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índex català              marzo - abril  n° 41

LA FIESTA DEL ASNO por Juan Francisco FerréFragmento de
LA FIESTA DEL ASNO
por
Juan Francisco Ferré

 

Nous avons des livres sur
la fête de l’âne et sur celle des fous;
ils peuvent servir à l’histoire universelle de l’esprit humain.
Voltaire 


       
EL HERMANO PEQUEO (ONE-MAN SHOW)

G
orka duerme como un beato, parece mentira. La conversación semanal con Loyola le permite conciliar el sueño con facilidad y mantener una actividad onírica satisfactoria. Se le ve dormir plácidamente noche tras noche para regocijo de sus muchos seguidores y fans, para desesperación también de sus muchos enemigos, rivales y detractores.
      Tratándose de Gorka y de sus múltiples actividades, la audiencia se divide trágicamente, no podía ser menos. No obstante, pocos son los que no conectan con Gorka tarde o temprano para seguir sus vivencias diarias. Encuentran en ello tanto una forma de perseverar en sí mismos, como una forma de distanciarse. Gorka polariza las expectativas y los deseos de muchos telespectadores aquí y en el extranjero. O bien se definen a favor o bien se definen en contra, forma parte de la emoción del juego. Si es a favor, el efecto de la vida de Gorka sobre la vida de sus seguidores es de confirmación y constancia. Si es en contra, el efecto de la vida de Gorka sobre la vida de sus detractores es de repulsa y condena. Difícilmente encuentran, unos u otros, motivos constantes de aprecio o desprecio por Gorka y el modelo de vida de Gorka, una elección común.
      Cuando lo ven durmiendo, ya de madrugada, o muy de mañana, antes de que amanezca, la infinita beatitud de su entrega al dulce descanso apenas si se distingue de la de tantos otros durmientes coetáneos, sólo el ser de Gorka la convierte en única. Salvo cuando trasnocha o vuelve a casa acompañado de personas de dudosa reputación, en cuyo caso incluso muchos fanáticos de Gorka, conociendo como conocen sus peores tendencias, las más irracionales, desconectan el televisor y esperan a que a la mañana siguiente su ídolo nacional recupere el encomiable modelo de vida que lo ha hecho célebre. Algunos detractores, en cambio, encuentran precisamente esos especiados momentos de la vida de Gorka no tan repulsivos o condenables como otros, y no renuncian a echar un vistazo o una ojeada a las más turbadoras actividades de Gorka, un formidable actor, aunque las preferirían codificadas para así excluir a voluntad de su contemplación contagiosa a otros miembros inferiores de la jerarquizada familia. En ese momento, no hay tanta diferencia, entienden ellos, esa minoría clandestina que subsiste en todos los movimientos colectivos, entre él y nosotros, somos iguales, y no sólo ante la ley.
      Otros, más puritanos o simplemente escrupulosos, piensan que la vida íntima de Gorka es enteramente repulsiva y aberrante, de la mañana a la noche, sin redención posible, por más que Gorka se empeñe en santificar su infame persona publicitando esos aires de bebé irresistible durante las horas de sueño nocturno y reparador. Aquí estarían todos de acuerdo, tanto güelfos como gibelinos, habría consenso por una vez entre fuerzas políticas habitualmente enfrentadas. El sueño de Gorka es uno de los espectáculos más reconfortantes que les haya sido dado ver en muchos años, aunque los motivos de su placidez residan más en la índole de sus actividades que en una disposición de su carácter, este dato suele desconocerse en general. La puerilización total de la población salva a Gorka, por lo menos ante su dividida audiencia. Cómo ese niño angelical y maravilloso que es Gorka mientras duerme profundamente es capaz de cometer esos crímenes políticos y a renglón seguido esos actos contra natura, es una de las incógnitas que ninguna de las cabezas de sus detractores se atreve a despejar por más vueltas que le den. Tampoco los seguidores, algo irracionales en el apego incondicional a su figura, muestran mentes más despejadas en la resolución de ese enigma intrigante, ese nudo de la vida de Gorka, se limitan simplemente a establecer un hiato precavido entre un Gorka y otro, un efectivo deslinde de identidades entre el Gorka luchador y combativo, digno de condecoración y ascenso, y el Gorka follador y sodomita, digno de vituperio y degradación. Las dos vidas de Gorka se ofrecen por el mismo precio y vía satélite las veinticuatro horas del día natural.
