Entrevista
con
Nuria Amat
por
Ana AlcainaIntroducción por Jill Adams
Nuria Amat, nativa de Barcelona es una autora
conocida y respetada en el mundo de la literatura en español, tanto en España como
América Latina. Licenciada en Estudios Hispánicos, con un doctorado en Ciencias
Informáticas, ha escrito numerosos trabajos de ficción y no ficción; sus obras más
recientes son La intimidad (1997) y una colección de ensayos, Letra herida
(1998) y próximamente se publicará su novela El país del alma. Ana Alcaina,
traductora de la Barcelona Review, se reunió con Amat en el café de la librería Happy
Books en abril, donde Michael Garry Smout y yo nos unimos más tarde, hacia el final de la
entrevista, para tomar fotos. Nuria es una trigueña alta y esbelta de pelo largo,
atractiva, sexy, ágil e inteligente; llena de energía, su pasión por las palabras y la
literatura se hace presente de inmediato. Un mes atrás nos habíamos reunido para comer
en El Salón, un bistro del Barrio Gótico, allí, mientras fluía el vino,
conversamos sobre la escritura europea y latinoamericana. Me impresionó saber que había
pasado tiempo con Samuel Beckett mientras éste trabajaba en la producción de sus obras
en Berlín. Se rió cuando nos dijo que él se giraba hacia ella, una chica joven de unos
veinte años,durante los ensayos, para pedirle opinión sobre el progreso de los mismos.
Amat mostró gran curiosidad acerca de nosotros, nuestra trayectoria profesional, nuestras
lecturas y nuestros escritores de habla inglesa (a quienes ella sólo puede leer en
traducciones) favoritos. Fue un encuentro delicioso. A continuación, Amat comparte
algunos de sus puntos de vista y perceptivas observaciones con Ana Alcaina...
BR: Cuando dices que los libros te
protegen de la monotonía de la vida y del riesgo de muerte, ¿qué es lo que quieres
decir exactamente? ¿Qué es para ti la literatura y por qué esa obsesión, esa locura,
por los libros, las bibliotecas y los escritores omnipresentes en tus libros ?
NA: Ya desde muy pequeña encontré en este camino de la
literatura, de la escritura, una opción de vida. A mí, el mundo me disgusta sobremanera,
creo que el mundo es malvado e injusto, lo creo sinceramente, aunque por otro lado, tengo
una cierta ingenuidad que, para escribir, creo que además es necesaria. Pero siempre me
disgustó el mundo y entonces encontré en la literatura una especie de apeadero, un sitio
adonde agarrarme y poder vivir más o menos de una forma, como yo quiero, de acuerdo con
los valores que yo entiendo. Si no hubiera encontrado esta forma de vida...
Escribir es como una vocación, lo vivo así, ser escritor,
como una vocación, es una opción de vida importantísima, ver las cosas desde el mundo
de la literatura es siempre ver el lado, si se quiere, más humano de las cosas, y como es
lo que más me interesa, ahí estoy. Los escritores somos bastante obsesivos (para mí una
de las cualidades de un escritor), otro tema es la locura, estar no tanto en la locura en
sí misma, como en los límites para poder escribir. He necesitado construírme esta
especie de familia, yo digo que mi familia en cierta manera son los libros y, bueno,
también estas mentes marginadas, un poco raras, que ven la vida de una forma matizada,
gente estrambótica, estrafalaria, ya no digo loca.. Cuando pienso en el suicidio o
accidente de este poeta, [de José Agustín Goytisolo], creo que es muy coherente con lo
que yo he estado escribiendo en Letra herida. La muerte de Goytisolo obedece a lo
que opino sobre la literatura; en Letra herida hablo constantemente de poetas
suicidas, y yo creo que es un gesto (tirarse por la ventana, matarse) casi propio del
escritor de hoy en día. Empezó Cesare Pavese escribiendo: «Todo esto da asco. Basta. No
escribiré más», y se mató. Cuando un escritor se da cuenta de la inutilidad de la
palabra y, sobre todo, se queda sin palabras, adopta este gesto como acto coherente.
