ENTREVISTA A
EDMUNDO
PAZ
SOLDÁN
"Es fácil atacar a las dictaduras una vez que éstas caen"
por Ernesto Escobar Ulloa
Edmundo Paz Soldán nació
en Cochabamba, Bolivia, en 1967. Es profesor de Literatura Latinoamericana en la
Universidad de Cornell. Ha publicado las novelas Días de papel (Premio Nacional de
Novela Erich Guttentag, 1992), Alrededor de la torre (1997), Río fugitivo
(finalista en el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, 1998), Sueños
digitales (2000) y las colecciones de cuentos Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones
(1994) y Amores imperfectos (1998). A su vez, es coautor, junto a Alberto
Fuguet, de la antología de nueva narrativa latinoamericana Se habla español
(2000). En los días en que se realizó esta entrevista, le fue otorgado en su país el
Premio Nacional de Novela 2003 por El delirio del Turing, hecho que pese a
alegrarnos, a decir verdad nos cogió a contrapié ya que lo que nos motivó a conversar
con él fue su anterior publicación, La materia del deseo (Alfaguara, 2002)
-véase la reseña en TBR
35 - y la realidad política y social que esta novela retrata con acierto.
TBR: Tengo la impresión de que entrados ya en este
nuevo siglo, empiezan a asentarse las bases de una nueva literatura, menos frívola que la
de los noventa y más comprometida con los problemas de la actualidad. Tu novela, La
materia del deseo, asume, con todas sus consecuencias y responsabilidades, las
características de una literatura de compromiso, es decir, te será ineludible en esta y
otras entrevistas hablar de los problemas políticos y sociales de América Latina.
EPZ: Creo que lo que ocurrió es que, cuando los
escritores de la generación del noventa aparecimos en escena, dimos una imagen algo
frívola porque teníamos muy claro cómo no queríamos escribir, pero no teníamos claro
nuestro propio proyecto narrativo. Creo que con los años la cosa está más clara:
algunos de nosotros queremos escribir novelas con contenido político y social, pero
queremos ir más allá de la típica novela política-social. Benavides es un claro
ejemplo de esto. En cuanto a La materia del deseo, parte fundamental de mi proyecto
consistía en narrar cómo mi generación se relacionaba con lo político: es decir, de
manera indirecta. Como el protagonista, se intenta asumir una actitud distanciada, única,
algo cínica, pero al final se debe aceptar que la política se inmiscuye en todas partes,
en nuestra vida cotidiana, y más vale afrontar nuestra responsabilidad histórica.
Nuestra
actitud de distanciamiento con respecto a las cuestiones políticas no nos va a llevar a nada bueno |
TBR: En La materia del deseo has querido
representar la responsabilidad histórica de un joven boliviano. ¿Cuál es esta
responsabilidad exactamente y si existe, crees que puede ser compatible con la
responsabilidad de la juventud latinoamericana en general?
EPZ: Más que responsabilidad histórica, lo que
quería representar es que nuestra actitud de distanciamiento con respecto a las
cuestiones políticas no nos va a llevar a nada bueno. El protagonista sufre una crisis
por falta de asidero con el mundo; quizás por ello decide rastrear en el pasado, en el
recuerdo de las generaciones anteriores, más dispuestas a luchar por el cambio social. A
veces hablamos mucho de ruptura con respecto a generaciones anteriores, pero creo que
estas tienen mucho que enseñarnos.
TBR: En tu novela el padre del protagonista forma parte de un grupo contrainsurgente,
al igual que su tío. Esa generación decidió olvidar
los abusos que la dictadura de Hugo Banzer cometió contra sus rivales.
¿Qué podríamos aprender de esa generación anterior?
EPZ:
Quizás habría que puntualizar algo. Cuando hablo de la generación del 60-70, pienso en
su momento más idealista, en mayo del 68 y en la lucha de algunos contra las dictaduras.
