Presentación de Sota la pell, de Carme Riera en MX Espai 1010

por Neus Aguado

 

 

El 12 de junio se presentó en MX Espai 1010 el libro de artista con poemas de Carme Riera e imágenes de la escultora Marga Ximènez, titulado Sota la pell, con versión al inglés (Under my skin) de Montserrat Abelló, decana de los poetas catalanes y último Premio de Honor de las Letras Catalanas.

Los poemas, escritos inmediatamente después de Temps d’una espera (1998), son una prolongación poética del diario que escribió Carme Riera mientras esperaba a su hija, Maria Llinás Riera. Sota la pell ha sido titulado así por Marga Ximènez para darle mayor riqueza de lectura al conjunto del libro de artista, a partir de uno de los versos del poema número IV de Carme Riera.

Sota la pell ha sido traducido impecablemente al inglés por Montserrat Abelló,  amante a su vez de los poemas breves.  Breves poemas éstos, sí, que pueden leerse como páginas arrancadas de un posible calendario de amor.

Me gusta recordar que la feminista francesa Antoinette Fouque, en uno de sus ensayos al hablar del vínculo vital, se refiere a lo ‘matricial’ (en árabe y en hebreo, la misma palabra designa la matriz y la misericordia). [Antoinette Fouque es la Fundadora del Movimiento de Liberación de las Mujeres (MLF) en Francia y de la prestigiosa y desgraciadamente desaparecida editorial Des femmes. El fragmento aquí citado pertenece a una conferencia que pronunció en Jerusalén en 1963 y que después recogió en Lectures de la différence sexuelle (Des femmes, 1994). Lo he extraído de la traducción al español hecha por Elizabeth Burgos y revisada por Ana Nuño: Fouque, Antoinette, (2000) “La mirada teórica: Existen dos sexos”, Quimera, 192, p. 72]

De este modo, creación y compasión convergen en el desarrollo de una vida casi siamesa.

Temps d’una espera es, en realidad, una carta de amor; en este amor se alternan el lenguaje y el silencio, como en los poemas y en las imágenes de Sota la pell.  Coexisten dos cuerpos en una sola carne, y este hecho lo recoge un discurso que establece la comunicación literaria entre los cuerpos más allá del tiempo real, incluso más allá de la realidad circundante, pues se crea el propio locus amoenus a partir del ombligo, del omphalos.  Un locus amoenus oculto, la bolsa amniótica se puede interpretar como el lugar feliz por antonomasia; después del nacimiento-alumbramiento se convertirá en el paraíso perdido. El omphalos no sólo deviene el centro telúrico y es, según su etimología, el ombligo; es, a la par, el microcosmos físico y espiritual, y también el desencadenante del tema principal del diario: la nutrición de otra vida y la modificación de la propia. Cabe recordar que, para alcanzar la concentración espiritual, en la práctica del yoga se considera al ombligo el generador de energías transformadoras. El ombligo es también el cordón de la comunicación. Carme Riera, en el prólogo del diario, aclara, a manera de colofón: “Desde la perspectiva de la madurez, me siento enormemente satisfecha de no haberme perdido la enriquecedora experiencia de la maternidad.” [Cito la versión española de la propia autora: Riera, Carme (1998) Tiempo de espera, Barcelona: Lumen, pp. 9-10.]

En esta especie de monólogo epistolar y casi incestuoso que resulta en ocasiones este diario, afirma, el 17 de enero de 1987: “Mi hija, pero también mi madre, mi hermana, mi amiga, mi incestuosa amante (…)”, palabras que volverá a emplear en Sota la pell.

El incesto madre-hija como la más alta complicidad y unidad, y el empleo también de la palabra hermana, me remite obligadamente a la poesía de Maria-Mercè Marçal y, de forma específica, al libro La germana, l’estrangera, donde Marçal se refiere a su hija, además de como hermana, también como extranjera.  Extranjera en el sentido de que ha llegado desde fuera y partirá una vez expulsada.

Todo esto enlaza con el mito de Deméter y Perséfone. En este aspecto, apunto que las madres y las hijas encarnamos el mito sin mediación de Hades: salimos del mundo subterráneo-paraíso materno físico e ingresamos en el mundo subterráneo psíquico materno. Para bien y para mal. Aunque, como queda bastante claro en el diario, después de los nueve meses, el infierno será lo otro, lo ajeno al vínculo. Y ya que Mallorca y, especialmente, Deià es el locus amoenus de Carme Riera, no es extraño que le hable del mar a su hija y que ella misma comente: “Mi memoria primera es memoria del mar”:  “Per a tu / una mar / petita, / redós de vida, / flascó / em creix / sota la pell, / al ventre”.