Por otra parte, también se da una gran contradicción:
estoy sometida, por un lado, a la presión del mercado, y por otro lado soy antimercado,
porque lo que está pasando en España, no pasa tanto en el extranjero porque no hay estos
premios comerciales como hay aquí, sino que hay auténticos premios literarios. Aunque
poco a poco voy viviendo de mis libros, y ésa es una de mis ambiciones. Por orden de
ambiciones, la primera sería aportar algo nuevo, tener una voz propia, que no tiene por
qué ser solamente un estilo, una forma, una mirada... en mi caso es más una voz, eso es
lo que más me importa, cosa que no está pasando ahora, como todo, los medios se están
comiendo todo tipo de arte, hay que vivir con eso, no puedes atacarlo, el otro día con
Juan Goytisolo y otros amigos, lo hablábamos, y gracias a que unos venden tanto, nosotros
podemos vender también.
BR: Comentarios acerca del mundo editorial:
NA: Está saturado. Todo el mundo escribe. Está absurdamente
inflado: tramposo. El autor no es importante. Lo único que importa es vender. Me siento
como una marioneta. Mi idea romántica es que los autores serios deben publicar en
editoriales pequeñas como reacción al mercado, pero eso no existe en España. Me
encantaría que el mercado fuera como era hace veinte años atrás. Era mucho más honesto
y mucho más saludable.
«La universidad española de hoy
está muerta, punto. Es un sistema burocrático absurdo.»
BR: En La intimidad afirmas que «lo primero que aprende un verdadero
escritor es a asumir la ausencia de frases originales y que toda escritura verdadera tiene
un aire de plagio disfrazado, y que las musas de los escritores son ahora más que nunca
las bibliotecas». ¿Podrías desarrollar un poco más
esta idea?
NA: Voy a explicar esto, porque
claro, no se puede tomar al pie de la letra. Hay una parte de ironía que es básica para
escribir, pero hay otra parte importante; ahora he estado leyendo la biografía de
Beckett, un autor a quien conocí personalmente, y quien como tantos otros autores... Como
Borges por ejemplo, que sacaba sus ideas de las enciclopedias, escogía la Brytannica o
cualquier otra y hacía un cuento... Pues a Beckett, como decía, uno de los autores más
originales de la historia de la literatura, le acusaban de ser un imitador de Joyce,
durante años, y es cierto, sus primeros libros tenían un aire a Joyce. Para entrar en
este ámbito literario que a mí me interesa hay que haber leído mucho e incluso yo
diría haber copiado en el sentido de que tienes que tener influencias, la única manera
de tener esta voz propia, esta mirada particular en el mundo literario sale después de
haberse empapado de estos autores; esta voz sale cuando te has empapado de estos autores,
si no, es muy raro; a los veinte años, sí puede salir una voz propia, pero luego se
pierde.
BR: Y entonces, a la hora de escribir
con el objetivo de tener una voz propia, ¿cómo se supera la "enfermedad" o el
"complejo" de querer competir con estos grandes escritores o incluso superar a
estas musas?
NA: Yo creo que el escritor vive en una constante
contradicción. Por un lado, un escritor en este sentido, tiene que ser muy ambicioso,
claro, porque cada vez que uno se pone a escribir seriamente, en realidad lo que está
diciendo es: «Voy a competir con Cervantes» porque si no, ¿para
qué escribes? Pero por otro lado, es necesario vivir esto con cierta ironía; así es
como lo vivo yo, pero mi temor no es tanto haber conseguido o no esta voz personal, sino
el de que no se me vaya. Siempre temo, sobre todo ahora que acabo de terminar un libro [El
país del alma], estoy en un momento que no puedo escribir, en este momento es cuando
se da ese temor, ese vacío, y creo que muchos escritores se suicidan por eso, por el
silencio que o se imponen ellos mismos, o les impone el exterior. La palabra va muy unida
para ciertos escritores (y yo me considero uno de ellos) a la vida, mientras hay palabra
hay vida, cuando se acaba, se acaba la vida. Es bueno que haya mercado, porque nos ayuda a
los escritores más ambiciosos literariamente a poder publicar y publicar bien, pero por
otro lado, es tan incoherente... estoy jugando a algo en lo que no creo; en cierto modo,
es la contradicción del fin de siglo: aquí estamos los supervivientes de no sabemos qué
ni para qué porque de entrada, la literatura no es útil. Yo, por un lado sé que es
inútil socialmente hablando y, por otro, creo que si la gente leyera sería mucho más
buena en el sentido de más humana.
