Fragmento
de
LA FIESTA DEL ASNO
por Juan Francisco Ferré
Nous avons des livres sur
la fête de lâne et sur celle des fous;
ils peuvent servir à lhistoire universelle de lesprit humain.
Voltaire
EL HERMANO PEQUEO (ONE-MAN SHOW)
Gorka duerme como un beato, parece mentira. La
conversación semanal con Loyola le permite conciliar el sueño con facilidad y mantener
una actividad onírica satisfactoria. Se le ve dormir plácidamente noche tras noche para
regocijo de sus muchos seguidores y fans, para desesperación también de sus muchos
enemigos, rivales y detractores.
Tratándose de Gorka y de sus
múltiples actividades, la audiencia se divide trágicamente, no podía ser menos. No
obstante, pocos son los que no conectan con Gorka tarde o temprano para seguir sus
vivencias diarias. Encuentran en ello tanto una forma de perseverar en sí mismos, como
una forma de distanciarse. Gorka polariza las expectativas y los deseos de muchos
telespectadores aquí y en el extranjero. O bien se definen a favor o bien se definen en
contra, forma parte de la emoción del juego. Si es a favor, el efecto de la vida de Gorka
sobre la vida de sus seguidores es de confirmación y constancia. Si es en contra, el
efecto de la vida de Gorka sobre la vida de sus detractores es de repulsa y condena.
Difícilmente encuentran, unos u otros, motivos constantes de aprecio o desprecio por
Gorka y el modelo de vida de Gorka, una elección común.
Cuando lo ven durmiendo, ya de
madrugada, o muy de mañana, antes de que amanezca, la infinita beatitud de su entrega al
dulce descanso apenas si se distingue de la de tantos otros durmientes coetáneos, sólo
el ser de Gorka la convierte en única. Salvo cuando trasnocha o vuelve a casa acompañado
de personas de dudosa reputación, en cuyo caso incluso muchos fanáticos de Gorka,
conociendo como conocen sus peores tendencias, las más irracionales, desconectan el
televisor y esperan a que a la mañana siguiente su ídolo nacional recupere el encomiable
modelo de vida que lo ha hecho célebre. Algunos detractores, en cambio, encuentran
precisamente esos especiados momentos de la vida de Gorka no tan repulsivos o condenables
como otros, y no renuncian a echar un vistazo o una ojeada a las más turbadoras
actividades de Gorka, un formidable actor, aunque las preferirían codificadas para así
excluir a voluntad de su contemplación contagiosa a otros miembros inferiores de la
jerarquizada familia. En ese momento, no hay tanta diferencia, entienden ellos, esa
minoría clandestina que subsiste en todos los movimientos colectivos, entre él y
nosotros, somos iguales, y no sólo ante la ley.
Otros, más puritanos o simplemente
escrupulosos, piensan que la vida íntima de Gorka es enteramente repulsiva y aberrante,
de la mañana a la noche, sin redención posible, por más que Gorka se empeñe en
santificar su infame persona publicitando esos aires de bebé irresistible durante las
horas de sueño nocturno y reparador. Aquí estarían todos de acuerdo, tanto güelfos
como gibelinos, habría consenso por una vez entre fuerzas políticas habitualmente
enfrentadas. El sueño de Gorka es uno de los espectáculos más reconfortantes que les
haya sido dado ver en muchos años, aunque los motivos de su placidez residan más en la
índole de sus actividades que en una disposición de su carácter, este dato suele
desconocerse en general. La puerilización total de la población salva a Gorka, por lo
menos ante su dividida audiencia. Cómo ese niño angelical y maravilloso que es Gorka
mientras duerme profundamente es capaz de cometer esos crímenes políticos y a renglón
seguido esos actos contra natura, es una de las incógnitas que ninguna de las cabezas de
sus detractores se atreve a despejar por más vueltas que le den. Tampoco los seguidores,
algo irracionales en el apego incondicional a su figura, muestran mentes más despejadas
en la resolución de ese enigma intrigante, ese nudo de la vida de Gorka, se limitan
simplemente a establecer un hiato precavido entre un Gorka y otro, un efectivo deslinde de
identidades entre el Gorka luchador y combativo, digno de condecoración y ascenso, y el
Gorka follador y sodomita, digno de vituperio y degradación. Las dos vidas de Gorka se
ofrecen por el mismo precio y vía satélite las veinticuatro horas del día natural.
