 Hannibal
Hannibal, Thomas Harris, Grijalbo Mondadori (Barcelona, 1999), 558 páginas. Si a usted le gusta leer libros de entretenimiento --este redactor comparte ese gusto-- aquí tiene uno de ellos. Magnífica factura y ambientación, amenidad, tensión, una historia interesante y personajes bien moldeados. ¿Qué más se puede pedir de un bestseller? Leí El silencio de los corderos, la primera parte de Hannibal, después de ver la versión cinematográfica protagonizada de manera estupenda por Anthony Hopkins y Jody Foster. Pienso que esto hizo diferente mi lectura. Por un lado la enriqueció con dos prototipos visuales de primera categoría, pero por otro desdibujó a los verdaderos personajes del autor. Con Hannibal ha sido diferente. He podido ver mejor al Doctor Lecter y a la Clarise creados por Harris. Y están bien, funcionan perfectamente sin la muleta referencial de la película. El problema está en que, al menos en la versión castellana que dicho sea de paso es poco más que decente, la prosa de Harris no tiene la riqueza, matices ni profundidades necesarias para transformar en buena literatura una historia que salvo las necesarias concesiones al género de aventuras, es un catálogo de horrores desplegados con habilidad y, cosa que se agradece, sin extremismos. Horrores que nunca superan lo anecdótico, que nunca alcanzan trascender la mera circunstancia para convertirse en una metáfora de la compleja capacidad para la barbarie y la maldad gratuita de los seres humanos. Lo que no sería un gran defecto tratándose de literatura de entretenimiento, salvo porque el lector tiene la impresión de que Harris está luchando por otra cosa sin conseguirlo. Pero a pesar de esto la novela
funciona perfectamente como lo que es: un pasatiempo. Un pasatiempo norteamericanamente
típico, con su improbable final feliz y todo. Una delicia para los amantes del género. /
JA. Todo un hombre, Tom Wolfe, Ediciones B (Barcelona, 1999) 762 páginas. Tom Wolfe (Richmond, Virginia, 1930) es un producto típico de la sociedad vitrina norteamericana. Una sociedad en la que la imagen del objeto es mucho más importante que el objeto en sí mismo. No hay más que verlo disfrazado perennemente de Tom Wolfe para comprobar esto. Tengo un amigo muy inteligente que admira mucho al autor de La hoguera de las vanidades. Eso me hizo leerlo. Siempre me pareció que Wolfe (al igual que la mayoría de la llamada nueva ola de escritores ingleses contemporáneos), ejemplifica un sofisticado tipo de producto literario promocionado por los editores como "literatura seria", pero que en el fondo no es más que un bestsellers muy bien escrito; es decir un bestseller por otros medios; más respetables. Literariamente hablando. Después de leer Todo un hombre sigo pensando lo mismo que pensaba de Tom Wolfe. Aunque es justo decir que su novela es un producto de máxima calidad, escrita por un artesano excelente; de prosa aguda y seductora que atrapa y se regodea en una crítica de la sociedad norteamericana que alcanza a ratos niveles demoledores. En estos tiempos pobres en lo que a buena literatura se refiere, esta novela de Wolfe, magnífico periodista convertido en novelista de éxito, constituye un bocado delicioso para todo buen lector. Un fresco ácido de la Norteamérica contemporánea; que es una pena que no vaya más allá de la anécdota. Un libro menor que a ratos parece mayor. Eso, por supuesto, no es poca cosa. /J.A. Las partículas elementales, Michel Houellebecq, Anagrama, (Barcelona, 1999), 320 páginas. Considerado una verdadera revelación de la literatura francesa desde la aparición de su primera novela Ampliación del campo de batalla (1994), que despertó pasiones y polémicas, Michel Houellebecq publica ahora Partículas elementales; una novela dura, sinuosa, que describe el presente como quien practica una autopsia en un cadáver que aún en vida ya estaba podrido. Lo más interesante de Houellebecq es su visión entre tierna y asqueada del hombre contemporáneo, su universo sin salida; a ratos de una frialdad insoportable que proviene directamente de El extranjero de Camus. Una lectura que impacta como suele hacerlo la buena literatura. / J.A.
El rey de La Habana, Pedro Juan Gutiérrez, Anagrama (Barcelona, 1999), 218 páginas. La sucesión de eventos trágicos que definen la vida del personaje central ya en las primeras páginas de "El rey de La Habana", segunda novela del cubano Pedro Juan Gutiérrez, sumerge al lector en una existencia donde lo escatológico prima. Espiritual y físicamente. Nos adentramos en una suerte de catálogo sexual: violaciones y penetraciones a un ritmo inhumano, de animales perdidos por el laberinto de ruinas que es La Habana donde todo huele a podrido y degradación; paisaje en ruinas emergiendo de un cataclismo moral-nuclear. Sin embargo, a esta lectora le resultó imposible establecer un vinculo, de cualquier tipo, con Rey, y mucho menos con las mujeres que le acompañan en su descenso hacia el ineludible final, dado que los personajes están exentos de la poesía marginal que marcaba a Bukowsky (con quien se ha comparado, en mi opinión, a la ligera, al autor), o de los ricos matices de oscuridad existencial y vitriólico humor que definen la obra de Reinaldo Arenas, por mencionar a otro autor con el que se ha relacionado a Gutiérrez. No obstante, confiamos que Pedro Juan Gutiérrez logre dar profundidad y humanidad a sus obras futuras, y así permita al lector conectar con la terrible realidad que narra con descarnada e irregular efectividad. / M.M.
América día a día (Diario de viaje) Simone de Beauvoir. Mondadori. Las mil y una voces. (Barcelona, 1999). 404 páginas. Simone de Beauvoir (1908-1986) es, sin duda, una de las figuras más importantes de la literatura francesa de este siglo. La autora de El segundo sexo -- un influyente ensayo que después de cincuenta años de publicado continúa ejerciendo una considerable influencia en las corrientes feministas contemporáneas-- , se embarcó en un viaje de cuatro meses por Estados Unidos, en 1947, del cual llevó un detenido y concienzudo diario. Ese diario América día a día, es un testimonio fiel de las impresiones que causara en la escritora francesa la pujante Norteamérica de la post guerra. Escrito en un tono testimonial, agudo, ameno, repleto de interpretaciones ágiles y punzantes, este texto que se lee como un libro de aventuras, constituye una crónica certera y apasionante de un tiempo y de un país que ha marcado, y en cierta manera definido el rumbo, de la historia de la humanidad durante los últimos doscientos años. /J.A.
Al G de la mirada, Alfonso Fernández Burgos, Tusquets (Barcelona, 1999) 203 páginas. Esperaba un desenlace trágico, y no es que sea una adicta a las tragedias, es que si el narrador me está avisando desde que comienza el relato que se encamina al suicidio, me siento traicionada cuando al final decide, en cuatro párrafos, convencerme que sufrió una conversión y decidió vivir para cumplir su función de buen padre. Cuando a Eduardo Cortil le diagnostican cáncer, él toma una decisión, válida para él, que después viola porque el autor impone sus prejuicios religiosos por encima de la credibilidad del personaje. Claro que algunos pueden pensar que un escritor tiene la responsabilidad moral de enseñarnos a ser "buenos". No la comparto. NI tampoco las mojigatas metáforas conque rocía la narración. Al concluir esta novela sentí que miraba al vacío… /M.M.
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