También en la creación de la escultora Marga Ximènez podemos establecer paralelismos; las imágenes de sus libros anteriores están interrelacionadas con el conjunto de los libros y conforman un todo con su obra escultórica. A la par, cada libro -Minerva de Antoni Clapés, Asseguda escrivint de Montserrat Abelló y En el desorden de la casa, de una tal Neus Aguado-, ha sido concebido en relación con los otros. Así lo confirman los elementos singulares que se repiten en los libros para crear una hilación. Por ejemplo, en el de Riera y en el de Aguado hay una estilográfica, para dar a entender –según afirma Ximènez- que con una pluma se puede escribir y también se puede dibujar, como así ocurre. También hay una escalera, como en el de Clapés.

En fin, pequeños guiños dentro de la obra artística, como pequeños guiños existen en la obra poética de Riera. La cuestión es sugerir más que determinar, creer en el misterio. El poema número II lo expresa muy bien: “... tendresa / endins ... vers / el miracle”, hacia el milagro. Y el milagro es, siempre, cualquier clase de amor.

Les voy a contar que a la destinataria de estos poemas yo tuve el privilegio de conocerla en mayo de 1987, en el Hospital General de Catalunya, y también tuve el raro privilegio de conocer los poemas con horas; de eso, es cierto, hace ya lustros, pero conservo intacta la emoción que me produjeron ambas experiencias. Les digo esto porque de otra forma, si el posible lector o lectora y voyeur de este libro de artista ignora que existe Maria Llinás Riera, bien podría pensar, desde la inmensa ambigüedad de los poemas de Carme Riera y de las imágenes de Marga Ximènez, que aluden a otra historia de amor, al margen de la maternidad y sus metamorfosis.

La cubierta del libro de Ximènez es de color gris plata, el color de la plata vieja, el de la plata blanca, el de la plata en todas sus gradaciones y degradaciones, y representa un lecho muy bien diferenciado. La cama con sus evocadoras voluptuosidades y con sus tremendos sufrimientos, lugar en el que solemos ser engendrados, nacer, padecer enfermedades y morir, un lugar multiuso que la publicidad de nuestros días aún no ha explotado lo suficiente y me atrevería a decir que incluso la literatura actual se ha olvidado de la cama. Es un feliz hallazgo reivindicar la cama como fuente de placer y de vida, y que ésta ocupe completamente la cubierta de Sota la pell, el primer libro de poemas de Carme Riera, que ya había dado a conocer algunas composiciones memorables en un par de publicaciones periódicas desaparecidas del también desaparecido siglo pasado. Una cama cuyos almohadones nos sugieren la llamada herida femenina, la herida milenaria, y, llamada por nombre más alegre, la sonrisa vertical.

Marga Ximènez ha escogido la idea de una semilla-prendedor: la semilla tiene forma de mandorla y también sugiere algo sensual.

La semilla que evoca la fecundidad y el erotismo y el sexo abierto de la mujer.

Otro dibujo es el cuerpo de una mujer supuestamente embarazada con la semilla-prendedor color rosa sexo en la cabeza; no sé si alude a que el amor es eso que casi siempre nos inventamos y que a la par requiere mucha imaginación para que sobreviva: no así el amor materno, que es un amor que nutre.

Una serie de semillas quizá alude al paso de los meses, a la gestación, al paso de la vida por nuestros cuerpos, al transcurrir, simplemente. El uso de una textura, la que llamamos vulgarmente piel de melocotón, que oculta o más bien protege el poema como si fuera la bolsa amniótica o ya el cuerpo de la madre en todo su esplendor de protección y entrega; con este material, Marga Ximènez crea la “ambrosia sedosa” que acompaña al poema. Piel aterciopelada que apela una vez más a la sensualidad del conjunto del libro, del objeto de arte.

Un dibujo del libro -que ha sido cubierto con la antigua tela para llevar fardos, la tarlatana, tejido ralo de algodón- es un reloj, y en este contexto de ambigüedad me remite al bolero “El reloj” de Roberto Cantoral y su “no marques las horas”. Una tela para recordar lo cotidiano, la vida diària, que diría Montserrat Abelló.

Marga Ximènez afirma que lo que intenta es añadir algo a lo que dicen los poemas. Es evidente que les da otra posibilidad de lectura, que la lectura plástica del libro tiene otras claves a descifrar. Por eso, en sus libros, aparte de las imágenes impresas, hay dibujos hechos a mano directamente en la pàgina, para singularizarlos, para demostrar que se trata de una obra única, para crear otra perspectiva a través de la imagen, para enriquecer la metáfora del poema y dimensionarla.

Ambigüedad en los dibujos de Ximènez paralela a la ambigüedad de los poemas de Riera. Carne, deseo, metamorfosis, incesto, tibia lengua. Sensualidad en el trazo y en la palabra que se acompañan levemente casi sin interferir, pero acotando un mismo camino de -perdonen la palabra- ternura, palabra que usamos desde el 1200, según Joan Corominas, palabra que desemboca en una belleza rotunda y sin camino de vuelta; la palabra belleza tiene trescientos años menos de uso, y seguimos sin saber definirla, aunque lo intentamos. Una manera de aproximarnos a su comprensión sería este libro de Carme Riera y Marga Ximènez.