      Así, la increíble popularidad y difusión del programa hace que los productos de consumo que Gorka no puede evitar mostrar a lo largo del día (sean marcas de café, mantequilla o leche durante el desayuno, vino o agua durante el almuerzo o la cena, si lo hace en casa, productos de limpieza, cuando da cuenta de la suciedad y los malos olores, o prendas de vestir, cuando aspira a cubrir su frecuente desnudez con algo más que uniformes folclóricos), obtengan luego un refrendo inmediato en las pequeñas tiendas, supermercados y centros comerciales de los barrios, las ciudades y los pueblos de sus innumerables seguidores. Al tiempo que obtienen la sanción negativa de sus detractores, que se niegan a consumirlos y hasta los destruyen si llega el momento ocasionando incidentes lamentables en establecimientos que presumen de pluralidad, transigencia y respeto a la diversidad tanto de los productos como del gusto de sus consumidores.
      Las empresas, no todas nacionales, que están detrás de la fabricación de los productos de uso habitual en la famosa casa de Gorka se encuentran también divididas ante las confusas estadísticas. Unas porque no les parece nunca bastante el uso que Gorka hace de sus propios productos y querrían verlo abusar de ellos, saturar la percepción de la audiencia con su omnívora ubicuidad. Que el café o las galletas matutinas, por ejemplo, siguieran adornando la mesa del comedor de Gorka incluso mientras éste se dispone a cenar o a ver la tele tomando un pacharán artesanal, o consumiera alguna marca específica de profiláctico y no se empeñara una y otra vez en arriesgar su vida y su salud en lances escasamente higiénicos. Por qué no consumir ese batido de cacao y almendras que tanto te apetece antes de irte a la cama con quien hayas elegido. Nos importa que lo tomes y se lo hagas tomar a tu pareja, no quién sea ésta, así se piensa la cuestión en algunos gabinetes de asesores, y casi todos los técnicos consultados les dan la razón. Por qué no juguetear con una caja de preservativos o un bote de vaselina, ya que esos son tus gustos y nosotros los respetamos, mientras ingieres tu desayuno rico en proteínas, vitaminas y minerales y paupérrimo en calorías.
      Ya se esforzarían los expertos publicistas en justificar, conforme a las estrategias más innovadoras de promoción y venta, la incongruente presencia de esos productos como un delicioso anticipo de la mañana o la noche siguientes, un pronóstico feliz de que Gorka habría de sobrevivir una noche más, una mañana más, sin riesgo de contraer una enfermedad mortal o caer víctima de una celada antipatriótica o de una emboscada policial. Sus aguerridos detractores empresariales, en cambio, no encuentran la manera, por más denuncias que han interpuesto ante todos los juzgados posibles del país, de que se prohíba a Gorka la utilización de los productos que portan su nombre de marca, su código de barras o su denominación de origen. Encuentran que ese uso indeseable perjudica muy seriamente sus intereses comerciales, al negarles el acceso a una parte importante de la población, mayoritariamente reacia a imitar a Gorka, a pesar del fomento simétrico de su consumo entre los fieles seguidores de Gorka. No es bastante, opinaba hace no mucho un director comercial de una de las firmas implicadas en esa campaña de deslegitimación, las ganancias no equivalen nunca a las pérdidas. Nadie entendió si se refería sibilinamente a las pérdidas en vidas humanas o en ingresos contables, las estadísticas sólo baten cifras computables digitalmente en ceros y unos, no recogen otra clase de información, por fortuna para ellos y sus gabinetes jurídicos.
      Uno de los momentos más duros del día a día, hora a hora, minuto a minuto de Gorka es cuando se ve obligado a participar en algún atentado criminal. Normalmente los espectadores, por más que conozcan al detalle la retórica de la emisión, no consiguen adivinar con la suficiente antelación como para desconectar, en caso de rechazo, o aumentar el volumen acústico y quizá, en caso de viejos o niños, acercarse un poco más a la pantalla del televisor amigo a fin de captar con mayor nitidez ciertos detalles que suelen escaparse a tanta distancia. Cuando Gorka pasea por la calle tranquilamente y parece que va a saludar a un conocido, o a asesorarlo amablemente en materia de urbanismo si lo ve perdido en las laberínticas calles del casco antiguo, o cuando simplemente parece disponerse a entrar en una bulliciosa y céntrica cafetería o en una tasca donde todos se imaginan que ha quedado citado con un grupo de camaradas, ningún telespectador, ni siquiera sus incondicionales, espera en principio que Gorka vaya a sacar la pistola que tan celosamente guarda debajo de la chaqueta de cuero y le trasplante dos o tres balas del cañón de su pistola al cogollo del cerebro normalmente a través de los orificios practicados en la nuca a poco que apriete el gatillo con el dedo agarrotado. El impacto visceral en los atentos telespectadores es distinto que en las víctimas del atentado, como es natural, pero su objetivo logístico es similar, albergar en el cerebro indefenso la suficiente cantidad de material nocivo como para acabar de una vez con su extraordinario poder de discernimiento.
