia, la torpeza legal, la corrupción y el descrédito partidista propio de toda democracia, el desangelado y mediocre sistema que los seres humanos hallaron como la mejor forma posible de gobernarse.

Francomoribundia ha conseguido plasmar este proceso de muerte, miedo y vergüenza en la historia privada de una nación que, si no de su pasado, puede sentirse bien orgullosa de su gran literatura, a la que habrá de sumar ahora el nombre de Juan Luis Cebrián.

EEU

© 2003 TBR
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 julio - agosto  2003  n° 37   

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