véase la versión original en catalán
poemas de DESHIELO
Maria Mercè Marçal
SIN rebote la muerte te ha dado jaque mate.
Y de rebote a mí, surgiendo del espejo
que se me encara, hermético: no existe escapatoria.
Sé que oprimen mi cuello tentáculos de pulpo.
Oigo el aullar del perro y el lamento del lobo.
El trote desbocado del tiempo y el caballo
del recuerdo nos pisa, ni siquiera un harapo
de quien fuimos, y el hielo nos cubre copo a copo.
Yo no puedo salir de esta calle cortada
a sangre por el muro cuyas sombras me enlutan
y donde sólo imito las muecas de un ahorcado.
Donde te miro, ciego a los días que pasan
sin darnos ni una tregua, en el negro tablero
de la Muerte, que nos ha dado jaque mate.
YO que asfixié a la hija
obediente de Ti
y la enterré, convulsa
todavía, en el hielo
no sé ahogar el oscuro
estertor que se une
al tuyo, dócilmente,
muro allá. Y hacia acá.
Ella habla por mí.
Flota sobre las aguas
inmóvil el silencio
de aquella que no sé
si soy.
Que
el fuego encienda
la hora muda y desclave
lengua y sendas. Que el día
nazca, desnudo, del deshielo.
"Toda mujer adora a un fascista..."
Sylvia Plath
ESA parte de mí que adoraba a un fascista
-o lo adora, ¡quién sabe!
yace contigo, pace contigo.
No le espanta la tumba. Llamada desde siempre
al reino más oscuro,
muere contigo, y vive de ti.
Ofrenda temblorosa, sólo sabe seguirte
y aferrarse a tu mal
como a un puerto seguro.
Medusa deshuesada, lo que queda de mí
lucha por completarse
sin ti, lejos de ti.
El bisturí vacila. ¿Quién me habita ahí afuera?
¿De qué forma pensarte
como si yo no fuese tú?
PUNK IS NOT DEAD
Palabras para Àngela
Hija oscura del fuego
inextinguible. Amor
violento del desierto:
coraje de palmera.
Ángel no, sino ángela
rebelde, sin un cielo
que perder o ganar.
Sólo, rígido azul,
la pregunta, en abismo.
Tienes agudo el filo
como astros que un alud
de unas sombras de presa,
a sangre, desarmaba,
y con cresta sangrante,
brutalmente, en el alba
han rearmado los gallos.
Chillan los espolones
arrancados, el miedo,
la venganza del día
que el cuchillo ha cegado.
La pena calza orgullo
de bota militar
y el mal busca las altas
torres en que colgar
la alegría-jirón
de bandera robada
al enemigo. Amor
violento de un desierto
sin espejismos. Negro
despertar de una mar
temeraria. ¿Comprendes?
Porque te vi los ojos
entrando con el paso
descalzo de tus verdes
por el bosque expoliado
sin herir el minúsculo
sueño de aquella hierba.
Porque te vi los ojos,
el horror viene a mí
como un pájaro agónico
que reclama un tributo
debido, con impúdico,
vil chantaje de amor.
Y no sé, oscura hija
de la mar y del fuego,
qué arma o qué reclamo
puede echar a este viejo
desleal del futuro.
Ni encima de qué puente
de barcas astilladas
el fuego de una ola
nos unirá en la lucha.
IGUAL que el asesino vuelve al lugar del crimen
tras perder la memoria y el olvido
y en el umbral encuentra al que creía muerto
y se vuelve su esclavo sin saber el porqué
y se convierte en perro, y vigila la casa
en contra de la muerte, contra el ladrón ausente
que quizá le robara el precio del rescate,
así yo regresaba al lugar del amor.
BAJO el viento se avivan
brasas de antiguos gozos mal cubiertos...
¡Caleidoscopio extraño
donde lo que es usado se vuelve nieve intacta
-que te ofrecen a ti, para que dejes huellas
y empañes su pureza demasiado infecunda-
y donde lo que es nuevo pierde su extranjería...!
En ti yo amo todo mi pasado
que se agrupa en un nombre exclusivo y ritual:
los arrabales negros del deseo, el mal,
los mares soleados y la cuna.
Las curvas de tu cuerpo me alimentan
de otros paisajes que el olvido prende:
el fuego reanima todas las campanas
y la nostalgia cesa, al encontrarlos vivos,
encarnados en ti, y tú les das sentido.
Viraje alguno o culpa borraría,
ni rastro de cuchillo, ni el estrago o la sombra,
ni el desierto o la sangre sembrada a ras de duna,
muerta, ni los oasis asolados y verdes, ni un espejismo,
ni el refulgente grito de huesos que chacales
han roído, y que dejan ya cansados...:
Tomo el camino que me llevó a ti.
NO sé quererte sin el fardo
de sombra que mi espalda ha deformado
-como los desperdicios más obscenos
a contraluz del canto que ahora nace.
No sé quererte sin el peso,
peso muerto que lastra barca y sombra
-como el ala baldía del delirio
a contraley del angustioso sueño.
No sé quererte sin la muerte:
zarpa el amor, demente como un rey
que, envenenado, busca su remedio
en alta mar y en plena noche.
A contra-luz, a contra-ley
no sé quererte sin la muerte.
ANEGARME negarme en ti desposeerme
de aquella rigidez que me moldea
y me da cuerpo flujo sin contornos
surcar el tacto abierto de las cosas
empapar las paredes el eje que nos fija
filtrarme deslizarme por las grietas
del tiempo derrumbarme sin parar
resbalar por tu cuerpo como bola
de nieve que se agranda y que se incendia
candente alud en tu nieve fundida
fluir fluir sin límite anegarme
en ti anegarte: y afirmar la huella
imperceptible, viva, del amor sobre el agua.
TE amo cuando te sé desnuda como niña,
como una mano abierta, como un reclamo agudo
y tierno que me llama desde un árbol desnudo,
como un pez que ha olvidado que existen los anzuelos.
Como un pez asustado que ha mordido un anzuelo.
Como el daño en los ojos del niño mutilado
en el sueño, en la carne. Como sangre que mana.
Desnuda como sangre.
Te amo cuando te sé desnuda como una espada,
hoja viva y dispuesta, como un rayo que abrasa,
ciego. Como la hierba, como el agua de lluvia.
Como sombra, desnuda tras el espejo helado.
CUANDO, en pleno deshielo,
el río remonta
hacia la fuente,
y su curso sesgado se alimenta
lo mismo que un espejo
de tu faz, y apartado
de ti me lo devuelve,
convertido en tiniebla
y en deslustrado espanto...
Názcanme ojos de ciega,
unos ojos vivientes
en la punta del dedo
con el fin de leerte y no perderme
en viejos simulacros
sin contornos
que al igual que un remanso
me devoran la noche.
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