      Así lo creen al menos algunos detractores del programa de Gorka, que han inventado métodos casi automáticos de desconexión en caso de atentado y que suelen volver al lugar de los hechos a través de otros canales más convencionales sólo cuando ya la policía autónoma se ha hecho dueña de la situación y el forense, el más exquisito de los humanistas exquisitos, del cadáver. No se privan tampoco del odioso espectáculo de la muerte ajena, pero lo hacen desde la solidaridad con el muerto y la familia del muerto, no se atreven a hablar de fallecido tratándose de una muerte violenta, les parece inexacto, un insulto.
      Los seguidores también, pues apenas si han tenido tiempo de contemplar con claridad lo sucedido, los disparos veloces y certeros, el desconocido cayendo al suelo sin vida o derrumbándose estrepitosamente sobre la mesa en la que aspiraba a cebar su hambre o su sed, cuando ya se ven obligados contra su voluntad, preferirían permanecer allí algo más de tiempo, tener tal vez la oportunidad de reconocer a la víctima, quizá un vecino o un familiar o algún amigo, a seguir la enloquecida carrera de Gorka por las calles ya recorridas con anterioridad hasta que un coche venga a rescatarlo como siempre en el último momento. Escenas irrefrenables de acción y adrenalina que no suelen ofrecer ningún peligro para el protagonista en la medida en que, por más que se esfuerce en mirar atrás, ninguna amenaza real le acecha a la espalda, de hecho nadie visible suele perseguir a Gorka tras la comisión de un atentado a cara descubierta, y su gesto insolente y casi presuntuoso de volverse para ver a sus perseguidores parece encaminado a crear en la conciencia del espectador partidario la ficción de esa creencia algo ingenua, la ficción necesaria de que el héroe o el patriota del pueblo arriesga de verdad su valiosa vida y su pellejo puesto a precio al hacer lo que hace, matar, y luego huir, huir a la carrera de esa masa linchadora totalmente inexistente que nunca lo ha perseguido ni lo perseguirá jamás, por más que quieran hacérselo creer a la infantilizada audiencia. Cuando es la impunidad total, como piensan muchos de sus detractores, lo que caracteriza precisamente ese despiadado tipo de actos, la impunidad y la cobardía, no el coraje y el heroísmo, como piensan en cambio los telespectadores con una opinión formada en la materia. A este lado de la pantalla hay también muchos valientes, grandes luchadores, de un bando y de otro.
      Lo más interesante en todo caso es que después de esto, después de haber asesinado a un concejal o a un empresario o a cualquier otro ciudadano en nombre de una abstracción, un país abstracto e inventado, como piensan sus más lúcidos detractores, la vida de Gorka continúa tal cual, prosigue su reposado curso de trivialidades. Cuando en todos los hogares de la gran nación la familia nuclear y sus variados miembros radiactivos, las viejas familias y las nuevas familias, los viejos tipos y los nuevos tipos de familia, se sientan y congregan todos alrededor de la mesa, lo hacen ahora para ver a Gorka comiendo, ven a Gorka cocinándose su comida patriótica, sólo alimentos de la tierra, mientras ellos también comen alimentos patrióticos, también de la tierra, aunque ésta sea sensiblemente mayor y abarque una zona más vasta, una zona delimitada y vigilada que el satélite alimenta, sin embargo, con la misma dieta escueta de imágenes. Gorka en la cocina revuelta, Gorka en el comedor bien amueblado, Gorka sonriente saboreando un sugestivo platazo de alubias alavesas, Gorka cortando chorizo nacional o chistorra pamplonica, Gorka recogiendo los platos sin prisa, lavándolos en el fregadero mientras silba una conmovedora melodía y poniéndolos luego a escurrir como cualquier ama o amo de casa, no secándolos, nunca secándolos, por favor, no, esa lección la aprendió hace años de su madre ya fallecida. La intensa vida doméstica de Gorka, tras la intensa vida terrorista de Gorka, ofrece un contraste tan irresistible y seductor que merece ser retransmitido a todos los hogares de este gran país, en directo, está pasando, lo están viendo. Así debe ser.
      La noche de Gorka quizá ofrezca menos alicientes a la audiencia, o mejor dicho, quizá se componga de ingredientes excesivamente picantes, no recomendables para todos los paladares. Por eso muchos desconectan, o cambian a otro canal competidor después de un rastreo significativo, donde quizá encuentren un eco idóneo a sus más perezosas fantasías. Muchos trabajan, tanto seguidores como detractores tienen la fortuna de contar con un empleo ahora más seguro y estable que hace unos años, según afirma la propaganda estatal, por lo que cuando se sientan cansados ante el televisor siempre encendido como una palmatoria hogareña prefieren que les suministren dosis menos agresivas de diversión y entretenimiento. De vez en cuando, no obstante, la audiencia masculina tiene la oportunidad de congratularse rectamente con los deseos de Gorka, sobre todo cuando trae mujeres con grandes tetas a su casa, generalmente feas o ásperas de rostro pero con pechos descomunales. Merece la pena quedarse entonces a disfrutar del espectáculo.
