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índex català      septiembre - octubre  n° 44

Un Dios Sin Ideas
Hernán Ortiz
       
       
      ABRIL 8, 11:55 AM

      Para salir del aburrimiento, coges el extremo de una manguera y la conectas al mofle del carro. El otro extremo lo dejas deslizar por una pequeña abertura en el vidrio delantero para apuntarla hacia adentro y sostenerla.
      Prendes el carro.
      Te acomodas en la silla y hueles.
      El monóxido de carbono se te va a meter a los pulmones. Te vas a morir despacio.
      Para acelerar el proceso, tomas licor puro. Si te gusta el ron con Coca-Cola, quítale la Coca-Cola. Al vodka, quítale el jugo de naranja.
      No lo he intentado con cerveza....

      Donde estoy ahora es en un parque. No uno infantil. No uno familiar. No es el parque donde esperarías llevar a tu esposa a comerse un helado, para ver más tarde a tus hijos jugando en los columpios y mataculines, mientras le tocas a ella el abdomen hinchado y sientes a tu futura hija dando patadas y puños para salir a jugar con sus hermanitos. No es eso. Este parque no es de diversiones. No hay algodones de azúcar ni aviones de poliestireno. No hay canciones ni crispetas.
      Pero sí hay naturaleza. Hoy hay naturaleza.
      El sol que tengo encima le da realidad a las cosas. Aún sin las gafas puestas, veo la nitidez de los árboles. El azul profundo del firmamento con las nubes que forman las figuras que uno imagina ver. Todo el verde del mundo está en el prado. Las hortensias se ven con colores tan nítidos, que me dan ganas de hacerme otro examen visual. Todo se ve tan fino. Tan natural.


      Aquí sentado, ya he escuchado a varias personas decir: ¡qué bueno una piscina! Y desde acá, a lo lejos, se ve un edificio enorme, con una piscina vacía llena de hojas y de plumas. Imagino la sensación de sumergirme en esa piscina para nadar por debajo del agua con los ojos abiertos. Las cosas que se verían ahí aparte del cloro.
      Estoy en el centro de todo, en el lugar donde se ubicaría un fotógrafo.
      Al frente mío, pasando como un mensaje subliminal, hay un tipo en piel de la cintura para arriba. Tiene una camisa café amarrada a la mano y camina con los brazos separados de la axila, dejando que les entre el viento sin interrumpir el balanceo de los brazos. De su axila caen goteras, con el diámetro de las que se forman en los techos cuando llueve. Una por una, agrupadas en su techo de pelos, causando lluvia donde hay sol.
      El tipo pasa cerca de mí. Me mira con su cuerpo encorvado y sus goteras en la frente y me dice: "buenas tardes". Yo le respondo lo mismo. Miro la hora y sí, es mediodía.
      A lo lejos, veo al tipo atravesar la portería del edificio y con una red comienza a quitarle las hojas a la piscina. Es un buen día para salir del aburrimiento.
       
       
       
      ABRIL 7, 4:00 PM

      Ahogado, con los pulmones llenos de humo, me dejo ir.
      Pienso contarte lo que sigue y no puedo.
      Pienso contarte lo que sigue.
      Pienso contarte.
      Pienso...
      Que estoy en un lugar blanco. No del blanco de las nubes, sino del que se ve en los comerciales de blanqueador de ropa. Y no necesito gafas.
      Veo el túnel al frente y saludo a Agustín, el de mantenimiento.
      "Esteban, no puedes entrar", me dice Agustín extendiendo su mano blanca con dedos abiertos blancos, interponiéndose entre el túnel y yo. "Está trapiado".
      Esto es lo que le pasa a los que regresan del más allá.
      Dato aparte: aquí le dicen el más allá a la tierra.
      No sé por qué lo hago, pero le cojo a Agustín la mano derecha, le quito el guante blanco y se lo tiro al piso. Volteo la cara hacia el túnel y avanzo.
      Miro hacia atrás y Agustín no está.
      Lo que sigue ya me lo sé de memoria.
      Camino hasta la puerta de mármol y la abro. Veo un cuadro adentro en el que visualizo lo que quiero que pase. Lo que se va a manifestar en el más allá de aquí. Mi mundo.
      Cuando te estás muriendo, entras en un estado mental diferente. No es el estado Alfa. No es lo que logras con meditación, o con privación de los sentidos. Es un estado en el que puedes ser creador. Visualizas algo y se materializa.
      Antes de que se me olvide, acabo de visualizar un edificio con una piscina sucia y un tipo limpiándola. Ya se me están acabando las ideas.
      El túnel desaparece y el carro aparece.
      Estoy en el más acá.
      Abro la puerta y salgo del carro. Caigo en el pavimento con los brazos extendidos, con una parte de mi cara clavada en el granito de cemento del parqueadero y con una parte de mis piernas doblada. Toso todo ese smog que hay dentro de mí.
      La saliva gris se me chorrea por la boca.
      Tengo que tomar agua, respirar aire puro y esperar a que no se me haya dañado el cerebro.
       