Es cierto que después gran parte de esa generación se acomodó de manera muy oportuna,
-oportunista, dirían algunos- a los vientos neoliberales de los 80 y los 90. Nosotros de
ello sacamos la lección de que no valía la pena intentar cambiar nuestras sociedades,
porque esa lucha estaba de antemano condenada al fracaso. Pero creo que hay un momento que
vale la pena recuperar: ese momento en que, más importante que el éxito o el fracaso de
un proyecto, lo importante era arriesgarlo todo por ese proyecto. Quizás nosotros nos
equivocamos menos, pero eso se debe a que arriesgamos menos.
TBR: Tu novela describe el reciente pasado político boliviano a través
de un formalismo muy interesante, se trataría de un texto cifrado cuyas claves habría
que desentrañar por medio de una pesquisa cuasi historiografíca o detectivesca. ¿Por
qué optaste por esta estratagema narrativa?
EPZ: En las primeras versiones de la novela había
escenas situadas en los años sesenta y setenta. Un amigo que leyó esas versiones me dijo
que esas escenas eran la parte más floja de la novela. Ahí me di cuenta que en realidad
mi problema era mi incertidumbre ante la verdad histórica, ante lo que había ocurrido en
verdad esos años. Y se me ocurrió que debía tratar de convertir ese problema en parte
del proyecto formal de la novela; es decir, la forma en que el protagonista va
descubriendo la verdad de la historia es indirecta, a tropezones, y en algunos casos hasta
le es imposible reconstruir qué fue lo que sucedió. No sólo existen hechos que pueden
ser interpretados de diferentes maneras; también existen hechos o acciones que no podemos
llegar a entender del todo. La historia ya ocurrió y es un rompecabezas que tratamos de
armar (fracasando casi siempre en el intento; nos quedan versiones, no la versión
definitiva). Admiro a escritores que pueden escribir con certeza de hechos históricos
-Vargas Llosa, por ejemplo-, pero mi proyecto novelístico es otro. Por otro lado, todo
eso va con uno de los posibles símbolos del crucigrama en la novela. La literatura para
mí es una suerte de crucigrama, un laberinto verbal que los lectores tratan de descifrar
y en el que muchas veces se pierden (sin por ello dejar de disfrutar la búsqueda de la
solución).
TBR: Asimismo hay muchos juegos de palabras, y todas ellas pretenden
activar una sospecha, por ejemplo, la palabra Berkeley, que es una ciudad, el nombre de un
grupo y el título de un libro, o el nombre Ashley, que tiene que ver con ceniza, y la
palabra ceniza relacionada al mismo tiempo con el narcotraficante, que se come la ceniza
de su propio tabaco. O la palabra salamadra que puede simbolizar dos personajes del
pasado. ¿Estas relaciones fueron surgiendo de manera casual? ¿Cómo aparecieron?
EPZ: Algunas relaciones ya estaban cuando comencé a
escribir la novela. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con Berkeley. Yo estudié en
Berkeley, y cuando escribía la novela se me ocurrió que más importante que Berkeley
como un lugar que realmente existe, es Berkeley como símbolo de algo: del flower power
de los 60, de la contracultura, de la rebelión estudiantil, etc. Entonces decidí
acumular referencias a Berkeley: bares, el nombre de un grupo de rock, la ciudad misma, la
novela, etc. Una vez que pones esas cosas en un mismo texto, comienzan a dialogar entre
sí, a acumular significados. Otras relaciones aparecieron después, quizás estaban en mi
subconsciente cuando escribí las primeras versiones, luego un buen amigo mío leyó el
manuscrito y, por ejemplo, me hizo notar la similitud entre Ashley y ceniza (ash en
inglés es ceniza).
Incluso sugirió que la novela se llamara La ley de la
ceniza. Las últimas versiones, lo único que hice fue darle más resonancia a esas
relaciones que habían aparecido de manera casual.