Así, la increíble popularidad y
difusión del programa hace que los productos de consumo que Gorka no puede evitar mostrar
a lo largo del día (sean marcas de café, mantequilla o leche durante el desayuno, vino o
agua durante el almuerzo o la cena, si lo hace en casa, productos de limpieza, cuando da
cuenta de la suciedad y los malos olores, o prendas de vestir, cuando aspira a cubrir su
frecuente desnudez con algo más que uniformes folclóricos), obtengan luego un refrendo
inmediato en las pequeñas tiendas, supermercados y centros comerciales de los barrios,
las ciudades y los pueblos de sus innumerables seguidores. Al tiempo que obtienen la
sanción negativa de sus detractores, que se niegan a consumirlos y hasta los destruyen si
llega el momento ocasionando incidentes lamentables en establecimientos que presumen de
pluralidad, transigencia y respeto a la diversidad tanto de los productos como del gusto
de sus consumidores.
Las empresas, no todas nacionales, que
están detrás de la fabricación de los productos de uso habitual en la famosa casa de
Gorka se encuentran también divididas ante las confusas estadísticas. Unas porque no les
parece nunca bastante el uso que Gorka hace de sus propios productos y querrían verlo
abusar de ellos, saturar la percepción de la audiencia con su omnívora ubicuidad. Que el
café o las galletas matutinas, por ejemplo, siguieran adornando la mesa del comedor de
Gorka incluso mientras éste se dispone a cenar o a ver la tele tomando un pacharán
artesanal, o consumiera alguna marca específica de profiláctico y no se empeñara una y
otra vez en arriesgar su vida y su salud en lances escasamente higiénicos. Por qué no
consumir ese batido de cacao y almendras que tanto te apetece antes de irte a la cama con
quien hayas elegido. Nos importa que lo tomes y se lo hagas tomar a tu pareja, no quién
sea ésta, así se piensa la cuestión en algunos gabinetes de asesores, y casi todos los
técnicos consultados les dan la razón. Por qué no juguetear con una caja de
preservativos o un bote de vaselina, ya que esos son tus gustos y nosotros los respetamos,
mientras ingieres tu desayuno rico en proteínas, vitaminas y minerales y paupérrimo en
calorías.
Ya se esforzarían los expertos
publicistas en justificar, conforme a las estrategias más innovadoras de promoción y
venta, la incongruente presencia de esos productos como un delicioso anticipo de la
mañana o la noche siguientes, un pronóstico feliz de que Gorka habría de sobrevivir una
noche más, una mañana más, sin riesgo de contraer una enfermedad mortal o caer víctima
de una celada antipatriótica o de una emboscada policial. Sus aguerridos detractores
empresariales, en cambio, no encuentran la manera, por más denuncias que han interpuesto
ante todos los juzgados posibles del país, de que se prohíba a Gorka la utilización de
los productos que portan su nombre de marca, su código de barras o su denominación de
origen. Encuentran que ese uso indeseable perjudica muy seriamente sus intereses
comerciales, al negarles el acceso a una parte importante de la población,
mayoritariamente reacia a imitar a Gorka, a pesar del fomento simétrico de su consumo
entre los fieles seguidores de Gorka. No es bastante, opinaba hace no mucho un director
comercial de una de las firmas implicadas en esa campaña de deslegitimación, las
ganancias no equivalen nunca a las pérdidas. Nadie entendió si se refería sibilinamente
a las pérdidas en vidas humanas o en ingresos contables, las estadísticas sólo baten
cifras computables digitalmente en ceros y unos, no recogen otra clase de información,
por fortuna para ellos y sus gabinetes jurídicos.
Uno de los momentos más duros del día
a día, hora a hora, minuto a minuto de Gorka es cuando se ve obligado a participar en
algún atentado criminal. Normalmente los espectadores, por más que conozcan al detalle
la retórica de la emisión, no consiguen adivinar con la suficiente antelación como para
desconectar, en caso de rechazo, o aumentar el volumen acústico y quizá, en caso de
viejos o niños, acercarse un poco más a la pantalla del televisor amigo a fin de captar
con mayor nitidez ciertos detalles que suelen escaparse a tanta distancia. Cuando Gorka
pasea por la calle tranquilamente y parece que va a saludar a un conocido, o a asesorarlo
amablemente en materia de urbanismo si lo ve perdido en las laberínticas calles del casco
antiguo, o cuando simplemente parece disponerse a entrar en una bulliciosa y céntrica
cafetería o en una tasca donde todos se imaginan que ha quedado citado con un grupo de
camaradas, ningún telespectador, ni siquiera sus incondicionales, espera en principio que
Gorka vaya a sacar la pistola que tan celosamente guarda debajo de la chaqueta de cuero y
le trasplante dos o tres balas del cañón de su pistola al cogollo del cerebro
normalmente a través de los orificios practicados en la nuca a poco que apriete el
gatillo con el dedo agarrotado. El impacto visceral en los atentos telespectadores es
distinto que en las víctimas del atentado, como es natural, pero su objetivo logístico
es similar, albergar en el cerebro indefenso la suficiente cantidad de material nocivo
como para acabar de una vez con su extraordinario poder de discernimiento.