       
      ABRIL 8, 2:00 PM

      Para salir del aburrimiento, practicas atletismo.
      Corres hasta que tu corazón, tus piernas y tu cabeza latan con fuerza. Hasta que te sientas descoordinado y necesites sentarte. Ahí es cuando tomas 14 litros de agua seguidos hasta colapsar. Lo que pasa es que tu cuerpo se va a sobre-hidratar, te va a dar encefalopatía hiponatrémica, o sea, se te va a hinchar el cerebro por falta de sodio en la sangre.
      Te vas a morir despacio.
      Yo estoy sentado aquí en la sala de mi mansión con una sudadera negra que tiene dos rayas a los lados, con un buso deportivo de chompa y zapatos con cámara de aire. He tomado, qué ¿diez litros?, ya ni sé.
      Un deportista o un drogadicto se sobrepasa y muere de sobredosis.
      El agua y la droga se convierten en lo mismo.
      Aquí sentado, lleno mi botella con agua del dispensador y sigo tomando.
      No sé que más crear.
      Todo lo material que quería manifestar, ya lo tengo. Mansiones, carros último modelo, muebles importados. Todo lo material que te hace feliz pierde sentido cuando ya lo tienes. Los viajes alrededor del mundo, las salas de cine, los cuadros famosos. Los tienes y se convierten en basura.
      Yo me convertí en un dios sin ideas, un adicto de lo inservible. Un súper héroe con poderes que no sabe cómo usarlos.
      Termino de tomarme el agua de la botella y la lleno otra vez.
      Las cosas se van a manifestar no aparecen de una. Primero hay coincidencias. Una vez visualicé un carro y a los días un señor tocó la puerta de mi casa ofreciéndome uno, casi gratis, porque necesitaba irse rápido del país. Esas son las coincidencias. Y solo pasan si después de visualizarlas, no piensas en ellas. Tienes que olvidarlas y seguir con tu vida para que el universo te las dé. Pensar mucho en un problema no lo soluciona.
      Me acerco la botella llena de agua a la cara y la observo desde arriba. Veo los detalles de las burbujitas que se forman en la superficie. Me la pongo frente a los ojos y veo mi sala pintada de agua, como si fuera una pecera.
Con la botella pegada a los ojos como gafas, me levanto. Tengo que balancear bien el peso de mis pies para no desequilibrarme. Sigo caminando. Veo mis cuadros originales de Dalí a través del agua. Veo mi chimenea, mis esculturas y mi espejo del siglo XIX a través del agua. Todo se ve tan diferente a través del agua.
      Mis pies se confunden, suelto la botella de mis manos y caigo al piso alfombrado. Con mi cara en el piso, alcanzo a ver el agua saliendo del pico de la botella y regándose en la alfombra.
      El agua se desaparece y el túnel aparece.
      Saludo a Agustín el de mantenimiento y me deja pasar.
      Camino hasta la puerta de mármol y la abro. Veo un cuadro adentro en el que visualizo lo que quiero que pase. Lo que se va a manifestar en el más allá de aquí. Mi mundo.
      Visualizo una piscina sucia, un tipo limpiándola y yo nadando en ella.
      Quiero ver el mundo a través del agua.
      El túnel desaparece y mi sala aparece.
      Es un buen día para salir del aburrimiento.

*   *   *   *    *

       Entré por una abertura de la reja que separa el edificio del mundo y ahora estoy sentado en el borde de la piscina. El agua caliente mojándome los pies, las plumas y las hojas chocando contra mí como peces en el mar. Los rayos del sol cayendo en la superficie del agua y la refracción creando la ilusión de una sesión fotográfica.
      La piscina modelando para el sol.
      Estoy esperando el momento ideal para meterme. Para saber qué cosas hay ahí aparte del cloro.
      A lo lejos, veo al tipo sin camisa acercándose. Desde aquí le alcanzo a ver las goteras del sobaco. Camina encorvado hasta la portería y llega a la piscina con una red en la mano.
      Me dice: "buenas tardes". Yo le respondo lo mismo. Y con movimientos mecánicos, el tipo comienza a sacarle hojas y plumas a la piscina.
      Antes de que la limpie del todo, tomo aire, lo sostengo y meto mi cabeza al agua.
      Abro los ojos y veo hojas, plumas y un montón de cuerpos ahogados. Estoy viendo cuerpos con piedras amarradas a los pies. Todos muertos.
      Tomo impulso para salir y no puedo. Miro mis pies y tengo una cadena amarrada al tobillo con una piedra pegada al extremo. Braceo y pataleo con todas mis fuerzas intentando salir. El agua entra a mis pulmones y mi cabeza se hincha.
      Todo se ve diferente a través del agua.
      Braceando y pataleando, logro elevarme para sacar la cabeza de la piscina. Nunca había hecho tanta fuerza. Con mi cuerpo adentro y mi cabeza afuera, veo al tipo sin camisa. Está parado al frente mío, agarrando la red y mirándome a los ojos. Me dice: "¡esto también lo visualicé!".
      Y con la red, me mete la cabeza a la piscina.
      Ahogado, con los pulmones llenos de agua, me dejo ir.
      El agua se desaparece y el túnel aparece.
      Pienso...
      Pienso contarte.
      Pienso contarte lo que sigue.
      Y no puedo.
     

 © Hernán Ortiz, 2004.
Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.
Hernan Ortiz BIO: Hernán Ortiz (Medellín, Colombia, 1982). Escribe cuentos desde los 12 años, y combina la ficción con Stand-Up Comedy, teatro improvisado y periodismo narrativo. La mezcla de estos géneros es el origen de su estilo. Ahora trabaja en la publicación de una antología de cuentos, una novela y la finalización de su carrera de ingeniería de sistemas en la universidad EAFIT. hortizro. hotmail.com

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septiembre - octubre  n° 44

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