BR: Esta idea me recuerda a algunos de
los libros de George Steiner. En Letra herida también relatas un encuentro con
Steiner que no sé si es verídico...
NA: Es cierto. Me lo preguntan mucho porque como la
mayoría de mis relatos son ficticios, he necesitado crearme un mundo, el trabajo de la
escritura es un trabajo muy solitario, y he necesitado crearme esta especie de «familia», y es por esto precisamente por lo que he tenido que relatar estos encuentros
con escritores. Supongo que los escritores necesitamos incorporar la vida imaginaria a la
vida real del día a día. Pero volviendo a lo de Steiner, lo cierto es que mantengo
correspondencia con escritores de fuera; tengo, por así decirlo, buenos padrinos, y uno
de ellos es Steiner, y la conversación que aparece en Letra herida es totalmente
cierta. El inicio del relato lo he hecho una tanto incierto para despistar al lector, pero
lo que me interesa de Steiner es su amor por la literatura.
BR: ¿Y cuál es el papel de esa
literatura hoy en día? ¿Para qué escribir?
NA: Para sobrevivir. Creo que ésa es la respuesta más
sincera. Para esta pregunta que con tanta frecuencia nos hacen a todos los escritores
existen muchas respuestas y todas verdaderas; unos dirán que para que nos quieran más,
etc. y cada día se podría decir algo distinto, pero la más sincera es porque así es
como puedo vivir. Ahora bien, llega un momento en que ya no sé si es el hábito el que ha
hecho al monje o al revés, pero para mí es una opción de vida. Además, cabe decir, por
otra parte, que el mundo ha cambiado mucho en estos últimos veinte años. Yo soy hija del
68 y creí fervientemente en unos valores que han desaparecido: el feminismo, la
izquierda... Intentábamos cambiar el mundo y todo esto salió totalmente rana. Entonces,
la literatura es, en este sentido, un refugio y una forma de denuncia. En literatura, el
mundo ha cambiado hasta el punto de que existe una gran diferencia entre la década de los
setenta, con el boom, García Márquez etc. y nuestra época actual. Antes, el
autor de calidad tenía un prestigio y contaba para la sociedad, mientras que en cambio
ahora, el escritor es un pelele, no cuenta para nada. Esto tiene relación con lo que se
dice en la última película de Woody Allen, Celebrity, según el cual cada
generación tiene los héroes que se merece, y es cierto que conviene ser un «fracasado» en literatura, porque es sospechoso ser un héroe, muy sospechoso...
BR: Has mencionado el feminismo. ¿Qué
opinión tienes de la llamada «literatura
femenina» y del feminismo en general?
NA: No creo que haya una literatura femenina; yo soy
feminista y creo que todo el mundo tendría que serlo, aunque lo cierto es que hay que
estar siempre batallando, es una lucha que llevo diariamente; ya no estoy en un grupo,
pero si hay que firmar algo, lo firmo; aunque me parece que todos estos movimientos... o
no sirven para nada o... no sé, me siento un poco desencantada. Ya no nos hacen caso, hay
otros intereses, pero lo cierto es que yo siempre he sido rebelde por naturaleza.
BR: ¿Consideras
que la universidad española es más saludable hoy? Recientemente han aparecido brotes de
protesta entre los estudiantes universitarios, ¿de qué se trata esto; te parece un
movimiento positivo?
NA: La universidad española de hoy está muerta, punto. Es un
sistema burocrático absurdo. Cuando enseñaba, me sentía como si fuera un personaje
kafkiano, un perseguido en El proceso, por lo tanto renuncié. No existe ningún
movimiento, no hay interés en proceso en la independencia, la creatividad, en el arte, ni
en el pensamiento libre. La universidad es una máquina que distorsiona el pensamiento
creativo. Lamentablemente, el futuro está en la universidad privada. Cada vez más, los
profesores se sienten más interesados en mantenerse dentro de sus propias áreas, en sus
departamentos privados, sus claques de poder; los estudiantes protestan a favor de sus
intereses dentro de sus departamentos. No existe un movimiento colectivo. Es el reino de
la mediocridad.