Así lo creen al menos algunos
detractores del programa de Gorka, que han inventado métodos casi automáticos de
desconexión en caso de atentado y que suelen volver al lugar de los hechos a través de
otros canales más convencionales sólo cuando ya la policía autónoma se ha hecho dueña
de la situación y el forense, el más exquisito de los humanistas exquisitos, del
cadáver. No se privan tampoco del odioso espectáculo de la muerte ajena, pero lo hacen
desde la solidaridad con el muerto y la familia del muerto, no se atreven a hablar de
fallecido tratándose de una muerte violenta, les parece inexacto, un insulto.
Los seguidores también, pues apenas si
han tenido tiempo de contemplar con claridad lo sucedido, los disparos veloces y certeros,
el desconocido cayendo al suelo sin vida o derrumbándose estrepitosamente sobre la mesa
en la que aspiraba a cebar su hambre o su sed, cuando ya se ven obligados contra su
voluntad, preferirían permanecer allí algo más de tiempo, tener tal vez la oportunidad
de reconocer a la víctima, quizá un vecino o un familiar o algún amigo, a seguir la
enloquecida carrera de Gorka por las calles ya recorridas con anterioridad hasta que un
coche venga a rescatarlo como siempre en el último momento. Escenas irrefrenables de
acción y adrenalina que no suelen ofrecer ningún peligro para el protagonista en la
medida en que, por más que se esfuerce en mirar atrás, ninguna amenaza real le acecha a
la espalda, de hecho nadie visible suele perseguir a Gorka tras la comisión de un
atentado a cara descubierta, y su gesto insolente y casi presuntuoso de volverse para ver
a sus perseguidores parece encaminado a crear en la conciencia del espectador partidario
la ficción de esa creencia algo ingenua, la ficción necesaria de que el héroe o el
patriota del pueblo arriesga de verdad su valiosa vida y su pellejo puesto a precio al
hacer lo que hace, matar, y luego huir, huir a la carrera de esa masa linchadora
totalmente inexistente que nunca lo ha perseguido ni lo perseguirá jamás, por más que
quieran hacérselo creer a la infantilizada audiencia. Cuando es la impunidad total, como
piensan muchos de sus detractores, lo que caracteriza precisamente ese despiadado tipo de
actos, la impunidad y la cobardía, no el coraje y el heroísmo, como piensan en cambio
los telespectadores con una opinión formada en la materia. A este lado de la pantalla hay
también muchos valientes, grandes luchadores, de un bando y de otro.
Lo más interesante en todo caso es que
después de esto, después de haber asesinado a un concejal o a un empresario o a
cualquier otro ciudadano en nombre de una abstracción, un país abstracto e inventado,
como piensan sus más lúcidos detractores, la vida de Gorka continúa tal cual, prosigue
su reposado curso de trivialidades. Cuando en todos los hogares de la gran nación la
familia nuclear y sus variados miembros radiactivos, las viejas familias y las nuevas
familias, los viejos tipos y los nuevos tipos de familia, se sientan y congregan todos
alrededor de la mesa, lo hacen ahora para ver a Gorka comiendo, ven a Gorka cocinándose
su comida patriótica, sólo alimentos de la tierra, mientras ellos también comen
alimentos patrióticos, también de la tierra, aunque ésta sea sensiblemente mayor y
abarque una zona más vasta, una zona delimitada y vigilada que el satélite alimenta, sin
embargo, con la misma dieta escueta de imágenes. Gorka en la cocina revuelta, Gorka en el
comedor bien amueblado, Gorka sonriente saboreando un sugestivo platazo de alubias
alavesas, Gorka cortando chorizo nacional o chistorra pamplonica, Gorka recogiendo los
platos sin prisa, lavándolos en el fregadero mientras silba una conmovedora melodía y
poniéndolos luego a escurrir como cualquier ama o amo de casa, no secándolos, nunca
secándolos, por favor, no, esa lección la aprendió hace años de su madre ya fallecida.
