ÍndiceNavegación

índex     marzo- abril 2002  num 29

!| biografía

 Una calle hasta ella
 por John Jairo Junieles Acosta


Hay muchas cosas que odio de mí, pero hay una especial que detesto, aunque a veces resulte conveniente. Es mi manía de andar siempre entre dos aguas, de no concentrarme jamás en el presente objetivo porque mi mente divaga en busca de otros mundos, como un pez que en su pecera sueña en el océano.
      Cuando el presente es una aburrida conversación entre periodistas en mi trabajo o el monólogo de un jefe de redacción furioso, esta manía es una tabla de salvación, pero cuando se trata de un momento mágico en el cual el cosmos se revela frente a ti; o como en este momento en que camino por una estrecha calle iluminada por opacos faroles agarrado a la mano de la mujer que amo, es de lo más asqueante. Así como debe sentirse un pez que deambula por el océano pensando que está atrapado en una pecera.
      Tal vez ir agarrado de la mano de una mujer parezca una trivialidad, pero se trata de Ella y es la primera vez que me permite tal atrevimiento. Ella y yo tenemos cierta relación que por alguna razón prefiere mantener a oscuras, pienso que se avergüenza de lo nuestro, no sé por qué, podrían ser muchas razones. Ella se agita cada vez que pasa un carro blanco porque su padre tiene uno y yo me pregunto qué tiene de malo que su padre sepa que somos novios, al cabo nuestras vidas tienen el equilibrio necesario para ir juntas, sé que no soy un monstruo, ni un criminal buscado en siete países y ella no es tan bella como Drew Barrimore. En fin, por más que le he preguntado nunca he logrado saber qué es lo que pasa y no debería pensar en eso sino disfrutar la caminata que quizás sea irrepetible, sentir su mano aferrada a mí como si una multitud tratara de ahogarla porque Ella le teme al gentío y eso es algo que tenemos en común, también el cine y la música es algo que compartimos y muchas cosas sutiles, por eso no comprendo por qué no pueden ser públicos nuestros sentimientos.
      Yo sólo pienso en Ella, quizás sea porque soy diez centímetros más bajo, pero ella es algo pálida y yo no la culpo, es como es y me gusta, aunque no debería pensarlo sino vivir el presente. Quizá al final de la calle me suelte, yo vuelva a perder y no tendré un recuerdo consistente por estar divagando como un pez que durante su vida soñara que está atrapado en una pecera, y un día, al despertar en las aguas cálidas del mar Caribe, fuese atrapado por una red y terminara en una pecera sin haber podido disfrutar de su vida submarina.
      Ahora ha empezado a llover lentamente y nos hemos cobijado bajo el saliente de un tejado, estamos a cien metros del final de la calle, su mano y la mía siguen juntas. Mientras suenan los truenos, recuerdo a un niño que les tenía miedo y se metía bajo la cama y ahora está tan lejano y tan cerca porque Ella está aquí. Pero mi mente también está en Cuba, donde conocí una jinetera, le prometí escribirle, le pedí me escribiera y Ella me ha escrito al respaldo de mis cartas porque en Cuba no hay papel y yo me pregunto si estos recuerdos son más importantes que estar bajo este alero con ella. La muchacha cubana también era más alta que yo pero no parecía avergonzarse por ello, en realidad parecía encantada de caminar a mi lado por las calles de La Habana llenas de gente. Debería pedirle una explicación pero me avergüenzo, Ella jamás ha confirmado mis temores, siempre tiene una excusa o una broma para escapar a mi acoso. Ella es como un pez que está en el océano pero eso no le dice nada, no disfruta el océano porque jamás ha estado en una pecera.
      La lluvia cede, seguimos avanzando y me pregunto si no sería mejor estar con alguien que fuera pleno al estar contigo, pero no me atrevo a soltarle la mano porque quizá la perdería para siempre y yo necesito de Ella aunque no siempre esté dispuesta a aceptarme en su vida, yo necesito soñar que Ella cambia, que abandona los temores y deja que los carros blancos pasen sin alterar su ánimo.
      Mientras camino, veo otros que caminan pero que no se agarran de la mano, quizá eso no es nada especial porque nunca se los han negado cuando lo han querido, y me pregunto si al negarme ese contacto público durante tanto tiempo, no me estaba preparando el regocijo de tenerlo ahora, y que yo en vez de reflexionar sobre el asunto debería ser el asunto y punto. Debería no ser mi cuerpo ni mi mente, sino sólo mi mano que va dentro de la suya y la suya que anida en la mía, pero los avisos de los almacenes se roban mi atención y hay un afiche de Benetton que muestra el uniforme sangrando de un soldado bosnio, limita mi libertad porque mis ojos leen los nombres y las imágenes. Mi mente crea asociaciones que me llevan a un lugar en las montañas donde conocí a un anciano que no había visto el mar ni le importaba conocerlo y que cuando le hablé del mar no se sorprendió, me dijo que él tenía bastante en sus montañas; pensé que era un viejo estúpido por negarse otras oportunidades, pero quizás era un hombre sabio y yo era el estúpido. Tan sabio como el árbol que le basta con ser árbol, era un hombre humilde para saber que la montaña es un lugar tan vasto y complejo que una vida no alcanza para conocerlo y que ponerse a pensar en otros mundos es una vanidad, es una forma de no vivir lo que está allí, el lugar al que perteneces, y él pertenecía a la montaña, estaba hecho de su sustancia. Como yo estoy hecho de vías de escape hacia realidades donde no tengo que aceptar que Ella se avergüenza de mí, quizás no es por mi estatura sino porque siempre estoy huyendo de su lado, como ahora, ahora que Ella me habla y yo no sé qué responder porque no alcancé a oírle y sólo digo un sí y Ella hace un gesto de desaliento porque sabe que no la escuché. Y lo peor es que sólo hacen falta veinte pasos para llegar al final de la calle.
      Ella se ha hundido en un silencio mientras miro con pavor el final de la calle que viene hacia nosotros como una sombra maligna, como un terrible dios que odia a los que se aman. Me atrevo a preguntarle qué cosa me estaba diciendo pero Ella es cruel conmigo, Ella se aprovecha de mis divagaciones para hacerme sufrir y justo antes de alcanzar la esquina le suelto la mano en un segundo que dura eternidades de asombro en su rostro y las lágrimas brotan por sus ojos como conejos blancos del sombrero de un mago. La lluvia llega de repente para acompañarla, nos metemos en un café que está en la esquina y vamos a la mesa del fondo.
      Ella sigue llorando sin decirme por qué y yo me siento culpable, le digo que eso es lo que busca, que me sienta miserable y que ya lo ha logrado, que se calme y disfrute su triunfo y Ella llora más y algunas personas la miran pero esta vez no le importa. Entonces me pregunta si quiero saber lo que me decía hace un momento mientras yo estaba viajando hacia otras latitudes, yo le digo que nada me gustaría más y Ella me dice que estaba pidiéndome que no le soltara la mano, que quería seguir caminando aferrada a mi mano por el resto de su vida, yo siento que las lágrimas me queman las mejillas, le pregunto que por qué no me dejaba hacerlo antes y Ella quería preguntarme lo mismo, que sentía que yo siempre estaba pensando en otras cosas al estar con Ella porque sentía vergüenza de Ella, y yo le digo que soy un estúpido y Ella, dice que no, que la estúpida es Ella, y yo le digo que ya somos dos los estúpidos y esa es una buena razón para permanecer unidos. Entonces percibo que he vivido como un pez en una pecera herméticamente cerrada que descansa en el fondo submarino y golpeo con la nariz la pecera y ésta se rompe porque es una ilusión, y yo salgo al mundo que siempre ha estado allí rozándome y entonces la beso aunque la gente nos rodee, aunque los carros blancos sigan pasando.