TBR: Hay varias interpretaciones también y demasiados agentes: por ejemplo el MAS,
"un grupo armado de izquierda en la clandestinidad", y sus integrantes no
todos de acuerdo-, en contra suya la dictadura de Hugo Banzer, y en medio, el pueblo. ¿No
es preocupante esta actitud pasiva del pueblo en medio de estos "agentes del
acto"? ¿Por qué, además, ahora le exigimos la comprensión de una coyuntura de la
que ni siquiera fue partícipe?
EPZ: Es fácil atacar a las dictaduras una vez que
éstas caen, pero lo cierto es que para que una dictadura se sostenga necesita del apoyo
pasivo o activo de una sociedad. En el caso específico de Bánzer en Bolivia, tenemos el
ingrato honor de ser el único país en Sudamérica que eligió democráticamente como
presidente a alguien que en los años setenta había sido un dictador. Las clases medias
que votaron por él en los 90 se habían olvidado de la represión de los 70, o al menos
pensaban que se justificaba porque no había sido tan dura como la de Pinochet o Videla, y
recordaban el lema de Banzer en los 70: "orden, paz y trabajo". De modo que sí,
yo sostengo que hay una suerte de "culpa de los sin culpa": los que no quisieron
ser partícipes de la dictadura fueron en cierto
modo partícipes.
Los jóvenes de hoy en América Latina hemos heredado de nuestros padres una retórica
tradicional
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TBR: Por otra parte se olvida que las dictaduras cuentan muchas veces
con el respaldo de una mayoría, que son muy populares. Fujimori, por ejemplo, no tuvo
mayor aceptación que cuando el autogolpe, casi un noventa por ciento...
EPZ: Sí. Lamentablemente, carecemos de memoria
histórica.
TBR: Algo muy interesante en tu novela, volviendo a lo que decías
antes, es el enfoque juvenil, que se ve además en otros aspectos y no solo en el modo de
afrontar la realidad política. ¿Crees que hay una mayor sintonía entre los jóvenes de
diferentes países en este nuevo mundo?
EPZ: El mundo juvenil me interesa como tema. No
escribo novelas para jóvenes, no creo que mis textos se restrinjan a eso, sino que
escribo novelas sobre jóvenes, o sobre adultos jóvenes. Me interesa ver tanto su forma
de relacionarse con la política y la historia como su lado frívolo, consumista. Uno de
los temas que exploro es la relación de mis personajes con los medios. Mis personajes
están muy conectados, viven con internet, teléfonos móviles, Palm Pilots, etc. Y eso
permite que las tribus urbanas de distintos países puedan encontrarse en mayor sintonía
que antes. Pero ojo, que no quiero idealizar esto. En La materia del deseo, uno de
los temas que me interesaba era ver cómo tanta conexión hoy puede significar,
paradójicamente, un mayor aislamiento. Vivimos encerrados en la burbuja del sonido de un
Walkman (o un MP3 player), y en vez de salir a la calle a veces nos pasamos toda la noche
frente a una
pantalla.
TBR: Y en el caso de las relaciones amorosas: ¿Los jóvenes se
encuentran en un punto crítico y confuso en el que hay decidir si romper o continuar con
los dogmas del pasado: la fidelidad, la heterosexualidad, la monogamia, etc.? Lo digo
porque me pareció que tu protagonista personifica este sentir.
EPZ: Lo has visto muy bien. Creo que, por ejemplo, los
jóvenes de hoy en América Latina hemos heredado de nuestros padres una retórica
tradicional, machista, que no va con la realidad que nos toca vivir. Rompemos con esos
dogmas del pasado, pero en cierta forma añoramos la estabilidad de ese pasado. Quizás
queremos ambas cosas a la vez, y de ahí cierta crisis de la masculinidad contemporánea.