BR: ¿Hay esperanza alguna? No hace mucho escribiste un manifiesto junto a
algunos profesores [incluyendo a Juan Goytisolo, Javier Marías y más de 60 más,
titulado: Un manifiesto de intelectuales denuncia inmovilismo y endogamía en la
Universidad española. Ver manifiesto].
NA: No obtuvimos respuesta al manifiesto, nadie le prestó
atención. No hay esperanza.
BR: ¿Qué escritores y qué tipo de
literatura te interesan actualmente?
NA: La literatura que más me interesa últimamente es la
poesía. Incluso en ésta mi última novela hay un tono poético. Supongo que es una
evolución de lo que decía antes: la biblioteca, la locura... Me he encontrado mejor
refugiada, más protegida en este mundo que yo tengo o bueno, que me dicen que tengo
escribiendo. Me interesan los libros que yo llamo «verdaderos»,
que las palabras me lleguen al fondo, que no sean justamente como lo que gusta ahora, algo
light. Cuando hay una verdad, cuando hay una intención, cuando hay magia... Me
gusta cuando leo textos que me dejen ver un mundo nuevo, esa nueva mirada.
BR: ¿Por qué escribes en castellano
siendo una escritora catalana?
NA: La razón primordial es porque yo, que soy
catalana, crecí hablando en castellano y es un idioma que adoro y por el cual tengo que
pelear para hacerlo mío. Creo que son muy interesantes en este fin de siglo los autores
que yo denomino bilingües, o de entre lenguas, o si se quiere, «periféricos». Mis
maestros, por así decirlo, son todos bilingües (Juan Marsé, etc.); es decir, yo soy
hija de estos autores y quiero defender el bilingüismo porque creo que es muy sano para
la literatura: no tener una lengua propia, o tener varias, dos, tres... es sanísimo...
Hasta diría que escribes mejor. Es muy favorable para la literatura. El hecho de creer
que la lengua es de todos es muy bueno, el que nadie se crea dueño de ella, en especial
en esta época de nacionalismos salvajes. Yo he escrito en catalán alguna que otra obra
de teatro, pero me siento más cómoda o incómoda con el castellano, como el castellano
no es la lengua mía, como no es mi lengua «natural», he tenido que hacerla más mía y
hay más emoción en el momento de escribir. En América Latina (cosa que me sorprendió)
gustan bastante mis libros y creo que debe de ser por eso, pues para ellos el castellano
es una madrastra porque la suya no es la lengua de la «patria». Yo he sacado un
beneficio absoluto del hecho de ser bilingüe y estoy contra cualquier imposición venga
de donde venga, y si me imponen ciertas cosas de forma dictatorial o pseudodictatorial,
siempre estaré en contra. Para mí el idioma catalán es una forma de vivir, una forma de
hablar, de comunicarme con gente amiga y con mi familia y no hace falta que lo defienda,
es que es así y no voy a hacer bandera de ello, como tampoco haría bandera del español
o castellano. Aunque, y esto es muy curioso, mi mundo literario es un mundo catalán; a
mí, fuera, me llaman novelista catalana. En Venezuela, por ejemplo, con respecto a la
trama de La intimidad me decían: «Pero si parece que esto haya pasado aquí», y
hablo de ese mundo completamente catalán. O cuando recientemente he estado en Granada y
me han dicho: «He comprado dos libros del poeta J.V. Foix», o sea que los nacionalistas
catalanes tendrían que estar encantados porque es una forma de hacer propaganda de la
propia cultura. Qué contradicción, ¿no? Y en cambio aquí a veces nos pegan justamente
porque escribimos en castellano, cuando lo que estamos haciendo es divulgar la cultura
catalana. Yo soy una escritora bilingüe que ha optado por el idioma castellano como forma
de escritura y soy catalana, y a pesar de haber escrito en catalán, no tengo un interés
especial en hacerlo. Beckett lo tuvo para escribir en francés, claro que sí, y tomó
esta decisión como una forma de irse del país, odiaba Irlanda... Yo no tengo esta
necesidad. Me siento más identificada con los latinoamericanos, por ejemplo, por algo
será... Una de las características de la buena literatura es la literatura que está
entre fronteras. Una de las maneras de sacar una nueva voz es explotar, en su caso, la
realidad bilingüe. El signo de los tiempos es la pureza, mientras que la literatura
española más interesante es la literatura de la periferia: gallegos, catalanes... porque
no se puede defender una literatura española «pura» a pesar de que en Madrid crean que
sí. La literatura más importante de este siglo está escrita desde la periferia.