© John J. Junieles

Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.
biografía:

John J. Junieles johnjunieles@hotmail.com
Escritor colombiano. Ha sido periodista del diario El Universal de Cartagena de Indias, y de otros medios. Ha publicado Papeles para iniciar el fuego (poesía) y Temeré por mí al final de estas líneas (prosa poética). El cuento publicado en esta edición hace parte del libro Con la luz que me queda basta. Sus poemas y cuentos figuran en antologías de Colombia y Argentina. Acaba de terminar su primera novela.

navegación:    

 marzo - abril 2002  num 29 

-Narrativa

J.A. Cilleruelo:San Francisco
David Foster Wallace: En lo alto para siempre
Michel Faber:Tiene que llover un poco
Fernando Olszanski:Rodgers Cemetery
John Jairo Junieles:Una calle hasta ella

-Poesía

Concha García

-Ensayo

Ernesto Escobar Ulloa:La decepción infinita
Juan Gabriel López Guix: El traductor recomienda

-Quiz Julio Cortázar (soluciones)

-Reseñas

Pitol, Cilleruelo, Kosztolány, Hird etc

-Secciones
  fijas
Breves críticas (en inglés)
Ediciones anteriores
Envío de textos
Audio
Enlaces (Links)

www.BarcelonaReview.com  índice | inglés | catalan | francés | audio | e-m@il