La intensa vida doméstica de Gorka, tras la intensa vida terrorista de Gorka, ofrece un
contraste tan irresistible y seductor que merece ser retransmitido a todos los hogares de
este gran país, en directo, está pasando, lo están viendo. Así debe ser.
La noche de Gorka quizá ofrezca menos
alicientes a la audiencia, o mejor dicho, quizá se componga de ingredientes excesivamente
picantes, no recomendables para todos los paladares. Por eso muchos desconectan, o cambian
a otro canal competidor después de un rastreo significativo, donde quizá encuentren un
eco idóneo a sus más perezosas fantasías. Muchos trabajan, tanto seguidores como
detractores tienen la fortuna de contar con un empleo ahora más seguro y estable que hace
unos años, según afirma la propaganda estatal, por lo que cuando se sientan cansados
ante el televisor siempre encendido como una palmatoria hogareña prefieren que les
suministren dosis menos agresivas de diversión y entretenimiento. De vez en cuando, no
obstante, la audiencia masculina tiene la oportunidad de congratularse rectamente con los
deseos de Gorka, sobre todo cuando trae mujeres con grandes tetas a su casa, generalmente
feas o ásperas de rostro pero con pechos descomunales. Merece la pena quedarse entonces a
disfrutar del espectáculo.
Francamente, la desmedida afición de
Gorka por los transexuales orgánicos o los forzudos centroafricanos no es compartida por
casi ningún padre de familia, tanto entre sus detractores como entre sus seguidores.
Sólo quizá algún hijo adolescente, si le dejaran ejercer la autoridad sobre el aparato
que en la mayoría de los hogares recae sobre el sacrificado padre o la abnegada madre de
familia, sólo quizá ese inmaduro y curioso televidente encontraría en las actividades
nocturnas y en las fijaciones de Gorka algún solaz a sus a menudo solitarios quehaceres,
o alguna solución a sus palpitantes dilemas sexuales. El mundo es como es, nadie pretenda
cambiarlo de la noche a la mañana, secreta consigna de tanto anuncio publicitario
intercalado aquí y allá, y la conexión permanente a la emisión del programa cuesta
mucho dinero al minuto, la tarifa de contratación del programa es tan elevada e
inasequible como la consistente constitución de ciertos órganos en la cama de Gorka,
así que muchos aprovechan entonces para desconectar de Gorka, sus vicisitudes diarias y
avatares, durante esas horas en las que el Gorka matutino o incluso el vespertino parece
haberse metamorfoseado en una bruja maliciosa y alocada cargada de potingues y hechizos.
Muy pocos seguidores de Gorka se atreven a seguirle hasta ahí, ya se ha dicho, pero
conviene recalcar que, por culpa de esa emisión imposible, sospechan de la sinceridad
patriótica de alguien que se entrega a semejantes desafueros en compañía de gente
indeseable. Y temen que el Gorka que a la mañana siguiente vuelva a matar lo haga no ya
en nombre de valores comunitarios y patrióticos sino arrastrado por tendencias ocultas y
perversas que no conducen a ningún futuro radiante sino a un infierno atroz y abominable
como sus preferencias sexuales, censuradas por la mayoría moral de la audiencia, parecen
atestiguar sin recato.
Menos mal, confesó no hace tanto uno
de los más importantes patrocinadores del programa, un empresario públicamente
comprometido con los fines y los medios de la Organización, menos mal, se atrevió a
decir en una televisión regional, que el plácido sueño de Gorka nos redime a todos de
este otro mundo de pesadilla. Verlo quedarse dormido en su cama de tamaño regio, cerrar
esos ojos que han visto tanto a lo largo del día y adentrarse solo y contento en las
prosperidades del descanso y la reparación con esa faz resplandeciente y esa sonrisa
beatífica es algo que nos devuelve a todos la confianza en este pueblo y la esperanza en
el mañana de este pueblo y nos hace olvidar todo lo que de malo encontramos diariamente
en nuestra vida, en la de los demás y por supuesto en la de Gorka, nuestro gran hermano
de sangre. Gracias al patriotismo de Gorka, no podemos olvidarlo, el espíritu de nuestro
gran país sigue vivo en el alma colectiva de la gente de este pueblo milenario. Hemos de
agradecérselo como corresponde y merece. Abonándonos todos sin restricciones a la
emisión íntegra de su programa. Así sea, desde hoy mismo.
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