BR: Recientemente has viajado hasta
Granada invitada por la Facultad de Psicología de allí para hablar del tema de la locura
en La intimidad. ¿Qué te preguntaron los especialistas?
NA: Me preguntaron cómo era posible que hubiese escrito
la novela si nunca he estado internada en un manicomio. También me preguntaron si había
leído muchos libros sobre el tema y les contesté que no había leído libros
especializados sino muchísimas novelas (siempre me documento mucho para escribir todos
mis libros), vidas de heroínas como Anna Karenina o Jane Eyre. He
aprendido mucho de la vida a través de la literatura. En la literatura que a mí me
interesa, los grandes personajes (aunque no me gusta utilizar la palabra «loco») son estrafalarios, raros, y tengo la teoría (y esto es lo que dije en Granada,
parafraseando a Lacan cuando dijo que todas las mujeres están locas, tengo la teoría de
que todas las novelas están locas. El héroe de Cervantes, dicen, era un loco, pero más
que loco, creo que era un escritor, porque siempre está confundiendo literatura con
realidad. El Quijote es el gran ejemplo de novelista. Pero creo que en general todos los
personajes de la gran literatura están un poco locos. Creo que en general todos nosotros
somos un poco así.
BR: En éste número del BR presentamos un dosier
de Felipe Alfau, nacido en Barcelona pero casi desconocido aquí dado que vivió casi toda
su vida en Nueva York, donde escribió sus dos novelas en inglés. Has mencionado que
leiste un traducción suya al castellano. ¿Qué piensas de su trabajo?
NA: ¿Están publicando a Alfau? ¿Sí? ¡Eso es maravilloso! Es un
perfecto ejemplo de lo que vengo hablando, un escritor fuera del mercado, que no escribió
para el mercado. ¿Qué es lo que más me gusta de Alfau? Más que su manera particular de
escribir, me gustan las historias, maravillosas historias. Me alegra aparecer junto a él.
BR: ¿Puedes decirnos algo de tu
próxima novela, que está a punto de publicarse?
NA: Puedo daros el título, El país del alma, y
decir que es una novela de amor, de amor por las palabras. No es de esta época y va
contra los nacionalismos excesivos. Yo creo que es bastante humana.
BR: ¿Y ahora mismo estás sintiendo
ese vacío del que hablabas al principio, ese temor de quedarte sin «voz» ?
NA: Sí, y creo que cada vez más. Cuanto más mayores,
los escritores sentimos más terror al silencio, aunque creo que el novelista tiene una
ventaja sobre el poeta: que dura más, puedes estar más tiempo... pero como yo tengo este
aliento poético dentro, sufro mucho en este sentido. Necesito publicar para poder
escribir otra cosa. Yo intento que cada libro sea distinto, no quiero seguir el tono del
libro anterior, espero que me venga un tono nuevo y si no, no escribo. Cada novela tiene
su historia; en el caso de La intimidad, por ejemplo, recuerdo que «vi» la primera página. Recuerdo que estaba sin hacer nada, yo escribía otra cosa,
y de repente oí ese tono y vi la primera página de la novela y me puse a escribir así,
y lo dejé todo.
BR: ¿Un «dictado
inspirado», que diría Benet?
NA: Sí, bueno, dicho así queda muy bonito, y lo cierto es que esta
última novela la he escrito cinco veces, así que no debe de ser tan inspirado, pero sí,
y ahora lo que me preocupa, de lo que tengo miedo es de no volver a oír esta «voz» nunca más.
|