TBR: Y el rol de la mujer... Las mujeres en tu novela, Ashley y
Carolina, juegan un papel relevante y creo que reflejan la nueva mujer joven, decidida,
valiente, temeraria, a la que a los jóvenes les cuesta no solo comprender sino hasta con
las que les es dificil establecer la relación de igualdad que ellas reclaman, por decirlo
crudamente.
EPZ: Un amigo escritor dice que me especializo en
personajes patéticos. Mis protagonistas principales son adultos jóvenes, hombres que se
sienten inseguros ante el avance de las mujeres en todos los campos. Saben que deben
tratarlas de igual a igual, pero se hallan paralizados, perplejos, y quisieran acudir a
esa retórica machista de sus padres, aunque también saben que ésta es hueca y ya no
sirve. Esto también ocurre en mi anterior novela, Sueños digitales.
TBR: ¿Esta perdida esta nueva generación? ¿Tiene remedio?
EPZ: Quizás perdida sin saberlo, lo cual no es tan
romántico. Se trata de una generación tan conectada que parece de todo menos perdida.
Pero bueno, eso es sólo la apariencia. Y no sé si tiene remedio; lo que sí sé es que,
al menos para mí, es muy buen material literario.
TBR: Esto podría hacer virar el aspecto temático de la novela actual,
¿no crees?, quiero decir: por un lado, el exceso de información que recibimos con las
nuevas tecnologías, por otro, el aislamiento walkman del que antes hablabas,
asimismo, la vieja generación y la nueva generación masculina no preparada para la nueva
generación femenina, demasidos elementos... En cierto modo no tocarlos sería no hacer
realismo...
EPZ: A su modo, escritores como Alberto Fuguet y Rodrigo Fresán están
tocando estos temas, y mostrando en sus novelas el nuevo paisaje que nos rodea. Fuguet lo
hace en clave realista, mientras que Fresán lo hace en una clave más post-moderna,
digamos realista delirante. Lo cual significa que esos nuevos elementos que nos da la
realidad contemporánea no tienen que ser necesariamente realistas, al menos no en la
acepción decimonónica del término. Quizás habría también que actualizar las
convenciones del realismo.
TBR: ¿Qué tipo de narrativa contemporánea te gusta leer? ¿Qué le
exiges a la novela de hoy?
EPZ: Yo le exigo a la novela de hoy dos virtudes
simples pero complejas de lograr al mismo tiempo: sensibilidad e inteligencia. Encuentro
eso en la obra de Javier Marías, quizás el mejor prosista vivo en nuestra lengua.
También encuentro esas virtudes en autores como Jim Crace, Philip Roth, John Banville,
Roberto Bolaño.
Vivimos
encerrados en la burbuja del sonido de un
Walkman |
TBR: ¿Y con respecto a la técnica y el tema?
EPZ: Soy muy ecléctico. Me interesa, más que el
tema, la textura de la prosa. Y sí, me gusta la experimentación formal, siempre que no
se gratuita, no se caiga en el solipsismo y esté al servicio de la historia que se quiere
contar. O mejor, cuando la forma se complementa con el fondo. En literatura, después de
todo, la forma es el fondo.
TBR: Acabas de ser galardonado con el premio Nacional de Novela de
Bolivia con El delirio de Turing, felicitaciones. ¿Podrías adelantarnos algo de
la novela?
EPZ: Es una novela muy
ambiciosa, que es un poco como el reverso de La materia del deseo, en el sentido de
que si en La materia... me preocupaba de quienes se enfrentaron a las dictuduras,
aquí cuento la historia de un grupo de criptógrafos que trabajan en el servicio nacional
de inteligencia de Bolivia. La novela se remonta nuevamente a los años setenta, pero
está ambientada en el presente, en medio de protestas sociales debidas a la crisis del
modelo neoliberal y el surgimiento de grupos antiglobalizadores dispuestos a la lucha
contra el sistema. Hay varios personajes principales, piratas informáticos, realidades
virtuales, etc.
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