      Francamente, la desmedida afición de Gorka por los transexuales orgánicos o los forzudos centroafricanos no es compartida por casi ningún padre de familia, tanto entre sus detractores como entre sus seguidores. Sólo quizá algún hijo adolescente, si le dejaran ejercer la autoridad sobre el aparato que en la mayoría de los hogares recae sobre el sacrificado padre o la abnegada madre de familia, sólo quizá ese inmaduro y curioso televidente encontraría en las actividades nocturnas y en las fijaciones de Gorka algún solaz a sus a menudo solitarios quehaceres, o alguna solución a sus palpitantes dilemas sexuales. El mundo es como es, nadie pretenda cambiarlo de la noche a la mañana, secreta consigna de tanto anuncio publicitario intercalado aquí y allá, y la conexión permanente a la emisión del programa cuesta mucho dinero al minuto, la tarifa de contratación del programa es tan elevada e inasequible como la consistente constitución de ciertos órganos en la cama de Gorka, así que muchos aprovechan entonces para desconectar de Gorka, sus vicisitudes diarias y avatares, durante esas horas en las que el Gorka matutino o incluso el vespertino parece haberse metamorfoseado en una bruja maliciosa y alocada cargada de potingues y hechizos. Muy pocos seguidores de Gorka se atreven a seguirle hasta ahí, ya se ha dicho, pero conviene recalcar que, por culpa de esa emisión imposible, sospechan de la sinceridad patriótica de alguien que se entrega a semejantes desafueros en compañía de gente indeseable. Y temen que el Gorka que a la mañana siguiente vuelva a matar lo haga no ya en nombre de valores comunitarios y patrióticos sino arrastrado por tendencias ocultas y perversas que no conducen a ningún futuro radiante sino a un infierno atroz y abominable como sus preferencias sexuales, censuradas por la mayoría moral de la audiencia, parecen atestiguar sin recato.
      Menos mal, confesó no hace tanto uno de los más importantes patrocinadores del programa, un empresario públicamente comprometido con los fines y los medios de la Organización, menos mal, se atrevió a decir en una televisión regional, que el plácido sueño de Gorka nos redime a todos de este otro mundo de pesadilla. Verlo quedarse dormido en su cama de tamaño regio, cerrar esos ojos que han visto tanto a lo largo del día y adentrarse solo y contento en las prosperidades del descanso y la reparación con esa faz resplandeciente y esa sonrisa beatífica es algo que nos devuelve a todos la confianza en este pueblo y la esperanza en el mañana de este pueblo y nos hace olvidar todo lo que de malo encontramos diariamente en nuestra vida, en la de los demás y por supuesto en la de Gorka, nuestro gran hermano de sangre. Gracias al patriotismo de Gorka, no podemos olvidarlo, el espíritu de nuestro gran país sigue vivo en el alma colectiva de la gente de este pueblo milenario. Hemos de agradecérselo como corresponde y merece. Abonándonos todos sin restricciones a la emisión íntegra de su programa. Así sea, desde hoy mismo.
      

 ©  Juan Francisco Ferré 2004

Sobre el autor véase en The Barcelona Review su relato La Edad Media en el número 34, el ensayo "Múltiples anulaciones: el ingenio infinito de David Foster Wallace", en el número 36, y la reseña sobre su último libro I love you Sade en el número 40.

Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.

BIO: Juan Francisco Ferré ha escrito artículos y ensayos para revistas especializadas y publicaciones culturales como ArteletrA, The Barcelona Review, Letras Libres, Hueso Húmero, Letra Internacional, Quimera, entre las más conocidas. Ha publicado los libros narrativos Ajuste de cuentos, Homenaje a Blancanieves, La vuelta al mundo y I love you Sade. Prepara la publicación de la novela La fiesta del asno y del ensayo monográfico Alegorías de la postmodernidad. Juan Goytisolo lo ha destacado entre los escritores más interesantes surgidos en el panorama literario español durante la última década.
      

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marzo - abril  n° 41

Narrativa

Iris Zavala: Boleros
Juan Francisco Ferré: La fiesta del asno
(fragmento)
Charles Kiefer: Miedo
G. K. Wuori: Desnuda entre muchachos
Leelila Strogov: Bola de sebo

Entrevista

A Iris Zavala

Reseñas

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